El incremento en las últimas décadas, no sólo del número de personas que desarrollan adicciones a estupefacientes, sino también del tipo de drogas, formas de distribución, comercialización y consumo, es un fenómeno complejo y multifactorial, definitivamente asociado al modelo económico e ideológico neoliberal, impulsado y sostenido por varias décadas en nuestro país, así como en una buena parte del mundo.
Los intereses económicos, el estímulo a formas consumistas, individualistas, competitivas y meritocráticas de vida, que colocan al individuo por encima del bienestar común, acentuaron problemáticas diversas en las formas de relacionarnos, incidiendo en nuestras maneras de ser, pensar, sentir y estar en el mundo. Tales problemáticas conformaron un caldo de cultivo para que las sustancias adictivas penetraran en distintas poblaciones; en particular jóvenes, adolescentes e incluso niñas y niños (NNAJ).
Afrontar las adicciones requiere la conjunción de esfuerzos de distintos sectores gubernamentales y de la sociedad en general, entre los que el educativo ocupa un lugar clave, particularmente en el ámbito de la prevención. Las escuelas constituyen espacios con una gran influencia en la formación de NNAJ, en el desarrollo de su comprensión del mundo y de lo que sucede a su alrededor, así como en la forma en la cual se posicionan y actúan ante él. Por eso, no es extraño que se apueste a su intervención como una acción fundamental para afrontar el incremento en el consumo de sustancias adictivas.
La campaña que el gobierno actual ha impulsado es sin duda necesaria: acercar información clara y objetiva sobre las sustancias adictivas y sus efectos en las y los estudiantes es importante en muchos sentidos. Desde Mejoredu, consideramos que, junto a ello, habrá que impulsar acciones que fomenten de forma sostenida, desde un pensamiento crítico, el cuestionamiento de NNAJ a la realidad en que viven, a fin de desmontar aquello que se da por sentado: las valoraciones que se hacen sobre las y los otros, la imagen que se construye sobre la propia persona, el tipo de relaciones que se entablan y las adhesiones a ciertos grupos y causas, de modo que se superen las expresiones racistas, discriminatorias, clasistas y sexistas que subyacen a las distintas expresiones de violencia en las escuelas.
Las escuelas pueden constituirse –de hecho, muchas ya lo son– en entornos donde NNAJ se sientan seguros, física y emocionalmente, se cuide su dignidad, prive el respeto, el diálogo, el reconocimiento de todas y todos, y se advierta que otros mundos son posibles: donde se haga comunidad. Es en comunidad que cada persona puede desarrollar plenamente sus capacidades y su pensamiento crítico, construir su identidad y su sentido de pertenencia, aprender y comprometerse, de tal manera que no se sea presa fácil de sustancias adictivas.
En este número de Educación en Movimiento nos sumamos a la reflexión y el aporte de elementos para seguir pensando cómo, a partir de lo que las comunidades escolares ya saben hacer, se puede abordar el fenómeno de las adicciones en el marco de los planteamientos curriculares de la Nueva Escuela Mexicana, particularmente desde los ejes articuladores y el desarrollo de proyectos integradores.
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Editorial publicado en el Boletín ‘Educación en Movimiento’ núm. 37. Escuela: un recurso contra las adicciones, editado por Mejoredu.