En tiempos de la emergencia sanitaria en la que nos encontramos, son ya seis meses cumplidos en que toda forma de relación, convivencia, actividad y procesos que se llevaban a cabo sufrieron una completa transformación, siendo la incertidumbre una categoría de análisis que es común para todas las personas, independientemente de la actividad en la que se desenvuelva, lo cual se puede ver reflejado en los rostros en los espacios comunes de esa nueva normalidad que se empieza a asomar en nuestras vidas.
Para el caso específico del sector educativo, aparte de la incertidumbre que se ha generado en torno a las acciones emprendidas para responder a la contingencia y tratar de evitar lo más que se pueda los daños colaterales, como es el caso de la deserción escolar, la ampliación de las brechas cada vez más evidentes y el rezago en el aprendizaje por mencionar algunas, se tienen una serie de consecuencias que se han dejado sentir de manera permanente en las comunidades educativas.
En el caso del personal directivo y docente de las instituciones de educación básica, existe un evidente cansancio por la ampliación de las jornadas laborales, pues anteriormente las diferentes acciones de contacto con sus estudiantes, padres de familia y autoridades educativas, se acotaban en mayor o menor medida al horario correspondiente a la actividad del centro escolar, sin embargo, ante el cierre físico de las escuela y a partir de la utilización de elementos adicionales para responder a la emergencia, como lo son el uso de redes sociales, los mensajes SMS o por WhatsApp, o las mismas plataformas que se usan para las clases, cada vez en mayor medida, se “ha ido aprovechando el día” de tal manera que se empieza a difuminar la ya de por sí delgada línea entre la vida personal y profesional, ocasionando que desde muy temprana hora en la madrugada hasta altas horas de la noche, se tenga que estar posponiendo la relación familiar por responder mensajes que refieren alguna necesidad específica de alguna familia o autoridad educativa, o por el llenado de los incontables “formatos” que hay que estar llenando a cada momento.
Por otra parte, en no menores proporciones, se tienen los efectos que se han generado en las niñas y niños, quienes por muy diferentes motivos enfrentan el duelo de no poder acudir a su centro escolar, en donde el desarrollo del contacto social, las amigas y amigos, el recreo, así como las tensiones propias de los ajustes por las “adaptaciones tecnológicas”, están provocando molestias específicas a las que se enfrentan por las nuevas situaciones que les alejan de la posibilidad de todo contacto y sobre todo, el aprendizaje social tan importante para su propio desarrollo.
Finalmente, los daños que presentarán lo que no están, los que están en la lejanía geográfica, en la pobreza tecnológica, en el olvido de quienes, planteando una solución posible, se alejan de lo deseable, en donde se incrementan las brechas sociales, económicas y culturales que excluyen aun más en quienes menos tienen, dejando de lado la posibilidad de obtener un pase para concretar su derecho constitucional a una educación en nuestro país.
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