A distancia va a ser, no presencial. Así va arrancar el ciclo escolar. Pero, ¿y si cambiaste de escuela? Más complejo y apremiante: ¿y si cambias de nivel educativo? ¿Cómo sales de primaria y entras a una secundaria a la que no acudes físicamente? ¿Y las presentaciones, y las reglas del curso? Olvídate de ceremonia de bienvenida, la aprehensión gozosa pero también un poquito atemorizante de quiénes son los otros, tus compañeros. ¿Nos vamos a llevar bien? ¿Ahora sí me van a dejar aprender lo que más me interesa?
El lunes 3 de agosto, en la conferencia matutina de la Presidencia, se anunció que el ciclo escolar de educación básica comenzará el 24 de agosto, a distancia. Los mensajes de esa presentación despejaron dudas y abrieron otras.
La certeza jurídica vino en la edición vespertina del Diario Oficial de la Federación, con el acuerdo 14/07/20 de la Secretaría de Educación Pública. Ya quedó claro que cambia el calendario y no se arrancará el 10 de agosto en forma presencial. Las inscripciones quedan para 6 a 21 de agosto, pero se pueden extender –dice el texto– en casos extraordinarios hasta el 11 de septiembre. Se indica en el acuerdo que la valoración diagnóstica y la “atención a rezagos” se realizarán hasta el regreso presencial. No queda muy claro qué significa en concreto, pero también aparece en el texto la nota que la “regularización” en secundaria ocurrirá a lo largo de agosto.
El anuncio brinda alivio a las familias preocupadas por la salud de sus hijos; da tranquilidad a las y los docentes, especialmente a quienes podrían estar en mayor riesgo por su edad y condición física; da margen para resolver las terribles carencias de agua y planear que los filtros sanitarios funcionen adecuadamente en las escuelas, ahora sí vinculadas a los correspondientes centros de salud pública.
Hay que estar conscientes que el reto inédito del presente conlleva a respuestas que son soluciones forzadas y parciales, aquí en México y en todo el mundo. Ningún sistema estaba plenamente preparado; se entiende el avance con mejoras sucesivas tras rebotar con la realidad. Lo que no se vale es fanfarronear. Lo que se debe hacer es, por ejemplo, no confundir alcance de emisión con logro de aprendizaje. Así como la simple matrícula no indica si se cumplió con el derecho a la educación, porque tener inscripción no es de inmediato equivalente al efectivo despliegue de capacidades, es buena noticia que se amplíe la llegada de la señal de televisión educativa, pero el ejercicio del derecho a la educación será que las niñas y los niños aprendan con las actividades y recursos planeados.
Sin duda, lo que más contará en el registro histórico, cuando se haga sin partidismo y con el grado de no arbitrariedad que aporte la distancia y la medición de impacto, es si hubo en las decisiones no sólo efectividad, sino honestidad al abordar una emergencia; si se evitó la simulación y la superficialidad mientras que se privilegió el realismo y la construcción –tal vez lenta y desde muy atrás, pero sólida– en las medidas para proteger y restituir los derechos.
Se abren multitud de nuevas preguntas que la autoridad, en respuesta a la ciudadanía, debe despejar. Una cuestión concretísima con la cual empezar: ¿qué ocurre con las y los estudiantes que cerraron a distancia, que les promediaron calificaciones y, buenamente, se generaron los certificados, pero no lograron mucho porque no pudieron estar en contacto con sus maestros y los adultos en sus hogares no pudieron o quisieron o supieron acompañarles para la rutina de ver la televisión y seguir los libros de texto?
El cambio de nivel es, por su propia naturaleza, un reto. Pensemos en la niña de sexto año, acostumbrada a su maestra titular, y a los momentos con los maestros de educación física, arte e inglés. Cuatro adultos como máximo, en plan de educadores profesionales, con interacción cotidiana y predeterminada con uno de ellos como referente para todo el año. ¿Y en esta nueva situación, al pasar de nivel? Si fue difícil mantener el contacto con uno, imaginemos la situación de contactar a siete o nueve adultos, que no me conocen ni conozco. ¿Cómo intercambiar mensajes, revisar tareas, articular lo que se emitirá por televisión?
Se requiere que una estrategia específica, en estos próximos días, ofrezca a supervisores y directores los elementos y facultades para concentrarse en las y los alumnos que no sabemos de ellos desde el cierre, a aquellos con los ajustes de inclusión necesarios, que la programación general por televisión va tener sólo algunos puentes, y -como inicié esta pieza de opinión- que el cambio de nivel sea dar un paso firme al escalón siguiente, y no un tropezón que puede seguir hiriendo el ejercicio del derecho a la educación de los dos millones de alumnos que pasan a primero de primaria, el millón ochocientos que pasa a primero de secundaria… son millones de vidas, y somos responsables.