La noche del 26-27 de septiembre de 2014, Iguala, Guerrero, fue el escenario de persecuciones a estudiantes de la Normal de Ayotzinapa; balaceras al autobús de un equipo de futbol de tercera división, Los Avispones; ataques a normalistas, maestros y comunicadores en una conferencia de prensa; ráfagas de metralletas a vehículos particulares; retenes; aprehensiones; tortura y terror generalizado.
Los resultados:
6 muertos: tres normalistas rurales, Daniel Solís Gallardo, Julio César Ramírez Nava y Julio César Mondragón Fontes; un jugador de 15 años de un equipo de tercera división de futbol, Los Avispones, David Josué García Evangelista, Zurdito; Miguel Lugo, chofer del equipo; y Blanca Montiel, pasajera de un taxi.
Decenas de heridos: alrededor de veinte estudiantes de la Normal, entre ellos Aldo Gutiérrez, en estado vegetativo hasta la fecha y Édgar Andrés Vargas, con un balazo en la cara; más doce de Los Avispones.
Y 43 desaparecidos:
- Abel García Hernández
- Abelardo Vázquez Penitén
- Adán Abraján De la Cruz
- Alexander Mora Venancio
- Antonio Santana Maestro
- Benjamín Ascencio Bautista
- Bernardo Flores Alcaraz
- Carlos Iván Ramírez Villarreal
- Carlos Lorenzo Hernández Muñoz
- César Manuel González Hernández
- Christian Alfonso Rodríguez Telumbre
- Christian Tomás Colón Gárnica
- Cutberto Ortiz Ramos
- Doriam González Parral
- Emiliano Alen Gaspar de la Cruz
- Everardo Rodríguez Bello
- Felipe Arnulfo Rosa
- Giovanni Galindez Guerrero
- Israel Caballero Sánchez
- Israel Jacinto Lugardo
- Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa
- Jonás Trujillo González
- Jorge Álvarez Nava
- Jorge Aníbal Cruz Mendoza
- Jorge Antonio Tizapa Legideño
- Jorge Luis González Parral
- José Ángel Campos Cantor
- José Ángel Navarrete González
- José Eduardo Bartolo Tlatempa
- José Luis Luna Torres
- Jhosivani Guerrero de la Cruz
- Julio César López Potoltzin
- Leonel Castro Abarca
- Luis Ángel Abarca Carrillo
- Luis Ángel Francisco Arzola
- Magdaleno Rubén Lauro Villegas
- Marcial Pablo Baranda
- Marco Antonio Gómez Molina
- Martin Getsemany Sánchez García
- Mauricio Ortega Valerio
- Miguel Ángel Hernández Martínez
- Miguel Ángel Mendoza Zacarías
- Saúl Bruno García
En pocos días se formó un movimiento nacional e internacional por la presentación con vida de los 43 de Ayotzinapa. La respuesta gubernamental fue por etapas: primero quiso presentarlo como un exceso en el uso de fuerza de las agencias municipales de seguridad; más tarde, cuando se empezaron a conocer las ligas entre los poderes municipales y las agencias criminales, el tema fue cambiando, se responsabilizó al presidente municipal y algunos policías; después, cuando el 22 de octubre de 2014la multitud respondió desde el zócalo de la república: ¡FUE EL ESTADO! empezó a construirse otra VERDAD HISTÓRICA: los 43 habrían sido aprehendidos por los policías municipales en combinación con fuerzas criminales de los Guerreros Unidos, entregados a estos últimos, los asesinaron, quemaron y esparcido sus cenizas en el Rio San Juan, tal y como lo declaró el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam.
Resultado: sería imposible encontrarlos, si acaso, algunos fragmentos óseos de alguno de ellos.
En su momento señalamos que la VERDAD HISTÓRICA era un procedimiento desaparecedor más, pues construía una narrativa en la que, si bien se asignan responsabilidades, se vuelve imposible encontrar a los normalistas. En ese sentido, Murillo Karam, era el último agente desaparecedor: el Estado en acto.
La desaparición de los 43 es responsabilidad del Estado; pero no por omisión, no por impunidad, sino por ser partícipe expreso de una serie de acciones cuyo propósito último era volver incierto, o peor, inencontrable el destino de los 43.
Lo más importante, sin embargo, es la persistencia de la lucha. Y no ciertamente como durante septiembre-noviembre de 2014, en la que las multitudes abarrotaban los espacios públicos, sino como una presencia constante de los padres, familiares, organizaciones democráticas, compañeros y organismos de derechos humanos, gracias a la cual se consiguió la participación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y la conformación de un grupo Internacional de Expertos Independientes (GIEI) para continuar la investigación.
El sexenio de Peña Nieto terminó con una verdad histórica cada vez más deslegitimada. La pregunta siguió vigente:
¿DÓNDE ESTÁN?
Poco a poco, el trabajo del EAAF y el GIEI fue demoliendo los fundamentos de la verdad histórica hasta destruirla definitivamente, al tiempo que Tomás Zerón, uno de los responsables, huía del país y salían de la cárcel algunos acusados.
El nuevo gobierno, el e AMLO y la IV T se comprometió a resolver el problema. El 4 de diciembre de 2018, se formó la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del caso Ayotzinapa (CoVAJ), después la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el caso Ayotzinapa, de la Fiscalía General de la República.
A pesar de las liberaciones y las fugas, había esperanza.
En 2022, los trabajos de demolición de la Verdad Histórica llevaron a nuevas direcciones de investigación y de justicia cuando la Fiscalía pidió la detención de cerca de 80 personas, entre ellas veinte militares. La presidencia de la república protestó, se tensaron las relaciones con los padres de familia, el fiscal especial dimitió -con temores fundados de persecución-, la mitad del GIEI abandonó la investigación, mientras el ejército y la presidencia se rehusaban a entregar los informes solicitados y 800 folios con datos clave que permitirían avanzar sustancialmente el esclarecimiento del caso.
La destrucción de la VERDAD HISTORICA no garantizó el encuentro de los 43; ahora sabemos que es un giro más en las investigaciones; o, podría decirse, un nuevo camino cerrado cuando aparece la participación de militares, su responsabilidad, sus documentos y sus conocimientos.
Simple y llano: la investigación que destruyó la VERDAD HISTORICA encontró al Ejército, pero se ha detenido, se ha bloqueado desde el momento en que el presidente de la república ha ensayado, una y otra vez, múltiples formas de presión, descalificación, negativa, y hasta absorción del presunto costo político, con tal de eludir la responsabilidad del ejército.
Y no porque el ejército haya aprehendido directamente a los 43, sino porque supo, participó, conoció, estuvo al tanto de lo que sucedía en tiempo real, incluso cuando mantuvo a uno de sus agentes entre los 43, luego cuando detuvo a un grupo de ellos y no se volvió a saber más; y ahora niega informes, documentos, conocimientos. La desaparición de los 43 de Ayotzinapa muestra que en la desaparición participan muchos agentes, muchas instituciones, no solo los que los aprehenden, luego los detienen y más tarde desaparecen; son distintas etapas, diversos momentos, en los que colaboran de manera organizada varias agencias del Estado, en esta ocasión, coordinadas con las agencias de las industrias criminales.
Si la verdad histórica de Murillo Karam – Peña Nieto construyó una realidad alterna que impedía encontrar a los 43; López Obrador protege la negativa del Ejército a informar de su participación en la desaparición, es decir, en esa etapa de producción de incertidumbre sobre el destino de las víctimas.
Desde hace más de un año la narrativa de Andrés Manuel López Obrador busca lavar la cara del ejército mexicano en la desaparición forzada de los 43 normalistas. Incluso ha llegado a decir que las consignas “¡Fue el Estado!” y “¡Fue el Ejército!” han surgido y han sido promovidas en su administración por fuerzas extranjeras que supuestamente buscan desprestigiar a las Fuerzas Armadas mexicanas. Olvida, o pretende olvidar, que desde finales del propio 2014, 4 años antes de que él asumiera la presidencia, esas consignas ya eran coreadas por padres y madres de los estudiantes desaparecidos cuando llevaron a cabo manifestaciones a las afueras del 27 Batallón de Infantería. En esta narrativa presidencial hay algunos indicios que nos permitirían sospechar del surgimiento de una nueva verdad histórica en el sexenio de la 4T.
Antes, en la época de Peña Nieto, la desaparición fue posible por la construcción de una realidad alternativa; hoy, en la época de López Obrador, por la negativa, simple y firme de reconocer la participación del ejército en los procesos desaparecedores; peor aún, EN LA CONTINUIDAD DE LA DESAPARICIÓN, porque hay que recordar que la desaparición no ocurre en el momento de la aprehensión, sino se convierte en un PRESENTE CONTINUO mientras la víctima siga desaparecida y los gobernantes-desaparecedores hagan hasta lo imposible por encontrarla, sea con mentiras, con negativas, con bloqueos, con verdades alternativas, con hipótesis descabelladas, con amenazas veladas o abiertas, con llamados a la resignación, con cooptaciones, con corrupciones.
Las técnicas de la desaparición son múltiples, las de ayer y las de hoy, pero todas persiguen lo mismo: hacer incierto el paradero de la víctima, desaparecer su recuerdo, confundir su destino, incluso han llegado hasta negar su existencia; como lo han intentado con los OTROS DESAPARECIDOS, de Iguala y de todo el país.
Por eso la pregunta sigue siendo la misma que hace diez años:
¿DÓNDE ESTÁN?
Por eso, hoy, como ayer, es necesario gritar:
¡FUE EL ESTADO!
¡SIGUE SIENDO EL ESTADO!
¡VIVOS LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS!