La reforma educativa: ¿el huevo o la gallina?

En días recientes la Secretaría de Educación Pública (SEP) dio a conocer los nuevos planes y programas de estudio que regirán los procesos de ...
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En días recientes la Secretaría de Educación Pública (SEP) dio a conocer los nuevos planes y programas de estudio que regirán los procesos de enseñanza-aprendizaje de los cerca de 31 millones de estudiantes de la educación obligatoria del país. Dichos planes están diseñados para responder al Nuevo Modelo Educativo (NME) y entrarán en vigor en el ciclo escolar que inicia en agosto de 2018. Con estas acciones se empieza a completar el círculo de la reforma educativa de 2013 la que, a mi parecer, descansa en cuatro pilares fundamentales.

Primero, la creación del Servicio Profesional Docente (SPD), que regula el ingreso y la carrera profesional de los docentes, de tal forma que sean los mejores profesionistas de la educación quienes ingresen al servicio público y quienes ocupen los cargos con funciones directivas y de asesoría técnica pedagógica. En este contexto, la formación continua de docentes frente a grupo resulta un componente indispensable para que se logre el propósito de contar con una planta de maestros bien formados.

Segundo, el otorgamiento de la autonomía constitucional al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación para que, entre otras funciones, evalúe los distintos componentes, procesos y resultados del Sistema Educativo Nacional, emita directrices de mejora educativa, y emita lineamientos y criterios técnicos para asegurar que las autoridades educativas realicen sus evaluaciones con altos criterios de calidad, entre las que se encuentran las del SPD.

Tercero, el diseño de un NME con sus correspondientes planes y programas de estudio, que responda a las nuevas corrientes pedagógicas, así como a las necesidades sociales, culturales y laborales de México, quien se encuentra inmerso en un mundo globalizado que utiliza con mayor intensidad las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

Con estos nuevos planes se espera que los alumnos logren dominar los aprendizajes deseados; no solo los relacionados con los conocimientos de las disciplinas tradicionales (por ejemplo, la lectoescritura, las matemáticas y las ciencias), sino también con las habilidades artísticas, deportivas y socioemocionales.

El cuarto pilar de la reforma educativa está en construcción y se relaciona con el mejoramiento de la formación inicial de los docentes, especialmente la que reciben los estudiantes en las escuelas normales. Este cuarto pilar de la reforma es esencial para que el país cuente con una planta de profesores altamente capacitados para ejercer su función docente y se pueda aspirar a tener una oferta educativa de calidad con equidad. Sin lugar a dudas, el Estado mexicano ha realizado un gran esfuerzo por avanzar en el ámbito educativo, aunque algunos critiquen que los componentes de la reforma no se construyeron ni en el orden correcto, ni en el tiempo adecuado. Por ejemplo, se critica que primero se implementó el SPD y después se diseñó el NME.

Sin embargo, la experiencia mexicana en la materia nos ha demostrado repetidamente que los cambios curriculares, por sí mismos, poco pueden hacer para cambiar las prácticas de enseñanza y, en consecuencia, mejorar el aprendizaje de los estudiantes. El dilema ancestral “qué fue primero: el huevo o la gallina” se aplica muy bien aquí, pues con esta metáfora se alude a la circularidad causal que tienen dos eventos: las gallinas ponen huevos y de ellos provienen los pollos. Aunque en sus inicios, esta metáfora la utilizaban los filósofos para responder a problemas metafísicos, ahora se emplea para mostrar la poca utilidad que tiene preguntarse quién debe ser primero: ¿X o Y? Este es el caso del SPD y el NME. Qué debe ser primero para mejorar la educación: ¿contar con mejores docentes y directivos o tener buenos planes y programas de estudio?

La respuesta obvia es que las condiciones se requieren, sin importar su orden temporal, siempre que este sea suficientemente corto para que ambas hagan sinergia. En cuanto a la implementación del NME, es cierto que llega al final del sexenio y, por ello, corre mayor riesgo de que la próxima administración no le dé continuidad.

Sin embargo, sería muy lamentable que por esta sola razón se truncara un pie tan importante de la reforma. Esperemos que la racionalidad sexenal de hacer y deshacer proyectos de nación no prevalezca y que el Estado mexicano (independientemente de quién lo administre) siga dando muestras de querer construir un mejor país.

Artículo publicado en El Universal

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