El escarnio público hacia el profesorado mexicano es insostenible. Aurelio Nuño, principal ejecutor de la política de la cerrazón, la amenaza, del despido y del tolete, se ha convertido en el enemigo número uno de los maestros, aunque en su falsa retórica que profesa en la escuelas que visita se presente como aliado del magisterio.
El reclamo de la disidencia magisterial de una mesa de diálogo, incluso pública, ha sido descartada por parte del Secretario Nuño.
Pide como condición para ser el primero en sentarse a dialogar, que dicha mesa sea para hablar de cómo implementar la reforma educativa. Sin embargo, aflora la perversidad del secretario de educación que pone condiciones al magisterio disidente, pero que politizado ha insistido en un debate público (electoral) con Andrés Manuel López Obrador, el dirigente de MORENA.
Nada más irrisorio que el autoritarismo del Gobierno y para eso, Nuño se pinta solo. El condicionamiento de Secretario para dialogar es contrario a todo principio de entendimiento civilizado.
Si el magisterio disidente no tiene argumentos para manifestarse en contra de la reforma educativa, Nuño debe derrotarle con el poder de la palabra, pero para ello, debe sentarse a dialogar para derrotarlos.
El problema es que Aurelio Nuño quiere diálogos que se traduzcan en puntos a su favor en las encuestas rumbo a Los Pinos, o en el peor de los escenarios, le causa repulsa mayor dialogar con el magisterio disidente.
Prefiere por el contrario abrumar el descontento magisterial con “ejemplares maestros destacados”, con créditos preferenciales de vivienda y personales por el buen desempeño en la evaluación, con la convalidación de la reforma educativa a través de un desangelado líder charro-delincuente como Juan Díaz de la Torre, así como acabar con “la impunidad educativa” a través de amenazas y despidos laborales con la aplicación selectiva de la ley.
En ese sentido una mesa de diálogo Nuño-CNTE se mira imposible. Infiero entonces que el objetivo del Secretario Nuño es un magisterio sometido, sin participación activa en las decisiones de su propio sector, un magisterio que no cuestione lo que desde su perspectiva daña no sólo la escuela pública, sino sus legítimos intereses, en fin…un magisterio incapaz de movilizar su propia conciencia.