Para la vida

La escuela trae sobre sí –en México, como en todo el mundo– el peso de la expectativa: todo queremos que resuelva. Sí puede –pero si la dejamos, si ...
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La escuela trae sobre sí –en México, como en todo el mundo– el peso de la expectativa: todo queremos que resuelva. Sí puede –pero si la dejamos, si respetamos y alimentamos su realidad de relación, encuentro y comunidad de aprendizaje– resolver muchas situaciones. Mucho, no todo. Y una de las claves es que la escuela sea para la vida, no para la escuela misma.

Si la escuela exagera sus rasgos de “institución académica”, sus tendencias a la normalización, la homogenización y el control, fracasa. Aún si se obtienen buenos resultados en competencias cognitivas, no va a ser factor de transformación social, ni espacio de ejercicio de derechos y de construcción de soberanía. Para que la escuela sea más que horarios –de lecciones, programas y materias–, se debe rescatar esa “vida juntos” que como el “núcleo de fisión nuclear” alimenta de energía todo el esfuerzo auténticamente educativo de la escuela.

Tiene muchos nombres: enriquecimiento, educación complementaria; en muchos casos sólo se destaca el “aumento” de actividades, y se le ha llamado jornada ampliada, o extendida, o escuela de tiempo completo. Tuve la oportunidad de participar en la Feria Internacional del Libro, la FIL de Guadalajara, recapitulando lo expuesto por un grupo diverso e interesantísimo de expertos, a propósito del proyecto estatal.

En Jalisco, la Secretaría de Educación, a cargo de Juan Carlos Flores, el gabinete social del gobierno estatal y la Comisión de Educación del Congreso del estado han venido trabajando en un proyecto llamado “Recrea”, la intención de que el cambio normativo a la educación –el Tercero Constitucional, las leyes secundarias y la Ley Estatal de Educación en proceso de reinventarse– se traduzca en aprendizaje significativo y el objetivo final de una vida más plena. Un componente de prueba y estudio en el proyecto es justamente explorar cómo esa educación complementaria (que incluye activación física, comida en la escuela, artes, deportes, desarrollo socioemocional, ciudadanía) se convierte en una estrategia de equidad poderosa, y se confirme la teoría de que el enriquecimiento no sólo tiene un efecto positivo en el ánimo y en la motivación, sino también concretamente en las capacidades y en el logro de aprendizaje.

En el foro participaron nutriólogas que han analizado no sólo los efectos en la salud y bienestar físico que tiene ofrecer comida caliente en la escuela, sino también su impacto en los hábitos futuros y la lucha con los intereses creados de la comida chatarra; el antiguo director de la Filarmónica de Bogotá, destacando su experiencia sobre los talleres musicales en la recuperación de la vida cotidiana en el posconflicto de su país; las dificultades de una educación ciudadana que no sean recetas, manuales y cartillas morales, sino cuestionamiento y sobre todo participación de los alumnos en las decisiones de la escuela; el valor de una convivencia extendida para consolidar el espíritu y las prácticas de no discriminación, de colaboración y de búsqueda de soluciones a problemas reales de la comunidad circundante.

Jalisco tiene un gran reto y está haciendo una apuesta admirable y ejemplar. En el resto del país, la cosa no pinta nada bien, con la reducción presupuestal de la mitad del monto destinado a las Escuelas de Tiempo Completo; la apuesta federal es a las becas no focalizadas, la dádiva masiva e invasiva sin criterios de urgencia, equidad o compensación de déficits previos. Se dice en el Artículo Tercero que la educación será integral, y se enuncian una multitud de aspectos que los funcionarios gustan de repetir: las matemáticas y la literacidad, las artes, el civismo, las ciencias, la sustentabilidad ecológica, la filosofía y las humanidades. Apilando componentes en el texto, sin un reflejo en los programas y muchísimo menos en el presupuesto, son hoy promesas de campaña.

Jalisco está explorando. Los estados, en tantos otros aspectos, como atención al bajo logro de aprendizaje (Puebla), concentración para el fortalecimiento de la oferta de centros escolares (Campeche), articulación de todo el sistema de formación inicial de maestros (Sonora), estrategia educativa para Primera Infancia (Sinaloa), consejos de maestros (Yucatán), están demostrando que no sólo no tienen por qué esperar a la Federación y depender de sus equipos de funcionarios -tan diezmados ahora, al menos de talento- para la transformación educativa, sino que en muchos sentidos les anteceden, les abren brecha, les están mostrando la ruta.

La innovación, que no tiene que ver con fierros y conexiones digitales, que representa una escuela para la vida, que toma pie en la vida cotidiana, que conecta sociedad civil y gobierno con cada comunidad escolar, no debiera serlo. Debería ser lo normal. Hoy nos horrorizamos de pensar en una escuela sin sanitarios o sin suministro eléctrico. Ya mañana esa misma indignación nos debe dar que no haya comedor funcionando en la escuela, o que las familias paguen para introducir a las artes o el deporte a sus hijas e hijos. Una escuela que se entrecruce con la vida.

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