Al reciente libro Cómo mueren las democracias, de los profesores Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, de la Universidad de Harvard, le habría convenido mejor llevar como tema Por qué mueren las democracias. Me parece que no importa tanto el cómo mueren las democracias si no por qué mueren las democracias.
Plantean nuestros autores cuatro criterios para medir la erosión de la democracia por parte de un político como cabeza de un nuevo régimen. Escribieron: “hemos concebido un conjunto de cuatro señales de advertencia conductuales que pueden ayudarnos a identificar a una persona autoritaria cuando la tenemos delante. Deberíamos preocuparnos en serio cuando un político: 1) rechaza, ya sea de palabra o mediante acciones, las reglas democráticas del juego, 2) niega la legitimidad de sus oponentes, 3) tolera o alienta la violencia o 4) indica su voluntad de restringir las libertades civiles de sus opositores, incluidos los medios de comunicación”.
Losautores proponen que las democracias han comenzado a morir no por ser atacadas desde fuera (revolución, golpe de Estado, etc.) sino cuando líderes carismáticos llegan al poder con las reglas del juego y luego debilitan y anulan desde adentro los valores tradicionales de la democracia liberal. Para comenzar su explicación Levitsky y Ziblatt proponen los casos de Mussolini en Italia en 1922 y Hitler en Alemania en 1933, líderes carismáticos que en su momento recibieron el poder por la vía democrática. Mussolini de manos del rey y Hitler de manos del presidente.
Nosparece que los casos italiano en 1922 y alemán en 1933 se parecen (es decir, son lo mismo como explicación política) a los casos ruso-soviético de 1917, y mexicanos de 1929 y 2018. Creemos que todos los casos responden a un denominador común: el hartazgo con el régimen precedente que se traduce, según la gravedad, en el monopolio posterior del poder en las manos de una sola persona. Hitler asumió todo el poder en 1934: la cabeza del Estado (la Presidencia), del gobierno (la Cancillería), más la dirigencia del partido (el NSDAP), más facultades legislativas, jurisdiccionales y de fiscalía. ¿No es equivalente la manera en que los presidentes salidos del PRI en el siglo XX ejercieron el poder?
Los presidentes mexicanos unificaron bajo su puño la cabeza del Estado, del gobierno y del partido, más facultades metaconstitucionales en lo legislativo, judicial y de fiscalía. En Italia ocurrió lo mismo aunque Mussolini no retuvo en sus manos la cabeza del Estado que siguió en manos del rey, pero como si lo hubiese hecho: el monarca (superior) fue una nulidad en todos los sentidos hasta que despertó en 1943 y destituyó al Duce (subordinado). Permítame el lector un despropósito (¿otro?): desde que nació el PRI con el nombre de Partido Nacional Revolucionario los presidentes mexicanos tuvieron encima de su autoridad, la sombra política de Calles. Calles actuó como una especie de jefe de Estado mientras los presidentes desde 1929 y hasta 1936 se desempeñaron como jefes de gobierno, hasta que Cárdenas asumió el mando de los dos niveles y creó la figura presidencial mexicana que hoy conocemos.
Entre paréntesis apuntemos que Mussolini se llamó Benito en razón de que su padre Alessandro (1854-1910), socialista, admiraba a nuestro oaxaqueño Juárez; en relación con don Benito apuntemos que las primeras células fascistas (los fasci di combattimento) los fundó Mussolini un 21 de marzo (de 1919; ya pronto el centenario). Una pregunta mala onda: ¿fue en honor al nacimiento del presidente Juárez? Con otro paréntesis diremos que Calles visitó Alemania en agosto y septiembre de 1924, antes de tomar el poder, y cuando fue apresado en 1936 para ser expulsado del país por Cárdenas, sus aprehensores consignaron que leía en ese mismo momento un ejemplar de Mi lucha, la obra hitleriana fundamental en el nacionalsocialismo.
Regresemos. En vez del título de Cómo mueren las democracias, de Levitsky y Ziblatt, es mejor preguntarnos por qué mueren las democracias. Nuestra respuesta es colectiva y mecánica: la crisis del régimen precedente. La crisis de la monarquía y gobierno italianos orillaron al ascenso del fascismo, la crisis de la alemana República de Weimar, orilló al ascenso del nazismo, la crisis mexicana ocasionada por la muerte del presidente electo Obregón en 1928 orilló a la creación del PRI en 1929, la crisis devastadora del PRI (1982-2018) orilló al ascenso del nuevo gobierno mexicano.
En todos los casos fueron arrollados los instrumentos democráticos existentes como pesos y contrapesos en el ejercicio del poder. ¿Por qué? Por inoperantes. No es una justificación. El monopolio personal del poder que ejerce una sola persona arrollando a los demás poderes y entes autónomos no es tampoco una justificación ni un pretexto, es una realidad, pretende ser una explicación de por qué mueren las democracias.