Estimado maestro (a) que arguyes claridad en la mente de tus alumnos, usted que muestra nobleza ante las cicatrices que le ha dejado la indiferencia; usted también amable personaje de un melodrama donde no hay un final feliz. Si, Usted… apláudase.
Consiéntase si es de esos profesionistas desinteresados en la gratitud que tan lejana se ve.
Si es de los pocos que no necesitas dar extra de tiempo, por la amplia e intensa responsabilidad en su horario establecido. ¡Siéntase orgulloso de ser un admirable ser humano!
A aquellos compañeros maestros y maestras que caminaron tanto para cumplir con su deber, hasta allá, donde hoy solo el olvido les agradece.
Muchos respetables docentes prepararon generaciones con filosofías consideradas obsoletas ahora, (pero que no ven ni la mitad de los logros que ellos obtuvieron con las nuevas “estrategias educativas”), otros tantos más fundaron escuelas, hicieron historia con esfuerzo y perseverancia aún a costa de tantas privaciones.
Estimado(a) maestro(a), no esperes elogios ni compensaciones. No desees homenajes apropiados para galardonar la valía de tus labores.
No oirás escucharás elocuencia en los discursos si acaso fueras la excepción. Su mayor reconocimiento es el orgullo propio. No son siglas ni colores. Se trata de dignidad e integridad.
Somos la columna vertebral del sistema educativo con aplauso o sin él.
Si, también hay quienes denigran y desgreñan los principios magisteriales sin justa causa. Esas actitudes merecen repudio.
Pero no puede generalizarse y repartir etiquetas indiscriminadamente. No debe ser.
Feliz día del Maestro (a).