El 15 de mayo, desde hace varias décadas, ha sido una fecha simbólica para el magisterio mexicano, pues ese día se celebra el Día del Maestr@.
En muchas escuelas, es común que se organicen festivales, convivios u otro tipo de actividades que rompen con la rutina caracterizada por el abordaje de contenidos, exámenes, clases de computación o educación física. Obviamente, no podían faltar aquellos pequeños y humildes detalles de las y los alumnos; tal vez una paletita, un chocolate o un chicle, acompañado de una nota cuyas palabras tienen un gran significado: ¡gracias maestr@!
Sí, no son letras doradas inscritas en el senado de la República, tampoco otras que se escriben en tarjetas para los discursos de los políticos; son letras y dos palabras que generan satisfacción por el deber cumplido en el servicio. Un servicio que se desarrolla en las aulas o, como alguien diría, en el campo de batalla que, por ejemplo, algunos “luchadores sociales” dicen conocer.
Es cierto, de unos años a la fecha, el gobierno en turno, ya sea de derecha o de izquierda, que para el caso es lo mismo, ha empleado esta celebración para anunciar los incrementos salariales y otras “mejoras” sustanciales para el magisterio, resultado, según dicen, de intensas negociaciones con las organizaciones sindicales y con las Secretaría de estado, Hacienda es un claro ejemplo de ello. Esto sin perder de vista los rimbombantes y pomposos discursos que desde el púlpito presidencial se vociferan hasta el hartazgo: ¡La revalorización del magisterio al fin ha llegado! Una letanía que se ha vuelto costumbre cual rosario de velorio. En fin.
Dos hechos, dos actos, que indudablemente están marcados por una gran diferencia; el primero, surge muchas veces del corazón noble de un estudiante, porque, aunque alguien pudiese pensar lo contrario, no todos agradecen o regalan algo; es un gesto que nace y jamás muere, porque cuando sucede, sacude las fibras más profundas de la o el docente que lo recibe. El segundo, es parte de lo que muchos llaman “política”, ese monstruo de mil cabezas que va y viene a su antojo, pero que de vez en cuando deja ver la podredumbre que la caracteriza; y es aquí donde todo se desdibuja, porque, al fin de cuentas, unos son los gobernantes y otros los gobernados.
Nuestro maravilloso país, tras más de siete décadas de padecer uno de los peores males que aquejan a cualquier territorio que se dice democrático como el autoritarismo, vivió un momento esperanzador y, tal vez, prometedor en 2018: el viejo régimen había caído. De hecho, los discursos en ese entonces se llenaron de palabras que no eran tan conocidas entre el pueblo: humanismo, igualdad, equidad, diversidad, justicia social, respeto, entre otras tantas más que cobraban mucho sentido cuando desde ese bendito púlpito de Palacio Nacional se aseguraba: ¡Primero los pobres! Un mensaje que, insisto, generó una expectativa importante entre varios sectores sociales y, como decía, la esperanza de un cambio o transformación necesaria, tras un pesado letargo.
Era obvio pensar que de la noche a la mañana las cosas no iban a cambiar; sería ilógico asegurar que esto pasaría. No obstante, ¿no acaso la caída de un régimen asegura la posibilidad de lograr poco a poco pequeñas transformaciones? Irrisoriamente, cierro estas líneas asegurando que poco o nada ha cambiado; la mayoría de las cosas se ha quedado en palabras huecas que no han hecho sentido en las personas porque generan una disonancia importante. Para el caso que me ocupa, el del magisterio, esta disonancia ha movilizado a lo largo y ancho del país a miles de maestras y maestros en estos días.
Su reclamo no es para menos; el régimen neoliberal y tecnócrata gobernante por varias décadas, violentó los derechos laborales y profesionales de los trabajadores de la educación al imponer leyes cuyo propósito fue beneficiar a los más ricos y afectar a los que menos tienen. Caso concreto, las reformas de Zedillo y Calderón en materia de pensiones, sin olvidar lo que se conoce como UMA impuesta en el periodo de Peña Nieto. ¿No acaso López Obrador y Sheinbaum Pardo prometieron acabar con ese sistema pensionario por ser injusto?, ¿no acaso se dijo hasta el hartazgo que los intereses de unos cuantos, materializados en ese capitalismo bancario, era uno de los tantos males que habría que erradicarlos en pro de una justicia social para generar una mejor y mayor distribución de la riqueza y, por ende, beneficiar a los más necesitados? Palabras huecas que no han quedado en el olvido, es más, en el corazón de nuestro país, en la Ciudad de México para ser más preciso, se ha dejado sentir la fuerza magisterial de una forma importante en nueve o diez días de manifestaciones constantes. Sí, ese ese magisterio disidente que hoy vive uno de los embates mediáticos jamás imaginados, irrisoriamente generado por quien detenta el poder, es decir, del gobierno en turno, ¿pues no que no eran iguales? Gatopardismo puro o puro gatopardismo.
Y para variar, del otro lado se encuentra un magisterio callado, sumiso a los designios de un intento de virrey que hoy despacha en el senado y, de manera ilegítima, en lo que alguna vez fue conocido como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación SNTE, hoy auSNTE, sin detenerse a pensar que el reclamo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación CNTE beneficia a todas y todos. ¡Ah, pero eso sí! Según los medios y la presidencia de la República, unos son los buenos y otros son los malos; con unos sí se habla porque obedecen y con los otro no porque son malos muchachos ¡Vaya humanismo mexicano!
Se dice que no hay presupuesto y que esto ya se había comentado con las y los maestros; se dice que el 9% es un buen aumento porque desde el gobierno anterior ya se les había incrementado como nunca se había visto; se dice que todo marcha de maravilla con el sistema de pensiones, pero no se habla de la afectación que genera por la aplicación de las UMA, en fin; lo que no se dice o de lo que no se habla es de lo que atinadamente señaló Lev Velázquez en una entrevista: “hay 7.2 billones de razones porque las que no se quiere tocar al capital bancario”. Por mi parte, pienso que hay 7.2 billones de motivos por los cuales se explica ese embate mediático en contra de la disidencia magisterial. Vaya manera de traicionar, pero no al magisterio mexicano, sino a los supuestos ideales que definen a un gobierno que se dice de “izquierda”.
Extrañamente, hoy esa “izquierda mexicana” cuestiona la movilización social por sus formas y propuestas; qué rápido se les olvidaron las formas que alguna vez emplearon al movilizarse.
La maestra o el maestro que está en la calle manifestándose, entiende que combatir la ignorancia y la hipocresía, y luchar por una justicia social para todas y todos es fundamental para impulsar un cambio que beneficie a los más necesitados. Lo sabe, y tan lo sabe, porque cada 15 de mayo muchas veces, de manera humilde recibe un: ¡gracias maestr@, de ti he aprendido o me has apoyado bastante!
Es cierto, la CNTE puede ser en extremo criticada y cuestionada por las formas en que se manifiestan y/o movilizan, pero mírese por donde se mire, es preferible alzar la voz que permanecer sumisos antes las injusticias tan obvias y, en este caso, tan reconocidas por la propia presidenta de la República. En fin.
¿Por qué callar si se ha nacido gritando?