Candil de Morena, oscuridad de la SEP

La profesora se va antes de la culminación de la que se supone debería ser la obra cumbre en términos pedagógicos.
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Próximamente la profesora Delfina Gómez Álvarez dejará la titularidad de la Secretaría de Educación Pública para postularse como candidata, por parte del partido Morena, a la gubernatura del Estado de México. A través de una encuesta, se definió que la docente es la que mejor intención de voto representa entre los precandidatos.

La maestra Gómez Álvarez duró sólo 17 meses al frente de la SEP. Cuando el presidente de la República la presentó como secretaria, en su discurso inaugural la profesora señaló que veía al puesto “no como un cargo político o burocrático”. Hoy, ante un panorama tan complejo que comprende, entre muchos desafíos más, la atención a los estragos educativos de la pandemia y la consolidación de un nuevo plan de estudios, resulta sospechoso, tomando como punto de partida la aseveración del discurso inicial, que haya pesado más una candidatura para dejar tan importante encargo. Sin afán de regatear las legítimas aspiraciones políticas de la maestra, llama la atención que la balanza se inclinó más hacia la carrera electoral.

La reactivación del servicio educativo presencial fue quizá uno de los retos más importantes de la próxima exsecretaria. Si bien la escuela es la responsable directa de los aprendizajes de los alumnos, dio la impresión que desde la máxima instancia educativa no existió un diagnóstico nítido del impacto de la pandemia y el confinamiento en el desarrollo de los alumnos y, mucho menos, en consecuencia, acciones concretas remediales y emergentes pertinentes. Algunas medidas asumidas (aprobación automática o días del calendario escolar para nivelación académica), resultaron insípidas. La carga recayó, como ya es costumbre, en la desvirtuada, a conveniencia, autonomía escolar.

La firmeza de la autoridad de la secretaria fue puesta en entredicho durante la tensa reanudación del servicio presencial. Sin menoscabar el respeto a las diferencias regionales, parece que nunca logró concertar un acuerdo efectivo con las autoridades locales que diera orden en cuanto a tiempos y procedimientos. Incluso, el presidente de la República dio un duro golpe a la autoridad de la secretaria, al negar públicamente una carta de corresponsabilidad para el ingreso a las escuelas que días antes se había anunciado desde la SEP.

Gómez Álvarez deja su encargo justo cuando un nuevo plan de estudios está en construcción y sigue vivo un debate en el cual, por cierto, su voz ha sido débil y opacada por la de otros personajes. La profesora se va antes de la culminación de la que se supone debería ser la obra cumbre en términos pedagógicos. Se va, también, con una larga lista de adeudos al magisterio nacional, entre los que destacan los eternos problemas de pago de maestros de Inglés o Telebachilleratos. La revalorización del magisterio siguió quedando, al igual que con su antecesor, más en los discursos que en los derechos, el salario, la superación, etc.

Al llegar a la titularidad de la SEP, Gómez Álvarez refirió haber conocido las entrañas de la educación mexicana, desde las aulas y la dirección escolar. Dijo que los problemas educativos no sólo los había estudiado, sino que los había vivido. Considerando lo anterior, ¿qué ofreció, en contraste con sus antecesores, en relación al perfil que usó como carta de presentación?

Sin suponer la existencia de poderes mesiánicos, pareciera que las expectativas autogeneradas con la llegada de un docente al máximo cargo educativo, rebasaron por mucho a lo que realmente se hizo. En una encuesta (shorturl.at/aO689) realizada a principios de año acerca del desempeño de los titulares de las secretarías del gobierno federal, si bien la profesora Delfina Gómez Álvarez ocupó el tercer puesto, llama la atención que “el 30 por ciento de los entrevistados dio una nota negativa a su trabajo, una de las más altas registradas por el sondeo”. Contrastan los resultados anteriores con los obtenidos en la encuesta para definir la candidatura. Pareciera pues, que el brillo de Delfina Gómez se aprecia más en su partido político, que en la misma secretaría donde laboró. Candil de Morena, oscuridad de la SEP.


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