De nueva cuenta en días pasados, fuimos testigos de toda la parafernalia que el todavía Secretario de Educación, Aurelio Nuño, construyó para presentar lo que desde su perspectiva, será una “extraordinaria” estrategia que habrá de catapultar a los cuernos de la luna, la educación en mi México querido y, para ello, se tomó como punta de lanza a las escuelas normales, como aquellas instituciones educativas encargadas de preparar a los futuros maestros de México en y para la enseñanza de un segundo idioma. Sin embargo, la realidad que hoy por hoy enfrenta nuestro país, me permiten afirmar lo que en el título de estas breves ideas planteo: un fracaso anticipado. Y es un fracaso anticipado porque por más optimista que pueda ser al respecto, las condiciones que actualmente vivimos y padecemos millones de mexicanos, no auguran el éxito propuesto. Me explico.
Como sabemos, nuestro país atraviesa por momentos verdaderamente difíciles, que bien a bien, los podríamos enmarcar en cuatro ejes: social, político, económico y cultural. Para nadie es desconocido la polarización social existente; las dificultades económicas por las que estamos atravesando – aunque en el discurso oficial se diga lo contrario –; o bien, los marcados niveles de corrupción e impunidad que son consecuencia de una falta de la aplicación de un estado de derecho. Breve pero sustancioso análisis, que me llevan a la parte fundamental de lo que pretendo aterrizar: lo cultural.
Y es que mire usted, como sabemos, hablar o considerar que México puede llegar a ser un país bilingüe, tiene sus riesgos y complejidades. Riesgos porque a fuerza de ser sincero, cuando tan flamante Secretario hizo tan aventurado anuncio, no sé si haya considerado toda la cultura, rica y basta, que prevalece y vive en los habitantes del territorio mexicano o, lo que es peor, no sé si habrá pensado (o a su equipo de asesores les haya pasado por la mente) la identidad que caracteriza al pueblo de México. Ciertamente, habrá quien piense que suelo ser un “aguafiestas” y un pesimista empedernido, dado que ambicionar que alcancemos ese bilingüismo, no es nada malo sino todo lo contrario. No obstante, en mi defensa, acudiré a algunas referencias básicas que me permiten, y han permito (desde su anuncio), sustentar mi dicho.
Por un lado, la definición más básica de bilingüismo – y que puede ser encontrada en cualquier diccionario –, alude a aquel uso habitual de dos lenguas por parte de un individuo o grupo de individuos en una comunidad de hablantes. Como he dicho, una definición muy básica, pero que recoge otras tantas que prácticamente aterrizan en lo mismo. En todo caso, ¿en México existe esa comunidad de hablantes de dos lenguas? Estos hablantes, ¿comparten una misma cultura e idiosincrasia? Vaya, no vayamos tan lejos, ¿cuáles son los resultados que se han obtenido de la aplicación de las pruebas PISA, ENLACE y, recientemente, PLANEA a estudiantes del nivel básico de enseñanza, en lenguaje y comunicación, por ejemplo?
Así es, si usted revisa dichos resultados, los estudiantes evaluados y el país como tal, no ocupó u ocuparon niveles decorosos; esto, en comparación con los de otros países. Esto me lleva a preguntarme, si dichos resultados han demostrado o demuestran que no se han logrado los niveles de comprensión requeridos en cuanto a la lectura y escritura del español se refiere, ¿cómo se espera entonces que se adquiera y aprenda otra lengua/idioma? Un absurdo en todos los sentidos, si usted quiere calificarlo de esta manera.
Ahora bien, por lo que respecta a la adquisición y aprendizaje de ese idioma, tengo necesariamente que afirmar que son dos procesos diferentes que se hacen latentes en el desarrollo de todo ser humano. Como sabemos, la adquisición se logra desde que el recién nacido se incorpora a este mundo hasta los 5 años. El contexto, las relaciones familiares, los procesos de socialización, entre otros factores, resultan fundamentales para que el individuo adquiriera uno, dos o tres idiomas – recuerde la definición que le aporté líneas atrás – pero, después de esa edad, la escuela y el maestro se vuelve fundamentales para el aprendizaje “formal” de dicho idioma. Palabras más, palabras menos, vuelvo a preguntar: ¿cómo se espera que los niños adquieran y aprendan un segundo idioma si las realidades que nos pinta el país no son las mejores dadas las condiciones contextuales y escolares que prevalecen en el mismo?
¿Desea un dato más al respecto? Más de 60 millones de mexicanos se encuentran en pobreza y, de ese total, un porcentaje se halla en pobreza extrema? Coincidiendo con Manuel Alberto Navarro Weckmann, ¿será que en 20 años contaremos con millones de mexicanos que viven en pobreza y que pedirán limosna en inglés? Sí, suena duro, cruel e insensible, pero es una realidad que duele y lastima al pueblo de México. Ahí tenemos la terrible tragedia que recientemente sacudió al estado de Morelos, en el lugar conocido por los pobladores como Paso Exprés, y en donde lamentablemente murieron dos personas ¿Y las sanciones?, ¿y el castigo a los responsables?, ¿la transparencia en el uso de los recursos destinados a la infraestructura? En fin, un cúmulo de hechos que me permiten afirmar y sostener la postura que asumo en estos momentos.
En cuanto a las escuelas normales, sean rurales o urbanas, y la “gran” encomienda que se les ha brindado para que sus egresados dominen un segundo idioma, mucho se puede decir al respecto. En éste y otros espacios he dado cuenta de ello; no obstante, puedo reafirmar que éste es un sueño más de quien despacha en las oficinas de la SEP en la Ciudad de México. Y es un sueño, porque de la noche a la mañana, con una carencia presupuestal que en estos momentos no le permite en su total plenitud atender a las normales rurales, se piensa contratar a maestros para este propósito, sin atender ni entender, que no basta una política fantasiosa para que las instituciones formadoras de maestros, sean escuelas que cumplan con ese sueño guajiro que Nuño ha planteado.
No, no se equivoque mi estimado lector, con esta serie de ideas no pretendo tirar a la basura el que los mexicanos logremos mayores y mejores condiciones de vida. Amo mi trabajo, lo vivo y disfruto plenamente; sin embargo, seguro y convencido estoy, que el momento electorero que se vislumbra a partir de septiembre de este año, le permiten al Sr. Secretario, soñar NO con una mejora en la calidad educativa en mi México querido, sino más bien, con el hecho de estar sentado en Los Pinos.
Cosa más lamentable y desafortunada porque indudablemente, nos encontramos ante el peor momento de la educación que ha vivido el pueblo de México.