Quienes hemos estado con el corazón y la vida de las escuelas ―es decir, con niñas, niños, adolescentes y jóvenes (NNAJ)―, somos quienes los conocemos, vemos y sentimos; con ellos dialogamos y nos enteramos de sus historias de vida; disfrutamos de su alegría y sentimos su sufrir, por- que sabemos de su pobreza u orfandad.
Al lugar de encuentro para aprender se le ha llamado escuela, colegio, centro escolar, etcétera. Es ahí donde nos conocemos y reconocemos, donde identificamos la función de nuestra presencia en tanto que docentes o estudiantes. Como maestras y maestros, vamos identificando el contexto donde se encuentra la escuela o centro educativo; construimos cognitivamente la forma de ser o estar del estudiantado; creamos hipótesis sobre sus saberes de vida y los conocimientos que han adquirido en la cotidianidad; al mismo tiempo, pensamos cuáles pueden ser sus necesidades e intereses, de acuerdo con su edad.
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En el trabajo frente a grupo, al ver y escuchar a NNAJ, nos hacemos preguntas asociadas con nuestra función: ¿cómo abordar los contenidos que marca el plan y programa de estudio?, ¿cómo hago para que me alcance el tiempo de abordarlos? Desde lo personal, a mí me parecía importante cuestionarme: ¿qué debo hacer para propiciar aprendizajes vinculados con su realidad y contexto?, ¿cómo generar en las y los estudiantes interés y gusto por aprender?
Puedo asegurar que durante el tiempo que se cerraron las escuelas por la pandemia de covid-19 a los docentes les surgieron más preguntas y, a partir de ellas, generaron muchas ideas y formas de trabajo: las maestras y maestros que sienten a sus estudiantes nunca pierden el piso. La crisis sanitaria cerró las escuelas, pero NNAJ siguieron aprendiendo, hablando con quienes estaban cerca, leyendo y escribiendo, resolviendo problemas con algoritmo o no, y continuaron descubriendo el mundo que les rodea a partir de su desarrollo natural de vida.
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Ahora que se vuelve a la presencialidad es preciso mencionar que la escuela no será la misma, y que a partir de la experiencia de hacer escuela fuera de las instalaciones, sabemos que sigue habiendo espacios abiertos: el jardín, la calle, el campo, el patio de una casa… habiendo NNAJ se hace escuela. Los contenidos están plasmados en el programa de estudio, pero los encontramos en la realidad, en el contexto. ¿Por qué no trabajar el tema de las pandemias?, ¿qué son?, ¿hace cuánto tiempo se sufrió la presencia de una?, ¿qué daños causó?, ¿cuánta gente murió?, ¿cómo resolvió la ciencia el problema?, ¿cómo se sintieron NNAJ al quedar encerrados en casa?, ¿cuáles actividades familiares realizaron durante la pandemia? En fin, encontramos muchos contenidos con un solo tema, que se pueden trabajar desde diferentes asignaturas: Matemáticas, Español, Ciencias…
Abordar los contenidos del currículum a partir de situaciones rea- les, considerando los contextos ambiental, social, cultural y político, la forma de ver y vivir el mundo que nos rodea, son formas de hacer interesantes enseñar y aprender, en un proceso de ida y vuelta, leyendo el mundo sin fragmentar, sin dividir en pequeños trozos el conocimiento. Puede ser una forma de hacer escuela.
Es tiempo de seguir buscando modos diferentes de propiciar aprendizajes, reconocer nuevas formas de sensibilizar, agradar, hacer de la escuela un espacio al que las y los estudiantes vayan con gusto, con alegría; nuevas formas de ser docente, maestro, investigador, coordinador, facilitador de aprendizajes en grupo. Es tiempo de hacer no sólo cabezas en la escuela, sino de resurgir corazones. Es tiempo de mover la escuela y hacer comunidad.
Editorial publicado en el boletín #5 ‘Educación en Movimiento‘ de MEJOREDU