Aunque el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dictamine validez y confianza a los resultados de la evaluación docente, no podrá demostrar de manera fehaciente que, los maestros con resultados destacados son buenos maestros, ni tampoco los reprobados y despedidos sean malos.
A mi juicio el INEE engendró una evaluación débil y como consecuencia injusta porque no tuvo la molestia de visitar a los maestros en sus centros escolares.
En éste País (aunque el Secretario Nuño se pase lucrando políticamente en las escuelas) no se sabe a ciencia qué están haciendo sus maestros.
Pretendió el INEE conocer la realidad de la práctica docente a través evidencias de trabajo de niños con bajo y alto desempeño, un informe de responsabilidades profesionales confiada a la ética del director, un examen estandarizado a la par de una planeación didáctica argumentada en el peor de los escenarios (sentados frente a una computadora en algunos casos por hasta ocho horas).
Esta evaluación del desempeño que hoy clasifica a maestros en destacados, buenos, suficientes e insuficientes, es el más grave error cometido por el INEE contra los maestros mexicanos.
El flamante organismo de la evaluación, autónomo para unos, supeditado a los tiempos y caprichos de la SEP para otros, ha sido incapaz de valorar la genuina práctica de los maestros.
Esa práctica seguramente con desatinos, pero también con valiosos aciertos, debió tener un lugar privilegiado en el corazón de la evaluación docente.
No escapa a la lógica. Los maestros que evalúan el aprendizaje tienen en la observación una de sus más apreciadas herramientas para formarse juicios de valor respecto a los aprendizajes de sus alumnos.
El INEE en consecuencia ha fallado. Y ha fallado con creces pues en el otro polo de los destacados están los despidos. Son sujetos (para el sistema han dejado de ser maestros) ya estigmatizados como miedosos, cobardes, flojos, contrarios a la ley, pero sobre todo, inútiles para el servicio docente.
Lo peor es que los Consejeros saben del agravio que cometieron con esta evaluación desvinculada de la realidad pedagógica que permea en las escuelas, pero prefieren cómodamente mantenerse del lado de los verdugos de maestros.
Cierto que podrían argumentar que observar la práctica docente es un reto maratónico casi imposible de realizar, sin embargo, ¿quién ha sostenido que evaluar con certeza a los maestros iba a ser sencillo?
Es una pena que la probada academia de Sylvia Schmelkes, Teresa Bracho, Gilberto Guevara Niebla, Eduardo Backhoff y Margarita Zorrilla solo adornen las inocultables pretensiones políticas del Secretario Aurelio Nuño, que se luce en las escuelas como el factor principal en la implementación de la reforma educativa.
EL COMENTARIO APARTE.- No cesará el Secretario de Educación Pública de presumir a los maestros destacados y exhibir a quienes fueron despedidos.
El mensaje que dirige al magisterio que falta por evaluarse es muy claro: aumentos al salario y créditos preferenciales o despido sin derecho a liquidación alguna.