El atajo al barranco

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Las constancias válidas solo provienen de instituciones reconocidas y dentro de los plazos oficiales.


Cada año, en estas mismas fechas, suele pasar lo mismo. Se cierran las fechas oficiales de capacitación y —como si alguien diera el banderazo— brotan en redes cursos exprés por todos lados. Páginas recién creadas, fotos robadas, perfiles anónimos que nadie había visto nunca, pero ahí están, prometiendo constancias “con validez oficial” por 200 o 300 pesos. Suena tentador. Demasiado tentador.

Pero ya sabemos cómo termina la historia.

Este año no es la excepción. Cursos inventados, diplomas que parecen oficiales a primera vista (pero brillan raro al mirarlos de cerca), transmisiones muy bonitas que prometen cosas que la ley nunca ha dicho. Y lo más absurdo: hay quienes juran que sus constancias saldrán desde la plataforma VENUS, como si tuvieran línea directa con SEP y café gratis en Palacio Nacional.

Sin embargo, no hay que olvidar que el origen de la estafa está en la víctima.

En el caso que nos atañe, el de los profesores, se perciben motivos claros: En el magisterio solemos dejar todo al final y luego andamos con prisas como si el mundo se acabara mañana. No solemos verificar fuentes y reflexionar sobre ofrecimientos francamente imposibles. Además de eso, somos desesperados y nadie quiere quedarse fuera por unas cuantas horas de curso.

Y justo en esos momentos, como capítulo de la Rosa de Guadalupe, aparece la oferta salvadora en el scroll. Un logo copiado, un grupo de WhatsApp, una portada llamativa y un “válido en USICAMM” escrito en mayúsculas. Suficiente para que muchos caigan (otra vez) con la esperanza de que esta vez sí funcione.

Las constancias válidas solo provienen de instituciones reconocidas y dentro de los plazos oficiales. Todo lo demás es jugar a la ruleta rusa con el expediente docente. Porque sí, puedes perder el puntaje, pero también puedes ganar un problema legal.

Si bien hay autoridades que tendrían que investigar este tipo de timos, también toca admitir que cada año cientos caen porque quieren resolver en tres días lo que pudieron atender en un año. Mientras haya demanda, seguiremos viendo estas “soluciones milagro”.

En su novela David Copperfield, el escritor inglés Charles Dickens dejó unas líneas para la posteridad: “La procrastinación es la ladrona del tiempo”.

Y en efecto, la prisa es un mal consejero y un pésimo maestro.

Si seguimos buscando atajos, otros seguirán haciendo negocio con nuestro apuro. Y cuando llegue la revisión de evidencias, el vendedor desaparecerá y la única firma que aparecerá será la nuestra. En el magisterio, como en la vida, los caminos demasiado fáciles suelen tener final bien conocido: un barranco que ya estaba anunciado desde mucho antes.

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