Nuestro sistema educativo ante la exigencia de organismos internacionales y pretendiendo demostrar fuerza inusitada con el encarcelamiento de la ahora exlideresa del magisterio nacional, lanzó para su aprobación la llamada Reforma educativa, la cual ha sido totalmente repudiada a nivel nacional por una gran mayoría de maestros, pero oficializada por quien en número conforma una minoría legislativa, pero eso sí con ese magnificentísimo poder que permite “mover a México”. Voces que aparentemente no han sido escuchadas, algunas ya calladas por la presión ejercida, y que fueron apoyadas, sustentadas incluso, por personalidades intelectuales que demostraban su digresión con los poderes ejecutivo y legislativo de nuestro país.
Lo que el magisterio rechaza es la personalidad con que se describe al maestro, pues no se le dignifica, antes bien, se le degrada. La figura del maestro es entregada cual presa fácil e indefensa a una sociedad ávida de encontrar quién se la pague y no quién se la hizo. Argumentos para que una sociedad nada contenta con las promesas políticas incumplidas con relación, por ejemplo a la baja de precios, o como en la administración anterior, con la disfrazada forma de erradicar el impuesto llamado tenencia. Familias que cada vez tienen mejores oportunidades para deshacer los vínculos que los licencian como responsables de un hogar; títulos paternos o maternos de nombre porque todo el día deben estar trabajando para poder acceder a las mismas oportunidades básicas que de por sí son con precios en ascendente cuesta. Papás o mamás que ven en la escuela pública el lugar donde pueden “cuidar” a sus hijos durante cinco o más horas mientras ellos luchan por llevar los servicios necesarios para la casa. Acepto con orgullo que existen honrosísimas excepciones a esta regla de personal enunciamiento.
Porque la reforma educativa está hecha por políticos temerosos de las voces de la sociedad misma, pero seguros que los trabajadores, en este caso los maestros, pertenecientes a esa sociedad que tanto teme, serán controlados por sus líderes sindicales además de que ha de moverse, a través de los medios masivos, a la sociedad restante para repudiar cualquier tipo de movimiento en contra.
Si se habla de reforma educativa no es referible nada más a la vida de las escuelas; la educación se da primeramente en la casa, en el hogar. ¿Cómo puede hacerse esto si los responsables de la familia tienen que luchar para sobrevivir en la economía diaria? Los maestros sabemos que tenemos que atender a niños con papás trabajadores ambos, alumnos que se quedan al cuidado de abuelitos, tíos, vecinos, amigos; niños que han pasado por un rompimiento durísimo y viven con mamá, con papá de manera alternada; niños cuyo hogar ha sido abandonado por papá o por mamá y que no entienden la razón de ello; niños con padres con problemas de alcoholismo, drogadicción, dedicados a la prostitución; niños que viven en ambientes nada favorables y condenados por cierto por los Derechos Universales. La reforma educativa ¿dicta cómo cambiar estas situaciones?
No. Todo es responsabilidad del maestro de grupo. Los padres de familia, aún con el rumor vuelto ley popular, de que tendrán que mantener al edificio escolar, no son condicionados por esta reforma para ofrecer educación de calidad a sus hijos ¿risible? Tal vez, pero no hay obligación legal, mucho menos moral, que permita un dejo de preocupación de los padres de familia por sus hijos, por la escuela de ellos. Todo se deja al criterio – producto de las influencias políticas y sociales ya mencionadas – de cada paterfamilia con lo que se podría discutir esa equidad para los niños y jóvenes de las escuelas públicas.
Porque en las escuelas privadas, que deben estar regidas por la misma ley de las públicas (no olvidemos que el Estado delega en los particulares la facultad de impartir educación rigiéndose por las mismas leyes que las escuelas oficiales públicas), se cometen y permiten acciones que atentan y discriminan a la comunidad educativa. Ejemplos claros: asistencias obligadas de los padres de familia a las reuniones convocadas, pago total de cuanto cobro se ocurra so pena de no recibir documentos oficiales en su momento, obligación de los padres de familia de contribuir en cuanto evento para ganancias económicas se convoque cuyos ingresos será para el crecimiento del edificio escolar y mejoramiento de lo existente que conviene a los dueños de las instituciones; venta de uniformes de uso obligatorio; ventas diversas que deben agotarse y le paro de contar. El reto: ¿nos atrevemos a hacer lo mismo en nuestras escuelas públicas?
Ante la inexistencia de un apartado dedicado a los padres de familia como contribuyentes, bienhechores, donadores, colaboradores de obligatoriedad moral al interior de las escuelas, siendo que esto se deja como responsabilidad única del “liderazgo” docente para conseguirlo, no avanzaremos hacia esa educación de calidad tan rebuscada y tan exigida por la globalización actual y nuestros funcionarios no podrán presumir ante la OCDE, la ONU, la UNESCO, el FMI, el BID y otras siglas y anagramas de influencia mundial, que en nuestro México ya somos equiparables a Corea, Finlandia, etc., donde el único culpable será el maestro de grupo el cual por no apoyar el principio filosófico de los grandes reformistas, deberá poner en riesgo su trabajo aunque esto se llame “cambio de actividad” como seguridad laboral.
Incluir un párrafo muy largo, que condicione la coexistencia y participación de los padres de familia en las escuelas públicas, es un gran faltante en la reforma educativa; pero que nuestro Gobierno a través de sus instituciones no genere programas verdaderos, reales, no de sexenio, para atender al núcleo de la sociedad nuestra que a gritos pide la ayuda para seguir fortaleciendo los lazos familiares.
Mientras eso ocurre, los maestros seguiremos en el andar educativo diario; entregando y esforzándonos para que nuestros alumnos logren educación de calidad con los que tenemos en nuestras escuelas. Porque así trabajamos los que sabemos hacerlo, con, sin y a pesar de las reformas.
Facebook: Martín Alcocer.