La reforma educativa tiene un antes y un después: Nochixtlán
Un antes donde el Secretario de Educación Aurelio Nuño Mayer no cedía ni un milímetro al magisterio disidente, al que mantuvo a raya, al borde del sometimiento; incluso parecía buscar a costa de lo que fuera su extinción.
Sin embargo su arrogancia terminó por imponerse. La violencia desatada por el choque entre las fuerzas del orden y los maestros de la CNTE respaldados por otras organizaciones sociales fue el punto de quiebre de la política de cerrazón de Aurelio Nuño.
La violencia que trajo como consecuencia la muerte de once personas terminó con los ánimos reformadores del Gobierno.
Un después claramente visible, con el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong emergente subiendo al escenario político-educativo para apagar el incendio generado por el intransigente Aurelio Nuño que, tras el saldo rojo cosechado se mantuvo agazapado. Y con su regreso a los reflectores no tuvo más que cambiarle a su radical discurso de confrontación contra el magisterio disidente.
De Nochixtlán a la fecha la derrota del Gobierno Federal se hace cada vez más evidente. Ninguna acción para contrarrestar el desanimo en torno a la reforma educativa ha permeado, es más, los cuestionamientos son más pronunciados y gana terreno la visión de reformar la reforma educativa (aunque la CNTE fiel al todo o nada, quiere derogarla).
Ni la tramada rebeldía del charro SNTE, ni el autónomo INEE han podido sacar del pantano la reforma educativa.
Tampoco la presentación del nuevo modelo educativo que más que elogios trajo más cuestionamientos por los tiempos incumplidos (se realizaron foros en 2014 para que el modelo se presentara en 2015), así como el autoritarismo disfrazado de democracia de la SEP, al someter a consulta dicho modelo en un tiempo reducido (del 26 de julio al 29 de agosto).
Eso sí, Aurelio Nuño invitó a la CNTE para que participe en el análisis del nuevo modelo, es decir, en la lógica del nuevo rostro conciliador del Secretario: que la Coordinadora no se autoexcluya.
No me queda duda. Los niveles pobres de aceptación del Gobierno del Presidente Peña son el resultado de la negligencia y corrupción, de la soberbia y la desestimación, de la deshonestidad y del perdónenme.
Basta contemplar al Presidente Peña pidiendo perdón por la Casa Blanca para probar que la ley en México está al servicio del poder.
No lo entendió así Aurelio Nuño que, con la casa sucia, quiso aplicar mano dura al magisterio disidente y terminó como un simple cadáver político y lo que es peor, con la reforma educativa al borde del naufragio.