Por: José Antonio Martínez Gutiérrez.
El senado dio luz verde para que la Educación media superior adquiera el honorable status de obligatorio.
El asunto suena interesante porque no está lejano el cachetazo recibido por las estadísticas que ubican a México como el tercer lugar entre los países de la OCDE por su número de ninis. Osea, algo ya se tiene que hacer con tan terrible problema.
Ahora, después de la “chamba” inciada por los diputados y terminada por los “cenadores” (efectivamente con c) ¿qué sigue?
Pues ya dejando bastante aparte el camino tedioso y burocrático por el que pasa una reforma constitucional de tamaño calibre, nos centramos entonces sobre la realidad operativa del sistema educativo mexicano. Me parece salvo sus apreciaciones finas, que los políticos nacionales se pintan solos para aparentar benevolencia con reformas de cartón.
Porque antes que se piense que se desestima la obligatoriedad de la educación media superior y que sus implicaciones fortalecerán la educación pública del País, está la necesidad de encontrar las respuestas precisas del por qué la educación mexicana en sus primeras escalas (preescolar, primaria y secundaria) aún no hay, no existe una operatividad efectiva que se palpe con y por resultados tangibles.
Las urgencias primarias en materia educativa prevalecen como un ciclo natural y son producto de los desatinos constantes de la mala política que predomina desde muchos tantos ayeres y que evidentemente no ha existido la voluntad política para abatirlas.
Hagamos lista empezando con:
-La falta de cobertura que los niveles básicos aún padecen.
-La desigualdad social de nuestro país que se traduce obligatoriamente en desigualdad educativa.
-El ruralismo rezagado, absorbido y tragado incluso por la tecnología.
-La porción del magisterio que se niega al cambio y a la actualización.
-La porción del magisterio que opera siempre en las entretelas de la política para fertilizar el terreno requerido cada tres o seis años que se viene una elección.
-La debacle de la figura del maestro como agente de influencia social.
-La porción social que ha dejado de cultivar los valores que son netamente transmitidos desde el hogar.
-La política nacional que somete a la política educativa y que hace de ésta su vivo y fiel reflejo.
-El poderoso sindicato nacional de trabajadores de la educación que envilece su poder por encima incluso de la SEP misma.
-La carencia visionaria (o compadrazgo) del presidente de la república en turno para conceder el encargo de dirigir la SEP a la persona cuya habilidad destaque por encima del protagonismo mediático (c.c.p. Lujambio),
-La impunidad que permite a una suegra cariñosa la capacidad de negociar la Subsecretaría de Educación Básica para su muy querido yerno (c.c.p. Elba Esther)
-Y…¡pare de contar!
Así con tanto bulto encima del sistema educativo mexicano me parece tan bastante poco la obligatoriedad de la Educación Media Superior y mucho menos que se logre la cobertura en el plazo de 10 años fijado por los “cenadores” (de nuevo con c).
Por eso creo que los bombos y platillos son para mejor ocasión. El momento será cuando desde cualquier trinchera hagamos la tarea de exigir a los niveles de gobierno y a legisladores una verdadera reforma educativa.