Si algo queda claro es que el nivel de desigualdad que existe en nuestro país, no permitirá que el esfuerzo educativo llegue a todos los niños y a todas las niñas por más esfuerzos que haga el magisterio o las autoridades. Es un excelente momento para repensar las políticas publicas redistributivas que permitan que, en el corto y el mediano plazos se cuente con estrategias adecuadas para llegar a todas las familias.
Hoy por hoy necesitamos aprender de esta experiencia, generar acciones específicas e incluirlas en los planes de estudio para que no se olvide. Establecer nuevas formas de saludo, de cercanía y de convivencia que privilegien en delante la distancia, el auto cuidado y la solidaridad social que orienten a las nuevas generaciones a no repetir nuestros errores como sociedad.
Además, se necesita establecer un vínculo de los contenidos de cada asignatura, independientemente del nivel en que se encuentre el estudiantado, para desarrollar una conciencia activa, vigilante, social y solidaria que fortalezca los lazos sociales y las redes de vinculación para buscar cerrar las brechas de desigualdad que se han acumulado por décadas.
Hoy más que nunca necesitamos apreciar los esfuerzos colectivos, revalidarlos e impulsarlos por encima del egoísmo individualista que se asume como el gran crítico de esta etapa en la que nos encontramos. Fortaleza, ánimo, confianza y todos los apoyos posibles son las características y requisitos mínimos que necesita el docente en estos momentos para salir adelante.
Debemos de eliminar al ogro burocrático que vive entre nosotros y buscar evitar a toda costa el tratar de conocer cada paso que da cada Maestra y cada Maestro, pedir informes extensos y, en todo caso, apoyar a cada Maestra en sus esfuerzos para avanzar en esta etapa ya de por sí complicada. Debemos de confiar en su cercanía con las familias, confiar en la manera de hacer llegar lo posible para que cada estudiante avance hasta donde se pueda.
Necesitamos entender que estamos ante una EMERGENCIA MUNDIAL, no es un capricho que se buscó desde un actor en lo individual, así que es preciso dar el tiempo y el espacio necesarios a las madres y a los padre De familia que en este momento están mucho más preocupados por conservar su trabajo, proveer de alimentos, salud, techo y vestido a su familia en esta etapa de incertidumbre que de aplicar las lecciones. No es mala voluntad, es la emergencia que vivimos en todo el mundo.
Ya es tiempo de saber que el sistema no puede controlarlo todo, que una de las principales cualidades d ellos sistemas educativos con altos resultados en el mundo, son aquellos que pasan por confiar en las maestras y en los maestros, en que ellas y ellos sabrán elegir los contenidos, la mejor manera de contactar, la manera de hacer llegar la información y, sobre todo que, cuando todo esto pase, habrá un aprendizaje social del cual las maestras y los maestros habrá de utilizar para poder recuperar el tiempo.
No es algo increíble o imposible, son Maestras y Maestros, para eso se prepararon en su carrera y para eso tienen la experiencia de cada uno de sus años de servicio que les permiten afrontar esta emergencia con calidad, profesionalismo y mucha entereza.
Confiemos, confiemos y confiemos en el magisterio, porque ahora hará lo posible para afrontar la educación en la emergencia, pero sobre todas las cosas, porque al pasar, la niñez mexicana estará en buenas manos para seguir avanzando como nos lo indica la historia de la educación, sin importar las guerras, las condiciones, la hambruna, la incongruencia política en la toma de decisiones educativas en el pasado o incluso los efectos nocivos de la desigualdad que han provocado las décadas de ese neoliberalismo brutal que tiene abiertas tantas heridas y brechas sociales que vivimos en la actualidad.