Crecí con éstas hermosas figuritas, nacidas de la mente de alguien que alguna vez fue niño o niña, creyendo en que todos los juguetes tienen vida, emociones, sentimientos y mucho para dar de forma fiel.
Con la sana ilusión de que la amistad crece de conocer a una compañía que perdurará por toda la vida, sembrada en la escuela y las clases que hoy comienzan como cada año.
Debemos, tenemos y podemos, crear en la niñez, los recuerdos más lindos y emocionantes de cada una de nuestras infancias; como docentes, existe en nosotros y nosotras, la posibilidad de maximizar en la inocencia los pequeños, los sueños más grandes, los anhelos de construir un mundo mejor, donde todos seamos amigos y si no, mínimamente, en el cual entren todas las diversidades, como todas las figuras de aquella linda imagen.
Las madres y los padres, de impulsar, vivenciar y apoyar a quienes en un futuro la humanidad habrá de agradecer por los grandes avances en áreas médicas, sociales, jurídicas y todas las que puedan venir a la mente.
Y, como compañeritos y compañeritas, aceptar y respetar las diferentes ideas y comportamientos, porque la niñez es siempre inocente y convive por encima del prejuicio, teniendo los adultos mucho que aprender de ella.
Fortalezcamos pilares de una gran amistad que llegue a construir un país mejor, una sociedad llena de amor, coherencia y aptitudes para ayudar a los demás, tal y como estos lindos dibujos, unos en el plano terrenal más básico y otro que surcan las estrellas, siempre apoyándose mutuamente.
Entonces, niñas, niños, adolescentes y docentes, padres y madres de familia, seamos, la vaquera, el astronauta, el dinosaurio y todos los personajes en este lindo cuento, construyamos entorno a la imaginación y aquello a lo que queremos llegar.
Soy Woody…