Las normales rurales “son un semillero de guerrilleros”. Palabras de la exlíder del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales.
Eran aquellos sus tiempos de gloria, en donde la potencia de su voz no dejaba lugar a los cuestionamientos y su palabra era la única verdad.
Elba Esther acostumbrada a la pleitesía y a la política de hágase mi voluntad, no aceptaba que desde la escuelas normales, los futuros maestros retaran su abultada autoridad y de paso alimentaran al feroz grupo opositor aglutinado en la CNTE.
Era obvio que la en otrora todapoderosa Maestra quitara su zapatilla para eliminar esa pequeña piedra que suponían para su liderzago los normalistas rurales.
Sin embargo, no siempre es cierto aquello de que muerto el perro se acabó la rabia.
Y es que la escuela Gordilista está tan vigente en las entretelas del SNTE que uno bien podría decir: ¡Gordillo vive!
Suponer que fue un lapsus o un dislate de la actual dirigencia no enviar siquiera condolencias a los familiares de los normalistas masacrados y sumarse a la exigencia de que aparezca vivos los estudiantes desaparecidos, es bastante ingenuo de nuestra parte.
Es sin dudas la expresión de desprecio que para el SNTE significan los normalistas rurales.
Nítida evidencia de la pasmosa insensibilidad del comité ejecutivo nacional que dirige Juan Díaz de la Torre ante la barbarie cometida en Iguala, Guerrero, así como la profesada razón, la única concedida a la hoy presidiaria, Elba Esther Gordillo Morales: los normalistas de Ayotzinapa solo eran unos guerrilleros.
El comentario aparte.
El Secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, recibió una escala de cuestionamientos de diputados y senadores en sus respectivas comparecencias en el marco de la glosa del segundo informe de Gobierno, sobre la ausencia de esa dependencia en el conflicto del Instituto Politécnico Nacional.
Hemos de suponer que por tales críticas, desde ahora en adelante será la SEP y no la SEGOB de Osorio Chong, la que se encargue de lidiar con los estudiantes politécnicos.