Han transcurrido nueve semanas desde que comenzó Aprende en Casa II, solución ideada por la SEP para continuar con las clases y la educación de niñas, niños y jóvenes. Se trata de una decisión tomada en medio de una pandemia que llegó para quedarse, a juzgar por los rebrotes e incremento de contagios en países cuyos gobiernos festejaron el fin de la pesadilla, pero que NO fue pensada ni está dirigida a enfrentarla.
A medida que avanza Aprende en Casa II, la fuerza de una normalidad escolar de por sí indeseable, parece reafirmarse y agigantarse. Diversas prácticas de simulación enquistadas de tiempo atrás en la escuela y el sistema educativo, hoy se magnifican, provocando múltiples reacciones en cadena. ¿A qué nos referimos?, ¿por qué afirmamos esto? Vamos por partes.
Días antes del 24 de agosto, fecha en que oficialmente inició el ciclo escolar 2020-2021, el secretario de educación presentó orgulloso, un calendario escolar que “nos lleva a 190 días efectivos de estudio y de trabajo, que es un calendario muy sólido, porque son los días que precisamente se había planeado que estuviesen trabajando las niñas y los niños…”. Las palabras del titular de la SEP muestran una intención muy transparente: la prioridad no es entender qué es la pandemia, sus múltiples consecuencias y afectaciones, tampoco el modo en que podríamos enfrentarla, convocando a las comunidades escolares a emprender una verdadera cruzada contra la pandemia. Nada de eso hay en su dicho; el objetivo es otro y es explícito: de lo que se trata es cubrir 190 días efectivos de estudio y trabajo. A más de dos meses, sabemos bien lo que significa eso de un calendario muy sólido: niñas, niños, jóvenes, padres, abuelos, abuelas, tíos, cuidadoras y por supuesto, profesoras y profesores que pasan largas horas frente a un monitor, con apenas un respiro para alimentarse y medio descansar; todo sea por cumplir con ese sólido calendario.
Al menos esto es lo que viven quienes cuentan con los recursos económicos y con los medios o han comprometido parte de su ingreso familiar para obtenerlos; los que no, simplemente están fuera, por más que el sistema haga como que está haciendo y la palabra más repetida por el titular de la SEP sea equidad.
Por lo mismo, no deja de causar sorpresa el modo en que Esteban Moctezuma inició su comparecencia ante los senadores el pasado 14 de octubre: “Lo que todos estamos viviendo es un punto de quiebre en la historia de la humanidad. El 2020 marca un nuevo rumbo, las ideas la concepción que tenemos de la realidad, la relación con el otro, se han modificado de una forma profunda y nos obliga a repensar nuestra educación” (Comparecencia de Esteban Moctezuma Barragán, Secretario de Educación Pública).
No podríamos estar más de acuerdo, ese punto de quiebre es lo que hemos denominado acontecimiento: es una ruptura, una alteración de todo. Sin embargo, esta afirmación de inicio no pasa de ser mera retórica. Tras asegurar que la pandemia evidenció la complejidad de un mundo con desigualdades sociales y económicas, con inequidad y exclusión, el secretario terminó encasillando su planteamiento inicial en el logro de aprendizajes esperados: “En SEP la pregunta fue ¿cuál es nuestra responsabilidad dentro de las restricciones que impone la pandemia? La conclusión fue: que no se detenga el aprendizaje, que continúe el aprendizaje de niñxs y adolescentes”. O el secretario es un caso de disonancia cognitiva, como Gatell definió el comportamiento de Lili Téllez en su comparecencia, o simplemente recurre a la retórica para engañarnos.
Al buen entendedor…en un instante, así sin más, la idea de la pandemia como un punto de quiebre de la humanidad, quedó completamente de lado; el logro de los aprendizajes esperados es la prioridad del sistema. Se repite el mismo esquema argumental utilizado en la reforma del Pacto por México, cuando en la iniciativa de reforma constitucional al artículo 3° se enlistan múltiples factores que afectan la calidad, y al final todos los medios de intervención se centraron en las maestras y maestros.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Las decisiones, los hechos y las acciones, indican que en medio de una pandemia que alteró todo, la prioridad número uno para la SEP, es conseguir unos aprendizajes esperados -antes llamados competencias-, propuestos en unos planes y programas de administraciones anteriores, retomados y definidos en un modelo educativo heredado por la reforma que supuestamente canceló el gobierno de la 4T y que la dirigencia del magisterio democrático celebró al grito de “¡Ya cayó, ya cayó!”.
Así transcurren los meses, las semanas y los días, uno tras otro, sin sopesar el costo político, cognitivo, subjetivo, el alcance formativo -o deformador- de esta estrategia, sin reparar en el daño monumental que le estamos haciendo a la educación, sobre todo de los más pobres y excluidos de siempre.
El ciclo escolar que la SEP se empeña en continuar, como si la pandemia fuese a terminar mañana, avanza sin detenerse. Se aproxima la primera evaluación trimestral; maestras y maestros están a escasas tres semanas de una fecha fatal. El 13 de noviembre está marcado en el calendario como día de descarga administrativa. ¿Qué significa esto? Ese día, maestras y maestros deberán llenar diversos formularios y entregar los reportes de evaluación trimestral, es decir, reportarle al sistema a cuántos alumnos atendieron y qué aprendieron. De aquí se desprenderá una especie de juicio intermedio con sus respectivas advertencias; el sistema será implacable con quienes osen reportar la verdad: que no han podido contactado a todos sus alumnos inscritos, que muchos están perdidos, los que se supone han visto Aprende en Casa, no han reportado nada que lo demuestre; que quienes supuestamente han tomado clases, solo una mínima parte han realizado tareas y entregado evidencias.
Ya se respira en los intercambios en redes sociales magisteriales, la tensión que provoca la proximidad de esta fecha, entremezclada continuamente con una especie de regla no escrita convertida en secreto a voces: no reprobar a nadie.
La actualización de esta regla no escrita es posible gracias a que existen un conjunto de patrones institucionales autoritarios, que se activan constantemente. Hoy, en medio de una pandemia que mantiene cerradas las escuelas, estos patrones están presentes y funcionan con mayor intensidad y efectividad, en tanto producen reacciones en cadena en prácticamente todas las estructuras que componen un sistema altamente burocratizado y rígido. Trataremos de explicar cómo funciona.
- Desde que comenzó Aprende en casa II, autoridades intermedias, desde directores operativos de nivel, jefes de sector y supervisores, han presionado de una mil maneras, algunas dignas de Tronchatoro o Cruela de Vil, para que maestras y maestros entreguen evidencias de todo lo que hacen y/o les piden que hagan, además de las clases: tomar cursos, registrarse en webinars para aprender a manejar toda clase de herramientas tecnológicas; mandar videos de las actividades realizadas con sus alumnxs, imágenes, fotos, esquemas, resúmenes y cuanta cosa les pidan realizar con ellos.
- A medida que se acerca la evaluación trimestral, la presión ha arreciado. El volumen de “evidencias” solicitadas aumenta, se les demanda que localicen a los alumnos, así tengan que acudir a sus domicilios con todos los riesgos de contagio que eso implica. El motivo no es precisamente saber cómo se encuentran y cómo pueden ayudarles, sino regresarlos al redil de una escuela que no es tal. Y eso es responsabilidad del profesorado; de no hacerlo, serán tildados de flojos, confirmando lo que una parte de la sociedad piensa: quienes están trabajando son los padres y madres, ellos deberían recibir el salario de los maestros que están sin hacer nada.
- Ante la posibilidad de ser señalados, exhibidos y/o sancionados por incumplir sus responsabilidades, los y las maestras, reproducen con sus alumnos el mismo esquema: dejan una gran cantidad de tareas que difícilmente tendrán tiempo de revisar, mucho menos de retroalimentar; asignan días y horas de entrega fijos, sin consideración de las condiciones materiales concretas de las familias, los tiempos disponibles, el número de habitantes conectados simultáneamente en casa, ya sea para tomar clases o trabajar; sin tomar en cuenta si sus alumnos y alumnas cuentan con la presencia de un adulto que les acompañe y oriente a sus alumnos; sin pensar en que ese apoyo, en caso de existir, también tiene su límite dependiendo del nivel educativo en el que se encuentren los hijos, pues los padres no son maestrxs de matemáticas, física o filosofía.
- Estas exigencias de realización de tareas, a menudo sin sentido alguno para las niñas, niños y jóvenes, afectan también a las familias. Todos los días, especialmente las mujeres, lidian con una gran cantidad de exigencias, necesidades y problemas. En el mismo espacio realizan teletrabajo, preparan comida, vigilan que sus hijos estén conectados y hagan sus tareas. Muchas se las ingenian para atender todo y a todos, asumiendo ese modelo ideal de mujer moderna todopoderosa; otras han decidido posponer sus proyectos profesionales, renunciar al trabajo remunerado o al estudio para poder cuidar de los demás, un trabajo absolutamente necesario por el que no reciben remuneración alguna.
¿Cuál es el resultado de todo esto y hacia dónde nos lleva? Anotaremos solo algunos problemas, ya a la vista, y preocupantes por sus consecuencias.
Usted madre, mujer, maestra, cuidadora, joven, lector, lectora que vive en carne propia este teatro del absurdo, seguramente podría agregar otros más.
- Se avanza a pasos agigantados en la conformación de una nueva figura docente: el maestro empresario de sí, ahora revestido de un ropaje como misionero salvador de la patria frente a un poderoso enemigo invisible: un virus. De él dependen los éxitos pero también los fracasos, mismos que se valoran en función de los resultados y los únicos resultados admitidos son los que se pueden medir, o en este caso, contar: ¿cuántos estuvieron viendo Aprende en Casa II?, ¿cuántas evidencias entregaron? Se abona al sostenimiento de uno de los pilares de la educación neoliberal: cada uno es responsable de sí para adaptarse a las exigencias tecnológicas, a la flexibilidad y variabilidad de tareas, aguantando estoicamente la intensificación del trabajo, sin fechas ni tiempos de descanso, expresión de la sobre explotación laboral. Todo para no ser juzgado como débil o fracasado, aunque la naturaleza de su trabajo dependa de los otros, como en este caso.
- Se refirma y alimenta un sistema educativo autoritario que desde hace mucho, y gracias sobre todo a la última reforma del Pacto por México, ha enviado un claro mensaje a las y los maestros: el sistema desconfía de ellos. La pandemia ha servido de pretexto para exigirles que trabajen más que antes, demostrando de mil y una maneras posibles, que desquitan el escaso salario que reciben. En este proceso, las tecnologías se han convertido en sus aliadas; le permiten al sistema ampliar y diversificar los mecanismos de vigilancia. ¿Cómo lo hace? Pues a través de las evidencias que deben subirse a plataformas, archivadas en la nube en fechas y horas precisas. Porque sin evidencias no hay trabajo que valga; quien no las entregue recibirá por respuestas amenazas veladas o abiertas, de posibles notas malas, sanciones y extrañamientos.
- En respuesta, maestras y maestros actúan de modo similar: exigen a sus alumnxs y a sus familias realizar actividades sin un sentido formativo claro; a menudo implican gastos adicionales, tienen que imprimir o comprar materiales; no se diga las tareas, a menudo absurdas: repeticiones de la repetición, resúmenes, memorizaciones. Y quien no cumple, es juzgado como flojo, indolente, desinteresado en la educación. Esto aplica no solo a los alumnos, el juicio sumario se extiende también a las familias.
Se cumple así el propósito de la SEP: trabajar, trabajar, trabajar, trabajar, o lo que es lo mismo, hacer, hacer, hacer, suponiendo que eso nos llevará al paraíso. Y así, poco a poco, se normaliza la sobre explotación, la precarización, la obediencia, la incertidumbre, todo ello envuelto en una buena dosis de miedo.
La dictadura de las evidencias, propia de un sistema que responsabiliza a los individuos de los resultados de otros, que reduce la educación a la adquisición de unos aprendizajes instrumentales en donde la reflexión no tiene cabida, mucho menos los sentipensamientos, tan necesarios para superar una ignorancia que, a fuerza de reformas neoliberales, se ha vuelto estructural, incapacitándonos para el debate y la argumentación. Las creencias y percepciones ganan cada día más terreno, es lo que hay detrás del rechazo a las medidas de protección para evitar los contagios, a la incredulidad…
Inevitablemente, y como nos pasa siempre, saltan las preguntas. Aquí las dejamos para seguir sentipensando:
¿Por qué si estamos viviendo un punto de quiebre en la historia de la humanidad, las decisiones y acciones en materia educativa no están a la altura de las circunstancias pandémicas? ¿De dónde y por qué supone la SEP que pasar horas frente a un monitor es igual a aprender? ¿Cuáles son los efectos a corto, mediano y largo plazo, del tan extendido principio del cumpli-miento, otra regla no escrita del sistema educativo? ¿Acaso por esta ruta podremos vencer la ignorancia supina que justifica la falta de cubrebocas en el transporte público o en la calle? ¿A punta de simulaciones lograremos revestir los feminicidios, las agresiones al personal de salud? ¿Conseguiremos sensibilizarnos acerca de la devastación ecológica, los monopolios farmacéuticos que lucran con nuestra salud, enfermándonos y luego vendiéndonos un remedio que no nos cura, sólo nos mantiene vivos para seguir siendo explotados?
¡Démonos cuenta! Por esta ruta, no vamos más que al precipicio, cada vez más tristes, más solos, con más miedo. Y así, sin darnos cuenta, vamos trazando el camino al infierno, o lo que es lo mismo, hacia la muerte en vida, con nuestras almas rotas y nuestras voluntades doblegadas.
Pero en medio de este preocupante panorama, existen sin duda alguna, fuerzas que caminan en dirección de la vida, fincadas en el encuentro genuino con los otros, especialmente mujeres maestras que han logrado unir lo que estaba separado, que observan y escuchan, aceptan la multiplicidad de los diferentes y la aprovechan al máximo, están haciendo comunidad, viven la solidaridad no solo la pronuncian, han construido redes de apoyo o las han encontrado y aprovechado. Caminan por el sendero de la vida en sentido amplio.
No será el sistema ni el poder gubernamental o el de las élites, que nos prefieren medio muertos y aletargados, quienes nos conduzcan hacia la vida. De nosotrxs depende aprovechar las posibilidades que nos brinda el acontecimiento llamado pandemia, para construir nuevos marcos de intelección y actuación al margen de esa normalidad que nos prometen todos los días.
Contacto: labandadelxs2@gmail.com
Articulo publicado en Insurgencia Magisterial