Debate educativo y elección 2018.

En el proceso para elegir presidente y congreso nacional, además de gobernadores, presidentes municipales y legislaturas locales, todos tenemos que ...
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En el proceso para elegir presidente y congreso nacional, además de gobernadores, presidentes municipales y legislaturas locales, todos tenemos que sentirnos orgullosos de que lo educativo levante discrepancia y pasión. Significa que, siendo algo que importa por su relevancia propia, además ya a cientos de miles de votantes nos importa saber qué proponen al respecto las alianzas de partidos que se disputan nuestra preferencia.

Toca ahora, para bien de la vida democrática, poner un campo mínimo de entendimiento común. El debate sirve para desplegar ideas en contraste, con una vigorosa distinción de “yo les propongo A, y por lo tanto rechazo claramente No-A”. Evitemos que la discusión se reduzca a duelos retóricos entre prejuicios rancios, peleas de decrepitud que no resuelven ya no digamos el problema, sino su comprensión elemental. Como ciudadanos, exijamos pues que no se manosee con disparates e improvisaciones el tramo que sigue en la transformación educativa.

Aquí van tres recomendaciones mínimas para una buena lid democrática, un proceso de adversarios regulado por los principios cívicos y de respeto a las libertades consagradas como derechos humanos, y no estemos mirando una riña callejera, pidamos a AMLO, Meade y Anaya: 1. Recuerda. 2. Focaliza. 3. Responde.

1. Recuerda: los procesos de cambio y renovación de los sistemas escolares son parte de la transformación educativa, que es un continuo. La reforma reciente fue, en sentido estricto, a la Constitución, reforma a la Ley General de Educación (LGE) y promulgación de dos nuevas leyes generales, de observancia obligatoria para los tres niveles de gobierno, una sobre la profesión docente (LGSPD) y otra sobre la responsabilidad de un órgano constitucional autónomo dedicado a la evaluación (LINEE). Las aprobó el Congreso en ambas cámaras, y las refrendaron los congresos de los estados de la República en 2013; debieron incluso reformar sus leyes locales, porque toda norma que se opusiera a lo promulgado queda derogada con la entrada en vigor de la nueva. Estamos hablando de al menos 96 cambios en el Orden Jurídico Nacional que ya llevan entre tres y cuatro años de vigencia.

2. Focaliza: dado que un precandidato no puede prometer “cancelar la reforma educativa”, tampoco pueden sus oponentes llamar a conjurar un peligro que en realidad no existe. Así que, en lugar de pelear por el control de un botón de destrucción masiva que es imaginario, mejor concentrémonos en qué sí puede hacer un presidente ante la transformación educativa. López Obrador tiene que precisar que lo que está prometiendo, si llega a Presidente, es: a) propondrá al Congreso, con una iniciativa preferente, una reforma a tres artículos de la LGE y cinco de la LGSPD en lo que se refiere a que la evaluación de desempeño de los maestros condicione su permanencia; o tal vez está prometiendo b) instruirá a su gabinete para que se suspendan e incumplan, unilateral y discrecionalmente, las tareas de la Federación en cuanto a financiamiento, acuerdos, convocatorias y perfiles que marca la ley; y todo ello aunque el INEE y los gobiernos estatales inicien procesos de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte; o tal vez promete c) convocará a una consulta nacional (al parecer, sería entonces más amplia y mejor procesada que la que ya hizo el CIDE en 2016 acerca del modelo educativo, con tiempos más extendidos de diseño, con la inversión económica suficiente para que sea ¿muestral?, ¿censal? También puede pedirlo al INEGI, pero éste decidiría si y cómo participar, porque no puede el Presidente instruirlo, dado que también ya es órgano autónomo); y a ver qué opina la gente (¿también a los menores de 18 años?) sobre ese tema -permanencia ligada al desempeño docente, con evaluaciones periódicas obligatorias- para, ahora sí, tipo en 2020, proponerles lo que está en el inciso a, en el b o en ambos.

3. Responde: Supongo que el equipo de AMLO no le aconseja -cuando en sus discursos habla de cancelar la reforma- que se restaure la herencia y venta de plazas. “Vamos a echar abajo la mal llamada reforma educativa” no pienso que signifique: “vamos a regresar los bebederos que se instalaron con Escuelas al Cien”. Si su oferta distintiva se centra en los ocho artículos sobre permanencia docente, no sean malos: ayúdenle a que así lo afirme. Y que Meade y Anaya no callen y digan qué piensan del tema.

Artículo publicado en Reforma.

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