Esta es la historia de una buena intención mal implementada y peor recibida, que nos deja un reto y un aprendizaje (aprendizaje clave, para estar a todo con la jerga actual).
La etapa actual de la discusión educativa sigue tocada de la vorágine político-partidista, aunque ya se va asentando de apoco. Está por verse cómo los distintos actores institucionales retoman su papel y responsabilidades; una gran prueba de fuego viene en pocos meses, pues las evaluaciones de desempeño deben realizarse según lo previsto, y ni la SEP, ni el INEE ni las autoridades educativas estatales desconocen que violarían la ley si las evitan o posponen.
El equipo de AMLO también lo sabe, y me pregunto si prevalecerá la visión de Olga Cordero, en el sentido de reconocer que no se puede convocar a un nuevo proyecto pasando por encima del orden jurídico nacional. Aquí vendrá un punctum dolens: ¿dejarás que gobiernen los que aún no han asumido? ¿aceptarás que tu anunciada transformación toma tiempo y método, si de veras te importa, y que deberás tragarte algunas de tus no tan dulces palabras?
El empobrecimiento masivo de la discusión, que hizo equivalente en el discurso evaluación de desempeño = reforma educativa = Peña Nieto = organismos internacionales = humillación de los maestros, ha impedido en la práctica que se aborde con seriedad elementos como los clubes de autonomía curricular.
Difícilmentefuera del ambiente escolar se identifica qué sean los tales clubes, a pesar de que se iniciará su implementación, según la planeación oficial, a partir de la próxima semana en cada una de las 230 mil escuelas de educación obligatoria del país.
Dejando aparte que el nombre no es nada afortunado, ajeno a la cultura y mentalidad de la escuela pública mexicana (en todo caso, en gustos se rompen géneros), la idea original es poderosa y esperanzadora: por dos horas y media al menos cada semana, cada escuela puede decidir una franja del currículum que no es el obligatorio nacional.
Es un canto a la libertad y a la esperanza; arrancarle un jirón al control desde arriba y desde afuera, y empezar a dejar atrás la pavloviana idea que un país moderno y eventualmente próspero es aquel en cual todos los niños de cuarto, de la misma edad, el mismo día, a la misma hora, recitan lo mismo, leyendo el mismo libro. La evidencia muestra, con toda contundencia, que procesos de aula idénticos producen resultados segmentados, y que esa “uniformidad” no está al servicio de la justicia, pues tratar igual a los desiguales producirá aun más desigualdad.
Así, en el Modelo Educativo que se arranca la próxima semana, el currículum nacional se ajustó y renovó, no muy dramáticamente, pero presenta como novedad el componente de autonomía curricular. ¿Se preparó mucho? No; en realidad sólo tiene año y medio de operaciones relacionadas. ¿Con un presupuesto adecuado y un equipo robusto? No; una franja muy significativa del currículum nacional se confió a un equipo heroico, que literalmente fue la mayor parte del tiempo de cuatro personas, sin presupuesto propio. ¿Con un piloto que se realizó en condiciones de observación sólida, con varios consejos de académicos y activistas involucrados? No, nunca se armaron los consejos, aunque estaban postulados. ¿Con una “fase cero” que se pudo estudiar en detalle, cutos resultados son transparentes y disponibles para el investigador, cualquier director de escuela, un padre de familia, un ciudadano curioso, un contribuyente que quiere saber en qué se usan sus impuestos? No; se hizo la “fase cero” en varias escuelas del país, pero no hay hoy un informe publicado y accesible. ¿El proceso se conoció con detalle, las reglas se presentaron con toda anticipación, los alumnos participaron en opinar y seleccionar según sus intereses, ejerciendo su derecho explícitamente referido en la Constitución, la Ley General de Educación, La Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y el documento del propio Modelo? Depende. Depende de a quién le pregunte. Depende de si es suficiente anticipación un consejo técnico en el ciclo escolar anterior, una planeación acelerada la semana pasada, o si está bien publicar los lineamientos en el Diario Oficial el 7 de junio, dos meses antes de su entrada en función.
Buena intención pedagógica; inmejorable, de hecho. El sueño de todo pedagogo. Prácticas relevantes, más lúdicas, intuitivas, sin la presión de calificaciones y parámetros de rendimiento lineales, contextualizado y apropiado, con impacto comunitario, para empoderar a niños y jóvenes. Para convivir y disfrutar, y por supuesto con aprendizajes para toda la vida. Pero se implementó tarde, poco, sin cuidado, sin dinero, sin priorizar. Y la mayor parte de los maestros hoy, que traen buenas vacunas al cambio, lo denuestan, lo minimizan, lo padecen, lo ven como “nueva moda de la SEP” y no como oportunidad de traer un poco de justicia para sus niños. El reto: re-significar este componente, y que cada escuela encuentre la forma no de reportarla, sino de experimentar algo nuevo y grande. El aprendizaje: si crees que política educativa es sólo estabilidad laboral, estás muy equivocado.