Mañana, viernes 9, es el cierre oficial de curso del ciclo escolar, tal vez el más difícil que ha debido enfrentar el sistema educativo nacional en sus 100 años de existencia. ¿Qué balance hacer de este periodo tan inédito? ¿Qué sigue? Es momento muy propicio para valorar lo que se hizo, para ver con honestidad lo que perdimos y prepararnos para lo que viene.
Con la investigación que desarrollamos, y que sigue en curso, sobre Equidad y Regreso (www.mexicanosprimero.org/equidadyregreso) a partir, no de encuestas telefónicas, no de anécdotas escuchadas, no de estimaciones genéricas, sino de una investigación en campo, realmente una evaluación en hogares, constatamos que los protagonistas del hecho educativo hicieron un esfuerzo notable en estos meses, que como tal hay que reconocer y celebrar.
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Niñas, niños y adolescentes dedicaron tiempo, trabajaron semana tras semana, a pesar de las obvias limitaciones; maestras y maestros, la mayoría, se dieron el modo, con medios precarios, de mantener el contacto con sus alumnos. Es una historia, la de este ciclo, de un país que, con sus niños más guardados que resguardados, no se tiró a la negligencia en cada casa, y se aplicó para remontar la adversidad.
También constatamos que, siendo destinatarias de los programas de Bienestar, no llegaron a las familias todos los apoyos que les tocaban. Constatamos que las familias optaron por el contacto a través de voz y datos, contacto que subsidiaron con su bajo ingreso, para mantener la tarea educativa, muy por encima del esquema de seguir la transmisión de Aprende en Casa por televisión.
Pero perdimos mucho con el cierre generalizado de escuelas. Probamos en la práctica, con los estudiantes, en sus hogares, que no sólo no aprendieron lo que correspondía a su grado escolar, sino que hay una preocupante pérdida que acumula rezago en el ejercicio del derecho a aprender. Es muy grave la afectación con la que llegarán las y los alumnos que cambian de nivel; quienes cursaron 6º de primaria y 3º de secundaria en el encierro, van a llegar con grandes lagunas y desfases a una nueva escuela.
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La política pública de acreditación universal es correcta, porque si ya los castigamos desde el mundo adulto, al no tener alternativas valiosas para aprender lo que necesitan en los dominios clave de comprensión lectora y matemáticas, sería agregar injusticia a la injusticia detener su trayectoria, con todas las consecuencias de desánimo, de nuevo costo a las familias, de acelerar el riesgo de abandono. Pero que todos pasen no nos exime de la tarea de la recuperación; la única forma en que esta medida no sea posponer su derecho y abonar a la simulación es que, llegando al aula, alcancen lo que les corresponde.
La evidencia muestra que para las condiciones de México no hay sustituto real a la presencia plena en las escuelas; guardados en su casa no están protegidos de una cadena de limitaciones y males que les acechan, desde el contagio hasta la depresión; de la falta de actividad física y el retroceso en la sociabilidad, hasta la pérdida cada vez más grave y continua de aprendizaje. El interés superior de la infancia lo exige: preparémonos decididamente para lo que viene.
Así que el llamado que hacemos a la SEP y a las autoridades educativas de los estados es a seguir la evidencia y preparar el regreso, para que sea seguro, sustentable y sobre todo una restitución de derechos. Apenas hay pocas semanas que no se pueden desperdiciar, y debe haber un sentido de urgencia por parte de la autoridad y de exigencia por parte de los ciudadanos.
Pedimos entonces: 1) que se alisten las escuelas, 2) que haya formación para los maestros, 3) que se ajuste la estrategia pedagógica para la recuperación, 4) que se destine presupuesto y se aplique con tino, 5) que haya una estrategia nacional de búsqueda y reconexión de ausentes.
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La escuela es mucho más que el domicilio del plantel, y el ciclo escolar mucho más que calendario; tiene que haber un lugar y tiempo para que las hijas e hijos de México puedan aprender. Aprender con tu maestro, con tus pares, en tiempo real, supera por mucho a cualquier otra opción.
Para que puedan volver, los que necesitan disciplina somos los adultos, para que nuestras salidas descuidadas no favorezcan los contagios, y se hagan nuevos picos que los dejen. Si tú sales sin razón, los encierras sin justicia. Que el verano no sea para que los adultos se tomen permiso de dejarles solos, a las niñas, niños y jóvenes; que sea un respiro, para ponernos de inmediato a hacer que tengan a dónde y cómo regresar, que sobre todo tengan a qué y para qué regresar.