El sarampión regresó. Y con él, la sensación de que el país no aprendió nada de la pandemia.
Hasta septiembre de 2025, México acumulaba más de 4 300 casos confirmados y al menos 16 muertes por sarampión, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud y la Organización Panamericana de la Salud. La enfermedad, que había sido erradicada en el país hace más de una década, ya se ha propagado a 21 estados, con focos rojos en Chihuahua, Ciudad de México, Estado de México y Jalisco. Nuestro país encabeza la tasa de mortalidad por sarampión en todo el continente. El riesgo no es hipotético.
Mientras el virus avanza, la SEP hace lo que mejor saber hacer: ir lento, muy lento. Reuniones por Zoom, oficios desfasados y orientaciones que no llegan a donde debe llegar. Es la misma fórmula que ya conocemos: administrar el problema, no resolverlo.
Si la prevención depende del maestro, ¿por qué la SEP no lo prepara?
Porque, como siempre, la autoridad central delega la responsabilidad y conserva el discurso.
Mientras algunos estados intentan adelantarse al brote, otros siguen esperando instrucciones federales que no llegan. El resultado es una educación desigual también en salud: docentes informados en unos estados, desprotegidos en otros.
La omisión no es un simple retraso burocrático; es una negligencia institucional que pone en riesgo a millones de alumnos y maestros.
Las escuelas no son hospitales, pero sí podrían llegar a ser espacios de prevención y difusión. El sarampión debió haber activado de inmediato una campaña masiva de capacitación y difusión en todos los planteles: cómo identificar síntomas, cómo aislar casos, cómo orientar a las familias y cómo fomentar la vacunación.
Nada de eso ha ocurrido. Las reuniones virtuales llegan tarde y las orientaciones se quedan en discursos. Lo que hay, parece ser, es improvisación institucional disfrazada de estrategia.
La SEP actúa como si prevenir fuera opcional y como si la responsabilidad recayera únicamente en el sector salud.
El brote de sarampión debería ser una lección de humildad institucional. Si el discurso humanista que tanto se promueve en los documentos oficiales tuviera sentido real, se traduciría en acción, acompañamiento y capacitación.
El sarampión regresó.
Y parece que, una vez más, la SEP llegó tarde.
En La peste, Albert Camus sentencia: “El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad”.
La peste de hoy no solo es el sarampión, sino la indiferencia.
