Maestras, maestros y cambio educativo

Ser docente significa ser recordado y constatar que desde la escuela, aula o dirección se ha asumido un compromiso cultural más arriesgado y complejo: ...
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Un eje de la política del actual gobierno es la revalorización del magisterio, concepto muy potente que contiene una visión del trabajo docente y su importancia en la construcción de una educación equitativa que fomente el pensamiento crítico, la transformación y el crecimiento solidario de la sociedad (LGE, 2019).

La concepción de las y los maestros como profesionales de la educación con conocimientos, herramientas conceptuales, pedagógicas y didácticas, además de compromiso social, conlleva una mirada muy distinta a la subyacente en gobiernos anteriores, en los que se les pensaba como aplicadores de propuestas educativas elaboradas por otros y sujetos prescindibles en el proceso educativo.

La expresión más clara y reciente de ello fue la Reforma Educativa de 2013, rica en denostaciones y descalificaciones al magisterio –maestros reprobados, no idóneos, tradicionalistas, reacios al cambio, etcétera–, lo cual impactó de manera muy negativa en la percepción social sobre el personal docente y la educación que impartía. La escuela pública y su profesorado pasaron por una etapa crítica que puso en tela de juicio la importancia de su labor, su conocimiento de lo educativo y su papel como formador de las nuevas generaciones.

Si bien la docencia es una profesión que nunca ha gozado de un alto estatus en comparación con otras, el reconocimiento social por su influencia en la formación integral de niñas, niños, adolescentes y jóvenes era y es una fuente de gratificación personal y orgullo para quienes la ejercen. Significa ser recordado por exalumnos, y constatar que des- de la escuela, aula o dirección se ha asumido el compromiso cultural más arriesgado y complejo: formar a las generaciones del futuro y, con ello, la transformación social.

En la actualidad las y los docentes –tanto de educación básica como de media superior– están viviendo el tránsito hacia nuevos planteamientos curriculares que involucran reconfigurar la propia profesionalidad, hacer las cosas de un modo diferente. Ello trae consigo tensiones, pues concretar un currículo de esta envergadura supone para el magisterio establecer acuerdos y rutas sobre qué y cómo enseñar, de qué manera trabajar colegiadamente al interior de la escuela y el modo en que debe producirse el vínculo con la comunidad en medio de una diversidad de contextos, epistemologías y saberes locales.

Lo cierto es que docentes y escuelas están atravesando una pro- funda transformación cultural donde sus saberes pedagógicos y su profesionalismo se ponen en juego. Por ello, revalorizar su trabajo no son palabras huecas, sino acciones encaminadas hacia un cambio pro- fundo en la idea de caminar juntos en la construcción de la sociedad a la que aspiramos.

La actual política ha puesto también en el centro la mejora continua de la educación, buscando la equidad y la justicia social que necesariamente requiere una construcción colectiva. Desde la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) hemos asumido este compromiso, pues la política del gobierno nos mandató coordinar el Sistema Nacional de Mejora Continua de la Educación y ello implica el concurso de múltiples actores, incluyendo a las y los docentes, quienes son fundamentales para el cambio y la mejora. Desde las responsabilidades y atribuciones que como institución tenemos, nos hemos propuesto que nuestros productos –investigaciones,

programas, evaluaciones, materiales, etcétera– sirvan a quienes se desempeñan en los distintos ámbitos del Sistema Educativo Nacional y, de manera particular, a maestras y maestros. Procuramos acercarnos a las diversas realidades educativas que componen el mosaico socio- cultural de nuestro país, en contraposición a una mirada homogénea de la educación y del magisterio.

No es fácil, pues la diversidad es extensa: entre los casi 1.5 millones de docentes de educación básica y media superior hay muchas diferen- cias de formación, historias, condiciones de trabajo, responsabilidades y expectativas profesionales. Sin embargo, todos comparten el mismo compromiso: la educación de sus estudiantes.

En este camino estamos: uniendo fuerzas e inteligencias para la búsqueda de un cambio verdadero y una escuela más justa, donde los maestros estén –como siempre– asumiendo su responsabilidad ética con las nuevas generaciones.

Referencias

SEP. Secretaría de Educación Pública (2019, 30 de septiembre). Ley General de Educación. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión.

Editorial publicado en el boletín ‘Educación en Movimiento‘ núm. 17 (tercera época) de Mejoredu.

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