Autor: Abelardo Carro Nava

  • La SEP: sin aprendizajes clave.

    La SEP: sin aprendizajes clave.

    Reza el dicho que el buen juez por su casa empieza, y hay razón en ello. Nuestros abuelos no se equivocaron al respecto y, desde luego, los abuelos de éstos tampoco se equivocaron. Y esto es así porque en términos concretos, si una persona o, en este caso, una dependencia gubernamental como lo es la Secretaría de Educación Pública (SEP), exige a los más de un millón y medio de maestros de México una educación de calidad; ésta para efectos prácticos, debe poner el ejemplo de lo que significa calidad en el terreno educativo y, lamentablemente, esto no es ni ha sido así en lo que va de este sexenio; y para muestra un botón, el pasado 12 de abril del año en curso, esa dependencia publicó un video en redes sociales, acompañado de una pregunta, una exclamación y una felicitación: ¿Terminaste el curso en línea de Aprendizajes Clave del Nuevo Modelo Educativo? ¡Felicidades! Aquí te decimos cómo tramitar tu constancia.

    Hasta el momento en que cierro estas líneas, dicha publicación (en Facebook, por ejemplo) contaba con 1,179 comentarios y 2,626 likes (traducidos en un “me gusta”, “me divierte”, “me asombra”). Comentarios como el de Miyam B Estrada se leían: “ya debía terminarlo? Llevo mucho tiempo batallando con la plataforma, me inscribí desde enero y es hora en que no puedo terminar el curso ya que la plataforma tiene muchos contratiempos”; o el de Luz Ma Gro: “Es en serio la pregunta si la plataforma es un desastre, subes las actividades y no aparecen, tratas de entrar y te marca error, entras a un enlace y se tarda como 20 minutos y te saca de la sesión… tiene que ser una broma”; o el de Alma Rosa Olguin Tinoco: “Plataforma deficiente… eso es una tomada de pelo… me quedé en la actividad 4 y no pude entrar nuevamente, ahora qué? Sólo tiempo tirado a la basura. Sus propuestas en línea no tienen el soporte técnico necesario para atender la demanda… pero seguro se llenarán la boca con sus supuestos cursos chafas. Pues felicidades señores, se ve que desquitan bien su labor”.

    Comentarios que, si usted gusta, puede observar en dicha página, repito de Facebook, y que en su mayoría tuvieron una respuesta por parte de sus operadores: “Estimado (a) Profesor (a)… por favor reporta el problema que presentas a [email protected], o al teléfono 3601-8100 ext. 56632. Saludos cordiales”. Respuesta que, como seguramente imaginará, obtuvo otras sendas respuestas de quienes, en ese espacio, manifestaron su inconformidad sobre la plataforma y las deficiencias que ésta presenta desde que inició el periodo de capacitación de los profesores mexicanos.

    ¿Cómo espera la SEP que los mentores del nivel básico (por ejemplo) se capaciten sobre un modelo educativo pero, sobre todo, de un documento que consta de más de 670 páginas, como lo es el de Aprendizajes Clave para la Educación Integral, si la plataforma presenta serios inconvenientes?, ¿cómo se espera que se logre implementar dicho modelo a partir de agosto de este año si, en los hechos, la capacitación en línea y presencial, en el primer caso es deficiente, mientras que en el segundo, muchas veces deja mucho que desear?, ¿cómo hablar de una calidad en la educación si la instancia encargada de propiciar y promover esa calidad brilla por su ineficiencia e inoperancia?, ¿cómo se espera que los aprendizajes clave se desarrollen en las aulas y/o salones de clase con base a los tres campos de formación académica por parte de los profesores, si no existe una retroalimentación de las tareas que han subido éstos para que sean revisadas por “expertos” a través de una plataforma que no opera?, ¿cómo podemos comprender el discurso oficialista y pomposo que emite el Secretario de Educación sobre el modelo educativo cuando la realidad que padecen miles de profesores es prácticamente la misma y que se puede observar en publicaciones como las que refiero?

    Ahora bien, habrá quién me diga que en las redes sociales es muy difícil conocer quién es docente y quién no lo es, y es cierto; sin embargo, si usted revisa los comentarios que ahí se exponen, casi su totalidad refieren problemas en ciertas tareas, como la 2, la 4, la 9, y así sucesivamente pero, si esto no fuera suficiente, un servidor, al igual que muchos de mis estimados colegas, en la diaria interacción que tenemos con otros tantos más del mismo nivel o de otros, obtenemos, de primera mano, los mismos comentarios sobre los cursos que la SEP ha puesto a disposición de los docentes para que éstos se “capaciten”.

    El sol no puede taparse con un dedo, y evidencias como éstas, permiten dilucidar la dimensión del problema educativo que se avecina, y que las mismas autoridades de la SEP no han querido voltear a ver y, mucho menos, reconocer. ¿De quién es el problema entonces? o, mejor dicho, ¿dónde está el problema entonces?, ¿en los docentes que tienen que implementar un modelo que no modela mucho que digamos o en la SEP cuyas prácticas de formación, a lo largo del tiempo, han dejado mucho que desear?

    Personalmente, me gustaría conocer la postura del actual Secretario de Educación sobre este asunto y sobre la implementación “piloto” que del modelo educativo se viene dando en más de 1000 escuelas del país, la cuales, por cierto, nadie sabe cuáles son o quién está operando el modelo que entrará en vigor en todo el país en próximos meses.

    Soñar no cuesta nada y, ocasionalmente puede ser bonito; sin embargo, los sueños de la SEP no son los que miles de maestros viven a diario en sus centros escolares quienes, preocupados por atender adecuadamente las exigencias secretariales, buscan, como siempre lo han hecho, profesionalizarse en todos los sentidos; esto, con la convicción de ofrecerle a sus alumnos, la mejor educación que pueda otorgárseles.

    En suma, si de exigencias estamos hablando, deberíamos considerar la opción de exigir a las autoridades educativas lo que su mismo modelo educativo plantea en cuanto a la formación del profesorado se refiere. Digo, del dicho al hecho hay mucho trecho, y en esta ocasión la SEP, por cuenta propia, evidenció su inoperancia e ineficiencia. ¿Se imagina lo que pasaría si se somete al escrutinio público y de los docentes la “famosa” implementación del modelo educativo? Insisto, del dicho al hecho hay mucho trecho, y en eso tampoco se equivocaban nuestros abuelos y los abuelos de éstos.

  • #SoyMaestro y no votaré por el PRI.

    #SoyMaestro y no votaré por el PRI.

    Más allá de las filias y fobias que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) pueda representar en estos momentos dado el arranque de las campañas políticas en nuestro México, permítame mi apreciable lector, explicar el porqué fijo de entrada, una postura con relación a un ejercicio que tenemos los mexicanos: el voto.

    Para entrar en materia, necesariamente tenemos que remontarnos a lo que en su momento la profesora Ella Esther Gordillo ideó con la posibilidad de consolidar un proyecto a través del cual, los maestros, pudieran participar en la vida política del país. Partido Nueva Alianza (PANAL) fue llamado dicho proyecto, y allá recién iniciada la década 00 (2000), tuvo su registro ante lo que fue conocido como el Instituto Federal Electoral (IFE). Para nadie es desconocido que, después de la ruptura con el tricolor, la maestra Gordillo, trabajó con las bases del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para el logro de este propósito. De hecho, bien recuerdo que en los últimos años de la década de los noventa, las Secretarías Generales de las entidades y la Delegaciones Sindicales de esa misma estructura sindical, hicieron hasta lo imposible para que los docentes “voluntariamente” se adhirieran a la filas de ese partido político. Las presiones, chantajes o intimidaciones, fueron el común que vivieron cientos de maestros pero, también debo reconocerlo, varios mentores mostraron su simpatía por la conformación de este proyecto político. Palabras más palabras menos, era una manera de darle forma política a una organización que siempre había participado en la política: el SNTE.

    Así las cosas y si mi memoria no me falla, en el año 2005, el IFE le otorgó su registro definitivo y a partir de esa fecha, ha venido ocupando algunos espacios de representación popular en varias entidades de la República Mexicana; claro, después de participar en los procesos electorales. Tal vez el personaje que más se recuerda en esos procesos en los que este partido ha participado es Gabriel Cuadri, un hombre cuyas ideas, simpatía y “frescura” (sobre todo cuando las cámaras que trasmitían un conocido debate lo captaron fijando su mirada en una modelo que en ese evento participó) lograron que muchos mexicanos voltearan a ver y pudieran conocer un poco sobre este recién creado partido político.

    Pues bien, con esta breve reseña histórica, es claro que el PANAL tuvo su origen a partir de lo que la profesora Elba Esther trabajó en su momento; también es claro, que dicho partido ha contado con el apoyo del SNTE en diversas elecciones locales y nacionales pero, ¿esto significa que el partido y el SNTE cuentan con el apoyo de todos los maestros de México? Pregunta ingenua si usted gusta pero que adquiere singular relevancia dado el contexto electorero que estamos viviendo. Y es que mire usted, después de que el candidato del PRI, José Antonio Meade, registró formalmente su candidatura hace unas semanas ante el Instituto Nacional Electoral (INE), Juan Díaz de la Torre (líder del SNTE) y Luis Castro Obregón (líder del PANAL), ofrecieron su apoyo y el de todos los maestros para que Meade llegará a la presidencia pero, ¿acaso le preguntaron a todos los profesores que son parte de esa estructura sindical (más por obligación que por convicción) si deseaban otorgar su voto a ese candidato político?, ¿acaso se levantó una encuesta para conocer la opinión de los mentores sobre el proceso electoral que estamos viviendo?, ¿acaso se puede hablar de democracia cuando en los hechos, Díaz de la Torre y Castro Obregón, no han dado muestras de lo que ese concepto significa?

    No, la respuesta a las interrogantes que les he planteado es un rotundo no, y eso desde mi perspectiva, difícilmente puede traerles buenos dividendos. Las épocas en las que el SNTE era el todo omnipotente en México han pasado a formar parte de una historia que habla de un corporativismo y clientelismo desmedido.

    Hoy día, aquellos profesores que no tenían voz ni voto, han venido ganando terreno en diferentes espacios y en diversos momentos de la vida política del país. El voto, como sabemos, deber ser y es libre; un ejercicio que la democracia nos otorga para que elijamos lo que a nuestro juicio representa los intereses y aspiraciones personales y profesionales. Por tal motivo, es falso de toda falsedad, que todos los maestros apoyen o apoyemos a tal o cual candidato.

    Entiendo que una cosa es el discurso y otra más los hechos, pero precisamente en esos hechos, se encuentra mi posicionamiento sobre la elección que habré de realizar en los próximos meses.

    Por qué no votar por el PRI, es simple. Porque este partido y su candidato representan la continuidad de un mal gobierno. Un mal gobierno que no ha sabido dirigir los destinos de este país con estricto apego a un estado de derecho.

    Los tiempos, como decía, afortunadamente han cambiado, y en estos días la información fluye por diferentes medios y por diferentes espacios. Sucesos como los de la casa blanca; los altos niveles de corrupción en los que se han visto involucrados ex gobernadores priistas; la incesante ola de violencia e inseguridad que azota al país; las fallidas reformas estructurales que se implementaron (derivadas de un fatídico Pacto por México) y que han generado una brecha de desigualdad de enormes proporciones; las desapariciones forzadas de jóvenes estudiantes (incluyendo a los 43 normalistas de Ayotzinapa); la insensata opacidad en la procuración de la justicia y el respeto irrestricto a los derechos humanos; son, entre otras cosas, motivos suficientes para considerar un cambio de gobierno.

    Ahora bien si del sector educativo hablamos, tengo necesariamente que referirme a la mal llamada reforma educativa implementada en este sexenio que, en los hechos, solo ha traído múltiples problemas en los trabajadores al servicio de la educación; hablar de una inadecuada evaluación punitiva que ha trastocado los derechos de los trabajadores; de una arbitraria implementación de un modelo educativo que difícilmente modela algo; de una falta de sensibilidad a los intereses y necesidades de los profesores y, de manera particular, de los alumnos; de un mérito prometido que no ha sido del todo otorgado; de evaluación para el ingreso que en muchas entidades son sólo un sueño por los niveles de opacidad y corrupción que se vive al interior de las Secretarías; de un Sindicato que no ha velado por los verdaderos intereses de los trabajadores; son otras tantas cuestiones más, que me llevan a fijar dicha postura.

    Sí, soy maestro y no votaré por el PRI, por Meade y por Nueva Alianza.

    Ciertamente habrá quién si lo haga, y está en su sano derecho. Es respetable, al igual que es respetable el que muchos más voten por el candidato o candidata cuyas propuestas representen sus intereses. Ese es el fin, el propósito, el objetivo de una democracia: elegir libremente.

    Mi deseo pues, es que los maestros y maestras de México, elijan y elijan bien.

    A partir de diciembre de este año nos esperan 6 años más de gobierno. La decisión que habremos de tomar, obviamente repercutirá en el escenario educativo. Podemos apostarle a la continuidad pero, personalmente, le apuesto a un cambio. Un cambio que traiga consigo aminorar los males que aquejan a México. Un cambio, en la forma de conducir las políticas públicas en el país. Un cambio, que escuche, que entienda, que comprenda. Un cambio que sea eso, un cambio y no una cerrazón ni continuidad fallida como la que propone el actual Secretario de Educación de apellido Granados en su más reciente columna.

  • Por qué sí estudiar para maestro.

    Por qué sí estudiar para maestro.

    A lo largo de estos años he saboreado los sinsabores de la profesión, pero también, las grandes satisfacciones que la docencia brinda cada día, con cada amanecer, en cada aula y en cada escuela.

    El cúmulo de sucesos, inimaginables e inciertos, generan cierta inquietud, cierto desasosiego, cierta esperanza. ¿Qué nuevas y extraordinarias aventuras viviré este día? Siempre me he preguntado y la respuesta, tan inverosímil como cierta, me remonta a los primeros encuentros que tuve con mis alumnos. Sí, personas cuyas edades se asemejaban a la mía. ¿Qué podré enseñarles si tal vez poseamos los mismos conocimientos? Cierto, la escuela te prepara teóricamente para enfrentar las diversas situaciones que pueden ocurrir en un salón de clases, pero la práctica… ¿qué puedo decir de la práctica? Ésta hace al maestro.

    ¿Cómo olvidar ese nerviosismo que recorría todo mi cuerpo cuando por primera vez estuve frente a mis estudiantes? Aún lo recuerdo y debo ser sincero, a pesar de tener más de 20 años de servicio en diferentes escuelas, todavía lo siento. Describirlo es indescriptible. De hecho hace unos días, cuando conversaba con algunos jóvenes de alguna escuela normal del Estado de Puebla, les decía que antes de estar frente a ellos, sentí un golpe de adrenalina, tan único como sincero, pero que nada, absolutamente nada se comparaba con ello. Es sentirse vivo, es sentirse pleno, es sentirse completo.

    No hay más, la docencia me ha dado los mejores momentos de mi vida profesional. Bien lo afirmaba Esteve en su texto “La aventura de ser maestro”, la docencia es una profesión ambivalente, porque en ella te puedes aburrir soberanamente o bien, puedes maravillarte con el descubrimiento que cada día hacen tus alumnos, y es cierto. Nada puede compararse con el ejercicio diario a través del cual se logra interactuar con el otro, que no es otro más que uno mismo, porque ambos viven en un mismo plano, en un mismo espacio, en un mismo mundo.

    ¿No acaso la docencia implica una acción de enseñanza mutua, recíproca? Si mis conocimientos no me fallan ésta, la docencia, en una sola acción, pone en marcha una relación indisoluble entre el maestro y el alumno. Ahí, en ese momento esplendoroso, tiene sentido el ejercicio docente que, quienes lo ejercemos, podemos contemplar en toda su magnitud y eso, créame usted mi apreciable lector, no encuentra comparativo alguno.

    Sí, en estos años, particularmente desde que inicio el pésimo gobierno de Enrique Peña Nieto, la docencia y al docente, se le ha satanizado, se le ha enjuiciado, se le ha denostado. Toda responsabilidad sobre los magros resultados que se han visto y conocido en el Sistema Educativo Mexicano (SEM) se les han atribuido a los maestros, y esto no es cierto porque como sabemos, las políticas educativas que se han implementado en estos casi seis años de gobierno con la idea de “mejorar” la calidad educativa, no han logrado los resultados esperados. Nada más nefasto que el “Pacto por México”. Un montaje a través del cual, se dijo, el estado recuperaría la rectoría de la educación y ¿qué es lo que ha recuperado?, ¿qué es lo que ha arrojado la implementación de una reforma educativa?, ¿qué beneficios ha traído consigo una evaluación punitiva?, ¿cuáles son los logros o beneficios que se han obtenido con un ingreso al servicio profesional docente si en los estados o en buena parte de ellos, las prácticas clienterales y corporativas siguen permeando a las instituciones cuyo propósito es el de velar por la aplicación de una Ley del Servicio Profesional Docente? En fin, ¿qué es lo que se ha obtenido? Como decía, la denostación de la docencia y del magisterio.

    Por qué sí estudiar para maestro, fue una interrogante que me surgió en los primeros días del mes de febrero de este año, cuando a través de las redes sociales, observé que varias escuelas normales del país comenzaron a publicar sus convocatorias de ingreso. Todas estas escuelas, además de convocar a los miles de jóvenes que próximamente egresarán del bachillerato, difundieron videos mediante los cuales dieron a conocer sus programas de estudio. Un ejercicio que difícilmente se veía hace unos cuantos años pero que hoy, ante una inminente reducción de la matrícula por los efectos que esa misma denostación del magisterio se ha hecho evidente pero, también, por las políticas que la misma Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) y lo que cada estado de la República Mexicana ha implementado con la idea de disminuir y, tal vez desaparecer, al normalismo mexicano, a éste, no lo han mermado por completo. Y no lo han mermado porque el normalismo sigue vivo; ahí, caminando en silencio, con pasos firmes y seguros; con voz pausada pero nítida; con ideas claras y principios sólidos; con sueños y esperanzas renovadas.

    Por qué sí estudiar para maestro es una pregunta que tiene más de una respuesta; porque ésta es un noble profesión que, más allá de esas políticas educativas, más allá de esos “Pactos por México”, más allá de los Secretarios de Educación y funcionarios a cargo de la DGESPE, o de los que ocupan las diferentes direcciones generales de normales en las Secretarías de Educación de las entidades, se encuentra una esperanza. Una esperanza que solamente la educación brinda a cada uno de nosotros: la docencia.

    Ésta, es encontrarse con un mundo maravilloso donde los sueños cobran vida a través de un cuento, de una lectura, de una poesía. Es maravillarse con la resolución de un problema, de un acertijo, de una adivinanza. Es asombrarse con un relato histórico, con una leyenda, con una semblanza. Es sorprenderse con un experimento, con un descubrimiento, con un juego. Es simplemente vivir y vivir una vida.

    Cierto, como toda profesión, seguro estoy, que los sinsabores son parte de ésta; los he vivido, de eso no hay duda. No obstante, y como al inicio de estas ideas refería, aprender a saborearlos, es también una enseñanza, un proceso, un aprendizaje. Enseñanza, proceso y aprendizaje que es para toda la vida.

    Creo en las escuelas normales y el potencial que en éstas se encuentra. Recientemente lo constaté en el 2º Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal pero también, lo he constatado en el recorrido que he realizado en varias de estas instituciones formadoras de docentes del país. De hecho, si alguien en este instante me preguntara si volvería a estudiar para maestro, con el corazón en las manos le respondería que sí. Sí, porque vale la pena ser maestro.

  • El reglamento a normales: poco ruido, pocas nueces.

    El reglamento a normales: poco ruido, pocas nueces.

    En estos días en los que el normalismo mexicano aparece de nueva cuenta en el escenario nacional; esto, por la aprehensión de un delincuente de “poca monta” apodado del “Ranas,” pero que figuró – a decir de las propias autoridades de la Procuraduría General de la República (PGR) – en la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Gro., dos eventos, también normalistas y disímbolos entre sí, llamaron mi atención y que, en su momento, publiqué (brevemente) en mi página de Facebook: a) los resultados que la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE) dio a conocer con relación a la participación de varios docentes normalistas de todo el país, en el 2º Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal (CONISEN) próximo a celebrarse en Aguascalientes; b) y, la publicación del Reglamento de Ingreso, Promoción y Estímulos (RIPE) que habrá de regular dichos procesos al interior de las escuelas normales de México.

    Con relación al primero asunto, los datos que pude obtener de la página de la DGESPE son contundentes: para el 2º Congreso Nacional de Investigación sobre Educación Normal, se aprobaron 284 ponencias, 57 carteles, 54 talleres, 31 presentaciones de libros, 6 revistas y 12 videos. Contribuciones que, como ya he dicho (pero que en este momento complemento), fueron elaboradas por docentes y alumnos de las escuelas normales del país que así desearon participar. En números cerrados: 444 contribuciones se expondrán del 20 al 23 de marzo en Aguascalientes, Ags., sede de dicho Congreso.

    Estos datos indudablemente invitan a la reflexión, análisis y a las posibles líneas de investigación que de tal evento puede desprenderse, y que en estudios como los que Verónica Medrano, Graciela Cordero o Patricia Ducoing vienen realizando sobre la educación normal, pueden exponerse y/o abordarse, porque a fuerza de ser sincero tenemos que reconocer, que los normalistas vienen haciendo investigación e investigación en serio.

    Ahora bien, estos mismos datos, que son datos que usted puede consultar, repito, en la página de la DGESPE, me generaron, como ya decía, una serie de inquietudes y que ahora les comparto: ¿se imagina lo que pasaría si la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la DGESPE, convocara a los normalistas a un Foro Nacional para discutir, mediante una serie de propuestas curriculares, el plan de estudios que esa dependencia está diseñando en “ciertos” espacios y con “algunos” colegas, con el propósito de armonizarlo al nuevo modelo educativo?, ¿se imagina lo que habría pasado si se hubiera debatido entre los actores involucrados, el reglamento de ingreso, promoción y estímulos que ya entró en vigor a nivel nacional en el Subsistema normalista, pero que aún sigue debatiéndose en algunos estados porque pocas son las autoridades que conocen sobre las normales y sobre este asunto?, ¿se imagina lo que puede llegar a suceder si se ofrecen las condiciones para que los profesores y alumnos de las escuelas normales desarrollen y potencialicen sus capacidades, habilidades, valores e inteligencia en el campo que les compete y corresponde? Vaya, ¿por qué no hacerlo?

    En reiteradas ocasiones he señalado (con conocimiento de causa) ciertas “áreas de oportunidad” – como en la SEP le llaman – en la propia SEP y también en la DGESPE, no obstante el CONISEN, desde mi perspectiva, ha sido uno de los aciertos que ha tenido esa Dirección que, dicho sea de paso, pudiera perfeccionar aún más, con el propósito de que más colegas normalistas puedan participar en el congreso en referencia.

    Insisto, ¿por qué si los resultados fueron tan favorables, como los mismos datos lo demuestran y que les he compartido, no se tiene apertura en otros rubros como los que he referido?, ¿por qué las autoridades educativas estatales (por ejemplo) siguen haciendo oídos sordos a las voces que llaman al diálogo, al debate, al acuerdo, con el propósito de lograr los objetivos educacionales que se persiguen al interior de las normales?, ¿es temor, incertidumbre, desasosiego, o una simple, llana y vulgar imposición vertical que no admite otra opción, propuesta y visión de las cosas? Y es que mire usted (sigo con el ejemplo del Reglamento que ya entró en vigor), en el Acuerdo número 05/02/18 por el que se expiden las normas para el ingreso, promoción y otorgamiento de estímulos del personal académico en las escuelas normales y demás para la formación de maestros de educación básica dependientes de la Secretaría de Educación Pública, en los Transitorios, se lee:

    CUARTO.- Para cumplir con el artículo 2 de este Acuerdo y propiciar la articulación de la educación normal con los imperativos de la calidad educativa y de la inclusión, así como con las necesidades de desarrollo del país, la Secretaría de Educación Pública, con pleno respeto al federalismo educativo, promoverá entre las autoridades educativas de las entidades federativas que impartan educación normal y demás para la formación de maestros de educación básica, la adopción y aplicación de las disposiciones del presente Acuerdo.

    Para tales efectos la Secretaría de Educación Pública propiciará la suscripción de convenios dentro de los treinta días naturales siguientes a la publicación del presente Acuerdo”.

    Al respecto, ¿sabe lo que ha pasado en buena parte de las entidades del país? Poco o muy poco. Esa es la respuesta y esa es la pregunta, porque si usted revisa el artículo 2º al que hace referencia el transitorio, en éste se lee:

    “A efecto de atender el mandato constitucional de la calidad en la educación, se precisa conveniente que estas Normas sirvan de lineamientos orientadores de carácter general para que las autoridades educativas de los Estados y los organismos descentralizados de éstos, facultados para prestar servicios de educación normal y demás para la formación de maestros de educación básica, las adopten en sus propias disposiciones”.

    Y créame, las autoridades estatales se han tomado muy en serio su papel y estos lineamientos los están “adoptando” pero a sus propios “intereses”; intereses de las “autoridades” que muchos de ellos ni siquiera se relacionan con lo que en la educación normal acontece; ya sea porque éstos (las autoridades) no tienen ni la más mínima idea de lo que sucede en las escuelas normales, y, otros más que, para acabar pronto, tan conocen el subsistema de educación normal, que hacen todo lo contrario de lo que indica esa norma. Ciertamente, si usted revisa todo el reglamento, en ningún momento se estipula que la autoridad educativa estatal debe convocar a los maestros de las escuelas normales para que trabajen en esa “adopción” a la que se hace referencia; no obstante, ¿quién vive y vivirá los procesos de ingreso, promoción y estímulos en las normales?, ¿las autoridades que son “pasajeras” o los docentes cuya trayectoria la han construido o la vienen construyendo en esas instituciones formadora de docentes? Si esto no es miopía, entonces no sé qué cosa sea.

    En suma, culmino mis ideas reflexionando sobre dos asuntos: a) ¿un reglamento realmente mejorará la calidad educativa en las escuelas normales? Porque, como se ha visto con la reforma educativa, reglamentar no es sinónimo de educar. ¿Acaso no aprendieron de esa experiencia en la DGESPE?; b) el diálogo, en un país democrático como el nuestro, a pesar de posicionamientos encontrados, debe ser la bandera que permita fortalecer lo que puede ser fortalecido, mejorar lo que pueda ser mejorado, y corregir lo que deba ser corregido; al final de cuentas, actores van, actores vienen, pero el Subsistema, las normales y los normalistas, ahí han estado, tan vivos entre sus actores, pero tan olvidados por sus gobiernos. Por tal razón, mientras no se erradiquen este tipo de pifias en las entidades (disculpen si generalizo porque reconozco que si hay sus raras excepciones en el país), la educación y los “sueños” secretariales se quedarán en eso, en meros intentos por mejorar la educación en los estados y en las normales.

  • Los aprendizajes clave: el “vocho” rojo de la SEP. (2ª. Parte)

    Los aprendizajes clave: el “vocho” rojo de la SEP. (2ª. Parte)

    En mi pasada entrega, abordé el tema del modelo educativo próximo a entrar en vigor en el Sistema Educativo Mexicano (SME), a partir de una metáfora que se desprendió de la que en su momento nos compartió Manuel Gil Antón, sobre la reforma educativa en México y, en la cual, éste aludió a ese camión (SEM) y al tránsito que ha tenido por más de 50 décadas. Le recomiendo vea el video que se encuentra en el canal de YouTube en el enlace que le comparto en estos momentos (https://www.youtube.com/watch?v=odqJfJ9lOJ4).

    Así, decía, ese camión durante este sexenio, concibió un hijo cuyo nombre da entrada al título de estas líneas: el “vocho” rojo; un hijo que para efectos prácticos, no es otra cosa más que los aprendizajes clave que la SEP propuso hace unos meses. Ya di cuenta de ello, repito, en mi pasada entrega.

    Pues bien continuando con dicho análisis, en el documento “Aprendizajes clave para la educación integral”, se especifica que éste tiene un enfoque socioconstructivista, el cual considera la interacción social del aprendiz, planteando la necesidad de explorar nuevas formas de lograr el aprendizaje [Ojo, con la idea “explorar” nuevas formas de lograr el aprendizaje], que no siempre se han visto reflejadas en el aula [ojo también con la contradicción que se encuentra en esta aseveración porque como sabemos, cada contenido se desarrolla dependiendo de los estilos de aprendizaje, el contenido, los elementos del contexto, etc. Es decir, no siempre se tienen que ver reflejadas en el aula esas formas de aprendizaje]. Considera al aprendizaje como participación o negociación social, un proceso en el cual los contextos sociales y situacionales son de gran relevancia para producir aprendizajes (SEP: 33).

    De esta forma, la SEP plantea la necesidad de trabajar mediante un aprendizaje basado en preguntas, proyectos y problemas, el cual considera los intereses de los alumnos y los fomenta mediante su apropiación e investigación (SEP, 2017), o bien, a través de un aprendizaje colaborativo, cooperativo y los modelos de aula invertida (SEP, 2017), para que el estudiante lleve a cabo parte del proceso de aprendizaje por cuenta propia y fuera del aula.

    Sí, todo eso lo considera el enfoque y propuesta que elaboró la SEP; sin embargo, la experiencia – y ellos deberían de saberlo – nos dice que abordar el aprendizaje de esta forma, también tiene ciertos inconvenientes entre los cuales, señalo algunos de ellos: el ritmo de avance es lento con relación al contenido (en este caso del aprendizaje clave) que se considere abordar, esto, por el nivel cognoscitivo de cada educando; son muchos los estudiantes que desean trabajar individualmente porque su intelecto (por los diversos factores que en éste influyen tales como: los familiares, económicos, culturales) es mayor al resto; falta de interés y seriedad por aprender, lo que ocasiona que la participación no sea homogénea (y no tiene porqué serlo, sin embargo como sabemos, en el aula son variables las participaciones de los integrantes de un equipo, por ejemplo); la evaluación bajo este esquema suele causar problemas porque los alumnos la consideran en exceso subjetiva, sobre todo, en grupos de discusión cuando un alumno del mismo equipo participa más que el otro; los padres de familia suelen inconformarse porque no observan un “rápido” avance en los aprendizajes de sus hijos”; en fin, insisto, son varias las desventajas que de este esquema se desprenden, obviamente, las ventajas podemos deducirlas de los mismos.

    Ahora bien, si usted analiza con detenimiento la explicación que he realizado hasta el momento, tal parece que esta propuesta no precisamente enfoca su atención en el aprendizaje sino en la didáctica que debe y tiene que desarrollarse para el logro del mismo. Aquí cobra sentido ese “tránsito didáctico” al que aludía en mi anterior entrega, y que más allá de una probable discusión en términos epistemológicos que pudiéramos emprender en estos momentos (por aquello de que el docente es el responsable de dirigir, coordinar, orientar y monitorear los procesos de enseñanza o también, por aquello de que el docente es un mero facilitador del aprendizaje), tendríamos que pensar y repensar cuáles son las condiciones bajo las cuales el docente viene abordando los contenidos en México, los métodos y metodologías que emplea, los enfoques que considera para el abordaje de los temas, en fin, toda esa didáctica que atinadamente Ángel Díaz Barriga continuamente comparte sobre este asunto, pero que comparte en términos de lo que él en 2016 denominó como un modelo “muy idealizado”, sencillamente porque el esquema propuesto por la SEP no pone los pies en la tierra, cito: “en el cuarto informe de gobierno, se reporta que hay cerca de 179 mil escuelas públicas en el país, números más, números menos; y que en estas 179 mil escuelas, lo que encuentras son 638 mil carencias físicas, por ejemplo: falta de pizarrón, falta de agua corriente, problemas en los baños, problemas de señalización… si se sacara un promedio muy grueso se estas cifras, en cada escuela pública mexicana hoy encontraríamos, por lo menos, tres carencias que, evidentemente, dificultarían el desarrollo y aprendizaje de los contenidos planteados” (Recuperado de http://www.blackmagazine.mx/diaz-barriga-para-el-nuevo-modelo-educativo-hay-que-poner-los-pies-en-la-tierra/), además del desarrollo profesional del docente.

    ¿Cómo se espera que el profesor desarrolle estas estrategias si las realidades de ese México que he planteado condicionan los procesos de enseñanza y de aprendizaje?, ¿cómo se espera que se logren los resultados esperados si la formación inicial de docentes ha estado supeditada a lo que las autoridades determinen desde la DGESPE (ver estudio La Educación Normal en México. Elementos para su análisis)?, ¿cómo se espera que los aprendizajes clave, que son otra cosa más que los aprendizajes esperados, sean desarrollados por los profesores si en cada escuela que existe en México su planta docente la integran profesores que fueron formados con diferentes programas de estudios en las escuelas normales y la capacitación que han recibido no ha sido satisfactoria?, ¿cómo se espera que los aprendizajes calve sean desarrollados si los profesores no han recibido adecuados programas de profesionalización docente en áreas de una supuesta gestión personal del conocimiento? Segundo gran golpe al “vocho rojo”. ¿Se desvieló el motor?

    Para concluir con esta serie de ideas, deseo aterrizar una más que me parece pertinente en estos momentos, porque con seguridad con lo expuesto, usted se siente angustiado (a) porque la perspectiva que he presentado hasta el momento, contiene un dejo de pesimismo, producto de esa realidad que estamos viviendo; si ustedes me preguntaran ¿qué podemos hacer entonces si por un lado tenemos una curricula que no acaba de considerar en su estructura todos los problemas que he señalado, y por el otro, a un docente que sufre a diario las tensiones que son producto de atracción y contracción que generan, no uno sino varios “cuerpos” contra él, y que afectan su desempeño docente?

    La respuesta, aunque obvia, y tal vez nada innovadora, tienen que ver con ese empoderamiento del docente y del trabajo que realiza a diario en sus centros escolares. La misma experiencia que he tenido en todos estos años, y que me ha llevado a recorrer algunas entidades del país para trabajar algunos cursos, talleres y conferencias con mis apreciados maestros de todos los niveles educativos, me ha dejado claro que, la valoración de su trabajo, el reconocimiento de la labor que realizan, la motivación que pueda generárseles, la humildad y sencillez con la que pueda hablárseles son, entre otras cuestiones, elementos fundamentales para que éstos reconozcan, revaloren y resignifiquen su profesión y la labor que realizan en sus salones y escuelas.

    Planteamiento sencillo, pero que está cargado de sentido si consideramos que desde hace algunos años, al maestro se le ha satanizado, se le ha golpeado, se le ha ofendido, se le ha ninguneado.

    No, no es una defensa a ultranza esta idea. Sé y tengo claro que en el magisterio hay de todo y todo se comparte y reparte, sin embargo, aludiendo a una idea que hace unos años nos compartía Esteve en su texto “La aventura de ser maestro”, considero que todos debemos ser capaces de generar que el docente, así como lo hacemos con nuestros alumnos, descubra nuevamente el amor por su trabajo, que lo descubra y lo redescubra, que lo viva y reviva intensamente.

    Luego, tampoco debemos dejar de lado otra idea que me parece de lo más pertinente, la fortaleza de instituciones capacitadoras, actualizadoras y profesionalizantes (de los maestros) en cada uno de los estados de la República Mexicana. Hay que voltear a ver a los Centros de Actualización del Magisterio, a los Centros de Maestros, a las Escuelas Normales, a la Pedagógica Nacional, en fin, a todas aquellas instituciones que por años han tenido ese contacto con lo que acontece en las escuelas de nivel básico y con las tendencias y corrientes pedagógicas que se vienen abriendo paso en el mundo. Esto, con el propósito de que brinden esa capacitación, actualización y profesionalización “presencial” de los profesores y profesoras de México. Buscar formas y mecanismos que le permitan al magisterio entregar mejores resultados es lo pertinente o, ¿no es eso lo que gritan a los cuatro vientos desde la Calle de República de Argentina?

    Una idea más, y con la cual deseo terminar, tiene que ver con la sentida exigencia que desde hace más de 5 años se le viene planteando al gobierno, apertura le llamaremos; la intransigencia y los oídos sordos, nada bueno traen consigo, y créanme, si este país se ha mantenido en calma ante la serie de abusos, crímenes, fechorías de quienes han estado en el poder, ha sido por los maestros. Pero también, si el país ha logrado que la educación no toque fondo por la serie de realidades que les he expuesto hace unos momentos, también ha sido por los maestros.

    Su labor está ahí, a veces en silencio, pero es una labor que no podemos despreciar ni denostar, porque si alguien hemos aprendido, ha sido de un maestro.


    Nota: tanto la 1ª como la 2ª parte, son un extracto de la conferencia magistral que, gracias a la invitación que la Escuela Normal Superior de México me realizó en días pasados, la presenté el pasado 27 de febrero en las instalaciones de dicha escuela.

  • Los aprendizajes clave: el “vocho” rojo. (1ª Parte)

    Los aprendizajes clave: el “vocho” rojo. (1ª Parte)

    El camión que empleó hace cinco años Gil Antón, en su metáfora, para referirse a la Reforma Educativa que impulsó el gobierno Peñista (https://www.youtube.com/watch?v=odqJfJ9lOJ4), ha concebido un hijo. Sí, así como lo leyó usted, un hijo que para efectos prácticos, le pondremos por nombre “vocho rojo”; sólo que a diferencia del uso que este investigador le dio (hace unas semanas) para realizar una analogía entre lo que la Secretaría de Educación Pública, en voz de su titular, Otto Granados, propuso para que los estudiantes “ipso facto” obtengan mejores y excelentes resultados en el examen PLANEA (u otros), lo utilizaré para referirme al documento “Aprendizajes clave para la educación integral”, en el entendido de que el camión es el Sistema Educativo Mexicano (SEM) en cuyo centro se coloca el Modelo Educativo, y el vocho rojo, es su hijo, y que también en su centro, se colocan los aprendizajes clave. Veamos.

    Pensemos por un momento que, independientemente del recorrido que ha tenido el camión que he referido, éste concibió un hijo. Un pequeño vehículo cuyas piezas de carrocería, interiores (asientos, palanca, retrovisor, pedales, vidrios, entre otros), además de las llantas, accesorios, motor y escape, son “nuevos” de paquete. Nadie los ha usado, nadie los ha revisado, solo sus creadores. Creadores que pensaron en el posible camino que éste habría de transitar, obviamente, tenían como referente lo que su padre había pasado por más de 50 años. Le dotaron pues, de un motor que no podría desvielarse. De un aire acondicionado que no permitiría que los vidrios se empañaran. De unos limpiaparabrisas cuya eficiencia sería tal que no habría forma de que la lluvia, niebla, o polvo causaran estragos a su conductor. De unas llanas que, a pesar de lo tortuoso del camino, éstas podrían resistir los baches y uno que otro socavón que posiblemente encontrarían en su tránsito. De una palanca de velocidades conectada con el motor que, independientemente de los cambios bruscos de velocidad, éstos aguantarían cualquier esfuerzo. De una pintura impecable, cuya resistencia no estaría en duda dadas las inclemencias del tiempo.

    Sí, de todo eso le dotaron; sin embargo, lo que no pensaron estos “genios” de la fabricación, fue en la serie de complejidades que se observan en los distintos caminos que existen en México y que, al igual Gil Antón y su camión, conocemos muy bien, porque a diario transitamos por ellos.

    Avizoro, con el riesgo de equivocarme, que su recorrido inicial estará lleno de tropiezos, de dudas, de incertidumbres, de desasosiegos pero, lo que es peor, que con el paso del tiempo y obviamente con su recorrido, en lugar de convertirse en un Ford Mustang de primer nivel, este pobre vocho, se convertirá en un pedazo de hojalatería que ni sus mismos diseñadores podrán reconocerlo. Y esto será así, por varias razones, una es por las condiciones en que actualmente se encuentra los diferentes caminos de México, la otra u otras, está tan relacionadas con la falta de capacitación, actualización y profesionalización de los conductores (los profesores) que éstos, a pesar de sus esfuerzos, y de las ganas de mantener ese vocho rojo que les ha sido entregado, sucumbirán a las inconsistencias que el mismo camino les arroje a menos de que éstas se subsanen con políticas a mediano y largo plazo que traigan bienestar para los mexicanos.

    ¿Se ha preguntado cuántas reformas, modificaciones o transformaciones en materia educativa ha habido de 1970 a la fecha? Si mis datos no me fallan, más de 15. Algunas, como bien sabemos, han sido implementadas en ciertos niveles educativos y pocas, pensando en un nivel específico, como la que entrará en vigor en educación básica en agosto de este año. No obstante, muchas de ellas, no terminaron de cuajar en el medio educativo y las cambiaron.

    En este sentido, si usted revisa el documento “Aprendizajes clave para la educación integral” podrá advertir, que éste es un documento muy extenso (676 páginas), y que elementos más elementos menos, personalmente llaman mi atención dos aspectos que deseo compartirles en estos momentos: el enfoque competencial y, algo que he denominado “tránsito didáctico”; aspectos que auguran que ese vocho al final del camino, quede destartalado, como ya he dicho. ¿Por qué afirmo esto? Me explico.

    Por lo que respecta al enfoque competencial que en ese documento se referencia, cito: “en este plan el planteamiento curricular se funda en la construcción de conocimientos y el desarrollo de habilidades, actitudes y valores. En este sentido, su enfoque es competencial, pero las competencias no son el punto de partida del plan, sino el punto de llegada, la meta final, el resultado de adquirir conocimientos, desarrollar habilidades, adoptar actitudes y tener valores… la experiencia en esta materia a nivel internacional nos dice que al buscar el verdadero dominio de las competencias del siglo XXI, estamos en la dirección correcta” (SEP, 104).

    Leído y citado lo anterior, me surgen las siguientes inquietudes, si el mismo documento “Aprendizajes clave” reconoce que desde el año 1993 se ha buscado que los estudiantes desarrollen competencias para el estudio, para la vida y para continuar aprendiendo afuera de la escuela (SEP, 100), ¿qué es lo que ha pasado en nuestro país desde la entrada del enfoque basado en competencias? A más de 25 años, la evidencia (pruebas PISA, ENLACE y más recientemente PLANEA) nos indica que algo está pasando para que tal enfoque no haya dado los frutos esperados en México.

    Aunado a lo anterior, llama la atención que en esa misma cita, se reconozca “la experiencia que ha tenido en el ámbito internacional” la aplicación de este enfoque y, para el caso mexicano, ¿qué ha pasado?, ¿cuál ha sido la experiencia que se ha obtenido?, ¿dónde quedan los diagnósticos, evaluaciones, hallazgos y demás cuestiones relativas a los resultados que arrojó la implementación y desarrollo de ciertos currículos? Si se tienen estas cuestiones, ¿por qué no se consideraron tales experiencias en el diseño curricular que se propuso en este “nuevo” modelo?, ¿por qué se le sigue apostando a la continuidad de algo que a luces no cuaja del todo en nuestro país por las razones que he venido exponiendo? Peguntas ingenuas si usted gusta pero que, desde mi perspectiva, son básicas para comprender el embrollo en que estamos metidos.

    Primer gran golpe al vocho rojo. ¿Se afectó la carrocería?

  • El reglamento a normales: ¿más es menos?

    El reglamento a normales: ¿más es menos?

    En días pasados, quienes nos encontramos insertos en el subsistema normalista y nos preocupamos y ocupamos por lo que ocurre en este y en otros espacios, nos enteramos que en el Benemérito Instituto Normal del Estado de Puebla, el Dr. Tuirán, Inauguró el I Taller Regional correspondiente a la Zona Centro, sobre la elaboración de normas para el Ingreso, Promoción y Otorgamiento de Estímulos (RIPE) del personal académico en las escuelas normales.

    A dicho evento fueron convocadas, autoridades de las escuelas normales de la CDMX, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala, con el fin – a decir del propio Subsecretario – de fortalecer a esas instituciones y transformarlas para que éstas sean capaces de encarar los desafíos del siglo XXI. Interesante cuestión fue ésta – pensé por un momento –, porque si mi memoria no me falla tal reglamento, se ha venido trabajando de unos meses para acá en diversas sedes, con “representantes” de las instituciones formadoras de docentes de “todo” el país pero, también, en un “grupo especial” (Notimex 13/07/2017) conformado por integrantes del SNTE, y otros actores o agentes “educativos” que bien a bien no sé qué hicieron en ese embrollo pero de que participaron, participaron en la encomienda que en ese entonces les confirió Nuño.

    Lo anterior ¿qué significa? Es decir, el que ya se haya venido trabajando el reglamento que refiero; sencillo, que no hay mucho de nuevo en la noticia ni en los foros que el Subsecretario ha comenzado a trabajar en todo el país. ¿Qué beneficio o aportación pueden traer estas “reuniones” si ya existe un “esquema normativo” en el que se observan, entre otras cuestiones, una modificación reglamentaria que bien a bien no se entiende, sobre todo, porque en tales reglas, las formas de ingreso, promoción y estímulos, se contemplan a partir de la integración de ciertas comisiones dictaminadoras que, también, bien a bien no se entienden por su “disparidad” e incongruencia con lo que sucede en las normales?. Pongo un ejemplo para el ingreso: ¿cómo y a partir de qué criterios se evaluará la “vocación” del aspirante que desee concursar por una plaza dentro del subsistema de educación normal?, ¿será a través de un examen?… ¿la vocación se valora a través de un examen?

    Ahora bien, a partir de estas reuniones y/o talleres, ¿se podrán hacer modificaciones al reglamento que ya ha sido construido, con propuestas que surjan, no de las autoridades educativas y de los diálogos de éstos con ciertos “representantes” de la normales, sino de los docentes adscritos a todo el subsistema que, al fin y al cabo, son los que padecen los procesos de ingreso, promoción y estímulo referidos? En este sentido, les invito a leer mi postura sobre los estímulos que existen en las normales y que publiqué en este mismo espacio hace unas semanas, y cuyo título les dará una idea de lo que éste refiere: la manzana de la discordia en normales.

    Pero volviendo al tema que me ocupa, pregunto nuevamente, ¿se podrán hacer modificaciones al reglamento que se ha construido y que ya ha sido ventilado en los foros que ha encabezado el Subsecretario. Y es que mire usted, la conformación de una Comisión Dictaminadora por dos académicos miembros del Sistema Nacional de Investigadores, la Academia Mexicana de Ciencia u otros organismos de prestigio equivalente, nombrados por la DGESPE; dos académicos adscritos a la EN en donde se genere la vacante, designados por el sindicato titular; un miembro del IPES a invitación de la SES; entre otros más, hace pensar muchas cosas, por ejemplo: ¿qué es lo que se pretende con este reglamento y con la Comisión Dictaminadora que refiero? ¿qué los SNI avalen la preparación y/o trayectoria académica de los aspirantes y candidatos a promoción y los del sindicato velen por los derechos laborales de los trabajadores? Menuda situación sería ésta que ya quiero ver en acción; pero aún hay más: ¿por qué la DGESPE es la única instancia que designará a los SNI?, ¿y los estados qué papel juegan en todo ello?, ¿qué autonomía e imparcialidad podrán tener las comisiones dictaminadores si habrá de “dulce, chile y mantequilla” en su conformación?, ¿en verdad los integrantes del SNTE avalarán imparcialmente las evaluaciones realizadas a los aspirantes y candidatos a promociones?, ¿de qué manera se asegurará que haya transparencia en los procesos si en muchas Secretarías de Educación o, en el propio SNTE, se encuentra adscrito personal que debería estar laborando en las escuelas normales pero realiza un trabajo administrativo y/o político? Habría que recomendarle a alguien, el documento que hace unos días Verónica Medrano difundió, “La educación normal en México. Elementos para su análisis”, o bien, lo que Graciela Cordero ha venido investigando desde hace un tiempo; esto, con el propósito de que tenga un panorama más amplio de lo que ocurre en las normales, consecuencia de los que han dejado de hacer o hicieron incorrectamente ciertos agentes educativos. Pongo un ejemplo: ¿por qué cuando Marcela Santillán (ex directora de la DGESPE) propuso la modificación del reglamento de normales no se avanzó como debió avanzarse?, ¿quién o quiénes fueron los responsables de que se detuviera tal hecho?

    Ahora bien, habría que recordar que ese “intento” por realizar una modificación al reglamento normalista se dio durante la gestión del mismo Subsecretario Tuirán. ¿No habría que cuestionarle al Subsecretario, hoy que regresó a la Subsecretaría de Educación Superior, qué fue lo que pasó en ese entonces para que esa propuesta no prosperara? En fin.

    Ojalá que el mismo taller se inauguré con todos los maestros normalistas. Sería muy interesante conocer su punto de vista y los procesos que se viven en un medio tan heterogéneo como lo es el normalismo mexicano.

    Bien se dice que la forma es el fondo y, en este caso, el fondo no parece ser muy claro, y la forma, mucho menos.

    Tiempo al tiempo

  • Las normales, un debate… ¿incómodo?

    Las normales, un debate… ¿incómodo?

    Y a pesar de que existan algunas voces que afirman que el normalismo mexicano no ha estado, por décadas, en el abandono u olvido, los datos que la semana pasada, Verónica Medrano, dio a conocer a través del estudio que realizó con relación a la educación normal en el país, en principio, confirman, lo que en reiteradas ocasiones he argumentado al respecto: ese abandono u olvido al que fueron sometidas por diferentes gobiernos, en diferentes sexenios, las escuelas normales.

    Y menciono que en principio porque precisamente este estudio, arrojó numerosos datos que evidencian la heterogeneidad que priva en el Subsistema normalista. Ya en reiteradas ocasiones me he referido a ello en este y otros espacios pero, no está demás, recomendar a usted que lee estas líneas, leer el documento que refiero, así como también, los diferentes posicionamientos que existen sobre el tema en diferentes espacios y textos.

    Tengo claro que, en términos de investigación, más allá de la post verdad a la que continuamente Pedro Flores Crespo alude para referirse a quienes disientan de algunos hechos o datos duros; ésta, la investigación, nos permite obtener hallazgos cuyo fundamento científico estás más que comprobado. Sin embargo, este y otros temas, son susceptibles de ser interpretados por la misma inercia con la que se generan tales hallazgos. Obviamente que al hacer uso de un enfoque cuantitativo se dejan de lado, algunos otros elementos propios del o los objetos de estudio que también son parte de un fenómeno, en este caso, referido al normalismo mexicano.

    No obstante, insisto, la investigación realizada por la Dra. Medrano y colaboradores, pone en el centro del debate, algunos asuntos que son parte de ese normalismo olvidado pero que, también insisto, pueden ser investigados con el empleo de otra metodología que permita cruzar la información para una mejor toma de decisiones.

    En este sentido es que llamó mi atención – y así lo posteé en Facebook – el momento en que se dieron a conocer los resultados de la indagación pero, también, el que el propio Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE) haya impulsado tales acciones. Esto, por tres cuestiones que desde mi punto de vista no debemos dejar de lado: 1) hace algunos meses, el INEE emitió las directrices para mejorar la formación inicial de docentes de educación básica, documento que generó diversas reacciones siendo la más sobresaliente, el rechazo por la Normal Enrique C. Rébsamen y otras, cuyos argumentos versaron sobre la posibilidad de poner en marcha las sugerencias que en ese documento se dieron a conocer para favorecer la formación en las escuelas normales; 2) ante una inminente reforma a los planes y programas de estudio que la DGESPE ha venido trabajando de unos meses a la fecha, con la idea de armonizar dichos planes con el modelo educativo que entrará en vigor en 2018, resultó interesante los datos que se ofrecieron en cuanto a la disparidad y/o desvinculación que existía entre las normales y la educación básica (preescolar, primaria y secundaria); asunto del que he hablado en demasía en diversos foros y que, al parecer, necesitaba de un “empujoncito” por un agente externo para que se emprendiera esta acción en las instituciones formadoras de docentes; 3) la implementación de un reglamento de ingreso, promoción y estímulo (RIPE) para el personal docente que labora en las escuelas normales, mismo que sustituye al todavía vigente y que se conoce como RIPPA (reglamento de ingreso, promoción y permanencia); un asunto reglamentario pero cuyo propósito se relaciona con un esquema similar (o muy parecido) de ingreso, promoción y estímulo al personal adscrito a la educación básica, salvo por algunas diferencias en cuanto a las comisiones dictaminadoras pero, en concordancia, con el perfil que se requiere en dicha educación básica.

    Insisto, asuntos nada menores que, en términos de política educativa, encuentran sentido si observamos el contexto bajo el cual, se dieron a conocer estos datos.

    Ciertamente, y coincido con Verónica Medrano, hay cuestiones que se dejaron de hacer a partir de 1984, fecha en la que las normales adquirieron el rango de Licenciatura pero, como ella misma lo explicó y afirmó, otras no se tomaron en cuenta por la temporalidad de su estudio. Bien podría entonces, realizarse un segundo estudio que develara algunos de los misterios que, desde hace varias décadas, se han suscitado en el subsistema, y en el que los gobiernos, secretarías de estado y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), han tenido su parte y jugado un papel nada decoroso ni favorable para la mejora sustantiva de la formación inicial de docentes.

    Hace días, David Calderón, Director de Mexicanos Primero, en alguna de sus columnas, proponía que es momento de voltear a ver lo bueno de los maestros de las escuelas (de todos los niveles) y de las propias escuelas, y coincido; no obstante, hacerlo sin mirar la historia, tradiciones, culturas y demás elementos, tal vez ideológicos, que permean dichas prácticas, es por demás incorrecto. Me explico.

    Desde hace algunos meses, la Escuela Normal Veracruzana, Enrique C. Rébsamen, ha planteado una serie de propuestas con la intención de fortalecer sus procesos académicos, de investigación y de difusión, pero muy poca respuesta ha tenido al respecto, ya sea de la autoridad estatal o federal, si usted quiere, pero la respuesta ha sido mínima. Algunas de las razones por las que plantean esas propuestas, radican en los diversos problemas académicos y laborales que han enfrentado de tiempo atrás, dado el desvío de recursos que cometió un exgobernador veracruzano o bien, porque ante ciertos requerimientos que establecen algunas instancias como PRODEP (programa de mejoramiento del profesorado) no pueden cumplirse dadas las dinámicas institucionales y estatales, que no encuentran cabida en instituciones de educación superior.

    Espero que este estudio que fue dado a conocer a los medios de comunicación y al gremio educativo, propicie la reflexión en cada una de las escuela normales o afines a la formación docente. Coincido con Flores Crespo, y me siento optimista porque más allá de los datos que fueron expuestos, las normales se vuelven hacer visibles (y no por los trágicos sucesos de Ayotzinapa que conocemos); pero también coincido con Ángel Díaz Barriga, cuando afirma que es momento de llamar al centro del debate, a esos investigadores, académicos, profesores y demás agentes educativos y no educativos, que son “incómodos” para el centro. Vaya, un punto de vista diferente y con sustento siempre será bienvenido, antes que la toma de decisiones resulte ser lo que usualmente se acostumbra: central y vertical, sin ninguna posibilidad de debate porque para ellos no admite debate.

    El momento es propicio para ello o… ¿me equivoco?

  • Ingreso y permanencia en el SPD: lo legal de lo ilegal.

    Ingreso y permanencia en el SPD: lo legal de lo ilegal.

    Después de ser aprobada la mal llamada Reforma Educativa y las leyes secundarias que de ésta se desprendieron, muchas cosas han pasado en el Sistema Educativo Mexicano (SEM). Algunas, se pensaba, traerían grandes beneficios para los millones de niños y jóvenes que a diario acuden a los miles de centros educativos a recibir sus clases. Según se dijo, estábamos ante una gran “revolución” educativa: el SEM contaría con los mejores maestros y maestras y para ello, su ingreso, se daría conforme a un concurso de oposición; además, se evaluaría el desempeño de los maestros de México, vaya del magisterio por completo; se prometió que cada docente evaluado contaría con un tutor para que, en caso de resultar insuficiente en ese “brillante” examen, éste último colaboraría en la formación del profesor evaluado; se pronunció hasta el hartazgo, que el mérito sería la forma a través de la cual se reconocería la labor de los maestros; en fin, todo eso se dijo y se prometió pero… ¿qué ha pasado?

    El sexenio ha transcurrido y, por debajo del agua – muy por debajo –, cientos de problemas se viven a diario en cada una de las Secretarías de Educación Pública de los estados. Éstos, van desde la falta de lugares para aquellos que concursaron por una “plaza” para el ingreso al SPD, hasta el otorgamiento de los méritos prometidos. Basta con darse una vuelta por cada una de esas dependencias o a sus respectivas áreas de Relaciones Laborales y/o de Recursos Humanos para darse cuenta de que, en materia laboral, esos barcos tienen un gran “agujero”.

    ¿Cuántos de los aspirantes que presentaron el examen para el ingreso al SPD siguen esperando turno dado el lugar que obtuvieron en las listas de prelación y en los que resultaron “idóneos” pero no han sido ubicados porque no hay suficientes recursos o los lugares no están “disponibles”?, ¿de cuántos casos no nos hemos enterado de que varios de esos aspirantes fueron “brincados” para darles el lugar (que les correspondía) a otro u otros que estaban más abajo en la lista de prelación en el concurso en el que ambos participaron?, ¿cuántos de éstos aspirantes no habrán sido obligados a firmar una renuncia a la plaza obtenida en dicho concurso porque el lugar al que fueron asignados se encontraba a dos o tres horas de su residencia y el “contrato” refería la obtención de cuatro o seis horas de servicio que, en los hechos, no le significaría un ingreso por los gastos que le generaría tan solo su traslado? Preguntas y más preguntas, y… ¿las respuestas?

    Ahora bien, si esto no fuera suficiente, habría que preguntarse ¿qué es lo que ha pasado con aquellos docentes que fueron evaluados en su desempeño o bien para promoverse? Dos asuntos que, aunque parecen ser diferentes, conllevan una similitud: la falta de presupuesto para la designación de un tutor o bien para la promoción referida.

    ¿No acaso la LGSP estipula que los profesores que serían evaluados, ya sea en su desempeño y/o promoción, contarían con lo que la misma ley estipula?, ¿sabe usted cuántas demandas enfrenta la Secretaría de Educación Pública (SEP) dado el incumplimiento a las disposiciones que el legislativo aprobó y el gobierno promulgó? Bien se dice que del dicho al hecho hay mucho trecho, y es cierto.

    Hoy día, varios aspirantes y/o docentes están pasando por alguna de las situaciones que he descrito con anterioridad a través de las preguntas que he formulado y, para acabarla de amolar, muy pocos han sido atendidos por quién, en el papel, debería resolver sus inquietudes, sus necesidades, sus intereses.

    No obstante esta situación, el recién nombrado Secretario de Educación, Otto Granados, se ha volcado con todo para seguir impulsando esa reforma educativa y el modelo que de ésta se desprendió, confirmando por un lado que, la política gubernamental no admite una postura diferente a la que desde el centro emana y, por el otro, lo que en su momento Gil Antón y otros colegas afirmaron: (en materia educativa) primero se pavimentó el piso y después se metió el drenaje; pero, ¿por qué afirmo esto? Dese cuenta, a pesar de que han sido muchas las voces que han señalado las problemáticas que vive el SEM en materia de ingreso y promoción, de evaluación al desempeño docente, y de los resultados que éstos han traído consigo en dicho Sistema, no se ha hecho mucho que digamos para subsanar las deficiencias manifiestas; es más, como seguramente se habrá dado cuenta, se ha promovido en demasía la capacitación en línea sobre el modelo educativo pero, en los hechos, cientos de mentores no han podido acceder a esos medios digitales para registrarse. ¿Se imagina lo que pasará más adelante cuando miles de profesores quieran acceder a esa capacitación en línea?

    ¿Cómo se espera que el magisterio conozca a fondo el planteamiento curricular que a partir de agosto se pondrá en marcha si los medios a través de los cuales se capacitará a los docentes son inoperantes?, ¿por qué no se contempla otra estrategia a través de la cual se capacite a los profesores?, ¿cuál es el papel en este rubro de las escuelas normales, los centros regionales de maestros, los centros de actualización del magisterio y los institutos de profesionalización del magisterio en cada uno de los estados?

    La estrategia, fallida, como lo es, no encuentra explicación desde el plano legal que está estipulado en la LGSPD; es más, de qué legalidad estamos hablando si para acabar pronto, es misma ley enfrenta hoy día serios cuestionamientos por su inaplicabilidad dados los constantes problemas que se viven en los estados. Problemas “hormiga” si usted gusta, porque éstos no se visualizan del todo por múltiples razones, por ejemplo, por las posibles represalias de las que pueden ser objeto los mentores que se atrevan a denunciar tales hechos. Sin embargo considero, que el momento es propicio para reflexionar tales asuntos, desde diferentes ángulos, si usted gusta, porque si de por sí la educación que se brinda en el país está pasando por momentos difíciles dadas las políticas gubernamentales que se han desprendido de las internacionales y que han sido implementadas así, a bocajarro… ¿qué puede esperarse cuando se aplique el nuevo modelo educativo que de nuevo nada tiene?

    Tiempo al tiempo.

  • El SNTE: un absurdo democrático.

    El SNTE: un absurdo democrático.

    De ser una de las figuras más poderosas, no sólo en México sino en América Latina y tal vez del mundo, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en los últimos años, perdió rumbo, sentido y dirección, y esto no es para menos. El liderazgo del actual dirigente sindical ha dejado mucho que desear, derivado del “pacto” que éste estableció desde el inicio de su gestión con el gobierno del presidente Peña Nieto. De hecho, para nadie es desconocida “la alianza” que firmaron estos personajes con la intención de que la mal llamada reforma educativa pasara por el legislativo así, “planchadita”, sin ningún argumento a favor de los trabajadores al servicio de la educación.

    Si esto no fuera así, ¿por qué en las diversas entidades de la República Mexicana existen sendos problemas relacionados con una inadecuada aplicación de la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD)?, ¿qué beneficios, logros o conquistas sindicales se han obtenido después de la entrada en vigor de esa ley?, ¿cuáles son las aportaciones tangibles que ha gestionado la dirigencia sindical para sus agremiados?; en concreto, ¿se ha mejorado las condiciones laborales de dichos trabajadores? y ¿cuál es el rol que ha asumido el SNTE desde que la profesora Gordillo fue encarcelada?

    Éstas, en principio, parecen ser algunas interrogantes que a más de uno de esos sindicalizados se les ha venido a la mente y que, tal vez, por temor a las “represalias” de las que pudieran ser objeto por expresar tales cuestionamientos, no se plantean de lleno en las reuniones sindicales que, conforme a los estatutos, las delegaciones tienen la obligación de efectuar en diversos momentos en sus respectivos centros de trabajo.

    Ahora bien, si es que en verdad ha habido logros – por aquello de que se pudiera refutar algunas de las afirmaciones que realizo –, ¿cuáles son éstos y en dónde se han visto reflejados? Dudo mucho que alguien, en estos momentos, se vea y sienta respaldado por una organización sindical como la que refiero. El asunto es simple: la autoridad educativa a nivel federal, ha hecho y deshecho lo que ha querido… ¿Y el SNTE?, durmiendo “el sueño de los justos”.

    De aquellos años en que el Sindicato fue el más poderoso de América Latina, hoy, ni su sombra queda. Aquellos años dorados en los que su presencia era todopoderosa, omnipotente, han desaparecido. ¿Éste es un proceso normal dados los constantes cambios que en las sociedades se manifiestan? Indudablemente, como también es indudable, que las organizaciones deben ajustarse a esos cambios para brindar las posibilidades, en este caso, de defensa de sus agremiados. Tal vez por ello, es que muchos trabajadores adheridos a la educación se pregunten, ¿qué es lo que ésta ha defendido?

    En este sentido es que ha llamado mi atención, los procesos que recientemente se han generado dada la convocatoria que lanzó el SNTE para participar en su VII Congreso Extraordinario. Proceso que bien a bien no se comprende por el empleo de palabras que, dadas las condiciones que vive la educación en México, suenan absurdas, huecas, sin fondo, y más cuando las expresan quienes menos se han caracterizado por aplicarlas: ¿democracia?, ¿transparencia?, ¿pluralismo?, ¿sindicalismo?, ¿compromiso?, ¿unidad y orgullo? Si esto no fuera así, habría que preguntarle a los más de un millón de trabajadores de la educación si consideran que al interior de su organización sindical prevalecen y se promueven tales conceptos.

    Un ejemplo de ello, fue el asunto de los 400 millones que la Secretaría de Educación Pública (SEP) le dio al SNTE para impulsar y difundir el modelo educativo (La Jornada 10/01/2018). Asunto del que poco se habla, poco se sabe, poco se escribe, pero eso sí, su dirigencia sindical a nivel nacional, se jacta de llevar a cabo diversas elecciones democráticas y transparentes en diversos estados del país a través de las cuales se eligen a ciertos representantes que llevarán a dicho Congreso la voz de los trabajadores pero, ¿por qué en ese mismo espacio democrático, plural y abierto no se habla de transparencia en el uso de los recursos de las cuotas sindicales, por ejemplo? Si, ya sé, con seguridad alguien podría argumentar que no es el propósito ni el objetivo de esas elecciones puesto que como su nombre lo dice, se elegirán solamente a esos representantes. ¿Elección le llaman entonces?, ¿y cuándo se conocerá el destino de las “aportaciones” que le son descontadas a los miles de profesores, administrativos y asistentes a la educación?

    ¿No es absurdo tal escenario?, ¿no es simular y maquillar procesos en los que los trabajadores eligen libremente a sus delegados efectivos pero sin que éstos cuestionen asuntos como los que he expuesto?

    El clima electoral que prevalece en nuestro país nos recuerda que, particularmente, esta organización sindical está y estará a disposición del mejor postor. Su nombre y apellido lo conocemos, de ahí que sea irrisorio el planteamiento de un pliego petitorio en el que, a decir de su líder, se pugne por una mejora salarial para sus agremiados. ¿Cuántas veces no habremos escuchado que ahora sí se contará con más y mejores salarios?, ¿cuántas veces no habremos escuchado que ahora sí se peleará porque existan mejores condiciones laborales?, ¿cuántas veces no habremos escuchado que se gozarán de más y mejores prestaciones laborales?

    Sí, la realidad educativa y laboral que observa desde esta dirigencia, es muy distinta de quienes a diario viven los grandes problemas educativos, y si a ello le agregamos que el sindicalismo ha perdido rumbo y sentido, la cosa se empeora un poco más.

    El estado de indefensión en el que se encuentran cientos de trabajadores adheridos a este sindicato es, a veces, mayúsculo. Y ante la impotencia, frustración e indiferencia, ¿qué queda? Desde mi perspectiva, la posibilidad de exigir que esos dirigentes cumplan con su mandato, ese que está establecido en los estatutos que le dan un soporte normativo a las organizaciones como la que ahora expongo y los líderes que las representan.

    Confiemos pues, que dentro de esos representantes que serán elegidos para asistir en próximos días a ese Congreso Extraordinario, haya una voz que realmente sea portador del sentir de los trabajadores de la educación, y la exprese. De simulación y maquillajes ya estuvo bueno. La democracia, no en su sentido abstracto, existe cuando uno es capaz de elegir lo que desea expresar, y el momento es propicio para ello.

    En suma, considero que este sindicato tiene que transformarse, sin olvidar el principio que lo fundamenta: la defensa de los trabajadores de la educación, y no una venta al mejor postor o partido político que le obsequie ciertas canonjías.

    Más allá de ciertas filias y fobias (como bien lo diría un amigo), el sindicalismo debe y tiene que repensarse para beneficio de los trabajadores… la pregunta es: ¿le entramos al ruedo?

  • Gritos en el silencio: ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

    Gritos en el silencio: ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

    40 meses han pasado desde el trágico suceso de Ayotzinapa. Del paradero de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos” nada se sabe. La verdad histórica de un exprocurador general de la república; la participación del grupo interdisciplinario de expertos independientes; las constantes falacias y esquivos por parte de las autoridades de la Secretaría de Gobernación; la miopía e hipoacusia, convertida en ceguera y sordera, de un Presidente que no ve ni escucha lo que sucede en el país que gobierna; las constantes expresiones de organismos internacionales que refieren la constante violación de los derechos y garantías individuales de los ciudadanos mexicanos; las incesantes manifestaciones que han realizado normalistas de las escuelas normales rurales del país en su sana exigencia de que aparezcan con vida sus compañeros desaparecidos; los decididos posicionamientos de académicos, investigadores e intelectuales sobre este lamentable asunto; la desesperación de 43 padres de 43 jóvenes que no aparecen por ningún lado; sí, todas y cada una de estas cuestiones, al gobierno le han valido un bledo.

    ¿Es un asunto de desaparición forzada? Por los hechos y de lo que de éstos se han desprendido, así es, todo lo confirma ¿Importan las leyes si los jóvenes no aparecen por ningún lado? Algunos le llámanos a éstas letras muertas, y es cierto… pero para los padres de los normalistas, ¿qué representan?

    Se dice que la sociedad o las sociedades hemos creado a las instituciones con el propósito de que éstas coadyuven en el bienestar de los individuos pero, ¿acaso los hombres nos hemos equivocado en la toma decisiones?, ¿no deberían representar éstas la posibilidad, la grandísima posibilidad, de contar con instancias que atiendan con sensibilidad y en estricto apego a derecho sus encomiendas?, ¿quién está fallando entonces?, ¿la sociedad en depositar la confianza a través de su voto para que haya representantes – de esas instituciones – que actúen conforme a ciertos códigos de ética y valores, o son los mismos representantes de esos espacios los que han dado al traste a la legitimidad y credibilidad que son tan necesarias para el logro de los propósitos sociales?

    Disidente es una palabra que suele emplearse para etiquetar aquel que cuestiona el actuar de las autoridades y la pertinencia de las instituciones. Fuera de lugar o del propio sistema también se emplea para clasificar a quien hace uso de sus facultades naturales para analizar, reflexionar y criticar con argumentos lo que desde su perspectiva es correcto, aceptando lo que el otro pueda ofrecerle. No obstante, ¿qué etiqueta o clasificación merece aquella autoridad que no ha dado respuesta a una demanda tan sentida de los padres de familia como lo es el que aparezcan sus hijos con vida?, ¿qué etiqueta o clasificación merece quien hasta el momento en que cierro estas líneas ha hecho oídos sordos a tales reclamos ciudadanos y de buena parte de la sociedad?

    Con seguridad, por el trajín de la vida al que estamos acostumbrados, puede ser que muchos mexicanos se hayan olvidado del peregrinar de los padres de familia de los alumnos normalistas o de ciertas organizaciones civiles que se han pronunciado sobre este hecho; es más, puedo pensar que hasta cierto hartazgo les pudiera generar el que éstos se manifiesten en diversos espacios públicos, lo cual altera el orden y el sentido de lo que es público para ellos, y es normal, es natural todo ello. Sin embargo, bien se dice que cuando muchos nos equivocamos, es porque estamos en lo correcto, y también es cierto.

    Nos equivocamos por seguir pugnando por el esclarecimiento de los hechos; nos equivocamos por exigir que aparezcan con vida los normalistas de Ayotzinapa; nos equivocamos por escribir sobre este y otros asuntos. ¡Pero que belleza hay en tal equivocación! La posibilidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, entre lo legal y lo ilegal, abren la puerta a infinitas posibilidades de análisis, reflexión y crítica con sustento.

    ¿Acaso no somos seres humanos? ¡Desde luego! Seres humanos imperfectos, pero con la perfecta posibilidad de ser más humanos, más perfectos. ¿Acaso no es lo que pretende toda educación en el mundo entero?

    Sí, estás líneas son un grito en silencio: ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

    Y es que al normalismo mexicano le siguen haciendo falta 43 estudiantes que están vivos en el corazón de un pueblo.

    Un pueblo que reclama con ansia desmedida, justicia y la aplicación irrestricta de un estado de derecho. Un pueblo que ante la indiferencia del gobierno, ha buscado la manera de exigir lo que puede exigir en un país democrático como el nuestro.

    40 meses han pasado y cientos de gritos en silencio siguen retumbando en México.

    Claro, no podría ser de otra forma, porque mientras las autoridades y los responsables de tal siniestro sigan escudándose ante una ley que los cobija, las palabras, los gritos, las marchas, lograrán que el mundo sepa que estos jóvenes siguen vivos.

    Podrán callar ciertas bocas, eso no lo dudo, pero jamás la maravillosa posibilidad que nos brinda la libertad de pensamiento, y eso, créanmelo, nadie, absolutamente nadie podrá coartar, aún y cuando sea un alto funcionario del gobierno.

    40 meses han pasado, y seguiremos en la lucha, porque:

    ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

    ¡Ayotzi vive! ¡La lucha sigue!

    Por: Bernardo, Felipe, Benjamín, Israel, José Ángel, Marcial, Jorge Antonio, Miguel Ángel, Abel, Emiliano, Dorian, Jorge Luis, Alexander, Saúl, Luis Ángel, Jorge, Magdaleno, José Luis, Jesús, Mauricio, José Ángel, Jorge Aníbal, Geovanni, Jhosivani, Carlos, Israel, Adán, Abelardo, Christian, Martín, Cutberto, Everardo, Marco Antonio, César Manuel, Christian Tomás, Luis Ángel, Leonel, Miguel Ángel, José Eduardo, Julio César, Carlos Iván, Antonio.

    Con especial cariño para mi padre, normalista egresado de tenería.

  • Peñalandia y Nuñolandia: las segundas partes son peores.

    Peñalandia y Nuñolandia: las segundas partes son peores.

    Peña y Nuño, desde el inicio de este sexenio, vivieron en un mundo irreal, fantasioso, imaginario. Sus declaraciones y diversos posicionamientos ante la opinión pública en todos estos años así confirmaron y, muestra de ello, son las famosas “reformas estructurales”, incluyendo la mal llamada reforma educativa que, a lo largo de estos cinco años, se han manejado como “extraordinarios logros de gobierno” pero que, en los hechos, solo han traído desolación y desasosiego a millones de mexicanos, incluyendo, los que en su momento creyeron en su proyecto.

    Incrementos a los productos de la canasta básica; un salario mínimo paupérrimo; los combustibles al alza; las tarifas de luz y agua sin control; una inflación que no acaba de aminorar muchos de los males económicos que hoy padecemos; una inseguridad pública que, de manera particular, ha permitido que el feminicidio vaya en aumento; exgobernadores y funcionarios públicos acusados de corrupción y desvío de recursos del erario público; cientos de escuelas dañadas aún por los sismos y que no ven para cuando haya posibilidad de ser atendidas porque se gastó cifras exorbitantes en difusión de un “nuevo” modelo educativo que en estos lamentables acontecimientos; una evaluación docente al desempeño que no ha arrojado los niveles de mejora educativa porque sencillamente la evaluación no es la solución a todos los males; una deficiente capacitación, actualización y profesionalización del magisterio mexicano aunque en los discursos oficiales se diga lo contrario; un ingreso al servicio profesional docente que en varias entidades – si no es que en todas – sigue adoleciendo de la burocracia y los malos manejos de ciertos funcionarios públicos; un supuesto reconocimiento al mérito de los maestros por su desempeño pero que en los hechos, cientos de profesores siguen esperando que se les otorgue el “mérito” prometido; millones de niños y jóvenes que padecen los estragos de la aplicación de las políticas educativas que han emanado del centro; en fin, estos son pues, algunos de los grandes problemas que enfrentan, insisto, millones y millones de mexicanos y, para acabarla de amolar, a diario vemos la necedad del ex secretario de educación, hoy “flamante” coordinador de campaña del precandidato priista, de “creer” que goza de una simpatía exorbitante en todos los sectores sociales, misma que le habrá de arrojar buenos resultados al finalizar esta contienda electoral pero que, según varias casas encuestadoras de reconocido prestigio, no ha logrado avanzar de un bien merecido tercer lugar.

    Sí, estas y otras cuestiones son la que a diario padecemos millones de mexicanos, producto, insisto, de los malos resultados de gobierno. Y es que mire usted, para nadie es desconocido que, derivado de ese fatídico Pacto por México, las cosas no marcharon como en su momento se pensaron. Los partidos políticos, fieles a sus intereses y posicionamientos, sumaron “voluntades” para mejorar lo que, desde un inicio, sabíamos que no podría mejorarse de la noche a la mañana. ¿Acaso los niveles de bienestar se han acrecentado en un país que cada día se torna más violento?, ¿acaso se pensó que con el encarcelamiento de una ex dirigente sindical los problemas que por décadas han prevalecido en el sector educativo se acabarían por completo?, ¿acaso se consideró que con dejar de hablar de inseguridad pública los niveles de justicia, igualdad y equidad social irían al alza?

    Sí, desde Peñalandia y Nuñolandia, es probable que se todo esto se haya pensado; sin embargo, las circunstancias que cotidianamente observamos en nuestra querida República Mexicana, nos confirman lo contrario. ¿Cuántos millones de mexicanos somos en estos momentos?, ¿cuántos de éstos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿cuántos niños, adolescentes y jóvenes no cuentan con los elementos mínimos necesarios para lograr un desarrollo armónico en sus respectivos hogares y escuelas?, ¿cuántos docentes siguen padeciendo las desavenencias de la puesta en marcha de una Ley General del Servicio Profesional Docente? En fin, ¿cuántos hoy vemos y padecemos la aplicación de una inadecuada e incorrecta política pública en México?

    Cuestionamientos importantes que, tal vez, encuentren una sola respuesta: ineficiencia, ineficacia y corrupción en los más altos niveles de gobierno pero, si por un momento usted llegó a pensar que esta sería lo más grave, déjeme compartirle la idea que planteó recientemente el Secretario de Educación, Otto Granados, sobre la reforma educativa en su texto publicado en Educación Futura (21/01/2018) y otros medios: “Si, como decía Bismarck, nunca se miente tanto como en las elecciones, entonces la reforma educativa que de todas las que ha realizado la administración de Peña Nieto es la mejor evaluada, estará en grave riesgo si su continuidad se ve amenazada como parte del mercadeo electoral que sucederá en los próximos meses. Dicho con claridad: frenarla, o peor aún, revertirla, sería un abuso inmoral y grosero en contra de los niños de México”. ¿Qué le parece?

    Desde mi perspectiva, bien podríamos entrarle al debate sobre moralidad que plantea este funcionario público, desde una perspectiva Kantiana o de otra, la que usted prefiera, para analizar la “moralidad” en la actuar de los individuos y/o de las instituciones. De entrada, parece ser, que otro posicionamiento diferente al que éste ha planteado en absoluto sería considerado. ¿Y la opinión de un Ángel Díaz Barriga, Hugo Casanova, Graciela Cordero, Pedro Flores Crespo, Silvia Schmelkes, Etelvina Sandoval, entre otros destacados investigadores mexicanos no cuenta?, ¿no cuenta la voz de los más de un millón de profesores que son parte del Sistema Educativo Mexicano (SME)?, ¿acaso no el mismo plan de estudios o el famoso nuevo modelo educativo no considera el análisis, la crítica, el argumento fundamentado sobre diversos hechos?

    Sí, se le apuesta a la continuidad, pero sin que haya una reforma a la reforma emprendida, aún y cuando en materia de investigación se hayan aportado otros datos que son dignos de reconocer y tomar en cuenta en este terreno. Sí, se le apuesta al futuro de los niños, pero sin reconocer los grandes problemas que son parte de un presente y que fueron generados por pésimas decisiones de gobierno. Sí, se habla de que en antaño todo era simulación y maquillaje dentro del SEM por las prácticas que existían en ese tiempo, pero no se habla de la misma simulación y maquillaje que se empleó para la conformación del nuevo modelo educativo.

    Sí, se habla de las bondades del gobierno peñista, pero no se reconocen los males que trajo consigo. Bien se dice que las segundas partes son malas e indudablemente, estamos ante la puesta en escena de la segunda parte de una trama que ya conocemos: Peñalandia y Nuñolandia; no obstante, confío que el electorado mexicano, tiene la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto, vaya entre lo moral e inmoral de los hechos.

    Tiempo al tiempo.

  • Las normales rurales, la otra reforma…

    Las normales rurales, la otra reforma…

    En mi entrega de la semana pasada, hice alusión a la reforma a la educación normal que, según la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), se está trabajando para ser implementada a la par del “nuevo” modelo educativo en este año. Mis propuestas fueron claras y concretas: a) realizar una investigación sobre el plan de estudios 2012 y el impacto de éste en las escuelas de educación básica para contar con elementos que favorezcan la toma de decisiones por parte de los “diseñadores” de la curricula y las autoridades educativas en esta “reforma”; b) el diseño de una curricula que no deje de lado la formación de docentes desde la pedagogía y la didáctica para favorecer la educación integral de los normalistas; c) una definición clara de la investigación e investigación educativa y que ésta se integre a la curricula en varios semestres con la intención de analizar y comprender los fenómenos educativos propios del campo; d) una estrecha vinculación con la educación básica desde los órganos administrativos federales hasta los locales, que permita favorecer la formación de los docentes.

    Pues bien en esta ocasión, continuaré con el análisis de tan importante tema puesto que como sabemos, la heterogeneidad de las escuelas normales, es un hecho por demás evidente. Particularmente, me refiero a la connotación que han adquirido con el paso del tiempo las normales urbanas y las rurales. Ya no hablemos de las normales superiores, las beneméritas y centenarias, la nacional de maestros, o de otras instituciones que entran en este esquema, puesto que pienso, son dignas de abordar en otro momento.

    Así, la complejidad de implementar una reforma a la educación normal, necesariamente tiene que pasar por este filtro, el análisis que nos significa la formación que se brinda en las normales rurales, dado que, aunque se encuentran en el mismo subsistema y prácticamente sus esquemas normativos son los mismos que las urbanas, sus estructuras organizativas varían considerablemente. ¿A qué me refiero? No precisamente al ámbito académico aunque éste está implícito, sino más bien, a la forma en las que éstas se han configurado a partir de su aparición en nuestro país.

    Y es que al ser internados y tener un propósito claro y definido como lo es la formación de maestros y maestras para acceder a los espacios rurales y marginados en los que se encuentran las escuelas primarias, por ejemplo, el diseño curricular se antoja harto complejo. Esto, porque por más que se diga lo contrario, la desigualdad social que se vive en el país, justifica su existencia, no sólo de poco más de 15 normales rurales, sino de un número mayor de instituciones que posibiliten brindar una educación a los mexicanos que, por circunstancias conocidas, radican en los estados donde la pobreza, la desigualdad e injusticia social, duele y lastima el alma.

    ¿Por qué en la malla curricular y en el planteamiento de “armonización” que se está elaborando en las reuniones que la DGESPE ha sostenido con diversos docentes normalistas y que fue trabajada en noviembre del año pasado se soslayó este asunto?, ¿por qué considerar varios cursos relacionados con el inglés sin considerar que más de 55 millones de mexicanos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿acaso se piensa (como bien lo señaló Manuel Alberto Navarro Weckmann) que se formarán alumnos de nivel básico que, sin dejar de lado su estatus social, hablarán inglés para pedir limosna?

    Preguntas simples, si usted quiere, pero con profundo significado dadas las condiciones por las que el país está atravesando en estos momentos.

    Mi planteamiento es sencillo, se tiene que partir de la realidad (esa que a diario observamos los maestros en los distintos niveles educativos) y no obviando lo básico. Esto no significa, y vuelvo a insistir en ello, que no se tenga que reformar la educación normal. Es un asunto que debe ser tomado en cuenta, no a la ligera ni al cuarto para las doce, sino con toda la complejidad que el fenómeno encierra.

    De manera concreta y aportando más elementos a los señalados al inicio de estas ideas:

    a) Se tiene que considerar el esquema organizativo de las normales rurales. Esto significa, no perder de vista su configuración como internado. Y no me refiero a la existencia de comités a través de los cuales, los estudiantes se han organizado para establecer una lucha que es legítima. Me refiero pues, a considerar que los normalistas viven en las escuelas normales. Que se entienda bien: viven en esas instituciones; lo cual se traduce, en identificar una forma de vida que implica la interacción diaria con el contexto escolar pero también, con sus iguales y con sus profesores. Aspecto fundamental para el desarrollo de los seres humanos que, en este caso, optaron por la docencia.

    b) El desarrollo de clubes contemplados en esa misma malla curricular; pues como sabemos, tiempos existen para que los alumnos se apropien de otros elementos que el deporte, la danza, la cultura o el mismo arte ofrece.

    c) La incorporación de talleres relacionados con el desarrollo de actividades que son propias del ejercicio docente en comunidades rurales o marginadas: cocina, carpintería, costura, entre otras. Esto no puede perderse de vista, porque si bien es cierto no forma parte de la curricula por el carácter académico de ésta, si es importante en la formación de los docentes que he mencionado. Importante es destacar que, actualmente, en varias normales rurales se brinda este tipo de formación, pero esto se ha logrado por la gestión que los mismos estudiantes han emprendido como parte de esa lucha que establecen en sus pliegos petitorios. Obviamente, muy pocos hablan de ello… muy poco se conoce al respecto.

    Como podrá darse cuenta, parece ser sencillo el diseño curricular que pretende emprenderse para reformar la educación normal. Heterogénea como lo es, dicha reforma va más allá de lo pueda suceder entre cuatro paredes, por la ocurrencia de unos y las prisas de otros; porque si bien es cierto que la prioridad se centra en el ámbito académico, no puede ni debe dejarse de lado la formación integral de los futuros formadores o, acaso esta última idea, la de la formación integral de los alumnos, ¿no es la que priva en los discursos que a diario emiten las autoridades educativas?, ¿no acaso se pretende contar con los mejores maestros en el Sistema Educativo Mexicano?

    Apostémole pues, a la educación normal rural, a esa que es tan necesaria e indispensable en un país tan vapuleado como el nuestro. No como un eslogan político, sino como un elemento fundamental para lograr el tan anhelado desarrollo educativo.

    Culmino estas ideas, aludiendo a dos hechos importantes: Aún nos faltan 43 estudiantes normalistas y mi más sincera felicitación a la Normal de Tenería por sus 90 años de existencia.

  • Reformar las normales, por qué y para qué

    Reformar las normales, por qué y para qué

    Recuerdo muy bien que hace más de una década, Justa Ezpeleta, visitó la escuela normal en la que me encontraba laborando. ¿El motivo? Realizar una investigación sobre los resultados que hasta ese momento había arrojado el PROMIN (Programa de Mejoramiento Institucional de las Escuelas Normales Públicas) en las escuelas normales del país. Estudio que permitió en ese entonces – así se dijo –, contar con los elementos necesarios para el análisis, discusión y toma de decisiones por parte de los encargados de diseñar las políticas educativas de las instituciones formadoras de docentes de México.

    Al respecto, muy pocos llegamos a conocer los resultados de dicha investigación y, si los conocimos, fue porque con el paso de los años a esa misma investigadora, tuve la fortuna de encontrarla en alguno de los congresos educativos que se organizan en alguna de las entidades federativas y charlamos sobre ello. En fin.

    El motivo por el que hago referencia a esta breve reseña o anécdota, tiene que ver con la reforma a la educación normal que se aproxima. Como bien sabemos, la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), tiene tal encomienda. ¿El propósito? “Armonizar” el plan de estudios de las licenciaturas de educación preescolar, primaria y secundaria, con el modelo educativo que ha propuesto la Secretaría de Educación Pública (SEP) y que entrará en vigor en agosto de año. “Armonización” que, conforme a los documentos y las constantes reuniones que se han tenido en distintas entidades federativas del país entre autoridades de la DGESPE y algunos docentes normalistas, no acabo de comprender de todo. ¿Armonizar qué, por qué y para qué? Es más, ¿qué se entiende por “amonizar”?, ¿cuál es la episteme de la palabra?

    Ciertamente, en reiteradas ocasiones y en diversos espacios y foros, he hecho, como ahora lo hago, hincapié en que debe existir una vinculación muy estrecha entre lo que ocurre en educación básica con lo que acontece en las escuelas normales. Su vínculo, es algo que bien podría denominar indisoluble, si consideramos que el campo de actuación de los futuros maestros, egresados de las normales, son las escuelas de ese nivel educativo. No obstante desde mi perspectiva, la propuesta curricular que se viene elaborando, adolece de varias cuestiones que podría enmarcar en estos puntos, como generadores a su vez, de algunas propuestas:

    1. a) Una investigación/estudio que permita valorar la pertinencia del plan de estudios vigente (puesto en marcha desde el 2011 en escuelas piloto y a partir del 2012 en todo el país) y su correspondencia con lo que implica la implementación del modelo educativo en educación básica; habría que considerar entonces, las investigaciones y estudios que vienen realizando algunos colegas al interior de las normales, pero también, lo que agentes externos, como Graciela Cordero, realiza al respecto. ¿Por qué acelerar el paso y no considerar los diversos hallazgos que la misma investigación ofrece?, ¿cuál es la prisa de “armonizar” un plan de estudios con un modelo educativo que aún ni entra en funciones y ya se pretende formular una propuesta que se alinee a dicho esquema?, ¿por qué no considerar la participación de investigadores y académicos reconocidos por sus aportaciones en el medio educativo como el mismo Ángel Díaz Barriga?
    2. b) Un diseño curricular que considere el objetivo fundamental de las normales: la formación de docentes. Esto, desde la pedagogía y lo que la misma didáctica ofrece, en el entendido de que éstas son las que le brindan la posibilidad al estudiante, de apropiarse de los elementos, tanto teóricos como prácticos, indispensables para su ejercicio docente. ¿Cómo se espera que el estudiante normalista enseñe inglés en las escuelas sin los conocimientos mínimos y necesarios sobre esta lengua, su semántica, su fonética pero, sobre todo, sin apropiarse de su didáctica? Del debate profundo que puede darse en cuanto a la adquisición y desarrollo de este idioma mejor ni hablamos, éste es un tema que bien podría revisarse y debatirse ampliamente.
    3. c) Una concepción clara y expedita de lo que implica la investigación y, específicamente, la investigación educativa. Si usted observa la malla curricular que fue dada a conocer en noviembre del año pasado, ésta (la investigación) ha desaparecido de dicho esquema curricular. Se dice (o en esas reuniones se dice), que la investigación está implícita e inmersa en los cursos de práctica docente pero, ¿no acaso de esa misma práctica se desprenden infinidad objetos de estudio que pueden y deben ser tratados con todo el conocimiento de causa que implica hacer investigación? Revise usted las mallas curriculares de algunas universidades, en buena parte de ellas se considera a la investigación, la metodología de la investigación y los enfoques que de ésta se desprenden, como elementos fundamentales en la formación de los estudiantes.
    4. d) Una estrecha vinculación entre las escuelas normales y las escuelas de nivel básico, partiendo desde su nivel central hasta las entidades federativas. Obviamente, con la implementación de un mecanismo de colaboración y de reciprocidad en cuanto a la formación de los estudiantes normalistas. Para nadie es desconocido que en muchos estados, el distanciamiento que existe entre estas instancias es un hecho. ¿Y qué pasa con las prácticas profesionales de los alumnos?, ¿cuál es el papel que debe asumir el docente de educación básica?, ¿cuál es el rol del asesor, profesor normalista, en la formación de su estudiante en el momento de que éste realiza su práctica? Ciertamente hay documentos que refieren a esas cuestiones, para ser específicos, en el plan de estudios 1997 y 1999 para las licenciaturas en educación preescolar y primaria, así se establecía pero, del dicho al hecho, hay mucho trecho. Y de nueva cuenta emerge la investigación como un elemento de vital importancia para conocer sobre éste y otros aspectos.
    5. d) Capacitación, actualización y profesionalización de los formadores de formadores. Aspectos que no ocurrieron en la implementación del plan de estudios en el 2012. Se dijo en ese entonces, que las autoridades locales serían las encargadas de tal encomienda pero, lamentablemente, en muy pocos estados se logró este propósito. ¿Cómo se espera que el docente comprenda lo que desde el nivel central se construye para que sea desarrollado por el profesor normalista? Cierto, éstos son profesionales de la educación, no obstante, no debe olvidarse que, desde el plano hermenéutico, el sujeto interpreta conforme a sus propios referentes (conceptuales, procedimentales y actitudinales).

    En suma, considero que la educación normal debe ser revisada porque las demandas sociales e institucionales así lo exigen. Sin embargo, habría que pensar y repensar para que se considera necesario esa revisión, ¿para alinearla a un modelo educativo que todavía ni se echa a andar o para formar normalistas que respondan a esas exigencias sociales que la misma sociedad – valga la redundancia – nos plantea de manera continua y contundente.

  • Entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia

    Entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia

    Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), “orate” significa o hace alusión a aquella persona que ha perdido el juicio o bien, que es una persona de poco juicio, moderación y prudencia. En este sentido cabe mencionar que dicha palabra, etimológicamente hablando, proviene del Catalán y significa: “loco o ido”; definición que en todo caso, refiere o se asemeja a la concepción que la RAE nos brinda.

    Bueno, con seguridad usted se estará preguntando el por qué esta serie de ideas inician aportando dos definiciones sobre una misma palabra: orate. Pues bien, como seguramente habrá leído o conocido, en días pasados el recién nombrado titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Otto Granados – priista de hueso colorado e incondicional del “salinismo” mexicano –, que sustituyó al hoy coordinador de la campaña de José Antonio Meade, Aurelio Nuño, escribió en sus redes sociales un tuit que a la letra dice: “¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros, verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad” (29/12/2017).

    Tuit que por sobradas razones causó polémica entre varios de sus seguidores y no seguidores, entre columnistas y no columnistas, entre políticos y no políticos, vaya, entre todos aquellos que tenemos la posibilidad de preocuparnos y ocuparnos de lo que acontece en el terreno educativo, y no es para menos. Y digo que no es para menos porque como es sabido, un espacio que adolece precisamente de juicio y autocrítica por parte de la autoridad educativa en turno, es precisamente el terreno educativo. Y para muestra un botón.

    Desde que inició el sexenio de Peña Nieto, se “vendió” la idea a los mexicanos, de que era necesaria una reforma educativa, misma que durante la gestión de Nuño Mayer, se manejó como una gran “revolución” educativa. Muchos, me incluyo, fuimos escépticos en cuanto al uso de esas palabras: “reforma” o “revolución”; más por su significado que por los alcances que podrían lograrse en ese sentido y vaya, no nos equivocamos.

    Por principio de cuentas, debemos y tenemos que reconocer que dicha transformación educativa, nació en lo que pomposamente fue conocido como el “Pacto por México”, es decir, de la unión de una serie de “intereses” de las principales “fuerzas” políticas del país, más que por las verdaderas necesidades y demandas de los mexicanos. La simulación, el maquillaje, la farsa que le siguió después de haber concertado dicha “reforma” – cuyo título fue por demás irrisorio – fue eso, una simulación más que una objetiva y real consulta nacional sobre las necesidades reales de los millones y millones de mexicanos que habitamos nuestro territorio nacional. O, ¿acaso se le preguntó a todas las voces que conforman el inmenso Sistema Educativo Mexicano (SEM)? Y si se les preguntó, ¿qué pasó con sus respuestas y en dónde quedaron? Sí, adivinó usted, con seguridad en un archivero, de esos que también con seguridad hay en la SEP y que son utilizados para resguardar lo indeseable, lo que no es correcto, lo que no corresponde a “la línea”, lo que no es útil. ¿Sabe usted lo que pasó con la propuesta que emanó y fue firmada por cientos de asistentes al XII Congreso Nacional de Investigación Educativa celebrado en la Ciudad de Chihuahua en 2015 y que fue entregada a la SEP para su consideración? Sigo teniendo mis dudas al respecto.

    Ahora bien, si de razones, hechos o datos duros y verificables estamos hablando, tal y como lo señala el Secretario, tendríamos que recurrir necesariamente a lo que la investigación ha arrojado y vaya, sobre este terreno hay mucho que decir. De hecho, desconozco el atrevimiento que tuvo Granados al hacer esta afirmación; supongo, que la lucha férrea que su partido está enfrentando para mantenerse en el poder lo llevó a hacer esta aseveración. No obstante, permítame compartirle brevemente unos datos.

    El número de personas en situación de pobreza en el último bienio en México, es de 53 millones 418 mil 151 y, por lo que respecta a los que viven en pobreza extrema, éstos suman 9 millones 375 mil 581 (CONEVAL, 2017). Datos duros que me permiten afirmar que buena parte de la población mexicana, no ha gozado precisamente de una política social durante el sexenio peñista y de una calidad de vida que les permita desarrollarse plenamente, tal y como lo mandata nuestra Carta Magna. ¿Estos datos influyen en el terreno educativo? Sin duda, buena parte de los que trabajamos en el magisterio sabemos, que si un niño o niña no cuenta con los elementos mínimos y necesarios para su crecimiento y desarrollo, la escuela y el maestro, pueden hacer muy poco al respecto. Por otra parte, un dato que me parece de lo más pertinente mencionar en estos momentos, es el que el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2017) dio a conocer en ese año; me refiero pues, a los que la prueba PLANEA (plan nacional de evaluación de los aprendizajes) arrojó solamente en educación media superior: “evaluados tanto en matemáticas como en lenguaje y comunicación, la prueba Planea fue aplicada a 117 mil 700 alumnos a punto de concluir el último grado de bachillerato, de 2 mil 300 planteles en todo el país, con resultados reprobatorios”. ¿A quién responsabilizamos de tal embrollo?, ¿a la SEP?, ¿al Gobierno?, ¿a los mexicanos?, ¿a los alumnos?, ¿a los maestros?…. ¿Seguimos con los datos?

    Vaya, ser pendenciero es fácil, aceptar (autocrítica) y sustentar los beneficios o males que aquejan al terreno educativo en el país, no lo es tanto. Y no lo digo precisamente porque un servidor se caracterice por ser pendenciero, si entendemos como tal que esta palabra significa que uno es propenso a riñas o pendencias (RAE); no, no lo digo por ello, sino porque pienso que hay muchos problemas que atender en el SEM, como para estar buscando pelea con quién sabe quién en las redes sociales.

    Como ciudadano y militante que es Granados, Nuño o cualquier otra persona, es respetable su posicionamiento, como Secretario de Educación, tendría que pensar y repensar su escritura, porque si analizamos lo que la misma RAE nos aporta y que doy a conocer al inicio de estas líneas, el termino que éste empleo para referirse a quién sabe quién, también le aplica, dado que con su tuit demostró poca moderación y prudencia. Obviamente, y para confirmar mi dicho: entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia. Uno es Secretario de Educación y el otro… ¿alguien sabe quién es el “otro”?

    Tiempo al tiempo.

  • ¿Qué educación queremos?

    ¿Qué educación queremos?

    El año se acaba y es pertinente plantearnos una serie de propósitos que nos lleven a ser mejores personas, mejores ciudadanos, mejores seres humanos. Y, como es de esperarse, el título que da entrada a esta serie de ideas, lleva esa intención, que reflexionemos sobre la educación que queremos para nuestro México.

    Pues bien, como es sabido en el actual sexenio, por la Secretaría de Educación Pública (SEP) transitó Chuayffet y Nuño, dos personajes emanados de una clase política que, en nuestros días, ésta refleja la podredumbre del Sistema Político Mexicano. ¿Cuáles fueron sus principales aportaciones al ramo educativo?, ¿el establecimiento de una Reforma Educativa y de las leyes que de ella emanaron y que en ambas Cámaras se aprobaron?, ¿la implementación de una evaluación punitiva que atentó y aún atenta en contra de los derechos de los trabajadores de la educación?, ¿el sometimiento de un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con el encarcelamiento de “la maestra” y la puesta en escena de un líder sindical que no representa a la base magisterial?, ¿la denostación del quehacer docente y del docente mismo al responsabilizarlo de todos los males educativos que esa misma clase política ha propiciado con el correr de los años? Sin duda, todas y cada una de esas preguntas puede responderse de manera afirmativa. Obviamente, habrá quien piense y afirme lo contrario, y está en su sano derecho hacerlo. No obstante, permítanme seguir cavilando.

    La educación, tal y como la conocemos, no persigue otro propósito más que aquel que significa desarrollar las facultades del ser humano. Así lo estipula nuestra Carta Magna pero también, las bases filosóficas y organizativas que lo sustentan. Propósito noble, cuya esencia es fundamental comprender para lograr los objetivos que la misma sociedad se plantea y ha planteado desde hace tiempo.

    En este sentido cabe preguntarse: qué educación queremos. La respuesta, aunque parece obvia, en nuestro México tiene significados diversos. Para el grueso de los mortales, comunes y corrientes, como usted o como yo, representa la oportunidad de ser alguien en la vida; un hombre o una mujer que, a través de sus estudios, pueda lograr sus proyectos de vida. No obstante, para quienes desde su mundo fantasioso e irreal nos gobiernan, simboliza la posibilidad de mejorar, sí, de mejorar… pero su economía y las posiciones de sus grupos políticos.

    Esto es así, porque las sociedades se han configurado de tal forma, que sus mecanismos de representación, al menos para el caso mexicano, dan la posibilidad de organizarse para contar con “representantes del pueblo” cuya función no es otra más que esa, representar los intereses de la nación, vaya: del pueblo. No obstante, como sabemos, la simulación, el maquillaje, la farsa, se ha apoderado de buena parte de ellos.

    Por un lado, tenemos discursos “pomposos” que hablan de una procuración del bienestar social y, para ello, una reforma educativa, o revolución educativa – como fue llamada en este sexenio – se hace indispensable. Pero, ¿esto es cierto? Efectivamente, si consideramos que una revolución o reforma alude a un cambio de paradigma, tengo que reconocer que el concepto empleado nos llevaría a ello. Sin embargo, los hechos, tal y como lo hemos constatado, me permiten afirmar lo contrario. Sí, el discurso suena bonito y es bonito pero, lamentablemente, los hechos no gozan de tales significados. Demagogia le llaman, y es cierto.

    ¿Cuántos mexicanos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿cuántos niños y adolescentes viven en situación de calle sin la posibilidad de acceder a la escuela ni a una beca?, ¿cuántos jóvenes desertan de las aulas porque la condición precaria de sus familias los lleva a insertarse a un trabajo mal remunerado?, ¿cuántas escuelas no cuentan con los servicios básicos que aseguren su subsistencia?, ¿cuántos alumnos y alumnas reciben los beneficios prometidos en las campañas políticas?… ¿esa es la meta de la educación de nuestros días?

    Sí, las realidades que vivimos cotidianamente millones de mortales, comunes y corrientes, como usted o como yo, son tan diferentes de las que “en las alturas” se observan que, cual bofetada en rostro, nos recuerdan que muy poco se ha logrado en materia de desigualdad y justicia social pero, también, de una mejora educativa.

    Bien se ha dicho, y en nuestros días se ha acentuado, que el rico se hace más rico pero, ¿y el pobre?, ¿o el que por azares del destino se ubica en una clase media?

    La educación que queremos trae consigo una reflexión profunda, que nos lleva a formularnos otra: para qué la queremos.

    Siendo éste pues, un país en el que la libertad es nuestra bandera, habría que preguntarnos si realmente somos libres, si realmente somos democráticos, si realmente estamos siendo educados como debiera porque, en los hechos, solo como un ejemplo, con la promulgación de una ley de seguridad interior, y las restricciones que en materia de expresión libre y espontánea de las ideas, la posibilidad de que alguien pueda cuestionar, analizar, reflexionar o comprender todo aquello que le rodea, esta muerta. Paradojas de la vida.

    Y es que cómo comprender que mientras en esos discursos y en los documentos educativos (ver la propuesta curricular del nuevo modelo educativo) que se emiten desde la SEP, se le exige al docente propiciar el análisis y la reflexión en sus alumnos, pero caso contrario, se han aprobado leyes que prohíben expresarse o manifestarse.

    Una educación sin demagogia y sin dogmas; sí, eso queremos. Una educación que lleve al Sistema Educativo Mexicano (SEM) a actuar como tal, como sistema, con todo lo que ello implica. Una educación que cuente con profesores y profesoras valorados y reconocidos por el desempeño de su trabajo. Una educación que le brinde a sus estudiantes, la posibilidad de ser algo más allá de su vida. Sí, una educación que nos permita trascender; que nos permita edificar una sociedad justa y equitativa. Una educación que tome como bandera los valores universales tan necesarios e indispensables en momentos tan difíciles como estos. En fin, estoy hablando de una educación que sea eso: una educación en el más amplio sentido de la palabra.

    ¿Podremos lograrlo? Desde luego. Mi fe, mi esperanza, mi deseo, se halla en los maestros, en esos millones de maestros que a diario se parten el alma en las aulas y en sus escuelas. En esos maestros que, por más que se diga lo contrario, son la piedra fundamental del SEM.

    ¿No es utopía o un sueño guajiro? En absoluto. Porque parafraseando a un gran filósofo moderno, la utopía es lo que nos permite seguir caminando y, mientras haya esperanzas, haya anhelos, haya sueños, seguro estoy, el magisterio seguirá avanzando.

    Con el mejor de los deseos para el 2018, mi agradecimiento infinito a usted, que a lo largo de estos años, me ha regalado cinco minutos de su valioso tiempo.

    ¡Gracias, muchas gracias!

  • La manzana de la discordia en las normales

    La manzana de la discordia en las normales

    En próximas semanas, al menos así se espera, el personal docente que se encuentra adscrito a las escuelas normales del país tendrá en sus manos, el nuevo reglamento que regula su ingreso, promoción y permanencia. Un asunto que estaba pendiente desde hace algunos años, particularmente, desde que la Mtra. Marcela Santillán, ex Directora de la DGESPE (Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación), propuso se revisara, con el propósito de atender como debería de atenderse, muchas de las problemáticas que al interior del gremio persisten. Una de ellas, y que da título a esta serie de ideas, es lo que se conoce como el Estímulo al Desempeño del Personal Docente de las escuelas normales (EDD) que, si bien es cierto, no forma parte de ese reglamento, de alguna manera impacta en el ejercicio de los docentes normalistas.

    ¿Y por qué tal estímulo es la manzana de la discordia? Sencillamente, porque tal beneficio que pueden obtener los profesores normalistas, se asigna conforme al reglamento, convocatoria y evaluación que realizan las Comisiones técnicas y operativas y que, generalmente, favorece a quienes no tendría que favorecer pero, lo más grave es que en dicho proceso, no hay de todo una transparencia, ni de parte de las Comisiones referidas que son parte de ese proceso evaluatorio ni de las autoridades en el ejercicio/asignación de los recursos para este rubro. Me explico.

    El EDD, palabras más palabras menos, es la forma a través de la cual se motiva para que el docente de las escuelas normales, continúe profesionalizándose, realice investigación, participe en diversos eventos académicos con otras escuelas normales, en fin, dicho estímulo, puede ser equiparable a lo que en su momento se conoció como carrera magisterial pero sin que llegara a ser tal. Esto, porque fue concebido de otra manera dado que al ser instituciones de educación superior (a partir de 1984) se intentó homologar sus criterios con las… ¿universidades? Craso error, porque como sabemos, aunque los procesos son similares, éstos son distintos. De ahí que hoy día la DGESPE, se encuentre “armonizando” su plan de estudios con el modelo educativo que entrará en vigor en educación básica el siguiente año.

    En fin. Es sabido que el reglamento para el EDD, estipula una serie de normas que le permiten a los docentes (siempre y cuando cubran con una serie de requisitos), participar; sin embargo, hay que reconocer, que no en todas las entidades ese reglamento está vigente, tal es el caso del estado de Morelos, donde a lo largo de este año, los normalistas enfrentaron una férrea lucha con la autoridad local para que se validara su existencia. En este sentido es importante mencionar, que un documento que complementa la normatividad que refiero, es la emisión de un “inventario” (indicadores de evaluación) a través del cual, se evalúa el desempeño que el profesor o profesora normalista, tuvo durante al año anterior al proceso de evaluación, considerando tres rubros: a) calidad en el desempeño de la docencia; b) la dedicación a la docencia; c) la permanencia en actividades de la docencia.

    Así, Para iniciar con el proceso del EDD, la autoridad educativa local, emite una convocatoria y, después de ésta, en las normales se viven dos momentos importantes para conformar lo que se conoce como Comisiones técnicas y operativas: la elección de dos profesores, uno por decisión de la autoridad educativa local y, el otro, por el director en turno de la escuela normal. La idea es que estas comisiones estén equilibradas y su valoración responda a criterios de objetividad y apegado a lo que en el inventario se enlista.

    Sí, con seguridad usted se estará preguntando: ¿qué es lo que pasa cuando la autoridad local y el director nombran a dos de sus incondicionales y/o subordinados a sus intereses y preferencias políticas? Esto, es posible y muy probable que suceda, situación que me permite reafirmar lo que he denominado la manzana de la discordia, porque como es sabido, al interior de las instituciones – no sólo en las normales –, prevalecen grupos a favor y en contra de las ideologías sindicales y hasta oficiales. Entonces, la existencia de dos docentes al interior de las comisiones, que coincidan en ideologías y simpatías, ¿no sesga la valoración que se realiza sobre desempeño docente? También es posible y muy probable que suceda.

    Ahora bien, por lo que respecta al proceso de valoración de dicho desempeño, éste es un proceso que tiene diversas aristas. ¿Qué es lo que se evalúa? Ya lo he dicho, la Calidad, Dedicación y Permanencia. Solo que en medio de este asunto, la serie de indicadores pero, sobre todo, las ponderaciones que en dicho reglamento se estipulan generan cierta ambigüedad y desasosiego en varios de los profesores participantes. Por ejemplo, en la permanencia, tiene un mayor puntaje los años cumplidos dentro del servicio que la obtención de un posgrado. Es decir, que la antigüedad tiene un peso mayor que el hecho de haber obtenido un doctorado o haber hecho una serie de investigaciones como parte de su quehacer docente. ¿No es esto ilógico? Ciertamente los años de servicio pueden representar un valioso insumo dentro del quehacer docente; no obstante, puede ser que un docente tenga 30 años de servicio pero que no haya hecho ninguna investigación sobre los diversos temas educativos o, también, el que no haya hecho ningún estudio de posgrado. ¿Qué se estimula entonces?, ¿el cumplir años o el generar conocimiento para beneficio de los procesos de formación de los individuos?

    Interesante cuestionamiento que dejo ahí, sobre la mesa y para el debate, porque este ejemplo y otros, se observan en los procesos de evaluación de quienes participan en dicho EDD.

    Y esto… ¿qué tiene que ver con el reglamento con el inicié esta serie de ideas? Mucho, dado que como es sabido, en la normatividad que está trabajando a nivel central, se están abordando una serie de rubros que traen consigo la promoción docente; es decir, que para que tal profesor pueda ocupar una clave presupuestal que se desprende los movimientos naturales de jubilación, los requisitos que deba de cumplir, refieren a cierto de grado de estudios, es decir, que para ocupar cierta clave, el docente tuvo que haber cubierto una serie de requisitos, como la preparación profesional, por ejemplo; sin embargo, esta preparación profesional, no es debidamente valorada en el EDD, porque como he expuesto, tiene más peso ciertas cuestiones que no favorecen el desarrollo académico al interior de las instituciones.

    Sea éste pues, un llamamiento para que todos los involucrados en los procesos normativos se apeguen a esos criterios de objetividad y congruencia que refiero. Puede ser que en lo sucesivo la DGESPE, entregue un documento extraordinario, casi casi perfecto pero, si no se cuidan muchos de estos procesos de los círculos viciosos existentes en el gremio, éstos seguirán enquistados en las escuelas formadoras de maestros.

    Tiempo al tiempo.

  • Y Nuño se fue, así como si nada…

    Y Nuño se fue, así como si nada…

    Si por un momento llega a pasar por la mente de Aurelio Nuño, que su gestión al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se caracterizó por ser una de las más importantes y trascendentales en la historia de nuestro país, se equivoca. Y se equivoca porque en los hechos, no hizo nada que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), o lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) u otros organismos internacionales, le hayan mandatado. ¿Cuál es el logro de su administración?, ¿la implementación de un “nuevo” modelo educativo que todavía ni se implementa porque debemos esperar al 2018 cuando las elecciones presidenciales hayan pasado?, ¿la evaluación punitiva al desempeño docente que, como sabemos, evalúa parcialmente el quehacer educativo del maestro?, ¿la emisión de una convocatoria para todo aquel que deseara ingresar al servicio profesional docente lo hiciera aun sin contar con la preparación y/o conocimientos pedagógicos y didácticos?, ¿la sumisión de un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a través de la abnegación y entrega total de su líder, Juan Díaz de la Torre que, cual charro pendenciero, sigue respaldando la reforma y al Partido Revolucionario Institucional (PRI)?, ¿la “supuesta” desaparición y/o control de una Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en los estados en donde su presencia está más viva que nunca?, ¿la denostación y agresión de la que fuimos objeto miles de maestros a través de los constantes discursos que una y otra vez emitía desde su oficina?

    No, Aurelio Nuño no fue un hombre reformador y revolucionario y, mucho menos, transformó la educación en México. El único mérito que tuvo para ocupar la silla de Vasconcelos, fue ser amigo de Peña Nieto, y aún lo es. Qué curioso, en el medio educativo durante dos años y medio, se nos repitió hasta el cansancio, que el mérito era fundamental para crecer en el Sistema Educativo Mexicano (SEM) y, para ello, la evaluación se convirtió en la supuesta piedra angular del mismo; irrisoriamente, este ex Secretario ni fue evaluado, ni rindió cuentas, ni tuvo otro mérito para ocupar el encargo que el que ya he expresado.

    Sí, al parecer las luces, los reflectores, las cámaras y toda la parafernalia a la que nos tenía acostumbrado este personaje, quedaron atrás. Las visitas a las escuelas de los diferentes niveles educativos en las que se dejaba apapachar y consentir, además de tomarse la foto con los alumnos y uno que otro maestro, pasaron a formar parte de esta gris y lamentable historia, más como un hecho anecdótico que como mero logro de gobierno o… ¿qué fue lo que logró con estas visitas?, ¿cuál fue el sentido de las mismas si no visitó aquellas en las que la “miseria educativa” se vive, y todo por la toma incorrecta de decisiones políticas?

    La simulación, el maquillaje y los discursos pomposos que hablaron de una realidad muy diferente a la que viven millones de mexicanos que asisten a recibir clases en alguno de los niveles educativos, también, ya son parte de un pasado que, por más que se diga lo contrario, no queremos volver a repetir.

    Otto Granados, ex Subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la misma SEP, es el nuevo titular de la dependencia. ¿Su mérito? Ser un incondicional de la línea salinista. Otra vez el mismo cuento, la misma historia.

    En sus más recientes declaraciones, este exgobernador de Aguascalientes, aseguró que le dará continuidad al trabajo realizado por su antecesor. Claro, no podía ser de otra forma ni de otra manera, las elecciones presidenciales están cada día más cerca, y la SEP echará a andar toda su maquinaria para que el PRI no pierda la Presidencia de la República. Con seguridad, muchos maestros y maestras, que fuimos agredidos por la implementación de una “reforma educativa” a través de una LGSPD, ahora nos convertiremos en sus “amigos”, en sus “aliados”, en el “motor” de su crecimiento. Basta con ver lo que el líder nacional del Partido Nueva Alianza (el partido de los “maestros”) está tramando con Meade y Nuño rumbo al 2018.

    Las escuelas afectadas por los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre, pueden esperar, aunque se dice, que ya están siendo atendidas como debiera. Los problemas de diversa índole que prevalecen en escuelas multigrado o unitarias, así como los que enfrenta la educación secundaria, son parte de ese conglomerado de “situaciones fortuitas” que tiene que ir solventado el propio SEM.

    Las escuelas rurales e indígenas, que por años se han mantenido en el olvido, seguirán durmiendo el sueño de los justos políticos. Las escuelas normales, sobre todo las rurales, continuarán en esa vorágine que la misma política educativa impone, más como un mero asunto remedial, que como parte de una verdadera mejora en la formación inicial de los docentes. En este sentido cabe mencionar, que la formación continua del profesorado, tendrá que esperar. Y tendrá que esperar hasta que el momento electoral haya pasado.

    El panorama es pues, poco alentador. Las condiciones políticas, económicas y sociales, que se viven no solo en México, sino en el mundo entero, nos recuerdan aquel sabio adagio que a la letra dice: del dicho al hecho, hay mucho trecho; y es cierto.

    En los próximos meses, seremos testigos de una lucha encarnizada por el poder. Ese poder que hasta el momento ha traído desesperanza e incertidumbre a millones de mexicanos que hoy día se encuentran en una lastimosa clasificación: pobreza y pobreza extrema. Esto es así, simple y sencillamente, porque para los políticos, nada vale el esfuerzo que cada maestro, cada padre de familia o que cada ciudadano realiza en cada uno de los espacios en los que se desenvuelve. No, para ellos nada de eso vale, el voto es lo que cuenta, y para ello, se gastarán millones de pesos que bien podrían ser destinados para atender los grandes problemas educativos.

    Sí, es momento de dar vuelta a la página. El momento de Nuño ha terminado. No obstante, no debemos olvidar que este gobierno, con garrote en mano y sin ningún tacto pedagógico y, mucho menos político, pretendió cambiar lo que con políticas erradas no se puede cambiar.

    La fuerza de la educación está en los maestros, eso lo tengo claro. Y quiero pensar, como un sano deseo, que éstos no olvidarán tales afrentas el día que emitan su voto el próximo año.

    Tiempo al tiempo.

  • Una evaluación docente que no es evaluación

    Una evaluación docente que no es evaluación

    Como seguramente usted tiene conocimiento, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), se vieron en la necesidad de modificar las fechas en las que los docentes de 10 entidades de mi querida República Mexicana (Chiapas, Hidalgo, Estado de México, Guerrero, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala y Ciudad de México), presentarían su evaluación de desempeño en sus tres etapas. Modificación que se debió a los estragos que el sismo del pasado 19 de septiembre causó en dichas entidades federativas. Situación que en su momento trajo polémica, dado el pronunciamiento que Mexicanos Primero (MP) emitió al respecto y que versó sobre los criterios y argumentos que emplearon ambas instancias para soportar esa modificación pero, también, porque el hecho de reprogramar esa evaluación, debería responder a las necesidades de los maestros y niños y no a los tiempos y cálculos políticos.

    Así las cosas, los tiempos de aquellos lamentables y trágicos acontecimientos del mes de septiembre, pasaron; y las fechas para que los profesores pudieran cumplir con lo dispuesto por las autoridades educativas, llegaron. Y justamente esta situación, trajo consigo una serie de inconvenientes que, por más que se diga lo contrario, ni la propia SEP, ni el INEE, ni la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (CNSPD), pudieron – ni han podido – responder. Veamos.

    Desde mediados del mes de noviembre, las inconformidades que varios docentes expresaron con relación a la plataforma a través de la cual tendrían que realizar la etapa 2. Proyecto de enseñanza, gestión, asesoría y acompañamiento, fueron más que evidentes. Como usted sabe, dicha etapa es parte del proceso de evaluación al desempeño de los docentes que se encuentran insertos en alguno de los niveles educativos que integran el Sistema Educativo Mexicano (SME). Razones para entender su molestia, son muchas y muy varias; no obstante, permítame expresar la que, desde mi perspectiva es fundamental para comprender la problemática existente en esta materia. Por un lado, la autoridad educativa estableció las reglas del juego a través de las cuales, los docentes serían evaluados. Como sabemos, en esta ocasión, fueron tres etapas que se consideran en dicho proceso evaluativo. Una de ellas, la segunda, consistió en que cada profesor o profesora, tendría que “subir” la información que le era solicitada, conforme a la Guía Técnica que la CNSPD emitió en meses pasados.

    Este asunto nada malo tendría, de no ser porque si algo ha caracterizado a las plataformas que la SEP pone a disposición de los maestros y maestras para que mediante ellas “suban” sus calificaciones, reporten datos estadísticos, etc., ha sido precisamente esa, su inoperancia y/o funcionalidad. Muchos mentores han expresado y expresan, su enorme insatisfacción por tales medios tecnológicos. De hecho, he sido testigo de las horas que le destinan a este propósito – “subir” las observaciones, por ejemplo – y de las problemáticas que presentan las “plataformas” que refiero.

    Al respecto, puede decirse – y es muy válido el planteamiento – que los profesores dejan todo para el último momento y que, por tales razones, el sistema se satura y por ello “se cae” la red o el sistema. Cosa más curiosa ha sido ésta, porque si de algo nos hemos enterado, ha sido de los millones de pesos que se han invertido en sistemas y/o conexiones que les permita soportar el tráfico de los usuarios a dichas plataformas o… ¿es que acaso la SEP no está preparada para atender con eficiencia y eficacia tales requerimientos?, ¿por qué pensar en un esquema de evaluación a través de los medios tecnológicos si en los hechos el sistema no soporta el tráfico de usuarios?, ¿por qué no dar una explicación clara y concreta sobre este problema?, ¿por qué emitir un escueto comunicado a través del cual se informa que el periodo para “subir” los proyectos de enseñanza – por ejemplo – se ampliaría para que “el personal atendiera las etapas de manera adecuada”.

    La SEP está haciendo agua, la CNSPD ni se diga… del INEE, me gustaría saber cómo es que pretende evaluar un proyecto que contiene poco más de 10,000 caracteres, quién los va a evaluar y, lo más importante, cuáles serán las recomendaciones que le harán al docente para que mejore su trabajo – en caso de que así sea necesario – dado que el evaluador solamente emitirá una valoración a partir de ciertos parámetros e indicadores pero no de una observación directa al trabajo que realiza el docente en el aula.

    Urgen respuestas y urgen soluciones. Vaya, como en reiteradas ocasiones lo he dicho y afirmado, no es que me oponga a la evaluación, sino más bien, a los procesos mediante los cuales desde la SEP y el INEE, piensan o consideran que se puede lograr una valoración objetiva del trabajo docente aunque en los hechos y como sabemos, toda evaluación es subjetiva por su propia naturaleza.

    De ahí que comparta plenamente la idea y/o posicionamiento del Dr. Manuel Gil Antón, cuando refiere en su último artículo publicado en El Universal “El árbol torcido y la evaluación docente” (2/12/2017), cito: “Lo mismo ocurre con la evaluación del desempeño. Depende del medio en que se realiza. Es el espacio artificial del examen, con menos factores en juego, el resultado es uno; cuando se observa la práctica en el aula, repleta de elementos que ningún examen puede tomar en cuenta ni medir, es otro”.

    En fin, dejo pues hasta aquí esta serie de reflexiones sobre un tema que es de vital trascendencia en el medio educativo en el que nos encontramos insertos, recomendándole a usted, al igual que Gil Antón, los resultados que arrojó el estudio que realizaron cuatro investigadores (Weiss, Dávalos, Civera y Block) sobre la evaluación del desempeño docente; una comparación de la calificación obtenida por un grupo de profesores en el examen que aplica la SEP, con el desempeño del profesor desde la perspectiva de la práctica. Investigación y resultados, que pudimos observar, analizar y dialogar, en el XIV CNIV que promueve el COMIE.

  • El COMIE y el normalismo mexicano. Un acierto.

    El COMIE y el normalismo mexicano. Un acierto.

    Uno de los eventos más importantes en materia educativa en mi México querido es, sin duda, el Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) que promueve el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). Tan es así, que varios cientos de maestros y maestras asistimos a su XIV Congreso pero también, investigadores, académicos, estudiantes y reconocidos especialistas que hicieron y han hecho, importantes aportaciones al medio educativo a partir de sus indagaciones, mismas que en varios espacios fueron expuestas con el propósito de generar el análisis, reflexión y conocimiento sobre el tema que nos ocupa.

    Este es, repito, uno de los espacios más importantes que existen en el país, donde la pluralidad, la divergencia de opiniones, la convergencia de otras tantas más, se hicieron latentes y, espero, sigan con el mismo rumbo y dirección.

    El tema que en esta ocasión permeó las actividades de dicho congreso fueron los “Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social”. Asunto harto relevante que, dadas las políticas sexenales que se han emprendido durante el gobierno peñista y que han influido en toma de decisiones al interior del ámbito educativo, específicamente, en los maestros; fue pertinente a más no poder. La discusión, los diálogos, las conversaciones, las conferencias, las ponencias, en fin, todas las exposiciones giraron en torno a las grandes problemáticas que nos preocupan y ocupan en el medio en el que nos encontramos insertos.

    En este sentido, llamó mi atención que en pleno evento inaugural, se haya presentado el Subsecretario de Educación Básica, Javier Treviño, en representación del Secretario de Educación, Aurelio Nuño; es más, a muchos nos causó extrañeza, la ligereza y simpleza con la que se dirigió a la todavía presidenta del COMIE, Rosa María Torres, asegurando que tal asociación, participó activamente en la formulación del “nuevo” modelo educativo. En fin, bien se dice que el fin justifica los medios y, para el caso, a tal Subsecretario se le olvidó que el escenario estaba lleno de investigadores y académicos, y mucho de ellos, tienen la enorme capacidad de diferenciar un discurso demagógico y populachero de uno eminentemente académico.

    Así las cosas, un tema que de manera personal fue de mi agrado y que se abordó en diferentes mesas de diálogo, se relacionó con el análisis sobre la formación inicial de docentes, de las escuelas normales y de los normalistas. Como usted sabe, en este y otros espacios, he fijado una postura sobre la educación normal que se ofrece en nuestro país, así como también, sobre el sentido abandono en el que la habían tenido las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Graciela Cordero, destacada investigadora mexicana, ofreció un panorama interesante que, en futuras entregas, les daré a conocer, dada la relevancia del tema. No obstante Bertha Fortul, Alberto Arnaut, Manuel Gil, Hugo Casanova, Roberto Rodríguez, Imanol Ordorika, Alma Maldonado, entre otros, hicieron lo propio y fijaron sus posturas al respecto. Situación que, repito, personalmente me llenó de satisfacción y orgullo, porque si algo le hace falta a este país, es precisamente eso, un debate profundo sobre el normalismo mexicano.

    ¿Por qué no considerar la realización de un foro nacional en el que se discutan los obstáculos, retos y compromisos que enfrenta el normalismo mexicano y sus actores? Ésta, ha sido una pregunta que en reiteradas ocasiones he formulado con la intención de que la SEP a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), logré eliminar la serie de prejuicios, mitos, leyendas y demás cuestiones que permean al normalismo en México. Créame, las voces que escuché durante los cinco días que duró el congreso, fueron voces que cuentan con el respaldo académico que su misma trayectoria les ha otorgado, y no me refiero precisamente a los investigadores mencionados, sino a esos docentes normalistas que en las distintas mesas de trabajo expusieron los resultados de sus investigaciones. ¿Por qué no considerar los datos, evidencias, registros, hallazgos y demás elementos que han emanado de la indagación de los procesos de formación docente para la conformación del Plan de Estudios que se está preparando para la educación normal?, ¿por qué desdeñar el trabajo que algunos cuerpos académicos vienen realizando en esa materia y no se toman en cuenta para darle rumbo y sentido a los planes y programas de estudio de las licenciaturas en educación preescolar, primaria, secundaria, física, etc., que se están formulando?, ¿por qué no abrirse a la crítica fundamentada y a las necesidades que las escuelas normales enfrentan dado el abandono al que habían estado sometidas en todos estos años?

    Preguntas y respuestas que, con seguridad, hallarán sentido en la toma de decisiones políticas que desde el centro se desprenden; sin embargo, si de unos años para acá se viene hablando de poner la escuela al centro, ¿por qué no poner al centro a los normalistas con la intención de fortalecer sus aprendizajes y, por ende, el desarrollo de su práctica docente?

    En todos estos años en que he tenido la maravillosa oportunidad de convivir con mis amigos normalistas, créame, a nadie, repito, a nadie le he escuchado decir que no desean que se fortalezcan sus aprendizajes. De la infraestructura mejor ni hablamos, el hecho aquí y en el que quiero poner especial atención, es en el fortalecimiento de su capacidad académica y de sus aprendizajes.

    Si, ya sé, con seguridad alguien me dirá que existe un programa de fortalecimiento para la educación normal (PACTEN); sin embargo preguntaría, ¿sabe usted cuál es el destino final de los recursos que tal o cual escuela normal obtiene por haber participado en dicho programa a través de la elaboración de un proyecto?

    Sin duda, éste es un tema que tiene muchas aristas; por lo tanto, requiere de su atención y no de palabras como las que semanas atrás expresó el Subsecretario Jara al referirse que en el medio normalista hay algunas “escuelas bonitas”.

    Más allá del discurso y faramalla, se requiere pensar y repensar el normalismo mexicano a partir de sus actores y protagonistas. Es lamentable que la propia SEP no tomé cartas en el asunto y vaya, es de reconocerse el esfuerzo que en esta materia emprendió el COMIE y sus miembros.

    Las ponencias, los diálogos y demás cuestiones sobre este tema quedarán ahí, para las autoridades de la SEP, no obstante quiero pensar que éstas no serán tomadas en cuenta en la elaboración de la nueva curricula normalista, así como lo fue, el que destacados investigadores mexicanos, no fueron considerados – o al menos citados – en el proyecto electorero… perdón, el modelo educativo del que tanto se ufana Nuño y compañía.

  • Panorama educativo: el desastre que viene

    Panorama educativo: el desastre que viene

    Pese a que en sus constantes discursos y entrevistas a los medios de comunicación, Aurelio Nuño – aún Secretario de Educación en nuestro país –, ha declarado que las escuelas de los diferentes niveles que integran el Sistema Educativo Mexicano (SEM), se encuentran en condiciones para que los alumnos y profesores regresen a sus clases después de los estragos que dejaron los pasados sismos, del 7 y 19 de septiembre en varias entidades del país. Los hechos, las evidencias, vaya, las cosas en este sentido, no son como este funcionario las pinta; y es que son varias las quejas de maestros, padres de familia e, incluso, de los propios estudiantes, que a diario observamos en diversos espacios – redes sociales por ejemplo – o bien, de las que cotidianamente somos testigos dado nuestro diario andar por esas instituciones educativas.

    Y, para acabarla de amolar en medio de todo este embrollo, en la reciente comparecencia de Nuño en ambas Cámaras, la de Senadores y Diputados, el Secretario en comento, justificó la renta de un inmueble cuyo valor asciende a los más de 30 millones de pesos (mensuales) dadas las afectaciones que a decir de él, y no con base en un dictamen – o al menos yo no lo conozco y dudo que  muchos lo conozcamos –, sufrieron varios edificios en los que algunos funcionarios de la SEP despachaban hasta antes de los movimientos telúricos.

    No sé qué piense usted al respecto pero, desde mi perspectiva, ésta es una muestra más de la forma a través de la cual, la desigualdad en materia educativa se hace evidente. Y es que mire usted, no acaba de comprenderse el por qué las cientos de escuelas que se vieron afectadas por los sismos, no tengan la posibilidad de rentar un inmueble para que los alumnos puedan contar con las condiciones necesarias e indispensables para que reciban clases pero eso sí, para que ciertos funcionarios despachen cómodamente en una oficina, se hace prioritario el que se tenga que alquilar un edificio por más de 30 millones de pesos. Haga usted sus cuentas, no sólo por lo que la renta del inmueble pueda representar, sino por el traslado que implica cambiar de un lugar a otro “las oficinas” gubernamentales. ¿Qué pasa en Morelos, Oaxaca, Puebla, Estado de México y en la propia Ciudad de México, por ejemplo?, ¿por qué las reacciones violentas de los padres de familia ante las inoperantes acciones que han tomado las autoridades federales y locales en esta materia?, ¿por qué se sigue manejando un doble discurso que en nada ayuda a solucionar el conflicto?

    Las respuestas a tal interrogante parecen ser sencillas de responder, y así es. La simulación y el maquillaje, así, por encimita, es lo que ha caracterizado a este gobierno y a la gestión del Secretario de Educación en turno. Hechos para sustentar mis dichos son muchos; en este y otros espacios he dado cuenta de ello. Vamos, para nadie es desconocida, la cantidad impresionante de dinero que Nuño ha gastado con la idea de posicionar su imagen ante el electorado mexicano, así como también, para hacer creer a la ciudadanía que la educación va mejorando en un país donde las desigualdades sociales y, como en este caso, las educativas, es más que evidente.

    ¿Por qué ya no se ha hablado desde la SEP de la evaluación para el ingreso al servicio o de la del desempeño docente, cuyo carácter punitivo ha quedado una y otra vez demostrado cuando en las entidades se siguen cometiendo una serie de arbitrariedades que difieren de lo que la norma establece? Claro, esto ya no les conviene, porque el 2018 se aproxima y, en próximos días, conoceremos quién será el candidato que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) impulsará para la silla grande, y Aurelio Nuño, sigue levantando la mano.

    Dese cuenta, hasta el momento en que cierro estas líneas, desde la parte oficial, se está preparando toda una estrategia para que en los próximos meses, se hable hasta el hartazgo de los grandes logros de este gobierno. Esto, con la idea de mantener el partido político que gobierna, en el gobierno. ¿Y la educación? Sigue en medio de esa incertidumbre que implica el desconocimiento sobre la aplicación de un modelo educativo. ¿Y sus actores? En medio de una encrucijada, o coyuntura, si usted quiere llamarle de esa manera, por esa el desasosiego que produce la incertidumbre que refiero.

    Tengo claro que, independientemente de las coyunturas – naturales en ambientes tan cambiantes como el nuestro –, los maestros, esos maestros y maestras que a diario acuden a sus centros escolares, seguirán trabajando de sol a sol, con la idea de generar esos conocimientos en sus estudiantes que les permitan desarrollarse en su contexto. No obstante, es menester propiciar o hacer conciencia sobre estos hechos que, lamentablemente, no han sido atendidos como debiera.

    No se puede hablar de una mejora sustantiva en nuestra educación, sin tener todos los elementos a la mano. Sí, ya sé, tal vez algunos piensen o consideren que mi postura se ubica en esa post verdad por lo que a diario observo, y no en datos duros que me permitan hacer un análisis objetivo de los hechos pero, ¿no es la misma observación un requerimiento indispensable que nos lleva al registro y explicación de aquello que observamos?

    El diario andar, que implica la constante interacción con docentes de los diferentes niveles educativos; sus palabras, sus desasosiegos, sus conocimientos, sus experiencias, me brindan esa posibilidad de afirmar, que esa realidad, la que Nuño y compañía ven desde sus escritorios, difiere de lo que en las aulas se vive a diario.

    Se habla de logros en materia de inclusión educativa pero no hay capacitación para los profesores de las escuelas primarias, por ejemplo. Se habla de la implementación del programa de inglés, pero no se habla de los “falsos procesos” de contratación que se están dando en varias entidades del país. Se habla de que más del 90 por ciento de las escuelas ya se encuentran laborando después de los sismos, pero no se habla de las condiciones en las que los niños y profesores se encuentran trabajando. Se habla de una transformación de las escuelas normales, pero no se habla de la inexplicable reducción a la matrícula de las mismas. Se habla de las grandes bondades del sexenio, pero no se habla del gran desastre educativo que viene.

    En fin, de todo eso se habla, pero no se habla de lo que realmente sucede en México.