Nadie estaba preparado para un ciclo escolar atípico, la pandemia cimbró todo el sistema educativo, bajo estas circunstancias educar se volvió un reto, las desigualdades socioeconómicas y de acceso a la tecnología resultaron ser el talón de Aquiles de las autoridades e impidieron la concreción de su plan emergente, se partió de concepciones parciales y falacias, dando por hecho que el vivir en el siglo XXI, la educación como tal ya estaba de manera automática dentro de la era digital, pero la realidad mostró que la escuela se quedó estática en el tiempo, el abandono por décadas de los gobiernos anteriores la mantuvo siempre con un retraso tecnológico.
Los docentes nunca se han negado a actualizarse en el uso y manejo de la tecnología en el aula de clases, pues hoy es evidente que han sido los primeros en buscar estrategias para conocer, aprender y utilizar los recursos informáticos y digitales para complementar su práctica educativa a distancia, fue por iniciativa propia que se adentraron a los medios virtuales y plataformas, conformaron sus aulas interactivas, crearon materiales, buscaron innovar y complementar su enseñanza, se volvieron autodidactas, asumieron su responsabilidad y aun con temores se arriesgaron.
Sin embargo los contrastes de nuestro país representaron el primer reto a superar, no obstante que los maestros y maestras han puesto toda su energía en desarrollar destrezas y habilidades digitales para poder llevar a cabo su labor educativa, las condiciones de los estudiantes no son las más idóneas, su contexto se caracteriza por las carencias económicas, por ambientes poco propicios para el aprendizaje escolar, sin libros en casa para investigar o consultar, limitados en comunicación, considerando que no todos cuentan con celulares, computadoras, acceso a internet e incluso algunos sin televisión.
La brecha digital se hizo aún más latente, docentes y estudiantes han recurrido a diversos mecanismos y estrategias para no quedarse en el camino, la educación en línea o virtual parece imposible en algunos sectores sociales, pero eso no limita la incentiva de los docentes que siguen ideando una y mil formas de enseñar, transforman su práctica educativa a cada paso que dan, ante la adversidad se fortalecen y se vuelven ejemplo de vida para sus alumnos, los hacen partícipes en las decisiones y nuevas relaciones que surgen, afianzan los lazos de corresponsabilidad en el proceso enseñanza-aprendizaje, fomentando al mismo tiempo los vínculos afectivos entre maestro-alumno.
No hay fórmulas mágicas para educar en tiempos de pandemia, pero sí hay saberes pedagógicos, surgen de la inteligencia colectiva magisterial, saberes que se construyen en el día a día y que en el transcurso de los años se perfeccionan, se abren paso entre visiones unilaterales impuestas de manera vertical por parte de las autoridades, buscan los espacios para hacerse escuchar. Estos saberes pedagógicos son respuestas, son propuestas, son alternativas nacidas desde la experiencia verdadera en el quehacer pedagógico, ante la crisis hoy se vuelve indispensable escuchar estas voces, conjuntar estos saberes para transitar a un proyecto integral educativo que no deje a nadie atrás y no deje a nadie fuera.