Autor: Abelardo Carro Nava

  • Vivir el normalismo mexicano: es vivir

    Vivir el normalismo mexicano: es vivir

    El pasado miércoles, se llevó a cabo una sesión más del Seminario “La Reforma Educativa: Avances y Desafíos”; que el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) organizó, para analizar un tema de vital importancia en el ámbito educativo nacional: la formación docente y continua. Los invitados fueron: Javier Treviño (Subsecretario de Educación Básica), Salvador Jara (Subsecretario de Educación Superior), Silvia Schmelkes (integrante del INEE) y Graciela Cordero (reconocida investigadora mexicana).

    Las posturas en torno a este tema – de manera específica a la formación inicial –, como seguramente imaginará, fueron un tanto encontradas. Por la parte “oficial”, se mostraron algunos datos y se argumentó sobre, lo que a decir de las autoridades, significa un avance considerable en la formación inicial docente y, por el otro lado, se presentó un pequeño bosquejo de una realidad que es más que evidente en un país, donde las desigualdades educativas y sociales, además de las inoperantes políticas educativas implementadas en el normalismo mexicano, han propiciado un “impasse” en la formación de los futuros profesores. Me explico.

    Buena parte de mi vida estudiantil y profesional, la he dedicado al estudio, análisis e investigación de los procesos de formación en las escuelas normales de México. He leído una cantidad importante de libros, artículos, ensayos, columnas, además de haber consultado diversas fuentes de información; esto, con el propósito de poder visualizar de manera objetiva lo que en este ámbito sucede, más como un objeto de estudio que como mero sujeto de estudio. No obstante este amplio recorrido intelectual  y académico – si usted quiere llamarlo de esta manera –, en muy pocas obras he encontrado la esencia que permea a las escuelas normales de mi México querido. Y esto es así, porque muy pocos han sido o hemos sido, parte de ese Subsistema.

    Vivir el normalismo mexicano es vivir en un terreno donde la pedagogía y la didáctica son el binomio perfecto. Vivir el normalismo es vivir en un espacio donde la sensibilidad, el conocimiento y la experiencia, son esa triada que le da sentido al hecho educativo. Vivir el normalismo, es vivir rodeado de seres humanos cuya vocación ha sido, es y será, la formación del individuo. Vivir el normalismo desde sus extrañas, simplemente es vivir.

    Sus ideologías, sus posicionamientos, sus luchas, sus esfuerzos, sólo pueden ser comprendidos desde el hecho mismo en que suceden. Sus prácticas educativas, a veces tan difíciles de entender, han aportado su granito de arena en la formación de millones de mexicanos a través del tiempo. Esa formación, esa esencia, esa ideología, no, no está plasmada en los datos duros que fueron presentados ese día por el Subsecretario en turno. De hecho, éste tampoco habló del gran daño que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) le ha hecho al gremio. O bien, lo que en ciertas entidades de mi querida República Mexicana, las autoridades estatales, cometen en contra de los normalistas. No, de nada o muy poco de eso se habló.

    Se dijo pues, que después de tres décadas el normalismo mexicano finalmente se alineará con el modelo educativo que fue propuesto pasados tres años y medio de este sexenio. Se dijo, que ya existe la movilidad estudiantil y docente para alumnos y profesores normalistas. Se dijo, que ya se tiene listo un nuevo reglamento para el ingreso y permanencia de los maestros normalistas. Se dijo, que existen los espacios para fortalecer la investigación educativa y el intercambio de experiencias entre Cuerpos Académicos. Sí, todo eso se dijo, y lo reconozco; no obstante, no se mencionó la serie de precariedades físicas y de capacidad académica que existen al interior de dichas escuelas. Precariedades que pueden entenderse si se acepta que por años las normales estuvieron en el olvido y hoy, cuando la “reforma educativa” comienza a diluirse con el sexenio peñista, extrañamente son tomadas en cuenta para ser “maquilladas” nada más por encimita, o ¿será que de aquí a agosto del 2018 los grandes problemas educativos se verán resueltos para el normalismo mexicano?

    ¿Por qué no ha habido una explicación sensata por parte de la autoridad educativa sobre la reducción a la matrícula de las escuelas normales?, ¿por qué no se han brindado las condiciones necesarias para que éstas sean esas Instituciones de Educación Superior (IES) que el Sistema Educativo Mexicano (SEM) requiere?, ¿por qué no se han atacado la serie de tropelías que el SNTE ha hecho y deshecho en este subsistema?, ¿por qué no hablar claro y enfrentar los hechos que evidencian ese abandono en el cual han estado?

    El problema por el cual atraviesan las escuelas normales es profundo, es complejo, eso lo entiendo, pero lo que no acabo de comprender es el por qué, hasta ahora, se habla de una mejora sustantiva en el normalismo mexicano… ¿momento electorero?

    Ciertamente, las escuelas formadoras de docentes son heterogéneas; eso también lo entiendo; sin embargo, considero que con pequeñas acciones que bien podrían ser consideradas como meros “paliativos”, no se logrará avanzar en su fortalecimiento y consolidación, tan necesaria e indispensable, como la que requiere el nivel básico de enseñanza. Y es que mire usted, la grandeza de estas instituciones no radica en su “imponente” infraestructura, porque esto no es así, es más, ni la tienen (y el Subsecretario lo reconoció públicamente). Su fortaleza radica en su ideología, en su identidad y en su sentido de pertenencia con una clase baja que, por más que se diga lo contrario, ha sido brutalmente golpeada sexenio tras sexenio sin que haya una mejora sustantiva en su calidad de vida.

    No, no todo es miel sobre hojuelas. No basta con echar las campanas al vuelo y decir que para el 2018 – y en lo sucesivo – se vendrán buenas y mejoras cosas para las normales. Se trata pues, de permear ese Subsistema con acciones educativas concretas y de gran calado, que respondan a esos problemas y necesidades educativas y sociales. La conformación de CA es importante, no lo niego, así como tampoco niego, la movilidad estudiantil y docente que se ha venido gestando hasta el momento pero, insisto, con meros paliativos no se lograrán los propósitos educativos. ¿Por qué no hacer un foro nacional en que se escuchen y comprendan las necesidades, demandas y propuestas de los maestros y alumnos normalistas?, ¿por qué solamente se congregan a unos cuantos “representantes” de las escuelas normales para trabajar algunos rubros del plan de estudios o del reglamento para dichas instituciones cuando muchos de éstos son elegidos por la autoridad estatal con el propósito de que se alienen a lo dispuesto por la autoridad educativa central?, ¿por qué no abrirse a la crítica y a la propuesta que muchos tenemos al respecto?… Por qué, esa es la pregunta… por qué.

    Ahora bien, y con el afán de aporta un poco sobre estas ideas, ¿desea usted un ejemplo de algo que se puede hacer bien desde la DGESPE? Ahí tiene el CONISEN (Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal) que en este año se realizó en la ciudad de Mérida, Yucatán y que el próximo se realizará en Aguascalientes. Éste, fue un espacio en el que se escucharon las voces de profesores y estudiantes de todo el país, voces que partieron desde el terreno de la investigación. Voces de cientos de profesores y alumnos que aportaron al hecho educativo, insisto, ¿por qué no hacer lo mismo para un “famoso reglamento” y/u otros procesos educativos?

  • Lo electorero del nuevo modelo educativo

    Lo electorero del nuevo modelo educativo

    El clima electoral en nuestro país comienza a calentarse en demasía, tan es así, que los partidos políticos han fijado los “mecanismos” bajo los cuales habrán de ser “ungidos” sus candidatos. Para Aurelio Nuño, la silla grande parece escapársele de las manos dado que en el partido tricolor, desde mi perspectiva, se ha hecho lo necesario para Meade, actual Secretario de Hacienda, sea el que lleve su bandera y se posicione ante el electorado mexicano, compitiendo, como parece obvio, con Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y alguno que otro independiente que logre colocarse en esa carrera presidencial.

    Así  las cosas, y en medio de este asunto, una pregunta parece resonar en el aire: ¿qué pasará con el modelo educativo que tan pomposamente ha sido difundido por el actual Presidente de México y el propio Aurelio Nuño? Las especulaciones están a la vista y oídos de todos, sobre todo, de quienes nos encontramos insertos en el medio educativo. Y es que mire usted, aún y cuando dicho esquema de trabajo ha comenzado a implementarse en escuelas públicas “piloto” en algunas entidades del país, la zozobra pesa más cuando el 2018, fecha fatídica para su implementación, se aproxima.

    En este sentido, y como lo he señalado desde hace tiempo cuando se habló de lograr una verdadera Revolución Educativa en este sexenio, el modelo educativo que entrará en vigor próximamente en todo el país adolece de varias cuestiones, destacando por su propia complejidad, la de los perfiles de egreso del nivel básico que en él se contemplan. No sé si usted sepa, pero de las adecuaciones curriculares que se hicieron en el 2011 y que en nuestros días siguen operando en este nivel educativo, no ha habido una valoración real que nos permita asegurar que el cambio o tránsito hacia un “nuevo” modelo era necesario dado el logro o no, de esos perfiles de egreso que se contemplaban en el Plan de estudios en referencia. Y lo que es peor, en ningún momento el magisterio estuvo presente o, más bien, fue el gran ausente, primero, de esa evaluación y, segundo, en el diseño del “ nuevo proyecto educativo”.

    ¿De qué forma puede obtenerse una mejora educativa si en los hechos los planteamientos curriculares obedecen a políticas internacionales más que necesidades nacionales previo diagnóstico de lo que se vive en mi México querido? Dese cuenta, el perfil de egreso que plantea el modelo educativo 2018, nivel preescolar, en el ámbito de lenguaje y comunicación, propone que los niños comprendan algunas palabras y expresiones en inglés. Si, así como lo leyó, “comprendan” algunas palabras y expresiones en inglés. Asunto nada menor si consideramos lo que ocurre en la mente para lograr esa comprensión pero, también, lo que implica el conocimiento de nuestro propio lenguaje, dada su complejidad semántica. ¿Cómo se espera que los niños de la sierra negra de Puebla, por ejemplo, logren este perfil si en las comunidades no hay docentes para la impartición de ese idioma? O, peor aún, ¿cómo se espera lograr ese propósito si además de abordar su lengua materna se tiene que adquirir el español y el inglés con todas las complejidades que tal acto requiere?

    Aunado a ello, a alguien se le olvido que dichas comunidades siguen padeciendo los estragos de una serie de políticas económicas que, para acabar pronto, han abierto una brecha de desigualdad importante, no sólo en esta zona, sino en varias regiones del país.

    “Aprender a aprender” suena bonito, se lee bonito; pero en los hechos, hay varios factores que impiden que los niños y adolescentes, y también los maestros, se acerquen a este sueño.

    No, no piense que pretendo ser un aguafiestas y que mi pesimismo – aunque prefiero llamarlo realismo – opaque los anhelos de quien despacha en Los Pinos o en la Calle de República de Argentina. En absoluto, lo que pretendo decir, es que la realidad sobrepasa esos deseos que están plasmados en ese documento. Pongo otro ejemplo, en el documento “Los fines de la educación en el Siglo XXI” se lee lo siguiente: “Nos enfrentamos a la necesidad de construir un país más libre, justo y próspero, que forma parte de un mundo cada vez más interconectado, complejo y desafiante. En ese contexto, la Reforma Educativa nos ofrece la oportunidad de sentar las bases para que cada mexicana y mexicano, y por ende nuestra nación, alcancen su máximo potencial”.

    Con base en ello, ¿cómo podemos construir un país más libre, justo y próspero si la realidad nos bofetea en el rostro cada vez que se descubren actos de corrupción por funcionarios y gobernantes cuya responsabilidad, se supone, debería ser la de atender las demandas sociales y que, para acabar pronto, han llevado a posicionar a nuestro México como uno de los más corruptos de América Latina?, ¿cómo lograr que haya un México interconectado si en muchas localidades mexicanas no hay luz ni servicios de internet y de banda ancha que permitan lograr precisamente esta interconexión con el mundo?, ¿cómo alcanzar nuestro máximo potencial si en resumidas cuentas más de la mitad de los mexicanos se haya en pobreza y pobreza extrema?

    Las elecciones se aproximan, eso es un hecho, y el modelo educativo será vendido como el producto que nos permitirá ser un país de primer mundo, y puede ser cierto; sin embargo, somos muchos pero muchos mexicanos que no creemos en falsas promesas de campaña que pueden ser firmadas ante notario público, tal y como ese circo, que prometió un gran espectáculo y terminó siendo un fiasco.

    México requiere de una educación que posibilite y potencialice el desarrollo de sus mexicanos, y lo requiere porque por muchos años se nos ha vendido la idea de que sólo a través de esa educación podremos salir del atolladero en el que nos encontramos y hasta el momento, nada ha pasado por las razones que he expuesto. El momento es propicio para levantar la voz y exigir que todos esos candidatillos saquen las manos de los procesos educativos, tan necesarios para el bienestar de los mexicanos.

  • Los proyectos de enseñanza y la evaluación.

    Los proyectos de enseñanza y la evaluación.

    En estas últimas semanas, he tenido la fortuna de trabajar con varios docentes de algunas entidades de mi querida República Mexicana, con la intención, de brindarles una orientación o asesoría para la construcción de sus Proyectos de Enseñanza que, como sabemos, es uno de los momentos que la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD) y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), consideraron para la valoración del desempeño docente en estos meses, además del informe de responsabilidades y el propio examen.

    Proyectos que, a decir de las propias autoridades, podría evaluar el quehacer profesional de los mentores en los niveles educativos que conforman el complejo Sistema Educativo Mexicano (SEM). Dudas, inquietudes, zozobra, desesperanza, incertidumbre, entusiasmo, conformidad, aceptación, rechazo, entre otros adjetivos más, fue lo que pude percibir en varios de los profesores y profesoras con los que tuve el gusto de compartir momentos altamente enriquecedores y de los cuales, deseo exponerle, algunas ideas con la intención de aportar mi granito de arena, al necesario debate que debe y tiene que seguirse dando, sobre las formas de evaluación que se están implementando en mi México querido.

    Por principio de cuentas, debo señalar que esta forma en que se pretende evaluar al magisterio mexicano, no es nueva. El trabajo que puede realizarse a partir de considerar una metodología como lo es el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), data de hace algunos años. Y bueno, alguien pensó que a través de tal metodología puede ser evaluado el maestro, y es cierto. No obstante, hay una cuestión que me sigue retumbando en la cabeza y que deseo plantearla en estos términos: ¿qué tanto puede valorarse el quehacer docente a partir del ABP que planea, desarrolla y evalúa el profesor, si en el aula ocurren un sinfín de situaciones que el mismo docente no puede considerar y/o registrar dadas las limitaciones que plantea la guía técnica para la construcción de dicho proyecto?

    Y es que mire usted, como bien sabemos, los problemas educativos son multifactoriales, es decir, que una situación detectada en un grupo de alumnos, tiene su origen en las múltiples circunstancias que viven a diario los seres humanos y, por ello, lo que el docente realiza en el aula, debe considerar no solo un campo formativo y/o asignatura, sino muchos elementos más, para su atención y probable resolución. Ciertamente una muestra es representativa para este esquema de evaluación pero, ¿qué tan pertinente es considerar solamente eso, una muestra?

    ¿Qué puedo hacer si en la comunidad en la que viven mis alumnos las condiciones económicas no les permiten alimentarse como debieran y, por tales razones, mis estudiantes no logran concentrase ni desarrollarse como debieran?, ¿acaso debo comprarles el alimento? Fueron dos preguntas que una docente me hizo en su momento y que, para acabar pronto, limitaron mi respuesta dado que ante tales circunstancias, el papel del docente y, en este caso, de quien conduce el curso, son limitadas o fueron limitadas.

    Ciertamente, el papel del docente es fundamental para  lograr el desarrollo de sus alumnos; no obstante, las condiciones económicas, sociales, políticas y hasta culturales, ajenas a su propio papel y desempeño, se escapan, muchas veces, de las manos.

    Ahora bien, si esto no fuera suficiente, una cuestión más que aún sigo reflexionando es la siguiente: ¿qué tanto el evaluador realizará su evaluación considerando esos elementos que solamente en el aula ocurren y que resultan de una interacción que  solo sucede en el aula?

    Es aquí donde entra de lleno el tema de la observación en toda la extensión de la palabra. Si en las escuelas normales, en las universidades, en los posgrados, vaya, en los propios planes de estudio se afirma que dicha observación es fundamental para registra los fenómenos, mismos que a su vez, deben ser codificados para interpretarlos y se puedan tomar las decisiones más pertinentes, ¿por qué la evaluación docente no se apega a la observación en la que esos evaluadores in situ valoren el trabajo que realiza el profesor frente a grupo?, ¿evaluar desde un escritorio tendrá la misma fiabilidad de aquella que se realiza en el aula?

    El trabajo que puede hacerse considerando el ABP no es malo. No, no estoy diciendo ello. Tampoco estoy diciendo que no se pueda evaluar a través de esta metodología. Lo que estoy diciendo es que esta evaluación, aunque es viable, es reducida o limitada para los efectos que se consideran desde los órganos centrales. Entiendo que el INEE ha hecho lo posible para acercarse a la forma de evaluación que se apegue a criterios objetivos con la intención de mejorar lo que, a decir de ellos y las autoridades de la SEP, puede mejorarse. No obstante, no debe olvidarse que si hay algo que no puede desprenderse de la misma evaluación, es la subjetividad que, por más que se diga lo contrario, está implícita en dicho proceso evaluativo en esa dicotomía tan conocida: evaluador y evaluado.

    Con este proceso, ¿no estaremos entrando a un terreno pantanoso en el que el evaluado solo cumpla por cumplir y el evaluador solo evalúe por evaluar… ¿y el tema educativo relacionado con los procesos de enseñanza y aprendizaje que ocurren en el aula?

    Como hemos visto, oído y conocido, la SEP ha gastado una cantidad impresionante en recursos para lograr una amplia difusión de los programas educativos que entraran en vigor el año próximo, ¿cuándo lo hará para capacitar y actualizar al magisterio? Si el INEE ha observado que la evaluación que están implementado en el país, dirigida a los profesores, ¿por qué considerar tres momento evaluativos para valorar el trabajo del docente y no realizar uno solo y en el aula?, ¿no estaremos cayendo en un exceso evaluativo que, para acabar pronto, sature la práctica profesional que los maestros realicen en el salón de clases?

    Éstas son algunas preguntas que, aunque parecen sencillas, tienen especial significado y relevancia dado que hasta la fecha, el medio educativo se encuentra permeado por las constantes indecisiones que en los órganos centrales se vienen observando. ¿Cuándo podrá realizarse una evaluación en el lugar que cada maestro realiza su trabajo? Su país, mi país, nuestro México, es tan desigual en varios aspectos, que bien valdría la pena pensar y pensar lo que se está haciendo en esta materia.

    Hasta aquí dejo estas breves ideas, reconociendo el papel que a diario realizan mis colegas en cada uno de sus centros escolares. Esta experiencia o experiencias, me han llevado a reencontrar y revalorar la función del docente en nuestros días. Por  ello, les aplaudo, les reconozco y les admiro porque con tan poco dan mucho por sus alumnos y eso, lamentablemente, no se observa en una muestra que se recaba a través del ABP.

  • La otra Reforma para las Normales.

    La otra Reforma para las Normales.

    Después de 1984, cuando por decreto y/o acuerdo presidencial las escuelas normales formaron parte de las Instituciones de Educación Superior (IES), el medio normalista se vio envuelto en una serie de cambios que bien a bien no han cuajado en sus estructuras organizativas. Compararlas con las Universidades o los Tecnológicos no es correcto y, mucho menos, lo deseado. ¿Por qué afirmo esto? Porque como sabemos, las áreas sustantivas que permean el ambiente universitario – y también el normalista a partir de esa fecha –, docencia, investigación y difusión y extensión educativa, se desarrollan de diferente manera en estos subsistemas.

    El debate que existe entre el dominio de las disciplinas que son el objeto de las Universidades – dado que éstas se enfocan a una especialidad – y lo que en las normales debe dominarse, es amplio y más por falta de espacio que de ganas, me limitaré a afirmar que las segundas, no sólo deben conocer sobre una disciplina en específico, sino de varias, con el propósito de abordar los contenidos que la propia currícula de nivel básico establece. En todo este asunto, la pedagogía y didáctica, parece ser el punto medular de las profesiones que se desprenden de las carreras profesionales de carácter universitario y normalista. Así de simple, así de complejo.

    Ahora bien, por lo que respecta a la reforma curricular que se vislumbra en las normales, y que la misma Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) viene trabajando con diversos grupos de “representantes” de esas escuelas. Tal y como lo afirmé en mi colaboración anterior, se antoja necesaria y harto pertinente. Alinear el proceso educativo que desarrolla en el nivel básico de enseñanza y lo que ocurre en las normales, insisto, me parece viable. No obstante, y con el propósito de hacer un análisis sobre distintos rubros que se desprenden de tal reforma, les comparto mi visión al respecto.

    En el año 2011, cuando aún estaba al frente la Mtra. Marcela Santillán, se implementaron los planes de estudio de las licenciaturas en educación preescolar y primaria, dejando de lado, a las de educación secundaria, especial y física. ¿El motivo por el que éstas últimas no se consideraron? Se desconoce, pero la lógica nos indica que estos planes no entraron en el presupuesto pedagógico educativo. Así las cosas, y después de haber sorteado algunos inconvenientes en su implementación en “escuelas piloto” – de lo cual no se habla mucho que digamos –, para el 2012, dichos planes de estudio se implementaron en todo el país en las dos licenciaturas referidas.

    Este nuevo planteamiento modificó, de alguna forma, el trabajo y las asignaturas/cursos que se tenían contemplados en los planes 1997 (licenciatura en educación primaria) y 1999 (licenciatura en educación preescolar), así como también, la modalidad de titulación que ambos tenían considerados.

    De la estructuración de las asignaturas a partir de un Mapa Curricular (1997-1999), se trasladó a una Malla Curricular (2012). De las actividades escolarizadas, de acercamiento a la práctica y de las prácticas intensivas en condiciones reales de trabajo (1997-1999), se trasladó a los 5 trayectos formativos: piscopedagógico, preparación para la enseñanza y el aprendizaje, lengua adicional y TIC, práctica profesional, y optativos (2012). De una modalidad de titulación por ensayo a través de un documento recepcional (1997-1999), se trasladó a tres modalidades de titulación: tesis, informe de prácticas profesionales y portafolio de evidencias (2012).

    Como podemos darnos cuenta, a groso modo y desde mi perspectiva, estos fueron los cambios más significativos y de los cuales puede desprenderse el análisis de cada uno de los contenidos de cada una de las asignaturas y los cursos que contemplaban los planes 1997-1999 y los del 2012. Sin lugar a dudas, puede hablarse mucho al respecto, pero lo que me parece más relevante, es el hecho del enfoque que se encuentra inmerso en tal esquema. Es obvio que si pretende cambiar o transformar algo, dicha transformación debe partir de su origen. Es decir, desde sus cimientos: la práctica docente. Y es aquí donde mi análisis se hace más fino: ¿si el plan de estudios 2012 para las licenciaturas en educación preescolar y primaria considera el enfoque centrado en el aprendizaje, el enfoque basado en competencias y la flexibilidad curricular, académica y administrativa, el plan de estudios que se está elaborando responderá a los aprendizajes clave, los campos de formación académica, las áreas de desarrollo personal y social y los ámbitos de autonomía curricular tal y como lo marca la educación básica?.

    Entonces, ¿qué tipo de docente queremos formar?, ¿un docente que responda a las demandas curriculares de su nivel de competencia o un docente que atienda las áreas sustantivas de desarrollo de las universidades? Preguntas si usted quiere, básicas y sencillas, pero que en el entramado curricular adquieren un peso importante, dada la complejidad precisamente, de organizar los contenidos curriculares para los formadores de formadores y para los propios estudiantes.

    Se dice pues, que en nuestros días se requieren docentes que investiguen los problemas educativos y que, a partir de las herramientas intelectuales y físicas que tenga a su alcance, atienda dichos problemas para la mejora de su práctica educativa con la intención de favorecer los aprendizajes de sus alumnos. Asunto nada menor y que requiere de toda la atención de los profesionales de la educación insertos en el medio normalista. No obstante, la realidad que México nos arroja, hace pensar y reflexionar sobre la posibilidad real del éxito que pueda tener el currículo que puede implementarse en la normales.

    ¿A qué realidad me refiero? A la que padecemos los millones y millones de mexicanos día con día. Pobreza, miseria, desigualdad, inequidad, corrupción, discriminación, racismo, y varios etcéteras más.

    En suma mi apreciable lector, considero que todos los intentos por mejorar la educación que se brinda en mi México querido, son aplaudibles. Lo lamentable de este asunto, es que mientras el gobierno federal y la propia Secretaría de Educación, siga viéndose como un mero trampolín político, dichas intenciones quedaran en eso, en meros intentos y la educación irá… ¿de mal en peor?. Y no lo digo por los maestros, sino por las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales que vive mi México.

    Finalmente, vuelvo a insistir, a que la DGESPE convoque a un foro nacional para que se discuta la pertinencia del plan de estudios que se está diseñando. Créanme que aunque existen y asisten “representantes” a las reuniones nacionales y regionales, la información no llega o bien, no llega como debiera por asuntos de naturaleza política. Si realmente queremos un cambio, debemos comenzar con los mecanismos de comunicación, diálogo y debate entre todos los actores participantes.

    Tiempo al tiempo.

  • La Reforma silenciosa para las Normales

    La Reforma silenciosa para las Normales

    De unos meses para acá, quienes tenemos un conocimiento sobre los distintos acontecimientos que en el medio educativo suceden, particularmente, los relacionados con la educación normal que se brinda en las más de 200 escuelas normales públicas del país; hemos escuchado o leído, sobre la propuesta que se está diseñando con la intención de fortalecer el subsistema normalista.

    Muchos, me incluyo, hemos hecho una crítica sobre las posibilidades que tal diseño implica. Sobre todo, porque como reiteradamente lo he señalado en este y otros espacios, por años el normalismo mexicano estuvo olvidado. Ciertamente con el paso del tiempo, algunos esfuerzos se han hecho para “mejorar” lo que podía mejorarse, como por ejemplo, los que a partir de 1984 se implementaron y que llevaron a las escuelas normales, a formar parte de las Instituciones de Educación Superior (IES); pese a lo anterior, ningún otro esfuerzo ha cuajado por completo dadas las lagunas jurídicas y administrativas que existen en varias entidades del país y en el propio centro.

    Dese cuenta, mientras las reformas al nivel básico de enseñanza van “tomando forma”, y los docentes hacen “magia” para ajustar su ejercicio profesional a las “realidades” que les son impuestas; las normales, han tenido y tienen, que ajustarse a las dinámicas que este nivel educativo trae consigo. No hay más.

    Ahora bien, qué tanto ha sido bueno o malo el que, hasta este momento, se haya dado dicho tránsito de esta manera. La lógica o el sentido común, nos dice que tal situación no es nada buena, y es cierto.

    Y es que mire usted, me consta, que las escuelas normales se han ajustado a lo que las políticas educativas han dictado desde hace mucho tiempo en educación básica, y bueno, los resultados, aunque no han sido sobresalientes en la formación de sus egresados, han demostrado que estas escuelas, siguen formando profesionales de la educación, con los conocimientos y habilidades para desarrollarse en el ámbito de su competencia.

    ¿Por qué asegurar o implementar una reforma al medio normalista para que éste vaya a la par de lo que acontece en educación básica? Si coincidimos con el planteamiento anterior, alinear esos procesos parece lógico y harto pertinente. Lo malo del asunto es que, mientras no haya una claridad jurídico-administrativa al respecto, esa supuesta reforma no verá los resultados esperados.

    ¿A qué me refiero con ello? A que la misma Dirección de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), se encuentra en la disyuntiva de considerar al subsistema normalista como parte de esa educación básica que refiero o, seguir bajo el esquema que plantea las IES en el país.

    Con seguridad pensará que esta situación es sencilla y que puede subsanarse rápidamente. Le pido que vayamos con calma y analicemos la siguiente situación.

    ¿Conoce usted la normatividad que regula la contratación, permanencia y promoción de los maestros para las escuelas normales? Supongo, que muy pocos la conocen, y los que tenemos algún conocimiento sobre ello, difícilmente llegamos a tener una certeza en cuanto a ese ingreso, permanencia y promoción que se vive en el medio en los distintos estados del país. ¿Por qué sucede esto? Porque cada entidad federativa, ha ajustado a “su medida” dicho reglamento y, en complicidad con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), han sedimentado prácticas que le han permitido hacer y deshacer lo que se les venga en gana. ¿Desea usted un ejemplo? Bueno, volteemos a ver lo que en el Estado de Morelos acontece. Las escuelas normales están adscritas al Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos (IEBEM), específicamente, a la Dirección de Educación Secundaria, mientras que en el Estado de Tlaxcala, se hayan integradas a la Dirección de Educación Terminal de la Secretaría de Educación Pública del Estado. ¿Es lógico esto?, es decir, ¿es lógico que el subsistema normalista que, en teoría debería ser una entidad perteneciente a las IES, dependa de dos estructuras organizacionales diferentes entre sí? No, no es lógico, ni administrativamente viable. Caray, no imagino la complejidad que debe representar para el personal directivo y docente de las normales, comprender el “limbo” jurídico-administrativo que esto representa, y luego, para acabarla de amolar, los subsistemas de estas entidades, deben y tienen que atender las políticas educativas que se desprenden de la propia DGESPE. ¿Alcanza a dimensionar tal embrollo?

    Pues bien, me parece importante señalar en este momento – aunque será un tema que abordaré en otra ocasión – que la reforma curricular es necesaria por lo que sucede, insisto, en educación básica. No obstante, el reto es mayor, y no me refiero precisamente a contar con un nuevo reglamento de ingreso, permanencia y promoción para las escuelas y los docentes normalistas, sino de lidiar con todas esas prácticas institucionalizadas donde el SNTE y muchas autoridades locales, vuelvo a insistir, han hecho lo que se les venga en gana. ¿Por qué si la DGESPE está encabezando una modificación reglamentaria de lo que hasta estos días ha permeado en las escuelas normales el SNTE no hace lo propio y modifica sus estatutos? No sé si usted lo sepa pero hasta el día de hoy, esa organización sindical, no ha realizado algún ajuste en este sentido y, por ello, se mantienen aquellos esquemas de representación sindical (por el número de maestros integrados un centro de trabajo) que se denominan “Delegaciones Sindicales”. Delegaciones que para acabar pronto, en las normales, poco o nada hacen para apoyar a cientos de profesores que continúan preparándose y/o profesionalizándose.

    Tengo claro que generalizar es malo, y le ofrezco una sincera disculpa por ello. Sin embargo, es menester reconocer una problemática latente y que no ha sido atendida como debiera por las autoridades educativas oficiales y sindicales, sencillamente, porque los “cotos” de poder, generan votos y esos votos, se canalizan a través de un partido pequeño (Nueva Alianza) que, al final de cuentas, termina cual rémora hambrienta, viviendo del mejor postor.

    En suma mi estimado lector, propongo que exista una reforma a la educación normal, pero ésta debe partir de los órganos rectores que conducen la vida normalista: SEP-SNTE, y los “acuerdos” que en lo oscurito hasta la fecha se han firmado. Obviamente, definiendo en primer lugar, a qué nivel educativo deben pertenecer, para después, definir cuáles serán sus formas de contratación. Del asunto pedagógico, repito, le dedicaré otro espacio en otro momento. No obstante, y sin temor a equivocarme – sobre este rubro –, considero que los normalistas han podido y podrán con lo que se les ponga enfrente.

    Su carácter aguerrido, combativo y académico, está más que demostrado.

  • Rescatemos  a las escuelas… pero de Nuño

    Rescatemos a las escuelas… pero de Nuño

    En días pasados, fuimos testigos de una fuerza, hasta ese día, poco conocida en mi México querido; se trató pues, de la participación decidida de los jóvenes en el sismo que sacudió a la Ciudad de México, Puebla, Morelos y otras entidades de la República Mexicana.

    Tal fuerza, tal empuje, vino a darnos una muestra de lo que la unión, en torno a un hecho, siniestro como lo fue, puede lograr si somos solidarios, empáticos, decididos.

    La reflexión que le propongo a usted, mi querido lector, tiene que ver con esa unión a la que aludo líneas atrás porque, como es sabido, la fuerza de la educación en nuestro país, reside en el magisterio mexicano. Un magisterio que en los últimos años ha sido brutalmente golpeado y denostado por quienes ostentan el poder, llámesele Gobierno Federal o Secretaría de Educación en tuno. Y esto es así, porque finalmente, las cúpulas del poder han decidido y deciden sin tener el menor conocimiento de lo que ello implica, o bien, sin haber aprendido sobre lo que permea en el proceso educativo en cada uno de los rincones de las cientos de escuelas que son parte del Sistema Político Mexicano (SEM). Dese cuenta, en lo que va del sexenio peñista, dos Secretarios de Educación han ocupado el lugar que, por motivos políticos y no didáctico-pedagógicos, han tomado decisiones de naturaleza política y no educativa, aunque suene redundante.

    Hablar del Pacto por México – generador de la mal llamada reforma educativa –; de la poca visión de la educación de nuestro país de un presidente que no preside mucho que digamos; de las desafortunadas decisiones de Chuayffet en esta materia; o de la desmedida y agresiva política de Nuño en contra de los mentores, es infructuoso, aunque si meritorio mencionarse en estos momentos, puesto que como sabemos, cinco años de gobierno han pasado y… ¿cómo estamos?, ¿qué beneficios se han generado en el ámbito educativo a partir de la reforma administrativa-laboral sacada al vapor en el primer año de gobierno?, ¿qué mejoras sustantivas ha arrojado la evaluación a los profesores y alumnos en sus respectivas competencias?, ¿qué ha pasado con el tan llamado “nuevo” modelo educativo?

    Cuestionamientos básicos, si usted quiere, pero que nos permiten reflexionar a la luz de los diversos acontecimientos que en materia educativa se han dado en estos años de gobierno. Del primer asunto, es claro que se volvió a un esquema donde el patrón–estado – a través de la SEP – “recuperó” la rectoría de la educación bajo el argumento: ¡o te alineas o te vas!. Así de simple, así de complejo. ¿Y el SNTE? Doblegado. Tan es así, que esa misma amenaza, aplica para el líder magisterial que, dicho sea de paso, no lidera nada, salvo la abnegación de sus agremiados.

    Por lo que se refiere al tema de la evaluación, éste sigue siendo un tema harto polémico, dadas las dificultades que ha encontrado el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) para ser autónomo, y para llevar a cabo una evaluación que permita valorar el desempeño de los docentes, no a través de un examen, sino de su práctica diaria. En cuanto a la evaluación realizada a los alumnos, mejor conocida como PLANEA, como bien sabemos, ésta ha arrojado resultados que nos hacen pensar que no necesariamente el docente es el responsable de éstos, sino de las paupérrimas condiciones políticas, sociales, económicas y culturales, por las que atraviesa el país. Tema que bien podría ser considerado en los discursos de Peña y Nuño, al momento de expresarlos.

    Ahora bien, si del “nuevo” modelo educativo hablamos, éste con todas sus “peculiaridades” entrará en vigor en el próximo año. Aunque como también sabemos, ha comenzado a aplicarse en “escuelas piloto” para observar su desarrollo. La pregunta en todo caso sería: ¿quién se está encargando de llevar un registro minucioso – y con qué metodología – de lo que está sucediendo en las aulas de estos centros escolares? Intentar dejar un “legado” educativo, dista mucho de una mejora sustantiva de la educación en su conjunto. Eso algo que el mismo Secretario de Educación conoce, y conoce muy bien. Lo lamentable del asunto es que, a pesar de ese conocimiento, las “políticas siguen su curso y, para como pintan las cosas en el país, la propuesta Peña-Nuño, entrará en vigor el siguiente año.

    Así las cosas mi estimado lector, la lista de cuestiones que pueden ser abordadas con la intención de hacer un análisis sobre las mismas, nos llevarían a una conclusión: la propuesta que emanó en este sexenio, no ha tenido ni tuvo el resultado esperado, claro, si es que esperaban obtener algo.

    Ciertamente, Peña y Nuño van de salida pero, ¿por qué habría que esperar a que dichos personajes dejen de ocupar un cargo para que el magisterio haga lo propio?, ¿por qué habría que esperar a que Juan Díaz de la Torre deje el cargo para exigir una defensa de los derechos laborales de sus agremiados?

    Sí, se trata de levantar la voz, pero ésta debe ser expresada a través de un grito debidamente fundamento, con sustento. Las evidencias cada docente las posee, porque vive y conoce las realidades que enfrentan los millones y millones de mexicanos.

    La fuerza de los jóvenes, esos millennals que hasta hace poco eran desconocidos o pocos valorados, se hizo presente con la intención de apoyar a la sociedad que en esos estados de la República, se vio afectada.

    ¿Los maestros y maestras de México pueden ser empáticos y solidarios? No lo dudo, su función social va más allá de un Presidente o un Secretario de Educación. Digo, no se formaron para obedecer a ciegas ciertas políticas educativas impuestas y sin un sustento pedagógico, se formaron con la firme intención de educar al pueblo.

    Educar al pueblo, esa es su fuerza y su fortaleza, es por ello que le propongo algo mi estimado colega y amig@: rescatemos a las escuelas; sí, rescatémoslas, pero de Peña Nieto y Nuño. Estamos a tiempo.

  • Un epicentro llamado millennials

    Un epicentro llamado millennials

    Indescriptible es todo el cúmulo de sentimientos que viví el pasado 19 de septiembre en el Estado de Morelos; esto, mientras me encontraba dando un curso a colegas normalistas de esa bella entidad porque, a fuerza de ser sincero, no existen palabras que puedan plasmar las emociones que se generaron en mi interior por el sismo que buena parte de los mexicanos vivimos ese día. Miedo, angustia, desesperación, impotencia, frustración, desazón, incertidumbre, tristeza, llanto; en fin, tantos y tantos sentimientos que, de una jalón, hicieron que mi seguridad – o al menos la que pienso tener –, se quebrantara, y no es para menos.

    Algunos llaman a este fenómeno natural, el cobro de facturas por el daño que le hemos hecho al planeta; otros, un recordatorio sobre lo pequeños que somos ante los efectos del mundo moderno; unos más, consideran que es algo justo por haber perdido la fe en un ser supremo creador de todas las cosas. En cualesquiera de los casos, el hecho, el acontecimiento, el suceso, ahí quedó, como un episodio más que, con seguridad, dejó una huella profunda en alguna parte de nuestra mente y corazones.

    Y en medio de todo este caos que inundó pueblos, ciudades… vaya, al país entero, estaban ellos, un grupo de millennials que ante la desgracia que embargó a familias enteras, se dieron cita para ayudar a su prójimo, a su semejante, a su igual. ¿Una lección solidaria y empática? No lo sé, y no me atrevería a calificarla de esta manera en este momento. Lo que sí es un hecho, es que su participación voluntaria y decidida, hizo que el pueblo de México volteara a verlos.

    ¿Habremos desestimado su configuración social a partir de lo que los estudios nos han arrojado? Es probable. Y es probable, porque buena parte de las investigaciones, nos dicen que los jóvenes que nacieron después de la década de los ochenta, tienen ciertos rasgos que indican lo contrario de lo que observamos el pasado 19 de septiembre y en los días sucesivos. En ellos, o en buena parte de ellos, se observaron algunos valores que no entran precisamente en una categoría de indiferencia, rechazo o despreocupación por lo que sucede a su alrededor – aunque sí en contra de las mismas tácticas y/o estrategias gubernamentales y políticas cuya finalidad da forma a tan conocido concepto: demagogia –. ¿Qué es lo que pasó entonces?, ¿por qué muchos hablamos de la labor tan encomiable que estos jóvenes realizaron durante y después del siniestro?, ¿qué evaluación podremos hacer con relación a la formación informal y formar que han recibido en casa y en la escuela?

    Éstas, son preguntas que en lo sucesivo tendrán alguna respuesta, así como también, el que a partir de estos hechos, particularmente en México, se voltee a ver de una forma diferente a quienes, hoy por hoy, representan una fuerza ideológica y física que está aquí y que, insisto, no hemos valorado como debiera.

    El uso que le dieron a las redes sociales, jugó un papel muy importante en todo esto. De hecho con este uso, confirmaron esa concepción del millennial que conocemos pero, ¿y los valores que observamos en ellos? Dese cuenta, las convocatorias que difundieron a través de Facebook o Twitter para que las personas brindaran alguna ayuda para las personas de las zonas afectadas, fue un éxito. Tan es así, que varias toneladas de víveres y demás enseres domésticos, ellos mismos las han hecho o hicieron llegar a los habitantes de la Ciudad de México, el Estado de México, Morelos o Puebla, lugares donde dicho sismo, pegó en demasía. ¿Habrá usted visto tal fuerza y empuje? Es lógico, ellos no lo habían vivido, solo visto. Y no lo habían visto porque estos jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 15 y 29 años, no vivieron el temblor del 85. Esa tragedia que muchos tenemos fresca en nuestra memoria y que, cuando un evento de esta naturaleza llega a ocurrir en estos días, se manifiesta de la forma menos esperada en cada uno de los mexicanos que la padecimos en carne propia.

    De llamar la atención fueron los incontables centros de acopio que hubo en varios rincones de la República Mexicana. No, no a través del internet. Ellos, los millennnials, físicamente se encargaron de tal proeza y eso, cualquiera de nosotros, lo pudo constatar ya que su brío y solidaridad con el pueblo de México, con la energía que caracteriza esta etapa de nuestra vida, logró acrecentar el amor por nuestra gente, nuestros connacionales, nuestros mexicanos.

    No, no se confunda mi estimado lector, con estas línea no pretendo desestimar ni cometer el mismo error que, supongo, hemos cometido hasta antes de este siniestro: subestimar a esta generación de mexicanos. Por el contrario, es un merecido reconocimiento a su labor, su empuje, su empeño.

    Como puede darse cuenta, en absoluto estoy hablando de la misma generación de jóvenes, con los que nosotros nos formamos, eso lo tengo claro. Ésta, es una generación de jóvenes que, por alguna razón, fue catalogada de esta forma: la generación Y; sin embargo, en el ejercicio de dar un nombre a tales o cuales generaciones, se nos olvida o se nos ha olvido, que son seres humanos que, sin importar una fecha de nacimiento, una década o un siglo, sienten, piensan, reflexionan y actúan sin distingo partidista o clasista.

    Sí, hubo un epicentro el pasado 19 de septiembre pero, más allá de sismo que vivimos y del cual aún seguimos padeciendo sus estragos; prefiero quedarme con éste, el de los millennials, un epicentro social que ha marcado y marcará una etapa en la vida de mi México querido.

    Finalmente, y si usted me lo permite, deseo expresar mi enorme reconocimiento a los jóvenes y maestros de las diversas escuelas normales que han sumado esfuerzos y voluntades para hacer llegar algunos víveres a quienes en este momento lo necesitan, entre ellas puedo nombrar a la Escuela Normal “Lázaro Cárdenas” de Tenería; Escuela Normal Urbana Federal Cuautla, Morelos; Escuela Normal Preescolar “Profra. Francisca Madera Martínez” de Tlaxcala; Escuela Normal del Estado de Querétaro, Escuela Normal Rural Mactumactzá; Escuela Normal Rural de Tiripetío de Michoacán; en fin, a todas y cada una de las instituciones formadoras de docentes que han aportado su granito de arena con los afectados por el movimiento telúrico.

    En suma, coincido con aquellos que han afirmado y afirman que la sociedad y en especial, sus jóvenes, sobrepasaron a una estructura gubernamental, vieja, anquilosada y llena de escombros que bien pueden ser removidos si nos los proponemos. Es tiempo de reflexionar o… ¿me equivoco?

  • México, estamos contigo: #FuerzaMéxico

    México, estamos contigo: #FuerzaMéxico

    Ante las adversidades por las que hemos pasado en días recientes, dados los trágicos incidentes que en varios estados de mi querida República Mexicana, se vivieron y vivimos miles de mexicanos, y que innegablemente repercuten en nuestro estado de ánimo, puesto que como seres humanos no inanimados, sentimos y reflexionamos, quise preparar una breve reflexión para ustedes, mis queridos lectores, sobre la vida y los significados que bien podríamos atribuirle a tan importante concepto, tan real como efímero.

    Pues bien, comenzaré por mencionarles que la vida es vivir. Así de sencillo y así de complejo. Y que el vivir – en su sentido real – debe ser considerado como un proceso y no como una “cosa” que todos sabemos que existe pero que nadie la ha visto.

    Creo firmemente que no hay mejor forma de conocer y atribuirle un significado a esta vida si no la vivimos, si no fluimos con ella y si no discurrimos con ésta.

    En consecuencia puedo decirles que esta vida que es su vida, no se encuentra en el futuro como una meta que puede alcanzarse, ni en el pasado porque como su nombre lo indica, ya pasó y forma parte de nuestra historia de vida. La vida, está aquí y ahora – con un pasado que ya pasó y con un futuro ciertamente incierto –, por ello puedo decirles que la vida está en este mismo momento, en nosotros mismos.

    La vida es ahora, el significado y su significante, lo atribuye cada ser humano que vive y convive con sus semejantes. Creo pues, que si cada hombre profundiza en sí mismo, más maduro puede llegar ser, porque la conciencia ha realizado su parte.

    Indudablemente, la edad otorga experiencia y un cúmulo de enseñanzas imborrables, pero el conocimiento como eje central de esa conciencia, otorga lo que todos denominamos “vida”.

    Muchas veces nos preguntamos: ¿para qué vivimos?, ¿por qué vivimos? o ¿cuál es el sentido de nuestra vida o existencia? Es más, buscamos incansablemente las respuestas en mucho lados pero tristemente puedo decirles con seguridad, que nadie contestará esa pregunta asertivamente y esto por una sencilla razón, la respuesta se encuentra en uno mismo porque finalmente cada quien es dueño de su propia vida y su propia conciencia.

    Hace tiempo reflexionaba sobre la muerte desde un plano filosófico y existencial y, si no mal recuerdo, pensaba que el nacimiento, la vida y la muerte, son una tríada de hechos ciertos que funcionan en un círculo infinito de repeticiones, una tras otra y que, de cierta manera, lo observamos de manera tangible en el desarrollo de la vida de todo ser humano.

    De ahí que el funcionamiento de esta tríada, encadenada en un círculo, nos permite comprender el ciclo de la vida en toda su plenitud porque generalmente somos conscientes de nuestra vida cuando se presenta un nacimiento o un deceso.

    ¿Qué pasa entonces? Que el desarrollo de nuestra vida se encuentra enmarcado por un cúmulo de situaciones fisiológicas y sociales que nos envuelven día a día. Perdemos pues, la noción de nuestra vida y en algún momento de ésta, hacemos conciencia sobre lo que significa.

    Curiosamente, hacemos conciencia en razón de lo que tenemos y hemos logrado en el transcurrir de los años. No me equivoco al decir que la vida tiene un significado más profundo en un binomio que resulta ser sencillo pero a la vez muy complejo, el de la vida-vida; que en términos sencillos significa vive tu vida, siendo consciente de la primera y otorgándole sentido a la segunda.

    En consecuencia, nuestra existencia, nuestra vida, cobra sentido en nuestra conciencia y en lo más profundo de nuestro “ser”, ese “ser” material e inmaterial que termina en la conformación de nuestro espíritu. Ese espíritu que vive en la eternidad por nuestra grandiosa existencia.

    Mi mensaje estimado lector es muy simple: vive la vida pero vívela siendo consciente de ella porque solo tú eres: tú misma existencia.

    Les agradezco en demasía el que me hayan regalado unos minutitos de su tiempo para leer estas líneas, que surgen cuando la vida se nos presenta, así como su nombre lo indica: en vida. Gracias, muchas gracias, y si ustedes me lo permiten, les daría un consejo: sean muy felices, porque la felicidad es eso, tener el corazón y el alma repletos de alegría y satisfacción por el deber cumplido.

    Vamos México, su fuerza radica en su corazón, que no es otra cosa que el corazón de millones de mexicanos que palpitan al unísono ante las adversidades. #FuerzaMéxico, podremos salir de ésta.

  • Adiós Nuño. Adiós…¿reforma educativa?

    Adiós Nuño. Adiós…¿reforma educativa?

    El sexenio peñista comienza a pintar sus últimos trazos de gobierno. Como hemos observado en estos días, el momento electorero empieza a tornarse candente y las disputas por ver quién será el ungido en los distintos frentes políticos es, hoy por hoy, una realidad en mi México querido. Para nadie es desconocida la aspiración de un Manuel López Obrador en este terreno. Para nadie es raro, que un Ricardo Anaya sueñe con habitar en Los Pinos. Para nadie es desconocido, que el mismo Aurelio Nuño, anhele ocupar la silla de su jefe. Vaya, muchos nos hemos dado cuenta que, la serie de políticas que éste último ha implementado en el sector educativo, tienen un sello – su sello – “propagandístico” y con tintes electoreros.

    No obstante esta serie de aspiraciones, si usted quiere, naturales en el ser humano y de todo político mexicano. El tema que en esta ocasión me preocupa y ocupa, tiene que ver precisamente con lo que le espera al Sistema Educativo Mexicano (SEM) una vez que comience – legalmente – la carrera por la silla grande; sistema que por más que se diga lo contrario, sigue padeciendo la serie de estragos desafortunados que no sólo este gobierno le ha generado, sino también, los que los otros partidos políticos y políticos que ha estado en el gobierno, le han propiciado.

    Cito un caso que aún tengo fresco en la memoria, el de la “reforma” a los planes de estudios de las escuelas normales, licenciaturas en educación preescolar y primaria, para ser más específicos.

    Recuerdo que en el año 2011, justo cuando culminaba el sexenio de Felipe Calderón, la ex directora de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), Marcela Santillán, implementó en “escuelas normales piloto”, lo que hoy día se conoce como el Plan de Estudios 2012, para las licenciaturas en educación preescolar y primaria. Cierto, esta serie de modificaciones se fueron trabajando mucho antes de que se llegara a tan fatídica implementación en el año que refiero, lo malo de este asunto es que, de un día para otro, a dichas escuelas normales, se les notificó que serían las instituciones en las cuales se implementarían esos planes de estudio. ¿Qué fue lo que pasó en ese entonces y en lo sucesivo? Que los docentes normalistas recibieron un plan de estudios que no estaba terminado; su malla curricular contempló en un inicio, la posibilidad de ampliar la duración de los estudios (de 4 a 5 años) pero no prosperó tan iniciativa por la intervención del SNTE; los materiales curriculares y bibliográficos, no estaban completos; la capacitación para su operación fue mínima, y muchas Secretarías en los estados, optaron por contratar a “agentes externos” para que capacitaran a los profesores de las escuelas normales; las modalidades de titulación – propuestos en el plan que refiero – propiciaron que éstas fueran sujetas a las interpretaciones, tanto de los docentes, como de los propios alumnos; el idioma inglés que se planteó en varios de los semestres de esa malla curricular, requirió de la contratación y/o certificación de los docentes que tenían un conocimiento sobre esta materia; etcétera, etcétera, y etcétera. En fin, como puede usted darse cuenta, fueron varios los inconvenientes que se desprendieron de, al menos, una modificación a la curricula que permeaba en las escuelas normales. ¿Se imagina tal escenario en educación básica?, ¿imagina usted lo que implica hacer un cambio en este nivel educativo?

    Pues bien, se ha dicho hasta el hartazgo en estos días, que el nuevo modelo educativo comenzará a ser implementado en un número determinado de escuelas del nivel básico de enseñanza. De hecho, con toda la “parafernalia” que conocemos, el presidente Peña, acompañado de Nuño y Díaz de la Torre, presentó ante la sociedad y los medios de comunicación, este logro de gobierno. Logro que bien a bien no entiendo, porque si de algo estamos seguros quienes nos encontramos en el medio educativo, es que esta supuesta “reforma educativa”, no verá sus “frutos” en este sexenio. Cierto, ha habido un ajuste laboral que se ha desprendido de aplicar a rajatabla, algo que se conoce como Ley General del Servicio Profesional Docente y, para ello, la evaluación ha sido su mejor aliado. Recuperar la rectoría de la educación, le llamaron; sin embargo, es menester preguntarse ¿qué es lo que ha cambiado?, ¿cuáles son las mejoras sustantivas que se han visto en el SEM?, ¿cuáles han sido los resultados de aplicar esa famosa “reforma educativa”?

    Desde mi perspectiva, insisto, se han hecho ajustes que pueden aterrizarse en el plano laboral-administrativo, pero… ¿y el educativo? Curiosamente, y como bien lo dijo el presidente Peña, tenemos que esperar a que sean “adultos mayores” los niños que en estos días cursan su educación primaria para conocer el impacto que tuvo la implementación de tan comentado modelo educativo.

    Ahora bien, si consideramos que esta es la peor situación por la que podríamos estar pasando, momento, no coma ansias mi estimado lector; un aspecto que no acabo de comprender, es aquel que indica que la implementación total del modelo educativo se realizará a partir del 2018. ¿Acaso piensa Nuño que sus políticas educativas se mantendrán después de la salida de su jefe de Los Pinos? El único elemento que puede asegurar su continuidad, es que él mismo o alguien de su partido, gane la Presidencia de la República. ¿Puede suceder esto?, para como están las cosas en México, es posible. No obstante, considero que echar campanas al vuelo mucho antes de que sepamos quién gobernará al país a partir de 2018, es harto pretensioso y cínico.

    El derecho a la educación de niños, jóvenes y adultos, está por encima de cualquier partido político, eso lo tengo claro pero, ¿no acaso desde que llegó Nuño a la SEP ha intentado dejar su legado educativo mismo que se ha caracterizado por las constantes violaciones a las leyes que el priismo y los partidos políticos, mediante el Pacto por México, implementaron para recuperar la rectoría de la educación en México?

    ¿Qué ha dejado hasta el momento la evaluación del desempeño o para el ingreso al servicio profesional docente? Inconsistencias, irregularidades y arbitrariedades. ¿Y el SNTE? Cual charro, ha guardado silencio pero, eso sí, ha respaldado a quien, a ojos vistos, es su jefe.

    ¿Será que en los próximos días seremos testigos de la salida de Aurelio Nuño de la SEP dada la contienda electoras que se avecina? Es probable pero, sin temor a equivocarme, puedo afirmar que tal acción sería uno de los mayores logros de este gobierno.

    Tiempo al tiempo.

  • En Nuñolandia: el inglés es posible

    En Nuñolandia: el inglés es posible

    En días pasados, la Secretaría de Educación Pública (SEP), convocó a egresados de las instituciones de educación superior del país, a participar en el Concurso para la Selección y Contratación de Docentes para el Fortalecimiento del Idioma Inglés en las Escuelas Normales. En esta primera convocatoria, se pusieron en juego 646 plazas del total de 1000 que habrán de ofertarse en los próximos meses. La evaluación para obtener un lugar en el medio educativo, a decir de la SEP, se realizará en tres etapas: a) acreditación del dominio del inglés (CAE); b) acreditación de las habilidades didácticas (TKT); y, c) acreditación de las habilidades y responsabilidades ético-profesionales. No obstante estos momentos evaluativos, se dijo que quienes ya estuvieran certificados en Cambridge English: Proficiency (CPE) o Certificate in Advanced English (CAE) con nivel mínimo C1, podrían exentar la primera etapa, pero, si alguno de los interesados tuviera un certificado TKT, ICELT o Delta, podría exentar la segunda etapa.

    Interesante idea fue ésta – pensé por un momento –. No obstante, un dato que también resultó mucho más interesante para quienes tuvimos la oportunidad de conocer sobre este asunto, fueron los sueldos base (mensual) que habrían de percibir quienes tendrían con la fortuna de ganarse un lugar para laborar en el subsistema normalista. Éstos, como pude observarse en ese documento, oscilan entre los $27,000.00 y $33,000.00. Asunto nada menor si es que consideramos o equiparamos el sueldo que un maestro de una escuela normal (asociado A, tiempo completo) percibe, por ejemplo.

    Se dijo, que la Secretaría de Educación, a través de este concurso, pretendía contar con los mejores maestros para la enseñanza de ese idioma en la educación básica dado que, a través de las escuelas normales, se propiciaría que sus estudiantes y futuros docentes, lograrían que sus futuros alumnos, en sus momentos educativos, aprenderían el inglés tan necesario para competir y enfrentar las realidades que la globalización impone.

    También se dijo, que con esta acción, en unos cuantos años, el país y sus habitantes, será bilingüe porque sólo de esta forma, México podría estar a la par de otros tantos más en el mundo, donde el inglés, es una realidad, un hecho.

    Palabras más, palabras menos, éste fue el panorama que observamos y comentamos en demasía quienes nos encontramos en el medio educativo. Como parece lógico, algunos posicionamientos fueron y son a favor de tal propuesta secretarial; sin embargo, otras, han tenido y tienen, los argumentos y bases sólidas para afirmar lo contrario, es decir, que dicha propuesta, es otro de los “chispazos” que se la vienen a la mente a quien despacha desde la Calle de República de Argentina en la Ciudad de México, y hay razón en ello.

    Como seguramente usted sabe y conoce, desde hace tiempo, vengo haciendo un análisis y algunas propuestas sobre lo que ocurre en los diferentes niveles educativos que integran el SEM. He sabido reconocer aciertos de la SEP pero, también, he hecho críticas – debidamente fundamentadas – sobre otras tantas más que han emanado de la misma Secretaría. En este caso y para acabar pronto, considero que éste es un sueño guajiro más del propio Secretario Nuño dadas las condiciones políticas por las que el país está atravesando.

    Elementos para sostener mi argumento son muchos y muy variados. Comenzaré por el que la propia enseñanza de un segundo idioma se refiere. Ésta, como tal, no es nueva; desde hace años se viene dando desde la educación preescolar hasta la superior o… ¿me equivoco? De hecho puedo afirmar, que si no se ha avanzado en tal asignatura, es porque los mismos gobiernos federales, en diferentes sexenios, a través de la Secretaría de Educación y de sus respectivos Secretarios, se han olvidado por completo de lo que hay y existe en el medio y, lo más doloroso, de los maestros y maestras que dan clases de inglés en tales niveles educativos.

    ¿Por qué no se fortaleció a la planta docente que atiende asignaturas de inglés en las distintas escuelas que forman parte de la educación básica en lugar de contratar a maestros para que enseñen tal idioma en las escuelas normales?, ¿por qué se menospreció a los docentes normalistas que cuentan con una plaza definitiva en las escuelas normales y que la misma Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), mediante sus programas de fortalecimiento a la educación normal, ha certificado en Cambridge?, ¿por qué se menosprecia el trabajo que por años han realizado los docentes (de cualquier nivel educativo) que enseñan inglés en las cientos de escuelas de mi querido país afirmando que hoy se contará con los mejores maestros para esta materia?

    No obstante esta serie de reflexiones, tengo una más que me preocupa y ocupa, ¿por qué se pone la mirada en las escuelas normales para este propósito si el mismo Secretario de Educación y el Gobierno Federal a través de su supuesta “reforma educativa”, ha marcado la pauta para el Ingreso al Servicio Profesional Docente mediante un concurso que, dicho sea de paso, deja fuera a cientos de egresados de las escuelas normales y ha abierto las puertas para que cualquiera que desee ser maestro, participe en este proceso?

    Que alguien me explique, porque de plano no entiendo.

    Nuñolandia existe, es claro que así es pero, lamentablemente, no es el mismo país en el que viven más de cincuenta y cinco millones de mexicanos sumidos en una pobreza que duele y lastima a cualquier mexicano. Soñar no cuesta nada, ambicionar ser mejores es loable pero, si no se tienen las bases para ello, suena más a un populismo barato que lastima aún más, a quienes en verdad, desean superarse en la vida.

    ¿Cuántas y cuántas veces hemos escuchado que seremos un país bilingüe?, ¿cuántos Presidentes de la República que han ocupado un lugar en Los Pinos nos han vendido esta efímera idea?, ¿a cuántos Secretarios de Educación les hemos escuchado tal propuesta?

    Bien dicen que de lengua me como un plato y, en esta ocasión tan flamante Secretario de Educación, se ha equivocado una vez más. Sí, es importante la enseñanza del idioma inglés, pero desafortunadamente, esta propuesta no tiene fundamento y sustento que el mismo diagnóstico puede arrojar. Si en esta ocasión a los docentes que serán evaluados se les pide que elaboren un proyecto de enseñanza cuya base reside en el diagnóstico, ¿por qué no hizo su tarea el señor Nuño? o ¿acaso no sabe elaborar un proyecto? Si lo tiene, ¿cuál es el diagnóstico?

  • Las cuotas escolares: entre la gratuidad y la obligatoriedad

    Las cuotas escolares: entre la gratuidad y la obligatoriedad

    En días pasados, tuve la oportunidad de compartir algunas experiencias educativas con maestros y maestras del nivel básico de enseñanza de la entidad tlaxcalteca. En todos estos momentos, pude recoger sus inquietudes, angustias, expectativas, enseñanzas y aprendizajes. Sin duda, este tipo de acercamientos, me han permitido comprender un poquito más, lo que los docentes viven a diario en sus salones de clase y en sus escuelas. No obstante, un tema que salió a relucir, fue el de las cuotas escolares.

    Tema harto polémico que ha causado molestia e indignación a los padres de familia; incertidumbre a los directivos escolares; inseguridad a los profesores de los alumnos; y, escasa claridad a las autoridades educativas en cuanto a la aplicación de una ley que, por más que se diga lo contrario, es ambigua. Me explico.

    Un director, en un pequeño receso que tuvimos – dado el curso que estaba impartiendo –, me compartió alguna información relacionada con este tema. En sus palabras, pude percibir esa incertidumbre y desazón que refiero. Pues bien, se trato una de las experiencias “amargas” que había tenido, y que se suscitó en alguna de las escuelas en las que había desempeñado el mismo cargo. Me dijo: mire maestro, el tema es difícil de comprender porque las mismas leyes no son claras. Me pasó que en una escuela en la que laboré hace poco tiempo, la presidenta del comité de padres de familia, cuando concluyó el ciclo escolar, no rindió su informe; es más, su hijo egresó del sexto año y, por lo que pude saber por los otros padres de familia, la señora se regresó a su ciudad natal, llevándose una cantidad que oscilaba entre los 170 mil o 180 mil pesos. Como es lógico, acudí a las instancias legales para levantar la denuncia correspondiente, y la respuesta que obtuve fue irrisoria, porque me dijeron que al ser ésta una aportación voluntaria por parte de los padres de familia, mi denuncia no podía ser querella, dado que no había delito que perseguir. Después de esta respuesta, y de obtener una respuesta similar en la Secretaría de Educación Pública (SEP), la verdad de las cosas es que poco se puede hacer al respecto. Los directivos y maestros quedamos como los malos del cuento, y la señora… bien gracias.

    Palabras más, palabras menos. Fue el comentario que le escuché al maestro, y a quien le agradezco el que me haya dado la oportunidad de compartirlo con usted, mi apreciable lector.

    Como podemos darnos cuenta. Éste, es uno de tantos casos que no sólo se presentan en mi querido estado de Tlaxcala sino en toda la República Mexicana. La idea y el conocimiento que tengo en la materia, me han permitido precisamente, compartir algunas reflexiones en torno a un tema, insisto, polémico. Y es que mire usted, como seguramente habrá podido observar, cada año, cada que inicia un nuevo ciclo escolar, la SEP difunde a los cuatro vientos, que la educación que imparte el Estado es gratuita. Gratuita en el entendido de que sus usuarios, no tienen por qué pagar el servicio que el mismo Estado brinda a sus habitantes. Sin embargo, dadas las modificaciones legales y circunstancias sociales, políticas y económicas por las que atravesamos y atraviesa el país, la ley como tal, se ha visto modificada en más de una ocasión.

    La gratuidad sigue manteniendo ese principio: ningún mexicano tendría que pagar por un servicio, como el educativo, siempre y cuando éste sea público o bien, que el mismo mexicano quiera pagarlo. Lo malo del asunto es que, como sabemos, toda norma es sujeta a interpretación, y ciertas costumbres, llegan a convertirse en norma y, como tales, se asumen en cada una de las escuelas públicas que conforman el Sistema Educativo Mexicano (SEM). De ahí que pueda entenderse la “obligatoriedad” de las cuotas escolares en cada una de esas escuelas; de ahí que puedan entenderse, las múltiples problemáticas que de este hecho se desprenden.

    Si una cuota escolar es voluntaria, ¿por qué se fija una cantidad que deben cubrir los padres de familia para que sus hijos sean inscritos? Se dice que ese recurso debe destinarse para infraestructura y/o mantenimiento del edificio público, entonces, ¿cuál es el papel del estado con relación a este rubro? Se afirma que debe haber y hay transparencia en el uso de los recursos que ingresan por cuotas escolares, ¿qué ley, norma o reglamento, asegura esa transparencia económica?

    Tengo claro que como mexicano, ciudadano y padre de familia, tengo que asumir un compromiso con la educación de mis hijos, de mi estado y de mi país, pero ¿cuándo asumirá el mismo compromiso la SEP y el Estado Mexicano?

    Señores diputados, pero esos buenos diputados, no aquellos que afirman que las cuotas escolares son necesarias pero no obligatorias, les invito a legislar sobre este asunto. Cierto, hace falta crear más leyes que permitan transparentar el uso de los recursos, pero también, de hacer valer su condición para que las Secretarías de Educación en los estados, hagan su trabajo, pero su trabajo en serio. Señores Secretarios o Secretarias de Educación, hace falta que se tomen un momentito de su tiempo para que recorran las escuelas y platiquen con los directivos y maestros a fin de que conozcan las problemáticas que este tema encierra. Conocer las realidades que enfrentan estos actores educativos, les permitirá tomar las decisiones más idóneas para que dicho problema se atienda desde el ámbito de su competencia, y no suceda lo que hasta el momento sucede: el que se laven las manos y digan, ese asunto no es mío y por ello, yo no le entro.

    En fin, como siempre digo, tiempo al tiempo.

  • El INEE: sin forma ni fondo

    El INEE: sin forma ni fondo

    Desde luego que sí, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), ha causado revuelo y polémica, no sólo en las redes sociales y en los diversos espacios públicos que conocen sobre el tema, sino también – y de manera concreta –, en los distintos niveles educativos que conforman el ya de por sí complejo Sistema Educativo Mexicano (SEM). Y esto es así, por las inconsistencias e irregularidades que hasta la fecha, se vienen suscitando en el propio instituto y en varias entidades de mi querida República Mexicana.

    El caso más reciente, que conocimos quienes nos encontramos inmersos en el medio educativo, fue el del personal que realiza funciones de Asesoría Técnica-Pedagógica (ATP), por la evaluación a la que fueron sometidos y que, para acabar pronto, fue invalidada por la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD), de manera conjunta, con el INEE. Que si hubo certeza en la decisión de invalidar los instrumentos de evaluación; que si el INEE en esta ocasión hizo valer su autoridad y autonomía; que si fue mejor que se invalidara la evaluación antes de dar a conocer un “fatídico” resultado; que si esto, que si lo otro, que si aquello.

    Insisto, varias versiones y/o posicionamientos se escucharon al respecto. Sin embargo, hubo – y sigue habiendo – una voz que, por más que se diga lo contrario, no está siendo comprendida y, mucho menos, escuchada. Me refiero precisamente a la voz de los ATP, quienes aún padecen las consecuencias de una decisión que afecta – aunque no quiera verse de esta manera – su ejercicio profesional. Y es que mire usted, desde que apareció el INEE en este sexenio – cabe mencionar que ya existía, tal vez no con la figura que hoy se piensa ostenta –, las leyes que se crearon para tal efecto, se elaboraron con la intención de “mejorar” la calidad de los servicios que los profesionales de la educación prestan en el SEM. Para ello, se apostó por una evaluación que, con base en una serie de indicadores y parámetros, mejoraría la labor de esos profesionales que refiero. Sin embargo, los hechos son otros. Basta con escuchar las voces de cientos de maestros y maestras que continuamente manifiestan su inconformidad porque el proceso de evaluación al que fueron sometidos, no fue tal y como se esperaba.

    Que si no valora el desempeño del docente frente a un grupo de alumnos; que si las preguntas planteadas en un examen no tenían relación con lo que a diario acontece en un salón de clases; que si hubo fallas en el sistema y, por obvias razones, tuvo que reprogramarse; en fin, varias circunstancias son las que han propiciado que el INEE en nuestros días, no goce de la credibilidad ni legitimidad que, un organismo “autónomo”, debe poseer. Vaya, no vayamos tan lejos, aún tengo en la memoria, las declaraciones que hace unos días emitió su Presidente Consejero, Eduardo Backhoff, en cuanto al apoyo que debería dársele a lo que han llamado “reforma educativa”. O bien, las ideas que en su momento, Gilberto Guevara Niebla, ha difundido para sostener que la reforma educativa y la evaluación educativa propuesta por este sexenio, han sido de los mayores logros de este gobierno. ¿Estos hechos son una muestra de autonomía?

    No, no se trata de descalificar de buenas a primeras lo que es evidente. Quienes tenemos la posibilidad y fortuna de aprender a diario de cientos de docentes de educación básica – por ejemplo –, conocemos la serie de infortunios por los que están atravesando y las angustias que les genera, no sólo la evaluación a la que son sometidos, sino la incertidumbre que les produce el recibir un resultado de un organismo que, hoy por hoy, insisto, no goza de la credibilidad ni legitimidad que se requiere.

    No, tampoco se trata de que no se reconozcan las disculpas que pueden desprenderse de un acto de tal naturaleza. Ahí tenemos la aplicación del examen “fallido” en la Ciudad de México y del que la misma Comipems reconoció públicamente, los errores en la calificación respectiva y, por ende, en la asignación de un resultado a jóvenes aspirantes a cursar el bachillerato. Reconocerlo, es bueno, pero lo es aún más, el que una vez reconocido este error, se tomen las medidas más pertinentes para que los “afectados”, por circunstancias ajenas a ellos, quedaran satisfechos.

    ¿Por qué la mejor decisión que tomó la SEP y el INEE fue la de programar una nueva evaluación a los ATP cuando ellos mismos reconocieron el “error” cometido?, ¿por qué no hubo la asignación de plazas una vez que los ATP pasaron por los procesos de evaluación al que fueron sometidos? En política, bien de dice que la forma es fondo, y, en este caso, la forma no fue la adecuada porque el fondo es escabroso.

    Hasta donde mis conocimientos llegan, ningún funcionario de la SEP o integrante del INEE, salió en conferencia de prensa a contestar las preguntas que, imagino, muchos reporteros tendrían al respecto. ¿Acaso el tema no es de tal relevancia para ellos? Reza el dicho: cuentas claras, amistades largas. Y, desde mi perspectiva, ni hubo cuentas claras y, supongo, no habrá amistades largas.

    Sí, ya sé. Con seguridad se me cuestionará o argumentará que fue mejor no validar la evaluación porque a partir de esa decisión el INEE dio muestra de su autonomía pero, ¿esa respuesta deja satisfechos a quienes fueron evaluados?, ¿por qué no los escuchamos?

    Ciertamente, y en este rubro coincido con algún comentario que leí recientemente, no se trata de descalificar el actuar de las instituciones y de los que representan a estas instituciones, como el INEE, por ejemplo. Si analizamos los hechos, el propio instituto y sus consejeros, se han descalificado y desacreditado por sí mismos. La autonomía, su autonomía, así como la plantean, sigue siendo un eufemismo porque no aterriza en la realidad que viven los maestros. Así de fácil, así de complejo.

  • La evaluación del desempeño: de lo absurdo a lo ridículo

    La evaluación del desempeño: de lo absurdo a lo ridículo

    ¿Por qué el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y la Secretaría de Educación Pública (SEP) invalidaron la evaluación del desempeño al término del segundo año del personal que realiza funciones de Asesoría Técnico Pedagógica (ATP)?, ¿qué pasó con la evaluación que ya había sido aplicada a estos ATP?, ¿por qué dicha evaluación no cubrió con los criterios técnicos a los que fueron sometidos los ATP si, en los hechos, el propio Instituto de Evaluación es quien fija esos criterios para realizar la evaluación?, ¿por qué no se otorgaron las plazas o bases definitivas prometidas?, ¿por qué se tuvo que posponer y, en consecuencia, por qué serán nuevamente evaluadas esas figuras educativas?, ¿cuál es la verdadera razón por la que de nueva cuenta la SEP y el INEE se equivocaron es la aplicación de estos exámenes?, ¿qué ley o a qué instancia legal pueden recurrir los evaluados para que se amparen ante la falta de obligaciones administrativas que cometió la SEP y el INEE?

    Éstas, fueron algunas de las interrogantes que muchos docentes nos realizamos el pasado fin de semana, después de que la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD), mediante un escueto comunicado (CNSPD/0797/17), informó de la decisión “conjunta” que habían tomado la SEP y el INEE, relacionada al proceso de evaluación al que fueron, insisto, sometidos los ATP en el territorio mexicano. Información que bien a bien, no despeja las inquietudes de quienes fueron participes de un proceso “evaluador” plagado de inconsistencias e irregularidades administrativas, mismas que van desde el uso de la plataforma a través de la cual se llevó a cabo dicha valoración, hasta la calificación del referido proceso.

    Menuda situación fue ésta, así como también, el que una vez más, la mal llamada reforma educativa, en manos de sus operadores, haya hecho el ridículo y haya dejado en suspenso, el futuro laboral de cientos de trabajadores de la educación de mi México querido.

    Y es que mire usted, como en reiteradas ocasiones lo he afirmado en éste y otros espacios, la evaluación a la que han sido sometidos cientos de maestros y maestras que forman parte del Sistema Educativo Mexicano (SEM), ha sido el fracaso de este sexenio. Para nadie es desconocido su carácter meramente político y no educativo. Para nadie es desconocido que en los hechos, ésta poco colabora en la mejora del Sistema Educativo. Para nadie es desconocido, que éste es un mero sueño guajiro de quien despacha en Los Pinos porque, a fuerza de ser sincero, así se lo ha hecho cree quien por el momento habita en las calles de República de Argentina en la Ciudad de México.

    Loque el pasado 11 de agosto vivieron muchos ATP en la República Mexicana, puede interpretarse de diversas formas; sin embargo, la que desde mi perspectiva causó y ha causado mayor revuelo y fastidio, es precisamente la que refiero en cada una de las interrogantes que arriba planteo. La falta de seriedad que se observa en tal comunicado, la forma en que se redactó el mismo, y la increíble falta de sensibilidad humana y política ante ese proceso, genera y ha generado, esa falta de credibilidad de las instituciones que, en el papel, son las encargadas de asegurar una sustancial mejora educativa.

    Hasta el cansancio, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, ha vociferado a los cuatro vientos, que solamente con la evaluación se contará con las y los mejores maestros y, como parece lógico, con una educación de calidad que permita a los niños y jóvenes, contar con el personal “idóneo” que favorezca los procesos de aprendizaje en los alumnos que integran alguno de los niveles educativos. Nada más falso que ello, porque como es sabido, en el proceso de evaluación al que son sometidos los docentes, las inconsistencias son muchas y muy variadas. Los testimonios ahí están. Varios colegas, investigadores, académicos, profesores y/o agentes externos, nos hemos dado a la tarea de rescatar cada una de esas experiencias. Sin embargo, para la autoridad educativa o bien, para los integrantes de la junta de gobierno del INEE, éstas son nada comparadas con el “logro” que este gobierno ha conseguido: evaluar a los maestros.

    Una evaluación que a ojos vistos y oídos sordos, es punitiva; simplemente porque atenta los derechos adquiridos por cientos y cientos de maestros que, a diario, brindan lo mejor de ellos en las diversas comunidades y en las miles de escuelas en las que prestan un servicio educativo.Sobre los procesos de evaluación, mucho se puede decir al respecto; más por falta de espacio que de ganas, me limitaré a decir que éste ha sido inconsistente, porque como varios analistas lo hemos afirmado, éste se centra en el ámbito cognitivo/cognoscitivo y muy poco en el desempeño. Cierto, habrá quien me diga que un examen es parte de un proceso formativo; sin embargo y como bien sabemos, el desempeño de quien coordina, dirige, orienta, o facilita un aprendizaje, es fundamental cuando de educación estamos hablando. Cierto, el examen arroja una calificación que, por más que se diga lo contrario, termina asignado y/o ubicando en una ambigua clasificación al docente que, en términos concretos, puede o no puede ser idóneo para ejercer su quehacer profesional.

    No, no se confunda mi estimado lector. No pretendo con estas palabras demeritar los puntajes que cientos de maestros han obtenido en pasadas evaluaciones; por el contrario – también lo he escrito y publicado en éste y otros espacios –, a ellos les he expresado mi reconocimiento y admiración por dicho logro. No obstante, considero importante seguir insistiendo en que esta evaluación, es incompleta, puesto que no valora lo que en el aula sucede entre los maestros y los alumnos. En los seres humanos, para acabar pronto.

    En días pasados escuché a un colega expresar que él había sido evaluado sin que se hubiese preparado o estudiado para dicho examen tal y como debería haberlo hecho y que su resultado fue extraordinario; sin embargo, ese mismo docente, se cuestionaba el por qué a una de sus colegas no le había favorecido el resultado, si él tenía conocimiento de que ésta se había preparado en demasía para hacer el examen que refiero.

    Situaciones como éstas, sencillas si usted quiere, encierran una gran verdad de lo que en México acontece: una evaluación que no está evaluando lo que sucede en las aulas y con los maestros, porque, sin duda, el proceso que sigue la obtención de un aprendizaje es tan amplio y tan complejo, que estar sentado por más de 4 horas frente a una computadora, no asegura lo que el desempeño docente implica, más bien, esta evaluación, este examen, es parte de ese proceso. Así de simple, así de complejo.

  • El camión y el socavón: una realidad del SEM

    El camión y el socavón: una realidad del SEM

    En el 2013 el Colegio de México, publicó un video titulado “La reforma educativa”. Un video a través del cual, Manuel Gil Antón, destacado investigador mexicano, planteó una interesante analogía sobre esa mal llamada “reforma educativa” que propuso en el primer año de gobierno Peña Nieto, así como también, lo que en los hechos ocurría en el Sistema Educativo Mexicano (SEM).

    Su metáfora, aún vigente, me permite afirmar que la educación que se brinda en mi México querido, no ha avanzado tal y como lo anuncia, cada vez que puede el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, no importando el despilfarro de dinero de su parte, que bien puede destinarse a otros rubros educativos que no sean los de comunicación y/o el posicionamiento de su imagen.

    Recuerdo muy bien que dicha metáfora, planteaba la idea de que el SEM era un camión o autobús que recorría un camino de terracería que, para efectos prácticos, éste último, se asemejaba a las condiciones por las que en ese momento atravesaba México. En ese sentido, Gil Antón decía, que un grupo de personas, al darse cuenta de las condiciones de ese camino y ese camión, llegaron a pensar que la única forma en que podían mejorarlos sería a través de los maestros. Si, millones de maestros que serían evaluados para que, a decir de éstos “ideólogos”, se mejorara todo lo concerniente a la educación, repito, que se impartía en México.

    Cuatro largos años han pasado desde aquel entonces y, si usted realiza un recuento de varios de los hechos educativos y no educativos que hasta el momento ha “impulsado” Peña y Nuño, podrá advertir que el camino sigue en las mismas condiciones o, peor aún, se ha llenado de socavones, pero también, que el camión o autobús, sigue de la misma forma en que se encontraba o, peor aún, que ha caído en alguno de esos socavones que el mismo gobierno federal autorizó y/o construyó para “mejorar” la vida de los mexicanos.

    Dese cuenta, del 2012 a la fecha, las famosas reformas estructurales que se sacaron “adelante” a partir del Pacto por México – incluyendo a la educativa, por supuesto –, ¿qué es lo que han generado?, ¿bienestar?, ¿desarrollo?, ¿mayores empleos?, ¿mejoras en la educación en su conjunto? Discúlpeme si halla en mis palabras un poco de pesimismo al respecto, pero esos “niveles de bienestar” que a diario padecemos millones y millones de mexicanos, son tan diferentes de aquellos que ambos funcionarios pregonan a los cuatro vientos. ¿A cuánto asciende el kilo de tortilla y huevo?, ¿cuál es el precio de un litro de gasolina?, ¿cuál es la renta que debe pagarse por recibir agua y luz eléctrica?, ¿de qué manera se ha visto afectada la vida laboral de los docentes que prestan sus servicios con la entrada en vigor de la Ley General del Servicio Profesional Docente?, ¿cuántas escuelas aún no son beneficiadas con el famoso programa Escuelas al Cien?, ¿qué ha pasado con el pago y la asignación de plazas de profesores que las han obtenido mediante “concurso”?, ¿cuándo se fiscalizarán los recursos que el gobierno federal destina a la SEP en los distintos rubros que ésta ejerce?

    En contraparte, ¿cuántos exgobernadores se hallan en la cárcel una vez que se ha descubierto y comprobado sus fechorías?, ¿qué ha pasado con el sistema nacional anticorrupción?, ¿por qué la reforma política sigue durmiendo el “sueño de los justos” sin que a los partidos políticos y a los políticos se les sancione o elimine el registro por el exceso de gastos de campaña o por el desvío de recursos?, ¿por qué hasta el momento se siguen manteniendo en nómina secretarial a docentes que se encuentran “comisionados” en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación?, ¿por qué no hay transparencia en la asignación de plazas una vez que tal o cual docente se ha retirado o jubilado?, ¿por qué el presidente consejero del INEE sigue manteniendo una postura entreguista hacia el gobierno federal sin que respete la autonomía de este instituto?, ¿por qué se sigue afirmando que la evaluación del desempeño docente es un acto voluntario pero, en los hechos, miles de maestros reciben un correo electrónico que prácticamente confirma la obligatoriedad de una evaluación a todas luces punitiva?, ¿por qué “reformar” las escuelas normales al final del sexenio?

    En fin, éstas son algunas preguntas que, con mucha seguridad, usted se habrá formulado en lo que va de este sexenio, y no es para menos. La lógica entre estos planteamientos y las respuestas – si es que las han brindado Peña y Nuño– indican que hay dos realidades muy distintas: un camión estropeado y apunto de “desvielarse”, y un camino con un gran socavón en el centro.

    Gil Antón no se equivocaba al hacer esta analogía; hay mucha claridad en ella. Y hay claridad porque quienes a diario, los 5 o 6 días de la semana, en los que realizamos un trabajo docente frente a un grupo de alumnos o profesores, nos damos cuenta de las grandes disparidades que existe entre el discurso y los hechos.

    En fin mi estimado lector, quise traer a colación esta breve reflexión, fundada en una analogía – que me sigue pareciendo de lo más pertinente aunque a Guevara Niebla no le agrade –  y lo que en los hechos educativos sucede. Y lo reflexioné de esta manera, dado que en un mes aproximadamente, comenzará la carrera por la silla grande que se ubica en Palacio Nacional. Sí, el discurso que de ahora en adelante se dejará escuchar en el medio educativo será: no permitas que gane otro partido diferente al que hoy gobierna, porque de hacerlo, el modelo educativo no verá continuidad y eso afecta el derecho de recibir una educación de calidad de los niños. Un absurdo porque por más que se diga lo contrario, ésta es una forma de jugar con algo tan preciado como lo es la educación de millones de niños. ¿Cree usted que alguien en su sano juicio considere la posibilidad de no educar a sus hijos?

    Tiempo al tiempo.

  • La evaluación educativa: el fracaso del sexenio

    La evaluación educativa: el fracaso del sexenio

    Hace unos días, revisaba con mis alumnos del Centro de Actualización del Magisterio (CAM), el texto de María Antonia Casanova titulado: “La evaluación educativa”. Texto que hoy por hoy, es fundamental para comprender la evaluación que se desarrolla en el Sistema Educativo Mexicano (SME), o en cada uno de los centros escolares de mi querida República Mexicana. Y digo que es fundamental porque su contenido, da para analizar los diversos procesos a través de los cuales, los docentes y los propios alumnos, son parte de ese ejercicio que, particularmente en este sexenio, se ha desdibujado: la evaluación educativa.

    “La evaluación: concepto, tipología y objetivos”, fue el tema central de discusión y de un riquísimo debate. En primer lugar, porque a diferencia de lo que puede suceder en las escuelas normales o en las universidades, como sabemos, en el CAM, asisten docentes de diferentes niveles educativos a actualizarse, capacitarse y profesionalizarse y, en razón de ello, las experiencias y argumentos que cada uno de éstos poseen, fueron, insisto, altamente enriquecedores. En segundo lugar, el tema como tal, se encuentra en boga, con todas sus aristas, con todas sus dificultades, con todas sus complejidades, dadas las declaraciones que el consejero presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Eduardo Backhoff, realizó en días pasados con la intención, pienso, de enfatizar la importancia de la evaluación y de la reforma educativa, solo que al respecto tal parece que a dicho consejero, se le olvido que el organismo que dirige es autónomo. Y, en tercer lugar, porque como también sabemos, el periodo de evaluación al desempeño docente se aproxima y, palabras más, palabras menos, las reglas del juego las han cambiado, aunque en el discurso se diga lo contrario.

    Pues bien, como podrá usted darse cuenta, en breves pero sustanciosas líneas, le he planteado el escenario a partir del cual, el análisis resultó harto interesante: el académico, el político y el administrativo-pedagógico. Resulta pues, que del académico, muchos de mis estudiantes, reafirmaron el conocimiento que tienen con relación al proceso que deben llevar a cabo para evaluar los procesos de aprendizaje en sus alumnos. Con cierto grado de variación intelectual, pero, repito, con claridad en cuanto a los conceptos, significados, formas de aplicación, etc. Esta situación, de alguna forma, satisfizo a quienes tuvimos la oportunidad de intercambiar saberes en los días en lo que abordamos este tema. Tal y como decía, se reafirmaron conocimientos.

    Por lo que toca al ámbito político, mucho se dijo al respecto. Se hizo especial énfasis en el origen de la “reforma educativa”, las modificaciones en las leyes y que dieron pie a la Ley General del Servicio Profesional Docente o la “autonomía” del INEE; en fin, de todas aquellas argucias que el Gobierno Federal, de común acuerdo con los diversos partidos políticos y políticos, a través del Pacto por México, echaron a andar con la intención de “mejorar” la calidad de la educación en México.

    Con relación al tema administrativo-pedagógico, éste necesariamente aterrizó en lo que cotidianamente viven los maestros en sus aulas y en sus escuelas. Traigo a colación una situación que fue una constante: la falta de asesoría técnico-pedagógica de los ATP, directores y supervisores, y de las propias autoridades educativas de la Secretaría de Educación en el estado o de los estados de los que éstos provienen; expresiones se dejaron sentir de diversas formas, mismas que concluyeron en el escaso sentido que los profesores le dan a la evaluación a la que son sometidos – dadas las exigencias secretariales – y, las que ellos llevan a cabo para valorar el aprendizaje de sus alumnos.

    Este breve cúmulo de experiencias que le he compartido, mi apreciable lector; son parte de esas realidades que vivimos quienes, nos encontramos en una aula, frente a un grupo, y con el mundo de problemas que a diario enfrentan nuestros alumnos. Como podrá darse cuenta, los hechos distan de las afirmaciones que en días recientes, Guevara Niebla y Backhoff, han hecho con relación a la evaluación educativa.

    Estudiosos en la materia, especialistas, investigadores, profesores, colegas y alumnos, hemos dado cuenta de los grandes problemas que ésta enfrenta, y enfrentará, en lo sucesivo. No verlo, y argumentar que éste ha sido uno de los logros del sexenio, es miopía, y miopía severa. No, no me equivoco al afirmar que esta propuesta sexenal es un fracaso. Y lo concibo de esta manera, porque desde su origen estuvo mal concebida, mal diseñada, mal planteada y, lo que es peor, mal ejecutada.

    Coincidiendo con Gil Antón al respecto, no se trata de ver quién fue primero, el huevo o la gallina, sino de entender – curioso es que el presidente del INEE no lo haya hecho dado su conocimiento en la materia – que, como proceso, la evaluación sigue un orden, una serie de pasos, vaya, de una metodología que, a fuerza de ser sincero, hoy por hoy, sigue causando estragos en los maestros, hinchando el aparato burocrático Secretarial y alejando al docente de su función: la pedagógica.

    Cierto, habrá quien me diga que la valoración de los procesos de aprendizaje se encuentra inmersa en la pedagogía pero, ¿acaso se habrá preguntado cuánto tiempo pasa el docente evaluando, recuperando productos o subiendo evidencias? No vayamos tan lejos, no sé si usted se ha preguntado por qué los profesores tienen que entregar evaluaciones en el mes de junio (a un mes de que concluya el ciclo escolar) cuando aún tienen varios, pero varios días que trabajar con sus alumnos varios temas de singular importancia. ¿Esos contenidos ya no se evalúan?, Sencillo, ¿es una carrera contra los tiempos administrativos o se trata de lograr aprendizajes significativos en nuestros alumnos?

    En conclusión mi apreciable lector: el sexenio está viendo sus últimos meses y la carrera por la silla grande se aproxima, ¿cree usted que alguien, en su sano juicio político, quiera echarse encima al magisterio? Si, la evaluación educativa es el fracaso de este sexenio, y lo es, por su exclusiva finalidad política que desde el inicio ha perseguido.

    Ojalá y en lo sucesivo, quien ocupe un lugar en Los Pinos, también se preocupe de priorizar el tema educativo antes del político. Un sueño guajiro de quien, con preocupación, observa la disonancia existente entre aquellos que desde sus escritorios pretende con su “magia” cambiar al mundo, y los que a diario, cambiamos ese mundo: los maestros de México.

  • Estrategia nacional de inglés: un fracaso anticipado

    Estrategia nacional de inglés: un fracaso anticipado

    De nueva cuenta en días pasados, fuimos testigos de toda la parafernalia que el todavía Secretario de Educación, Aurelio Nuño, construyó para presentar lo que desde su perspectiva, será una “extraordinaria” estrategia que habrá de catapultar a los cuernos de la luna, la educación en mi México querido y, para ello, se tomó como punta de lanza a las escuelas normales, como aquellas instituciones educativas encargadas de preparar a los futuros maestros de México en y para la enseñanza de un segundo idioma. Sin embargo, la realidad que hoy por hoy enfrenta nuestro país, me permiten afirmar lo que en el título de estas breves ideas planteo: un fracaso anticipado. Y es un fracaso anticipado porque por más optimista que pueda ser al respecto, las condiciones que actualmente vivimos y padecemos millones de mexicanos, no auguran el éxito propuesto. Me explico.

    Como sabemos, nuestro país atraviesa por momentos verdaderamente difíciles, que bien a bien, los podríamos enmarcar en cuatro ejes: social, político, económico y cultural. Para nadie es desconocido la polarización social existente; las dificultades económicas por las que estamos atravesando – aunque en el discurso oficial se diga lo contrario –; o bien, los marcados niveles de corrupción e impunidad que son consecuencia de una falta de la aplicación de un estado de derecho. Breve pero sustancioso análisis, que me llevan a la parte fundamental de lo que pretendo aterrizar: lo cultural.

    Y es que mire usted, como sabemos, hablar o considerar que México puede llegar a ser un país bilingüe, tiene sus riesgos y complejidades. Riesgos porque a fuerza de ser sincero, cuando tan flamante Secretario hizo tan aventurado anuncio, no sé si haya considerado toda la cultura, rica y basta, que prevalece y vive en los habitantes del territorio mexicano o, lo que es peor, no sé si habrá pensado (o a su equipo de asesores les haya pasado por la mente) la identidad que caracteriza al pueblo de México. Ciertamente, habrá quien piense que suelo ser un “aguafiestas” y un pesimista empedernido, dado que ambicionar que alcancemos ese bilingüismo, no es nada malo sino todo lo contrario. No obstante, en mi defensa, acudiré a algunas referencias básicas que me permiten, y han permito (desde su anuncio), sustentar mi dicho.

    Por un lado, la definición más básica de bilingüismo – y que puede ser encontrada en cualquier diccionario –, alude a aquel uso habitual de dos lenguas por parte de un individuo o grupo de individuos en una comunidad de hablantes. Como he dicho, una definición muy básica, pero que recoge otras tantas que prácticamente aterrizan en lo mismo. En todo caso, ¿en México existe esa comunidad de hablantes de dos lenguas? Estos hablantes, ¿comparten una misma cultura e idiosincrasia? Vaya, no vayamos tan lejos, ¿cuáles son los resultados que se han obtenido de la aplicación de las pruebas PISA, ENLACE y, recientemente, PLANEA a estudiantes del nivel básico de enseñanza, en lenguaje y comunicación, por ejemplo?

    Así es, si usted revisa dichos resultados, los estudiantes evaluados y el país como tal, no ocupó u ocuparon niveles decorosos; esto, en comparación con los de otros países. Esto me lleva a preguntarme, si dichos resultados han demostrado o demuestran que no se han logrado los niveles de comprensión requeridos en cuanto a la lectura y escritura del español se refiere, ¿cómo se espera entonces que se adquiera y aprenda otra lengua/idioma? Un absurdo en todos los sentidos, si usted quiere calificarlo de esta manera.

    Ahora bien, por lo que respecta a la adquisición y aprendizaje de ese idioma, tengo necesariamente que afirmar que son dos procesos diferentes que se hacen latentes en el desarrollo de todo ser humano. Como sabemos, la adquisición se logra desde que el recién nacido se incorpora a este mundo hasta los 5 años. El contexto, las relaciones familiares, los procesos de socialización, entre otros factores, resultan fundamentales para que el individuo adquiriera uno, dos o tres idiomas – recuerde la definición que le aporté líneas atrás – pero, después de esa edad, la escuela y el maestro se vuelve fundamentales para el aprendizaje “formal” de dicho idioma. Palabras más, palabras menos, vuelvo a preguntar: ¿cómo se espera que los niños adquieran y aprendan un segundo idioma si las realidades que nos pinta el país no son las mejores dadas las condiciones contextuales y escolares que prevalecen en el mismo?

    ¿Desea un dato más al respecto? Más de 60 millones de mexicanos se encuentran en pobreza y, de ese total, un porcentaje se halla en pobreza extrema? Coincidiendo con Manuel Alberto Navarro Weckmann, ¿será que en 20 años contaremos con millones de mexicanos que viven en pobreza y que pedirán limosna en inglés? Sí, suena duro, cruel e insensible, pero es una realidad que duele y lastima al pueblo de México. Ahí tenemos la terrible tragedia que recientemente sacudió al estado de Morelos, en el lugar conocido por los pobladores como Paso Exprés, y en donde lamentablemente murieron dos personas ¿Y las sanciones?, ¿y el castigo a los responsables?, ¿la transparencia en el uso de los recursos destinados a la infraestructura? En fin, un cúmulo de hechos que me permiten afirmar y sostener la postura que asumo en estos momentos.

    En cuanto a las escuelas normales, sean rurales o urbanas, y la “gran” encomienda que se les ha brindado para que sus egresados dominen un segundo idioma, mucho se puede decir al respecto. En éste y otros espacios he dado cuenta de ello; no obstante, puedo reafirmar que éste es un sueño más de quien despacha en las oficinas de la SEP en la Ciudad de México. Y es un sueño, porque de la noche a la mañana, con una carencia presupuestal que en estos momentos no le permite en su total plenitud atender a las normales rurales, se piensa contratar a maestros para este propósito, sin atender ni entender, que no basta una política fantasiosa para que las instituciones formadoras de maestros, sean escuelas que cumplan con ese sueño guajiro que Nuño ha planteado.

    No, no se equivoque mi estimado lector, con esta serie de ideas no pretendo tirar a la basura el que los mexicanos logremos mayores y mejores condiciones de vida. Amo mi trabajo, lo vivo y disfruto plenamente; sin embargo, seguro y convencido estoy, que el momento electorero que se vislumbra a partir de septiembre de este año, le permiten al Sr. Secretario, soñar NO con una mejora en la calidad educativa en mi México querido, sino más bien, con el hecho de estar sentado en Los Pinos.

    Cosa más lamentable y desafortunada porque indudablemente, nos encontramos ante el peor momento de la educación que ha vivido el pueblo de México.

  • La reforma a las Normales: el circo educativo

    La reforma a las Normales: el circo educativo

    Nuevamente en días pasados, fuimos testigos del show mediático que el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, construyó para llamar los reflectores de propios y extraños. Es obvio, la nominación rumbo al 2018, cual entrega de los “Óscares” se aproxima, y el “presidente” habrá de ungir a su candidato y, como parece obvio, a su sustituto. En fin, como decía, la parafernalia se construyó y en esta ocasión habló del mejoramiento y fortalecimiento de las escuelas normales del país, como si el título de un supuesto programa y los reflectores de las cámaras, fueran suficientes para atender a las instituciones que por más de 60 años – más no 30 como afirmó el Subsecretario de Educación Superior – estuvieron en el olvido.

    Muy a su estilo, tan flamante paladín de la educación en mi México querido, acompañado de su fiel escudero, Díaz de la Torre, dio a conocer la estrategia que habrá de posicionar a la normales, en el lugar que siempre debieron haber ocupado: piedra angular del Sistema Educativo Mexicano (SEM). El Reglamento de Ingreso, Promoción y Permanencia (RIPPA); la transformación pedagógica en línea con el “nuevo” modelo educativo; la educación Indígena e Intercultural; el aprendizaje del Inglés; el fomento a la Investigación Aplicada y Prácticas Pedagógicas Innovadoras; los intercambios Académicos en México y en el extranjero; y los apoyos a la excelencia académica; fueron los puntos a través de los cuales, según Nuño, se “mejorarían” las condiciones de vida de las normales y, por supuesto, la enseñanza y el aprendizaje en estos centros escolares.

    Estos planteamientos, como decía, fueron expuestos, sólo que en medio de todo este asunto, algo se le olvidó mencionar a quien despacha con soberbia desde la Calle de República de Argentina en la Ciudad de México: su estrategia no es estrategia y, mucho menos, es innovadora. Me explico.

    Si usted revisa o solicita a las instancias de transparencia y acceso a la información pública, algunos de los acuerdos que emanaron de las reuniones del Consejo Nacional de Autoridades Educativas (CONAEDU), específicamente, los que se derivaron de la 5ª reunión celebrada en 2009; podrá observar que en ese entonces, las autoridades presentes, acordaron trabajar el famoso “RIPPA” para mejorar los procesos de ingreso, promoción y permanencia en las normales. A la Mtra. Marcela Santillán, ex directora de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), le correspondió coordinar esa ardua tarea; sin embargo, y como es de suponerse, la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y sus respectivos Secretarios Generales en cada una de las entidades, se opusieron rotundamente a tal propuesta. ¿Qué cree usted que pasó? Sí, adivinó, nada pasó y la revisión al reglamento se vino abajo y, con seguridad, así seguirá. ¿Por qué afirmo esto? Porque éste ha sido uno de los puntos  más sensibles y delicados que puede abordarse en el medio normalista, dados los intereses y los conflictos que se desprenderían por la injerencia de varios “actores educativos” en el medio pero, además, porque en vísperas de la carrera presidencial hacia el 2018, dudo mucho que se haga llegar esa propuesta ante las instancias correspondientes para su aprobación. Ante tal situación, ¿quién en su sano juicio político querría entrarle al toro por los cuernos? Así de simple, así de complejo.

    Por lo que concierne a algunos de los otros rubros que fueron mencionados, tengo mis serias dudas al respecto. Por ejemplo, se habló de alinear el trabajo que realizan las normales con lo que acontece en la educación básica pero, a fuerza de ser sincero, tal actividad, la realizan las escuelas normales, sus profesores y alumnos desde hace mucho tiempo. ¿Acaso nadie le dijo a tan flamante Secretario que los estudiantes normalistas realizan sus jornadas de observación y práctica docente en los preescolares, primarias y secundarias que son parte de esa educación básica que refiero? Caramba, hace falta que alguien le asesore y le asesore bien, porque independientemente de la curricula – bastante desfasada – plasmada en el Plan de Estudios para la educación normal que se ofrece en México, los normalistas, realizan esa vinculación para favorecer el proceso de enseñanza y de aprendizaje.

    Por lo que se refiere al idioma inglés y la movilidad académica – tanto a nivel nacional y en el extranjero – que se propone, habría revisar cómo es que los estudiantes han realizado estancias en otras escuelas normales del país o bien, cómo es que han salido a otros países con el propósito de analizar la práctica docente en otros contextos. En este sentido es menester decir, que muchos de estos jóvenes, sobre todo los que han visitado Estados Unidos o Francia, han logrado certificarse en el idioma (la certificación es un requisito indispensable que debe cubrir el alumno normalista) para que puedan acceder a esa beca de movilidad que ofrece la Coordinación Nacional de Becas. ¿Quién eroga el recurso para esa certificación? Habría que preguntarle, a muchos padres de familia sobre ello. Ciertamente dicha coordinación ofrece un recurso para que los estudiantes solventen sus gastos en el extranjero, pero en las normales, aún se adolece de un efectivo programa de “certificación” para el logro de tal propósito.

    En cuanto a los apoyos a la excelencia académica y los programas de investigación que se propusieron, podría decir mucho; sin embargo, me limitaré en esta ocasión – más por falta de espacio que de ganas –, que actualmente existe un programa denominado Estímulo al Desempeño Docente, pero que en los hechos, no estimula lo que debería estimular, y si beneficia a quien no debería beneficiar, y de eso saben muchos de los allegados al SNTE. Por lo que se refiere a la investigación, ésta comienza a tener forma y fondo, derivado del trabajo que ha impulsado el Mtro. Abraham Sánchez Contreras (de la DGESPE), no obstante que desde hace varios años se venía trabajando este rubro en las escuelas normales.

    Sí, no me equivoco en afirmar que en días pasados presenciamos un circo educativo, donde el principal protagonista, cual maestro de ceremonias con sorbete, látigo y levita, presentó lo que desde su perspectiva, podría mejorar la educación normal en mi México querido. Cosa más lamentable fue ésta, porque si en verdad se pretende mejorar la educación que se brinda en esos centros escolares, lo primero que debió haber hecho, es sacar de en medio al SNTE y la corrupción que éste representa.

    De lo demás, si no me equivoco, se trata de impulsar cada una de las acciones – y otras que requieren su atención –, a través de inyectarle mayores recursos económicos, una efectiva profesionalización del magisterio normalista pero, sobre todo, de revalorar la función sustantiva que éstas realizan.

  • Las normales rurales: cese a su hostigamiento

    Las normales rurales: cese a su hostigamiento

    “Sí, se nos tacha de holgazanes, flojos, alborotadores, rateros, secuestradores y guerrilleros… pero muy pocos son los que conocen sobre las normales y la misión tan importante que tienen: educar al pueblo”. Estas sabias palabras, le escuché expresar años atrás a quien hoy es – y sigue siendo – mi mejor ejemplo: mi padre. Hombre de 82 años, sabio, prudente, tolerante, justo, crítico, reflexivo y de buenas costumbres. De origen humilde y formado como profesor en la Escuela Normal Rural de Tenería “Lázaro Cárdenas del Río”, ve con profundo pesar lo que en nuestros días acontece en el normalismo mexicano.

    Escuchar sus historias, sus anécdotas… sus recuerdos, hace que piense y repiense lo que estamos viviendo. Y es que mire usted, de un tiempo a la fecha en mi México querido, se ha satanizado el ejercicio más noble que puede existir en cualquier país: la profesión docente. La sociedad se ha polarizado, las posiciones, a veces radicales en torno a un hecho, desvían la atención de un problema que el Gobierno Federal y las propias entidades de mi querida República Mexicana, no han querido entrarle, como decimos, al “toro por los cuernos”.

    Irrisoriamente, en el discurso pomposo de actual Secretario de Educación, Aurelio Nuño, se hace especial mención de que en México, se requiere de los mejores maestros pero, ¿cómo lograrlo si por años estuvieron olvidadas las escuelas formadoras de maestros?, ¿cómo impulsar el desarrollo de las normales si en los hechos siguen padeciendo los estragos de pésimos gobiernos?, ¿cómo hacerlo si en el actual sexenio fue brutalmente golpeado el magisterio?

    Palabras, simples y llanas palabras de un gris Secretario, pero no hay argumentos. De las más de 200 escuelas normales públicas del país, 16 son normales rurales. Instituciones formadoras de docentes de las que por años, han egresado cientos de maestros y maestras que se han integrado al Sistema Educativo Mexicano (SME), con la firme idea y convicción, de educar al pueblo. Allá, donde difícilmente llegan los recursos económicos a las escuelas rurales o indígenas; allá, donde la miseria se viste cotidianamente de gala porque el gobierno ni siquiera las toma en cuenta; allá, donde el sol se esconde con la esperanza de que el amanecer traiga algo nuevo; allá, donde el ejercicio docente, cobra vida y sentido, sin que la teoría abone mucho al respecto.

    Sí, es cierto, los estudiantes de esas 16 normales rurales del país, se manifiestan y detienen el tráfico de algunas ciudades de mi amado país. Sí, en sus consignas, expresan un profundo rechazo a las políticas educativas que en los últimos años ha implementado Nuño. Sí, con sus acciones, muchos ciudadanos se encuentran molestos. Pero, ¿se ha preguntado por qué sucede esto?, ¿por qué es necesaria la salida de estos jóvenes de sus instituciones para manifestar lo que a su propio derecho les corresponde?, ¿por qué detienen por un momento su formación para exigir se mejoren las condiciones de sus planteles educativos y de sus maestros? Muchos juzgamos, criticamos, nos enojamos ante tales hechos, y es cierto. Sin embargo, reflexionar las respuestas a las preguntas que he formulado, es un imperativo básico para comprender que tales exigencias, tales manifestaciones y tales expresiones, tienen fundamentos.

    Hasta el momento en que cierro estas líneas, no he sabido de algún funcionario de gobierno, que haya dado una explicación lo suficientemente válida, que nos lleve a comprender la reducción de la matrícula en las normales. Vaya, no me he enterado de una posición pedagógica al respecto. Lo que si he leído y escuchado, han sido meros efímeros posicionamientos en torno a las manifestaciones que en varias entidades de México se han suscitado en los últimos meses. Hecho que me preocupa y ocupa, porque si en realidad se quiere mejorar la educación en un país tan vapuleado como el nuestro, hasta el momento, repito, las autoridades educativas, no han dado los suficientes argumentos para evidenciar que, reducir la matrícula, contribuirá a la formación de los millones de niñas y niños que asisten a tomar clases en los diferentes niveles educativos del SEM.

    En este sentido, llamó mi atención, que el pasado fin de semana, los normalistas de esas 16 escuelas normales rurales del país, salieron a las calles de la Ciudad de México para manifestar: el cese a la represión y hostigamiento a las normales rurales de mi querida República Mexicana. Hecho que, dadas las actuales condiciones políticas, económicas y sociales que vivimos, adquiere singular importancia. Y adquiere esta relevancia, porque el país se encuentra en picada, y esto es cierto. Tristemente, es un país que no es el mismo que plantea incesantemente Peña y Nuño en sus discursos, del aquel en el que viven millones y millones de mexicanos. Dese cuenta, las resultados que se obtuvieron de las más recientes encuestas publicadas por reconocidas empresas, y que se lograron gracias a las preguntas que les realizaron a varios mexicanos que, como usted o yo, padece los estragos de un pésimo gobierno, arrojaron una calificación reprobatoria a la administración Peñista.

    Irrisoriamente, tenemos por un lado, a un Presidente reprobado por la sociedad y, por el otro, a un gris Secretario de Educación, que habla y habla de evaluación y se regocija con ello, pero que en los hechos, no es capaz de evaluar a su propio jefe y, mucho menos, a su gobierno.

    No, no se trata de juzgar o criticar a las escuelas normales rurales y a sus estudiantes sin conocimiento de causa. Tampoco, de hacer cuentas y de pensar si es suficiente el recurso que se destina para cada uno de estos alumnos. Se trata pues, de asegurar una educación que le permita al pueblo de México, salir de la miseria en que los gobiernos priistas y panistas lo han metido y sometido.

    Cierto, es probable que no todos coincidamos en las formas en que suelen manifestarse estos jóvenes estudiantes pero, desde mi perspectiva, prefiero a un alumno que cuestione, que reflexione, que argumente; a un ser humano callado y sumiso ante las injusticias, como las de Ayotzinapa o Tiripetío, por ejemplo, de las que el gobierno no ha dado la cara, pero eso sí, prefiere gastarse millones de pesos en la difusión de un “nuevo” modelo educativo que de nuevo nada tiene, y ahí sí, muy pocos nos atrevemos a decir algo.

    En suma mi apreciable lector, las normales rurales viven y seguirán viviendo, porque por más que se diga lo contrario, son la piedra angular del SEM: ¡Fuerza escuelas normales! ¡Fuerza!

  • La normal rural de Tlaxcala: necesidades e indiferencias.

    La normal rural de Tlaxcala: necesidades e indiferencias.

    Siempre he creído que aquel ser humano o colectividad que está conforme y satisfecha con lo que tiene, difícilmente se manifiesta ante alguna institución, autoridad o representante del pueblo, para exigir que éste, deje de proporcionarle aquello que le satisface. Sería ilógico pensar lo contrario; es más si esto sucediera, imagino lo absurdo de la situación que pudiera darse, ante los ojos de aquellos que no tienen satisfechas o atendidas ciertas necesidades o demandas.

    Si esta premisa es válida, más no cierta, dado que no poseo la verdad absoluta de las cosas; tendríamos que reconocer y aceptar que las diversas manifestaciones de ciertos grupos sociales que a diario presenciamos y observamos a través de los medios de comunicación, son una muestra de esa insatisfacción que refiero pero, también, de la falta de atención a las distintas problemáticas que las mismas circunstancias encierran.

    Esta breve, y quiero pensar sustanciosa reflexión, viene a colación mi estimado lector, por los acontecimientos en los que recientemente se han visto involucradas, estudiantes de la Escuela Normal Rural “Lic. Benito Juárez” de Panotla, Tlaxcala, y las autoridades gubernamentales y educativas de la misma entidad. Y es que mire usted, justo cuando cierro estas líneas, el conflicto que lleva varios meses “atorado” en Palacio de Gobierno y en la Secretaría de Educación Pública de Tlaxcala, recrudeció.

    Por un lado, las estudiantes reclaman la atención y solución de varios asuntos: la reducción de la matrícula; el nombramiento del cuadro directivo – dada la destitución de los que fungían como tales semanas atrás –; la falta de las porciones alimenticias; el esclarecimiento del destino de los recursos económicos que le son asignados a la escuela a través del PACTEN (programa de fortalecimiento a la educación normal); entre otros. Y, por el otro lado, la postura de las autoridades estatales en cuanto a la solución de las demandas de las normalistas.

    Demandas y posturas que, si usted quiere, son razonables, en la medida en que se comprende que cada uno de estos actores desempeña un papel o rol específico pero, ¿qué hay detrás de todo este embrollo?, ¿cuáles son las razones por las que las alumnas normalistas no cejan en su deseo de que sus peticiones sea atendidas y solucionadas favorablemente?, ¿cuál es el motivo por el que los funcionarios de gobierno tampoco cejan en su posicionamiento en torno a tales peticiones?

    Por principio de cuentas, es menester mencionarle que en otras entidades de mi querida República Mexicana, como en Aguascalientes y Michoacán, recientemente se vivieron conflictos de similar naturaleza; la reducción de matrícula pareció ser el detonante que llevó a los estudiantes de las instituciones formadoras de docentes, a manifestarse. Resultado de ello, en ambos casos, el empleo de las fuerzas de “seguridad” para mantener el “orden” y la “calma”, fue el común que llevo a los policías a agredir a los normalistas. Resultado de estas lamentables acciones, un alumno de la escuela normal rural de Tiripetío – hasta donde tengo conocimiento – se debate entre la vida y la muerte, pues recibió un balazo en el rostro por parte de esas fuerzas de “seguridad”.

    Llama la atención en ese sentido, que las normalistas en el estado de Tlaxcala, luchen por las mismas razones que en otros estados se viven y vivieron hace unos días. ¿Por qué hasta el momento ninguna autoridad educativa federal (o en los estados) ha dado una explicación lo suficientemente fundamentada que nos lleve a entender las razones del establecimiento de una disminución en la matrícula de las escuelas normales? Y es que ante la falta de argumentos que expliquen precisamente los motivos por los que deba reducirse el número de alumnos en las normales, uno puede imaginar lo que se nos venga en gana; por ejemplo, que se apuesta, desde el gobierno federal, a la desaparición de estas escuelas formadoras de docentes. Así de simple, así de complejo.

    Bueno sería, que tales explicaciones, tuvieran los suficientes elementos normativos, pedagógicos y didácticos para ello; pero no, seguro estoy, que esa explicación nos la quedarán debiendo.

    Ahora bien, por lo que respecta al nombramiento de directivos, en el caso de Tlaxcala, tengo claro que es facultad exclusiva del Secretario de Educación en turno. Eso no lo debato ni lo refuto; sin embargo, habría que cuidar las formas y los medios porque, como es sabido, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a través de la Sección 31, tiene metidas las manos hasta el fondo y ha intentado, como así ha sido, intervenir en dicho nombramiento, bajo el supuesto de vigilar que no se atente en contra de los derechos laborales de los trabajadores. Obviamente que ante tales cuestiones, el alumnado procura que la encomienda le sea otorgada a quien conozca sobre el medio, y así ha sido. Hasta donde mi conocimiento llega, después de la destitución del cuadro directivo – que no rindió buenas cuentas –, se nombró a un encargado de la dirección quien, con paciencia y conocimiento, ha resuelto algunas de las problemáticas que permean y han permeado – desde hace mucho tiempo – en ese plantel educativo. Situación nada fácil y si bastante complicada, por el cúmulo de conflictos que se viven al interior, repito, de la escuela normal.

    Ciertamente en dicha problemática ha existido el diálogo entre las partes pero, ¿por qué no se lleva a cabo una investigación profunda que lleve a los involucrados a resolver la problemática expuesta?, ¿por qué no deslindar las responsabilidades administrativas a que haya lugar en caso de que se comprueben algunas de las anomalías e irregularidades que manifiestan las estudiantes en cada uno de sus mítines?, ¿por qué esperar a que el conflicto crezca y haya enfrentamientos entre las partes si ante las denuncias expuestas (y que son públicas) no se ha actuado en consecuencia?

    En este sentido, he leído y escuchado, a varios ciudadanos de ésta y otras entidades, expresarse en torno a tales hechos; con preocupación he observado comentarios que atentan contra la integridad de las personas, particularmente, de las estudiantes. Desafortunadamente, cuando se desconoce sobre el medio educativo, sobre el subsistema normalista, sobre las escuelas normales rurales, en fin; sobre todo aquello que envuelve a la educación en su conjunto, se puede manifestar y expresar lo que así se considere pertinente, y que malo es ello. Y es malo porque en uso de ese derecho que tenemos los mexicanos denominado: libertad de expresión; dicha libertad se ha confundido con libertinaje y créame mi estimado lector, eso no arroja ni ha arrojado nada bueno.

    Consecuentemente, considero que el diálogo debe permanecer, así como también, el orden de las cosas pero, para ello, se requiere de acciones concretas que lleven a resolver los conflictos para, ahora sí, hablar de una atención a los problemas y, como parece obvio, de una mejora educativa.

    La investigación que podría hacerse al respecto, repito, es una buena estrategia; ojalá se tome en cuenta pero, además, que se hagan públicos los resultados que arroje la misma. Solo así, esas personas que se dicen afectados por la toma de instalaciones y carreteras, comprenderán que no es una necedad de quien puede y quiere manifestarse. De lo contrario, seguiremos como hasta el momento, en medio de un conflicto que, bien a bien, no hay para cuando se resuelva.

  • La caída de la reforma educativa

    La caída de la reforma educativa

    Justo en el momento en que cierro estas líneas, el Secretario de Educación, Aurelio Nuño, “presenta” a los mexicanos los Planes de Estudio que habrán de mejorar, lo que desde su perspectiva, está mal en la educación que se imparte en mi México querido.

    Desde mi punto de vista, éste es uno de los últimos eventos a través del cual dicho Secretario, llamará los reflectores de propios y extraños, para posicionarse ante el electorado con miras al 2018. Argumentos para sustentar mi dicho son muchos y muy variados pero, como siempre digo, vayamos por partes porque de este asunto, varias cosas se desprenden.

    En las múltiples visitas que he realizado a varias escuelas de los diferentes niveles educativos que conforman el Sistema Educativo Mexicano (SME), para compartir algunas experiencias que se desprenden del quehacer docente que miles de maestros y maestras realizamos a diario; he podido constatar que la supuesta “reforma educativa” implementada por el gobierno federal, es un sueño guajiro del cual, no quiere despertar quien despacha en la calle de República de Argentina en la Ciudad de México y, mucho menos, quien habita en Los Pinos.

    Las tensiones, preocupaciones, angustias, desesperanza, estrés, y varios adjetivos calificativos más, permea en el ánimo de los mentores. Las evaluaciones, las planeaciones, las evidencias, el portafolio, la “subida” de calificaciones, las argumentaciones, en fin; son innumerables las acciones que los maestros tienen que realizar a diario, como parte de esos “requisitos” administrativo/burocráticos que las autoridades de las distintas Secretarías de Educación en las entidades, piden a los profesores que cumplan; esto, con la idea de demostrar que sus alumnos han aprendido a lo largo del ciclo escolar, como si con tales actos, realmente se reflejara lo que en el aula se vive cotidianamente.

    ¿Dónde queda el proceso de enseñanza y aprendizaje si en los hechos se nos obliga a entregar los informes que ni los asesores técnicos pedagógicos (ATP), supervisores, jefes de sector, coordinadores de academia, entre otras supuestas autoridades, revisan para que a partir de lo que entregamos, nos orienten para mejorar lo que hacemos en el aula? – escuché decir a una maestra en días pasados –. Y tal expresión es pertinente. Y es pertinente porque en los hechos, poco o nada se ha avanzado para lograr que todos los agentes educativos, comprendan que los procesos educativos, van más allá de lo que en un informe se puede entregar o conocer sobre el proceso de enseñanza y de aprendizaje.

    De las visitas del ATP, mejor ni hablamos. Reconozco que algunos de ellos, están debidamente capacitados y cumplen al cien por ciento con la tarea encomendada; sin embargo, en su mayoría, adolecen de varios conocimientos técnico-pedagógicos que los lleven a realizar su trabajo con eficacia y eficiencia – por decirlo de alguna forma –. ¿No acaso uno de los propósito de la supuesta reforma era que cada uno de estos actores estuviera capacitado para que desarrollara adecuadamente su trabajo?, ¿cuál es el panorama que se vive actualmente en este sentido?, ¿por qué existe una brecha en cuanto al discurso pomposo del flamante Secretario y lo que sucede en cada región, zona escolar y escuela?

    ¿Por qué nos cambian los planes y programas cuando apenas comenzamos a comprender los anteriores, dada la escasa orientación que hemos recibido de nuestras autoridades educativas sobre los mismos? – expresaba un maestro hace un par de semanas –. Y tal pregunta es válida. Y es que mire usted, tal parece que la educación pasa a un segundo término cuando nos damos cuenta que por meras “modas sexenales”, quien ocupa la silla en la SEP, pretende dejar su huella.

    Tengo claro que la educación, y todo lo concerniente a ella debe evolucionar, dados los cambios y/o transformaciones que vive a diario el mundo entero pero, ¿no podría fijarse un plan educativo que vaya más allá de esas modas sexenales y de las ocurrencias de cuanto político por mera coincidencia se sienta en un puesto administrativo

    Ciertamente este día, Nuño habrá de acompañarse de aquellos que fueron parte de la construcción de dichos planes; algunos de ellos, he tenido la fortuna de conocerlos, con otros, no he coincidido, pero sé que conocen el medio. Su capacidad no está en duda, que no se piense lo contrario. Sin embargo, los planteamientos que habremos de revisar en los próximos días, distarán de lo que en las escuelas de la sierra negra de Puebla se vive cotidianamente, o bien, de lo que en el bello estado de Chiapas se observa comúnmente. Esa, es una realidad que duele, que lastima, que indigna; porque la pobreza, la miseria, la paupérrimas condiciones de vida de sus habitantes, son las que estrujan el corazón y propician que pensemos y repensemos lo que un “supuesto” nuevo modelo  educativo trae consigo.

    Y es ahí, en esos lugares, como en otros tantos de mi querida y amada República Mexicana, que está un maestro. Un maestro que vive las realidades que sus alumnos y padres de familia enfrentan. Un maestro, que con poco hace mucho para que sus estudiantes aprendan. Un maestro, que da más de lo que la Secretaría de Educación y sus autoridades educativas le ofrece. Un maestro, que ha sido golpeado brutalmente por funcionarios públicos que, en pos de una supuesta “mejora educativa”, se esconden tras de un escritorio y diseñan políticas que atentan y han atentado en contra del servicio público que ofrece y ha ofrecido el docente.

    Del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) qué puede decirse. En lo que va de este sexenio, ha sido fiel aliado del presidente en turno y de Aurelio Nuño. Fue doblegado, fue vencido, fue vapuleado; cual “charro” de esos que la historia del sindicalismo mexicano refiere en años pasados.

    Sí, la reforma educativa va en picada. Sí, las elecciones que están en la puerta de la esquina habrán de marcar su caída. Sí, la reforma educativa no ha sido, más que el sueño guajiro de quien despecha en la SEP por el momento. Sí, existe un país llamado Nuñolandia, pero a éste… afortunadamente le quedan pocos meses.

  • ¡Fuerza Escuelas Normales, fuerza!

    ¡Fuerza Escuelas Normales, fuerza!

    El día 21 de junio, de nueva cuenta estudiantes normalistas fueron agredidos por las fuerzas de “seguridad pública”. No, no se trató del conflicto que hace días le compartía en este mismo espacio y que se suscitó en Cañada Honda, en el hermoso estado de Aguascalientes; no, tampoco se trató del lamentable y trágico suceso de Ayotzinapa, en la bella entidad de Guerrero; tampoco se trató de estudiantes provenientes de alguna de las normales del singular estado de Oaxaca. Se trató pues, de normalistas de Tiripetío en Michoacán.

    Hasta el momento en que cierro estas líneas. Las versiones, que corren a raudales en los medios de comunicación, mencionan que ante una manifestación estudiantil, los elementos que integran la “flamante” policía michoacana, dispararon sus armas para “disuadir” al grupo de “rijosos” que se concentraron en torno a unas vías del tren para impedir el tránsito del mismo, con el objetivo de que sus demandas fueran escuchadas y atendidas por el gobierno perredista.

    De hecho, existen videos – grabados por los mismos estudiantes y pobladores de esa entidad – que dan cuenta de las agresiones de las que fueron objeto los alumnos de la escuela normal Vasco de Quiroga. Ante tales circunstancias, por la mañana del 22 de junio, se informó que fue destituido el Subdirector de Seguridad Pública, Antonio Paniagua Arce, por los “errores” cometidos en el operativo, mientras que el director de la dependencia, Fidel Ortiz Barragán, estaba siendo investigado por las autoridades correspondientes.

    Estos hechos violentos, como los cientos que a diario ocurren en mi querida República Mexicana, podrían no ser trascendentales, de no ser porque en días pasados – cuando el conflicto entre las estudiantes de la Escuela Normal Justo Sierra Méndez y autoridades del estado de Aguascalientes llegó a su clímax – el gobernador Silvano Aureoles declaró ante los medios de comunicación – dada la agresión que sufrieron los alumnos de la normal de Tiriperío que apoyaban el movimiento de Cañada Honda –, que era justa la “garrotiza” que recibieron los normalistas y que de ésta, esperaba hubieran aprendido.

    Nada más lamentable que este tipo de declaraciones, pero lo es aún más, el que este funcionario, falto de sensibilidad política y humana, se haya atrevido a mandar ese mensaje a la ciudadanía. ¿Acaso no se ha aprendido nada en temas de seguridad pública y atención a los conflictos sociales en los últimos años?, ¿acaso el tema de Ayotzinapa y Nochixtlán no dejó un aprendizaje en los mandos únicos policiales?, ¿acaso merecemos este tipo de gobernantes?

    Hace días, reflexionaba sobre el planteamiento que he venido escuchando de varios colegas, analistas, intelectuales, académicos, medios de comunicación, en fin; de aquellos que piensan, razonan, reflexionan, comprenden y entienden los grandes problemas que enfrenta México, y hoy más que nunca, lo confirmo: el país se le ha ido de las manos a Enrique Peña Nieto. Y se le ha ido por la falta de capacidad que ha mostrado desde el inicio de su gobierno para enfrentar los conflictos que él mismo ha generado con su pésima forma de gobernar el territorio mexicano.

    Tal parece que los gobernadores, cual virreyes en una pequeña isla, hacen y deshacen lo que se les venga en gana, y no hay nada ni nadie que pueda obligarlos a actuar con mesura, prudencia, paciencia, diálogo y acuerdos.

    Del “flamante” Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, puede decirse mucho al respecto, dado que las normales son también, ámbito de su competencia; sin embargo, como hemos visto, sabido y comprobado, está más preocupado por posicionarse ante sus posibles electores con miras al 2018, que en atender los problemas educativos que, como en esta entidad michoacana y en las diversas que integran el país, existen. Y existen porque son reales, nada ficticias, nada utópicas.

    Tales argumentos mi apreciable lector, me constan. Y me constan porque en mis veinte años de servicio, he tenido la maravillosa oportunidad de visitar varias escuelas normales del país. De ahí que pueda afirmar, sin ningún miramiento, que las normales han sido, son y serán, instituciones que por años han formado a maestros destacados en cada uno de los niveles educativos a los que se han insertado.

    Duele, efectivamente, que se den estos lamentables hechos, pero duele aún más, ver y darse cuenta de las agresiones que otros seres humanos cometen en contra de sus iguales, por una estúpida – sin que sea peyorativo el uso de la palabra – orden “ejecutiva” que alguien desde su escritorio otorga a quienes tienen la responsabilidad de salvaguardar la vida humana.

    En estos días, se habla de 2,186 homicidios dolosos cometidos en mi amado México. ¿Qué está pasando?, ¿quién está fallando? Cuestionamientos que, si usted analiza, buscan un culpable y un responsable; sin embargo, ¿por qué no le apostamos al fortalecimiento de este tipo de instituciones formadoras de docentes para mejorar el entorno que nos rodea? Programas contra de la violencia son necesarios, no lo niego, pero ojo, son programas que buscan remediar un mal, y no una probable prevención mediante la cual, se eduque al pueblo.

    Ciertamente, y comparto las ideas que mi querido amigo Alberto Arnaut escribió en días pasados en su muro (Facebook, Junio 20, 2017) sobre una columna que tan amablemente publicaron Educación Futura y Profelandia (Hasta la victoria siempre: las normales viven); no basta con una reforma curricular a las escuelas normales para solucionar los problemas que enfrenta el normalismo mexicano. Las problemáticas van más allá de ello y del actuar de algún funcionario como lo es el Director de la DGESPE. Eso se sabe, no se desconoce; lo importante y verdaderamente trascendental, es trabajar de manera conjunta y coordinada para lograr una mejora sustantiva en el subsistema normalista.

    Las normales viven, y seguirán viviendo, porque muchos, al menos así lo considero, creemos en ellas.

    Sí, basta de injusticias. Sí, basta de represión. Sí, basta de todo. El diálogo debe ser el medio a través del cual se diriman los conflictos. Las normales, seguro estoy, pueden y podrán con los grandes retos que se les asignen. No obstante, no pueden navegar solas, requieren de acompañamiento y eso, dudo mucho que don Aurelio Nuño quiera hacerlo.