En tiempos recientes, como sucede normalmente con los grandes cambios sociales, cada vez más seguido tenemos a nuestro alcance elementos, sobre todo de tipo gráfico, identificación facial, representación personal, imagen con animación, entre muchos otros, que son producto de programas que tienen que ver con la lo que se le ha denominado como Inteligencia Artificial (IA).
Así, hay programas de IA que hacen lucir con una cabellera en donde no la hay o incluso lucir sin cabello, con un determinado peinado, otros que simulan como sería una persona con mayor o menor edad, aquellos que “retocan” o “filtran” el rostro, “integran” un físico más atlético o con un determinado tipo de ropa sin tener que colocarla físicamente por supuesto, sin embargo, el alcance y las oportunidades que está brindando esta tecnología, que es la suma del conocimiento humano sobre un determinado tema, pero aplicado con un alcance mucho más racional y humano, alerta en muchos sentidos sobre la manera en que dicha tecnología, habrá de sorprender aun en nuestras vidas.
Así, por ejemplo, se difunden por redes sociales y medios de comunicación, visiones alternativas sobre cómo se verían habitantes de culturas ancestrales, patrones sobre cómo se lucirían ciertas sociedades de no haber sido conquistadas o influidas por otras, diferentes profesiones caracterizadas con sus indumentarias o elementos característicos en tiernos animalitos creativos. Lo cierto es que sin darnos cuenta como la historia de la rana en el agua hirviendo que no se da cuenta debido a la gradualidad de la temperatura en la que se encuentra inmersa, la realidad nos arropa de una manera tersa pero envolvente, incremental y permanente.
Como un ejemplo de tantos, la IA puede ya desarrollar situaciones que apenas hace un par de años no podríamos considerar siquiera posibles que una máquina pudiera “pensar” como es aquella IA que presenta capacidades incipientes que auguran que el mundo jamás podrá ser el mismo, como le ocurrió al columnista del periódico The New York Times que, en la edición del pasado 19 de febrero, relata como en un intercambio de palabras, la IA aseguró que le amaba, o el documental que aparece en la revista de ciencia y tecnología “Muy Interesante”, que asegura que el ChatGPT de OpenAI escribió una escalofriante historia sobre una IA que se hace con el control del mundo y pidió “Esterilizar y aniquilar a la humanidad, como propuesta para salvar al planeta de la inminente devastación que llevamos a cabo, a la manera de los filmes de ciencia ficción más fuertes que se han creado en el pasado.
Aun nos falta mucho por ver de esta historia, sin embargo, en educación ya se empiezan a ver como una IA, conocida como Chat GPT, es capaz de hacer tareas, ensayos y procesos de una calidad sorprendente y cuyo texto no se puede “rastrear” con buscadores de plagio, pues su textos son “naturales” y “originales”, de tal manera que se advierte un entorno en el que esta tecnología que está al alcance de cualquier equipo de cómputo conectado a internet pueda afectar el curso de lo que se desarrolla en el aula de cualquier nivel educativo.
Así, como docentes, mucho de lo que se puede advertir, más que un trabajo, un resumen o un reporte de lectura, lo importante será integrar, como debe de ser, elementos más claros de contacto humano, como lo es la práctica comprensiva, el diálogo sobre lo escrito, la vinculación con el contexto del estudiante en sus trabajos y una profunda y sólida interacción y conexión con el estudiante, sus emociones, sentimientos y sensaciones, para buscar desarrollar eso que aún está, al menos por ahora, lejos de las máquinas.
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