Desde que empezó la escuela, muchos siglos atrás, su realidad, su fuerza y su significado no se pueden reducir al domicilio de su sede, al edificio que la aloja. Primero nació la escuela y luego se le buscó un espacio. Comenzó con aquellas primeras “professio” –los juramentos solemnes que se intercambiaban una ciudad y sus maestros, en la Italia medieval– y si lo analizamos, el centro de la escuela es la correspondencia entre madres y padres con maestras y maestros, entre las familias y los docentes, la corresponsabilidad para que se cumpla el derecho de niñas y niños a aprender.
Estamos ante una situación inédita por su alcance y por su profundidad, pero no rara en su naturaleza: y si la escuela no puede abrir sus puertas, ¿qué hay que hacer? Puede darse por terremoto o tifón, por derrame tóxico o por una cantidad enorme de circunstancias. Estar preparados es clave. Aprendimos la lección con protección civil: hay que tener protocolos muy completos ante distintos escenarios de emergencia.
El desafío de hoy llega a todas y cada una de las escuelas del país. Se suspenden clases, pero no se suspende el derecho a aprender de niñas y niños. Y como todo reto, es una oportunidad. Es la oportunidad de renovar el pacto entre las familias y los docentes. Que no se conozcan hasta que se convoca una reunión urgente por un problema de bullying en el grupo, o para platicar del preocupante desempeño de un estudiante, o para aclarar un altercado entre el hijo y el profesor.
El resguardo que nos tiene en casa nos tiene que llevar al mutuo aprecio y reconocimiento. De repente, en las redes sociales crecía un reclamo mutuo. “¿Qué tal? ¿Verdad que no está fácil tener toda la mañana con alguien de diez años? Y tú no puedes con uno o dos, y yo tengo que sacar adelante a treinta”. “Yo no tengo ni preparación, ni materiales en casa, y hago dos trabajos ahora: el mío a distancia, y el de la escuela”. Pero ese desencuentro se ha ido superando.
Maestras y maestros en todo el país, de una forma no tan visible pero muy efectiva, siguen ofreciendo orientación a sus alumnos. En el Consejo Técnico extraordinario muchos estados, zonas y escuelas aprovecharon para planear el contacto con las familias. Se hicieron grupos de WhatsApp con las mamás. Una gran solución: haciendo turno, las y los docentes preparan materiales para la semana, y algún adulto de cada hogar pasa a recoger esas actividades o ejercicios en fotocopias y tarjetas. Por eso decimos que es un loable esfuerzo el de la SEP la generación acelerada de contenidos para televisión o en las ligas del sitio de la Secretaría sobre Educación Básica, pero el guía que aterriza las guías es el maestro de grupo.
Las maestras y los maestros están guardados, pero no están inactivos. No están de vacaciones, y los sistemas de televisión, radio y digital no los pueden suplantar, sino complementar. Los cursos oficiales que se han anunciado y puesto a su disposición son sobre uso de las tecnologías y aspectos pedagógicos para emplear los recursos digitales, pero muchos usan buena parte de su tiempo de toda la jornada atendiendo llamadas, sacando fotos de sus diagramas, pensando en actividades.
Las familias también tienen que saber que les toca ayudar a tener espacios y horarios adecuados, pero que no les toca montar taller, biblioteca y gimnasio en casa. Los aprendizajes de esta etapa tendrán acento en lo socioemocional, en las actitudes de empatía y civismo, en la autoexpresión al disfrazarse, cantar, dibujar e inventar los propios cuentos. Cuando volvamos de la contingencia se deberá pensar en cómo hacer reforzamiento, nivelación y repaso de los contenidos académicos que se quedaron limitados, ya en y desde la escuela. Debemos siempre recordar que la primera barrera al aprendizaje es un ambiente violento, hostil o de estrés tóxico, y por lo tanto, sin ser decuidados, hay que relajarse y disfrutar de la convivencia, sin padecer una obsesión de competir con la escuela.
Si vamos a poner a niñas y niños, y su derecho a aprender, en el primer lugar, entonces #AprendoEnCasa tiene que ser una combinación de lo que ofrecen familias y docentes, aderezado por los recursos y oportunidades oficiales y que se puedan pescar aquí y allá. Los imanes del dínamo, los elementos que se catalizan y producen energía son madres, padres y parientes, unidos y corresponsables con maestras y maestros. Nunca como ahora nos necesitamos mutuamente, y nunca como ahora necesitamos conocernos y reconocernos, apreciarnos y celebrarnos.
Una última nota: #AprendoEnCasa debe ser #NiñezPrimero. Los derecho de niñas y niños deben tomar el papel central: mantenerlos saludables en el resguardo, y también protegidos de la violencia. Que no dejen de aprender, pero no para pasar exámenes y grados, sino para despelgar sus talentos y capacidades. Que familias y docentes nos esforcemos para que ellas y ellos sigan descubriendo el mundo y creciendo como personas, pero que no los veas simplemente como destinatarios de programas de tv, apps, actividades y tareas. Son, les toca ser también protagonistas de su aprendizaje. Vamos escuchando sus preguntas en lugar de que sólo respondan a las de nuestros cuestionarios. Para salir adelante en este giro histórico que no va a dejar igual al sistema educativo, tomemos en cuenta -tomemos en serio- lo que piensan y lo que pueden aportar.