Cruzar el umbral de la Nueva Escuela Mexicana

Es innegable que necesitamos aprender de forma emergente a reconocer al Otro, a respetarlo, a aceptar su valía intrínseca, ¿y por qué no?, a aplaudir ...
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Solo aquellos que hemos sido tratados indignamente, podemos aquilatar de manera insondable la defensa de la dignidad humana, un valor que salvaguarda la Nueva Escuela Mexicana (NEM)… Y por este simple y a la vez, complejo hecho, me atrevo a cruzar el umbral educativo que abre esta propuesta, sin pensarlo tanto, sin dudar mucho, más allá de los factores politizantes que rodean cualquier reforma… Y, por ende, me actualizo, me esfuerzo por comprender, aprehender e intentar ser cocreadora de esta nueva forma de mirar la enseñanza y el aprendizaje en las aulas de nuestro país, porque me asumo como docente protagonista del trepidante e incierto siglo XXI y porque también aspiro a ser una nueva maestra mexicana.

Más allá de una aparente subjetividad empática, he de argumentar lo siguiente:

Encabezados de denuncia, de agresiones, de nota roja son la persistente y escalofriante lectura periodística en México, los cuales, representan mucho más que una mera tendencia mediática y se han convertido en estampas reales y cotidianas de los difíciles años y meses más recientes. Duele decir que se han normalizado social y cuasi culturalmente las acciones de violentar, ofender, mercantilizar, invisibilizar, anular, infravalorar, descalificar y hasta llegar al punto extremo de aniquilar literalmente al Otro. 

El Otro, la Otra esa alteridad que siempre, absolutamente siempre está, ha estado y estará a tu lado, a mi lado, en plena coexistencia contigo, conmigo, durante esta fugaz oportunidad de la que disponemos en la inexplicable eternidad y que solemos llamar vivir.

Aquí, Tú; allá, el Otro; acá, Yo. Cada cual, con sus marcadas diferencias derivadas de la edad, raza, sexo, orientación sexual, físico, formación, condición, religión, militancia… Particularmente, te invito focalizar tu atención en él o ella (o cualquier otro pronombre que le defina -elle, si así le agrada-) caminando, sorteando múltiples problemas, desafíos, con sus virtudes, con sus defectos, talentos, preferencias, aprendizajes, creencias y experiencias (esa singular y compleja totalidad de eventos que denominamos biografía). Así avanza por las calles y caminos esa Otredad, con su Ser, con su acontecer, ese alguien que por el simple hecho de existir debiese merecer el respeto imprescindible a su vida, a su individualidad y si bien le va -si bien nos fuera a todos-, podrá lograr un encuentro, un diálogo, una comprensión contigo, conmigo, con los demás… e increíblemente juntos podríamos configurar un proyecto edificante, o tal vez de la mano, luchar por un ideal común; alcanzar una meta análoga y de no ser así… dejarle pasar, dejarle ir, sin perturbar ni un ápice de su tiempo, sin rozar ni un solo milímetro de su piel, sin proferir ni una sola palabra en su contra… Reconocer su dignidad.

Antes de proseguir… abro un párrafo-paréntesis para referir las musas -quizá más obscuras que luminosas- que han motivado la escritura de este breve artículo de opinión: por un lado, como ya expliqué, los terribles homicidios, feminicidios, desapariciones forzadas, secuestros, trata de personas, extorsiones y un prolongado etcétera del que me entero de manera involuntaria en las plataformas digitales y noticieros debido a una frecuencia en ascenso, como si fuese una carrera diaria en la cual la violencia resulta ser la única triunfante; por otro lado, no podría negar que este texto nace de algún cercano episodio biográfico que me llevó a visitar ese sombrío lugar que a nadie nos gusta, pero que algunas veces, obligados por las circunstancias, llegamos a él  y que bien podríamos llamar “el club de los rechazos”, esas áridas tierras, tan indeseables para cualquiera, donde te son negadas las oportunidades y te sientes discriminada, discriminado; excluida o excluido; por ser, pensar y actuar diferente y que, a su vez -si no tienes precaución o pretendes caer en las emboscadas de taimados adversarios- te conducen a pisar los peligrosos cabos de la tristeza y la decepción porque no te reconocen ni respetan en tu justa dignidad humana. Trayectos vitales hostiles ciertamente, de cuyos lugares y nombres -emulando a Cervantes-, no quiero ni vale la pena hacer mención, pero que son muy frecuentes en la sociedad contemporánea, como espejos de una posmodernidad un poco hedonista, mayormente nihilista y, tantas veces, egoísta y manipuladora, que suele ponernos en jaque; por lo que requerimos aprender a sortear, moviendo nuestros alfiles de inteligencia emocional y otras piezas clave, con resiliencia y creatividad para afrontar de la mejor forma posible esas crisis personales, familiares, laborales, sociales, políticas, económicas o bien, las derivadas de fuentes delictivas, evitando a toda costa… ¡el mate existencial! Cierro párrafo-paréntesis.

Repasando el célebre método de la Imaginación sociológica propuesto por Wright Mills (2002), estoy más que convencida que, a partir de una vivencia biográfica se construye un puente interpretativo del universo social y podemos identificar un asunto educativo emergente que se cubre con el manto de la transdisciplinariedad  (velos psicológico, filosófico, económico, cultural y también político): la nulidad del reconocimiento de la dignidad del Otro, de la Otra como conducta social subyacente en la posmodernidad y que si bien es cierto traspasa los lindes de los muros áulicos, es en su interior donde se pueden transformar a las personas, ahí dentro, en esos escasos metros cuadrados franqueados por pupitres y cuadernos, donde hay esperanza de cambio personal y comunitario. Esto es lo que ofrece potencialmente, la NEM.

Es innegable que necesitamos aprender de forma emergente a reconocer al Otro, a respetarlo, a aceptar su valía intrínseca, ¿y por qué no?, a aplaudir sus virtudes singulares, a convivir con él y, de ser posible, encontrar nuestras humanas afinidades para trabajar en conjunto, puesto que pocas actividades poseen la magia de unir tanto como la educación y las obras al servicio de los demás y de la comunidad, con sentido de bienestar. Por este motivo, me adhiero a la propuesta de la NEM, cruzo sus umbrales, me adentro en ella y encuentro que desde la Ley General de Educación (DOF 30/09/2019) en el cuarto párrafo de su capítulo 5º,  se enfatiza que: “Toda persona gozará del derecho fundamental a la educación bajo el principio de la intangibilidad de la dignidad humana”. Así que, desde el Estado, sus poderes, la sociedad civil, hasta llegar a ti y a mí, es en la educación donde florece y refulge, sin ninguna clase de flaqueza o retroactividad, el reconocimiento de la dignidad del Otro.

Para concluir este escrito, hurgo en la historia universal y encuentro el discurso conocido como “El temor más grande” de 1994 pronunciado por Nelson Rolihlahla Mandela, justo el día en que ganó las elecciones presidenciales de una nación donde el apartheid embistió las dignidades de sus ciudadanos y que era necesario reanimar humanamente, por ello cita un poema de la escritora estadounidense Marianne Williamson (1952) que me repito cada día, lo vivo y siento como himno de renacimiento espiritual y que bien puede ajustarse a nuestro contexto mexicano:

Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados. 

Nuestro temor más profundo es que tenemos poder más allá de toda medida.

Es nuestra luz, no nuestras tinieblas, lo que nos atemoriza.

Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, maravilloso, talentoso y fabuloso?

En realidad, ¿quién eres para no serlo?

Son los niños de Dios.

Si nos tenemos por menos y nos comportamos así, de nada servimos al mundo.

No es un acto razonable encogerse para que otras personas que están a su alrededor no se sientan inseguras.

Hemos nacido para manifestar la gloria de Dios que se halla en nosotros.

No en algunos de nosotros; está en todos.

Y, cuando permitimos que nuestra propia luz brille, inconscientemente le damos permiso a la otra gente para que haga lo mismo.

A medida que nos liberamos de nuestro propio temor, nuestra presencia automáticamente libera a los demás (Sáenz, 2013, p. 267).

Sin temor, les invito a cruzar conmigo el umbral de la NEM y juntos liberar a nuestro Ser de temores absurdos y defender a capa y espada tu dignidad, mi dignidad, la dignidad del otro. Una propuesta educativa así, en este momento existencial, me llama y me resulta poderosamente persuasiva… Camino hacia ella…

Referencias:

DOF (30/09/2019). Ley General de Educación. México. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión.  Disponible en: https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGE.pdf

Mills, W. (2002). La imaginación sociológica. México. FCE.

Sáenz, L. (Comp.) (2013). Antología universal del discurso político. Los discursos que marcaron la historia de México y del mundo. Tomo 1. México. Sanborns.