Se cumple un año del conflicto magisterial en Nochixtlán, Oaxaca, que derivó en la trágica muerte de 11 personas luego del un violento choque entre maestros y pobladores de ese lugar, y la Policía Federal.
Es sin duda una tragedia que derivó de la soberbia y obstinada negativa del titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Aurelio Nuño, de sentarse a dialogar con la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE), por el contrario, prefirió tensar la liga e ir a la confrontación.
Sin duda Aurelio Nuño es un funcionario al que la mayoría de los maestros le expresan amplio repudio. Se trata de un personaje que al amparo de la ley general del servicio profesional docente, ha sembrado discordia al ser el ejecutor de despidos magisteriales, de presumir esos despidos como premio a su disciplina para desaparecer a la CNTE, y como un mecanismo de intimidación para los maestros reacios a aceptar la reforma educativa.
Nuño también es factor de profundización de una brecha entre maestros destacados, buenos, suficientes e insuficientes, porque tiende a magnificar a la evaluación docente como el único medio para ser mejor o peor maestro.
Asimismo falsea el contexto educativo del País, en el que la gran mayoría de las comunidades educativas padecen las más grandes desigualdades escolares y sociales, para hablar en cualquier foro posible de un imaginario escolar de maestros y niños felices.
Sumado además sus amplios discursos cargados de beligerancia y cerrazón, en donde confrontó el ánimo de la CNTE con advertencias tales como “quien no se presente (a la evaluación) después de haber sido convocado será separa del servicio sin ninguna consecuencia para el Estado, es decir, no hay ninguna liquidación”, “la ley es muy clara y vamos a aplicarla” o, “sí al diálogo con la CNTE, pero para implementar la reforma educativa”.
Ese ánimo incendiario de Nuño retó y escaló el coraje magisterial, explotó y terminó en la tragedia de Nochixtlán, en donde la incapacidad de las fuerzas del orden se impuso a un protocolo correcto de actuación.
Pero tras la tragedia de hace un año lo que la razón esperó fue la renuncia de Aurelio Nuño, sin embargo, sólo estuvo agazapado en el silencio tres días para luego reaparecer con la bandera de la conciliación, lamentando el saldo funesto y con un discurso menos ofensivo para serenar el clima político enardecido provocado por la mano dura que quiso implementar a costa de lo que fuera contra la disidencia magisterial.
Hoy sigue al frente de la SEP, es más, sigue intacta su aspiración política de ser el próximo Presidente de México ( aunque diga que sólo le mueve el deseo de implementar la reforma educativa).
Cierto es el que el País necesita una reforma del sector educativo tanto así como un Secretario que tenga al diálogo franco e insistente como su principal método de implementación. Aurelio Nuño, no se olvide, tensó la liga con la disidencia magisterial y es por consecuencia, el origen de una confrontación que pudo evitarse pero que terminó con once vidas.