Maltrecho, golpeado y sollozando con ganas de desquitarse, así cae el sol de mediodía sobre los hombros de quien ve un futuro borroso; la piel tan reseca como sus esperanzas. Esos moretones se ven desde lejos, repentinamente le asaltan las ganas de salir huyendo vociferando mentadas de madre a la bola de ingratos. Ese ser que ayer vio compensado sus desvelos y se sintió con algo de seguridad laboral, hoy es señalado, ridiculizado y hasta receptor de improperios.
No hay sol de esperanzas a lo lejos, solo la fatiga diaria, esa carga emocional constante que permite respirar al filo del reloj. Con la moral escueta y la perspectiva de pena ajena, más puntual que antes, más solo que nunca, más triste que ayer. Decepcionado, con ganas de borrarse los tatuajes que ayer fueron presumidas siglas gubernamentales.
Ya nada sabe, nada conoce, porque lo que creía que sabía dejó de existir y hoy anda perdido preguntado direcciones con ganas de estar simplemente soñando ratos amargos; la gripe se volvió crónica y tiene al cuerpo decaído, con las fuerzas mermadas, con el espíritu ausente. Ya se evidencia una enfermedad terminal, sin compasión, sin piedad.
Esa persona que no debe sentirse humano y que necesidades propias no tiene, por estar pendiente de las de sus alumnos, que han llegado a valer más que sus propios hijos (en caso de tenerlos), y cuidarlos mejor que a su propia vida. Aquel que fue, ya hoy no es; esos que eran orgullo hoy son “los chivos expiatorios” que se ofrendan a un sociedad malagradecida, sedienta de sinrazones.
No tienen sentimientos, no tienen derecho a disentir sin ser vistos como rijosos, etc., porque desde hace mucho ya dejó de tener derecho a exponer su manera de ver las cosas, no importa, ni caso tiene; ‘quesque’ “todos son iguales”, reducidos a lo reciclable, reutilizable para lo que ocurra…pa´ lo que sirva.
Ofendido y estigmatizado muestra las marcas, las llagas, los raspones, las heridas, pero solo causa sorna compasiva amarrada entre los dientes, murmullos y miradas regocijadas de aquellos que ignoran sus méritos, y la sombra de una ironía que quema mucho más que la dignidad.
El gato corretea a los ratones, juega con ellos, los muerde y los deja agonizar solo por diversión…mientras el perro solo observa con cínica pereza.
Hoy por hoy…el maestro es DESECHABLE.