Historias de ingreso, permanencia y reconocimiento.

Cada maestro en este país tiene historias que contar acerca de sus primeras prácticas docentes, de sus primeros años como maestro, de sus primeras ...
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Cada maestro en este país tiene historias que contar acerca de sus primeras prácticas docentes, de sus primeros años como maestro, de sus primeras comunidades y también acerca de cuál fue la manera en que ingresó al sistema educativo. Cada historia dependiendo de la época en que se ingresó al sistema corresponde a circunstancias específicas, de tipo políticas fundamentalmente, pero también de tipo económicas y de necesidades en el sistema educativo nacional.

En algún tiempo el país necesitaba con mucha urgencia extender su cobertura a la mayor cantidad de comunidades posible, la necesidad de maestros era inmensa y quienes podían desempeñar la docencia eran casi todos aquellos que hubieran terminado una carrera de nivel superior, las preguntas en este esquema serían ¿estuvo mal? ¿Podía el estado mexicano haber hecho algo distinto? O bien el contexto solamente le permitió ese margen de acción, o bien este accionar le permitió durante mucho tiempo atender la demanda de empleo y así mataba dos pájaros de un tiro a la vez. La necesidad de maestros tenía que ser atendida y casi todo aquel que egresaba de una escuela normal tenía asegurado un trabajo en cualquier parte de su Estado de origen o de cualquiera de los Estados de la República Mexicana. Estoy seguro que quienes lograron ingresar al sistema en este esquema defienden y valoran que así haya sido.

En épocas más recientes el ingreso se fue dando de manera distinta, al ir cubriéndose los espacios paulatinamente en todo el territorio nacional, los mecanismos de ingreso tuvieron que ser distintos, los llamados exámenes de oposición comenzaron a darse en toda la república mexicana, a excepción de algunos estados que pudieron mantenerse al margen de cualquier ley, autoridades educativas, sindicales y políticas manejaban de manera discrecional la forma en que los docentes ingresarían al sistema educativo. A la postre esos vicios serían el argumento perfecto para los reformadores de 2013 en algo que ellos llamaron “retomar la rectoría de la educación” ya que el propio gobierno dio a entender que alguien lo había suplantado, a la distancia suena ridículo, pero es con ese argumento que se crea a nivel constitucional la LGSPD (Ley General del Servicio Profesional Docente) que básicamente especifica la manera en que todos los maestros de este país podrán acceder a una plaza mediante los denominados concursos de oposición, y que además de regular el ingreso, lo haría con la promoción, el reconocimiento y la permanencia.

Hablaré de los procesos de ingreso en tiempos de la LGSPD, a muchos maestros que pudieron acreditar el examen de ingreso y obtener un resultado idóneo esta ley les permitió (me incluyo) obtener una plaza en cualquiera de los niveles de educación básica y a muchos otros en educación media superior, así mismo, muchos de los que obtuvieron su ingreso mediante este esquema, llevaban años esperando una oportunidad en el sistema educativo nacional, muchos de ellos llevaban años solamente cubriendo licencias, muchos otros igualmente llevaban años por contrato de honorarios, sin prestaciones de ningún tipo, muchos no cubrían los perfiles que se exigían antes, así como también muchos egresados de alguna institución formadoras de docentes como el caso de la UPN, no eran aceptados en ninguno de los concursos anteriores a la entrada en vigor de la LGSPD.

Hay que decirlo, muchos de los que desempeñaban sus servicios ya sea cubriendo licencia o como personal de contrato de honorarios, al presentar el examen de oposición resultaron no idóneos. Si bien es cierto, que no todo aquel que pasa un examen es un buen maestro frente a grupo, lo es también que tampoco todo aquel que lo reprueba es necesariamente malo en su desempeño en el aula. En ambas situaciones son habilidades que se pueden y deben desarrollarse como profesionales de la educación. Creo que los mecanismos de ingreso han ido mejorado sustancialmente, creo también que pueden y deben mejorar aún más, sobre todo en el acompañamiento y capacitación una vez se haya ingresado, me parece que la evaluación solamente quedó en un diagnóstico de fortalezas y debilidades, no se pudo ir mas allá como la propia LGSPD establecía.

Los procedimientos adicionales que acompañaron a la evaluación de ingreso, como los son la planeación argumentada y el portafolio de evidencias que recientemente se fusionaron y formaron uno solo ahora denominado proyecto de enseñanza, son procedimientos en los que la mayoría de los docentes no estábamos habituados, básicamente son procesos bastante estresantes y la mayoría de las veces frustrante, que llevó al límite a los docentes dentro de su ya infinidad de cosas por hacer en sus prácticas diarias. Lo que categóricamente puedo afirmar es que debe replantearse la metodología de evaluación, eso es un hecho desde mi punto de vista.

Lo anterior descrito es en cuanto al proceso de ingreso, pero, el tema que desde mi punto de vista es la parte de la reforma de 2013 que más daño le hizo a los maestros es la permanencia, el maestro que ya estaba en servicio y le tocó evaluarse nunca vio en esta, una ínfima posibilidad de beneficio, por el contrario quienes se sometieron a esta prueba lo hicieron con el fantasma del desempleo permanente, la respiración de dicho fantasma les susurraba al oído un futuro incierto y en más de las veces siniestro, desde el momento mismo en que iban siendo notificados les empezaba a rondar las preguntas ¿ y si me corren? ¿Con que pagaré mis deudas? ¿Cómo mantendré a mi familia? Aunque de lejos parezca un tema menor, la realidad es que muchos de mis colegas maestros pasaron momentos muy difíciles, condiciones de salud que se agravaron con la sola posibilidad de ser corridos, si bien en los procesos de ingreso la ganancia fue, el tener una plaza por cuatro años por lo menos, en la promoción pasaron de tener un nombramiento definitivo a poder perder su empleo en cualquier momento y en el mejor de los casos ganarse un nombramiento “definitivo” por cuatro años nada más, no sé si los cálculos políticos de quienes hicieron la reforma, les permitió darse cuenta de que el mayor número de maestros a evaluarse fueron precisamente los de permanencia y este segmento particularmente nunca vio absolutamente nada de beneficio, ni siquiera aquellos que salieron en sus evaluaciones destacados, el incremento es de risa y sin efectos reales en sus percepciones, por ello es que la mayor parte del magisterio nunca sintió suya la reforma, por el contrario.

Tal vez la evaluación no deba desaparecer, pero, si deberá desaparecer el carácter punitivo de la misma, no poner en riesgo la permanencia de los maestros, promover incentivos reales, invertir en capacitación, utilizar los días de consejo técnico para promover diplomados, maestrías, doctorados, generar actualizaciones constantes. En otra ocasión hablare de los procesos de promoción pues desde mi punto de vista merece mención aparte, pero, puedo hablar del proceso de reconocimiento con dos palabras, ¡no existe!, al desaparecer el programa de carrera magisterial, nunca crearon un programa de incentivos y de reconocimiento que realmente reconociera la labor docente. Esperemos que el énfasis de la reforma que viene sea precisamente en el reconocimiento a lo bien hecho por los maestros en favor de sus alumnos y que cese de una vez por todas la estigmatización de la labor docente.

Ahora que se avizoran Reformas a las Reformas, me parece que de los errores y del sentir de los docentes deberán de partir las leyes que sustituyan a lo hecho en este sexenio que termina, los legisladores tienen en sus manos la oportunidad de construir mejores leyes que ayuden al magisterio a desempeñar mejor su labor, por el bien de los niños y de la Patria.

Tal vez todo lo que anteriormente escribí sea solamente mi percepción particular de lo que ha sucedido, tal vez sea cierto eso que dicen que la verdad es como la tierra, solamente se puede poseer una parte y a veces ni siquiera eso. Pero es mi percepción y es mi deseo compartirla.

Soy Jorge Isaac Alvarado Alcocer y esta es mi reflexión desde el aula.

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