Anhelado con desbordado fervor por muchos, vislumbrado con delirante pavor por no pocos; visto por algunos con resignación, asumido por otros con cierta arrogancia, y sin faltar los que aún están oscilando entre la negación de la realidad y la espera de un milagro, el previsible triunfo de Andrés Manuel López Obrador sin duda vendrá a modificar significativamente el panorama político del país, y habrá de generar un ajuste en la correlación de las fuerzas políticas y sociales. Quizá también ajustes de cuentas.
En donde se percibirá en mayor medida y de manera más inmediata el impacto será en la votación que logren los partidos, que verán marcado así su destino; un destino que, para al menos tres de ellos, se ve sombrío y con amenazas de perder su registro al no conseguir el mínimo necesario que establece la legislación en la materia; es decir, “el tres por ciento de la votación válida emitida en alguna de las elecciones federales ordinarias para Diputados, Senadores o Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, según reza en su Artículo 94 la Ley General de Partidos Políticos.
Y entre esos partidos que tienen más de medio cuerpo fuera está Nueva Alianza, con todo y los pretendidos 322 mil maestros promotores del voto, y se supone que sus familias, prometidos por el dirigente sindical a José Antonio Meade como ofrenda.
A la postre, Nueva Alianza más que sumar parece que le restó a la Coalición Todos por México, y a la vez también resultó raspado. Fue un perder-perder.
En su naufragio Meade, Díaz y Nueva Alianza arrastran consigo al SNTE, en una situación que es a un tiempo causa y efecto. El partido se desmorona en virtud de que se distanció de los maestros y de sus fundadores al apoyar a quien los docentes consideran uno más de sus enemigos y verdugos —es decir, Meade y su coordinador de campaña y extitular de la SEP, Aurelio Nuño—, y lo más significativo es que al perder liderazgo y representatividad, y estar cuestionada su legitimidad, la dirigencia del SNTE no tiene mayor influencia entre los cada vez menos fieles a/de Nueva Alianza.
La deserción en el partido fundado por Elba Esther Gordillo parece incontenible, y tiene como punto de arribo las filas de Morena.
Dos ejemplos de estos días: la Sección 59 del SNTE, de Oaxaca, hasta convocó a una conferencia de prensa, y frente a los medios los dirigentes y acompañantes se enfundaron en sendas playeras con el emblema del Partido del Trabajo y el logo de las Redes Sociales Progresistas, y luego con el puño en alto corearon reiteradamente “es un honor estar con Obrador”.
Posteriormente, durante el mitin que presidió Andrés Manuel López Obrador este domingo en Toluca, el candidato de Nueva Alianza a la presidencia municipal de la capital del Estado de México, José Guadalupe Hernández, anunció su adhesión al proyecto lópezobradorista y a la campaña de Juan Rodolfo Sánchez, abanderado de “Juntos Haremos Historia”.
El dimitente afirmó que junto con él “se suman gente de mi campaña, integrantes de mi planilla y más de 30 mil ciudadanos que confían en mí”.
En otros lugares parece que no hubiera candidatos de Nueva Alianza, de tan frías y desangeladas las campañas, a las que no acuden ni los parientes de los aspirantes, ya no se digan compañeros de gremio o sencillamente ciudadanos en busca de algún artículo utilitario.
De acuerdo con una encuesta del Grupo Impacto (https://bit.ly/2LR63UI), Morena tiene una preferencia de 39%; PAN, 17%; PRI, 15%. Y Luego viene la morralla, en la que ahora milita destacadamente el PRD, que tiene un 2%, seguido de Movimiento Ciudadano, Panal y PT, con 1% cada cual; el Verde anda cerca del 3%, para desventura del país.
Así que, ya sin partido, ya sin prestigio, ya sin causas qué defender, ya sin el soporte de la otrora poderosa dirigente que hasta pudiera retornar, ya prácticamente sin apoyo del gobierno que va de salida, ya sin el respaldo de los trabajadores… Juan Díaz y “su” SNTE no tienen futuro juntos. Quizá sea mejor decir que Juan Díaz ya no tiene mucho porvenir, y el del sindicato dependerá de los esfuerzos que desde su interior y sin el todavía dirigente se hagan para replantearlo, reformularlo.
Según se observa por expresiones surgidas lo mismo en Michoacán que en Sinaloa y que en Aguascalientes, no tarda mucho en comenzar ese esfuerzo, en una campaña a lo que se ha dado en llamar “refundación” (después de que Díaz lo refundió, a decir de sus críticos). Y cuando se dice que no tarda mucho significa un par de semanas, o menos: lo que falta para el primero de julio, y de ahí las cosas se sucederán velozmente. Las circunstancias están dadas.