Mal y de malas estamos en el país cuando tenemos un secretario de educación pública que piensa que un torneo de fútbol nacional puede ser la punta de lanza que promueva la activación física y el bienestar entre niñas, niños, adolescentes y jóvenes. ¡Habrase visto tal barbaridad! Pero bueno, eso pasa cuando alguien ocupa un puesto sin la menor idea o conocimiento sobre el sistema educativo nacional y/o de los procesos de enseñanza y de aprendizaje que ocurren dentro y fuera de los planteles escolares. La consecuencia natural de tales designaciones políticas, se traduce en ocurrencias que poco o nada abonan a eso que, en estos años, tanto y tanto se ha vociferado: “Humanismo mexicano” y “Nueva Escuela Mexicana”.
Nadie, pero absolutamente nadie niega que un deporte como lo es el fútbol colabora en el desarrollo de los seres humanos, pero, antes de pensar y promover un torneo nacional de fútbol no estaría por demás preguntarse ¿qué pasa con la educación física en México y con sus educadores que son parte del sistema educativo? Si las preguntas nos llevan a mirar a esta disciplina con cierto aire de preocupación, porque, como es sabido a través de los años ha sido menospreciada, al igual que la artística y otras tantas más, podría pensarse que la promoción de un torneo de este tipo por el propio secretario de educación, es una bofetada en el rostro para la disciplina, para los docentes responsables de la misma, pero, sobre todo, para algo que se conoce en nuestro país como juegos tradicionales y autóctonos… ¿pues no que mucho humanismo mexicano promueve la presidenta y la secretaría de educación pública en estos días? En fin.
Regresando al tema que me ocupa, se sabe que la educación física es una disciplina que se encarga de desarrollar y perfeccionar el cuerpo a través de ejercicios, lo cual significa que pone en el centro de su atención el cuidado de la salud, el mejoramiento de las capacidades físicas, activas, sociales, familiares y productivas, pero también los valores, la autodisciplina, la responsabilidad, el compañerismo, el respeto, la tolerancia, la pertenencia, entre otras.
Visto de esta forma, esta disciplina requiere de un especialista o profesional en la materia que conozca de intervenciones pedagógicas a partir de una edificación de las competencias motrices, entendidas como la capacidad que da sentido a los movimientos y al saber cómo emplearlos, es decir, que comprenda la percepción, interpretación, análisis y evaluación de las acciones vinculadas con la diversidad de saberes adquiridos en otros contextos, así como de procedimientos, actitudes y valores integrados a la personalidad. Desde luego, sin perder de vista que la actividad de enseñanza que este profesional realiza, está estrechamente vinculada con la que realizan otros profesionales de la educación dentro de un aula.
Lo anterior, obviamente obliga a pensar que la educación física como tal es harto necesaria e indispensable en la escuela, porque, como se entiende, se convierte en un espacio que moviliza corporalmente a las y los estudiantes, situación que conlleva, entre otras cosas, al gusto por la práctica deportiva y los estilos de vida saludables. Luego entonces, pensar que un torneo, en el que deban participar las y los alumnos de educación básica de diversas escuelas, tenga como propósito fundamental la activación física y el bienestar en general de cierta población infantil, insisto, es absurdo y muy ridículo.
Obviamente, es natural pensar, que invertir en una disciplina que por años ha sido olvidada y menospreciada por distintos gobiernos, incluyendo el actual, sería bastante complicado y llevaría mucho tiempo, esfuerzo y dinero, no así el “firmar” un acuerdo de colaboración con la Federación Mexicana de Futbol y la Federación Internacional de Futbol Asociación. Acuerdo que, con bombo y platillo se ha anunciado, pero, ¿sabrá el secretario de educación cuál es el estado que guardan las instalaciones y/o infraestructura en cada uno de las escuelas de México? Digo, se sabe que todo proyecto debe emanar de un diagnóstico que permita formular objetivos, metas, acciones, responsabilidades, recursos, etcétera. Yo me pregunto: ¿cuál es el diagnóstico que tendrá en sus manos el actual secretario para proponer esta ocurrencia?
Bueno, pensar en una actividad de este tipo, me refiero al torneo, significa que todas, pero absolutamente todas las escuelas cuentan con una estructura deportiva que les permita desarrollar tal cuestión, pero también, que haya un maestro o maestra que funja como entrenador de un equipo (lo cual significa hacer una selección entre todo el alumnado), que haya el tiempo necesario para entrenar a ese equipo (quién lo hará si el educador físico está por horas y, como parece obvio, si entrena a ese equipo descuidaría a todos los demás grupos), que haya la participación de todos los actores al interior del plantel para impulsar a ese equipo (comenzando por los padres de familia, luego los docentes, directivos, supervisores, autoridades educativas, etc., lo cual no siempre se logra). En fin, como podrá uno darse cuenta, no se trata de sentirse muy envalentonado y anunciar que en México se va a organizar el torneo más grande del mundo, se trata pues, de considerar todos y cada uno de los factores que implica realizar un ejercicio de esta naturaleza y, luego entonces, anunciar lo que se deba anunciar si hay las condiciones para ello.
El tiempo va pasando y veo con preocupación la ignorancia (que es muy manifiesta) con la que se dirige la educación en nuestro país. El tiempo sigue su curso y también veo con preocupación cómo, por ejemplo, nadie se acuerda de los juegos autóctonos y tradicionales que aun existen en nuestro país, y eso que la misma Ley General de Cultura Física y Deporte aún los tiene considerados. El tiempo no se detiene y veo que hay quienes en sus venas corre sangre muy neoliberal, pero la disfraza con palabras pomposas y rimbombantes como “humanismo mexicano”.
Ya veremos qué resulta de su famoso torneo.
Al tiempo.