“Sin los maestros no hay reforma posible” dice el supremo de la SEP: Emilio Chuayffet.
Y remata, “A los maestros debemos con total gratitud la gran hazaña educativa de México.”
Sin embargo, éste auténtico priísta no es más que un lobo con piel de oveja. Mientras que por un lado encabeza un esfuerzo deslucido para hacerse aliado de los maestros, por el otro muestra el cobre de dictador que lucha con sus ganas naturales de descabezar “malechores”.
Porque facultades las tiene y de sobra, lo que no significa que tenga derecho a pretender que los discordantes con las políticas excluyentes del Gobierno Federal se queden con los brazos cruzados.
¡Eso jamás!
Y es que salen sobrando esos sus delirios de que los maestros somos necesarios para la reforma, o que nos deben total gratitud por la gran hazaña de la enseñanza. Usted hombre de paja, ignora intencionadamente que el Gobierno Federal cerró sus oídos al clamor magisterial, pero los abrió sin reparar a los empresarios que ya toman parte de las decisiones del País.
Obvio que en un tema toral y delicado como el educativo, la cuestionada reforma no debió ser promovida desde el imaginario de un presidente errático como Peña Nieto, discutida y aprobada por legisladores de pigmea moral y diseminada por medios de comunicación lineales al gobierno.
Por eso señor Chuayffet, Usted miente. La reforma educativa fue posible sin los maestros. Su diseño, discusión y aprobación ha sido cupular y de partidos.
El magisterio no estuvo ahí.