El producto de la mal llamada “Alianza.”

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Sigue (y seguirá) siendo noticia la evaluación a los docentes de educación básica.   Es una de las demandas que sostiene las movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que es un poderoso movimiento opositor a la líder del SNTE, la Maestra Elba Esther Gordillo.

La oposición a la evaluación universal tienen sus raíces quizás desde la firma  del acuerdo por  la Alianza por la Calidad de la Educación entre la SEP y el SNTE.

Y es que la CNTE al parecer tiene sus razones de peso para oponerse a la Alianza por la Calidad de la Educación porque seguimos con la pregunta de rigor, ¿alianza con quién?

Muchos saben la respuesta.

De nacimiento,  la mal llamada Alianza por la Calidad de la Educación ilustra el teatro escénico que protagonizaran Felipe Calderón y la Maestra Elba Esther Gordillo después de una elección presidencial.

El título “Alianza por la Calidad de la Educación” que amortigua golpeteos sociales y embelesa a más de uno, debió ser incluyente y representar el sentir social, la interpretación verdadera y las soluciones que exigen el sistema educativo nacional.

Así entonces, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que se siente excluida de la “alianza”, encumbró nuevamente el tema de la Evaluación universal de los docentes con sus marchas y protestas.

Según nota publicada el día de hoy por el periódico “La Jornada”, ayer integrantes de esa agrupación entregaron a la mesa directiva de la cámara alta las conclusiones del foro “La evaluación universal en el marco de la reforma educativa”.      Se pronuncian por una evaluación integral, con sentido social y ético.   Que sirva pues, para una verdadera toma de decisiones.

Expreso que no estoy muy seguro de que sea realmente su objetivo de su lucha.   Siento que la CNTE ha perdido desde hace mucho su valor genuino como verdadero movimiento opositor.

Tampoco comparto el daño que sufren los infantes que pierden horas efectivas de clases producto del abandono a las aulas por parte de los docentes.

Deseo realmente equivocarme en mi percepción de ese movimiento porque comparto en cierta medida lo que plantean a la cámara alta  y, sobre todo lo que plantea el maestro de a pié que   exige un proceso que sintonice con los cánones de una evaluación de carácter formativo.

Porque hasta ahora el mecanismo estandarizado para evaluar a los maestros es el mismo: un examen  donde los esteparios resultados serán la norma para diseñar los trayectos formativos que los docentes han de llevar para subsanar sus deficiencias.

Así como viene empaquetada la evaluación universal se encuentra a años luz para ser considerada como diagnóstica.   Es más bien un  procedimiento caduco lejano de toda lógica en plena  era  de “la cultura de la evaluación”.

Arrebata además al evaluado la posibilidad de aprender de sus errores, de tomar juicio de si mismo, de decidir cuándo y cómo reorientar su proceso y, de razonar  su camino en la cúspide de sus logros.

Simulación a toda luz cuando estamos ciertos también de que los “trayectos formativos” serán deficientes y muy acordes a la historia y esencia del sistema de formación continua de los maestros que a mi juicio es un total fracaso.

Y mientras tanto, el imperdonable tiempo seguirá su curso, el sexenio agoniza, los políticos labran su camino.     En ese abolengo de la grilla nacional,  la ACE y la evaluación universal, para bien o para mal, seguiran dando la nota.

¿Será esto por la educación?