Educación y cultura de la prevención

Cada vez que ocurren desastres naturales, como los terremotos acontecidos recientemente en diversas entidades del país, nos cuestionamos si estamos ...
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Cada vez que ocurren desastres naturales, como los terremotos acontecidos recientemente en diversas entidades del país, nos cuestionamos si estamos preparados para afrontarlos de manera rápida y eficaz. Es indudable que la fuerza de la naturaleza sobrepasa por mucho a la del hombre y que en ocasiones es imposible evitar sus efectos devastadores. Sin embargo, si la población se encuentra preparada, siempre será posible mitigar las consecuencias adversas de los fenómenos naturales extremos.

Las medidas de prevención tienen como propósito disminuir el impacto negativo de los acontecimientos naturales, sobre todo en la pérdida de vidas humanas. Para ello es necesario crear, tanto en el gobierno como en la población en general, una cultura de la prevención, que no es otra cosa que la conciencia de la necesidad de anticiparse a catástrofes naturales y estar preparados de la mejor manera posible para afrontarlos cuando estos ocurran.

Aunque muchos estarán de acuerdo con las ideas, materializarlas es un reto difícil, ya que implican el convencimiento de que el esfuerzo de “invertir” en prevención “redituará”, a largo plazo, en momentos imposibles de anticipar. Además, se requiere de la adquisición de hábitos que se traduzcan en conductas rutinarias para la sobrevivencia y la contención de accidentes.

La cultura de la prevención se adquiere informalmente de diversas maneras: a través de reglamentos, por recomendación de personas o por simple deducción lógica. Sin embargo, la cultura de la prevención debiera adquirirse formalmente y promoverse en las escuelas, desde los primeros años escolares. La escuela debe de fomentar entre los estudiantes la adquisición de conductas inteligentes que prevengan posibles consecuencias negativas, en lo individual y en lo colectivo, tales como: la destrucción de la naturaleza; la extinción de las especies; la contaminación de los ríos, lagos, mantos acuíferos y mares; el calentamiento global, etcétera.

Respecto a la preparación para los desastres naturales es indispensable incluir contenidos y prácticas en los planes y programas de estudio. Sin embargo, no debe entenderse ésta como responsabilidad exclusiva de los centros educativos. La educación para la protección civil es tarea de todos. Se debe sensibilizar a la población realizando campañas que despierten y mantengan su interés sin alarmismos ni sensacionalismo. Podemos superar la ignorancia mediante la acción educativa en todos los niveles de la sociedad. Hablamos de una educación que incluye al público, a los grupos técnicos y a los gobernantes; de la educación como proceso de construcción de competencias para actuar cada vez más conscientemente sobre la naturaleza.

Sería inteligente copiar algunas de las líneas de acción establecidas en el Reglamento de la Educación para la Seguridad Integral y la Defensa Nacional del Perú, entre las que destaco: 1) organizar la evaluación periódica de la infraestructura física de escuelas, 2) normar y estimular el mantenimiento, reparación y reubicación de centros educativos, 3) formular manuales y textos educativos de defensa civil, 4) intensificar el conocimiento y práctica de las normas de seguridad (simulacros), 5) establecer los mecanismos de participación del magisterio en situaciones de desastres y 6) dictar normas para el empleo de locales escolares como albergues en caso de emergencia.

La experiencia de los acontecimientos de los días pasados nos indica que aún nos falta mucho por aprender como nación para afrontar, con mayor eficacia, los desastres naturales extremos. Al respecto, me contaba una doctora de un instituto nacional de salud muy reconocido: “Cuando sonó la alarma del terremoto salimos corriendo todos los doctores, enfermeras y empleados al patio, para después darnos cuenta que los pacientes se habían quedado al interior del edificio: no teníamos protocolos de actuación, no había un líder que nos coordinara, no sabíamos qué hacer, era un caos.”

Aunque la solidaridad del pueblo es digna de encomio en estos momentos difíciles, es insuficiente. Debemos prepararnos mejor para prevenir las situaciones más difíciles y esto solo se puede lograr a través de la educación de la población.

Artículo publicado en El Universal

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