Con la reforma educativa, la evaluación docente se convirtió en elemento central para determinar los ingresos al servicio docente (evaluación de ingreso), el acceso a cargos directivos y de supervisión (evaluación para promoción) o tener más horas e incrementos de salario (promoción en la función).
Así también evalúa a los maestros de nuevo ingreso (diagnóstica) y condiciona la permanencia en el servicio docente (evaluación del desempeño).
Todas las citadas evaluaciones enmarcadas en la Ley General del Servicio Profesional Docente son obligatorias en función de su objetivo, sin embargo en torno a ellas, también existen responsabilidades adquiridas por el Estado.
Cito dos: la formación de maestros y la formación continua de los que están en servicio.
La primera intrínsecamente relacionada con la evaluación de ingreso y la segunda con la evaluación del desempeño docente.
Sobre el ingreso al servicio es válida la polémica. Mientras que algunos tendrán razones para argumentar que los concursos de oposición no garantizan la idoneidad, otros podrán argumentar que es el ejercicio más justo para determinar quién si y quién no merece ser maestro.
Lejos de ser un defensor de lo idóneo y lo no idóneo, me parece que es el propio Estado el que se dispara en el pie si en base a un juicio sumario de los últimos concursos de ingreso al servicio, las cifras de aspirantes ‘no idóneos’ sobrepasan el 50 %.
Se trata de una conclusión sencilla: el Estado perfila un tipo de maestro que no está formando, es decir, está fallando en su responsabilidad de garantizar maestros a su propio sistema educativo.
Pero lo grave no está ahí sino en la falta de imaginación para atender las necesidades de las instituciones para la formación de docentes.
Y es que según reveló la Presidente del INEE, Sylvia Schmelkes del Valle, en este 2016 los concursos de oposición para el ingreso al servicio docente serán abiertos no solo para normalistas y otras carreras afines a la educación, sino también para “otros profesionales en general” (El Universal, 28 de junio de 2014).
Este agravio de la reforma educativa a mi juicio, atenta contra la profesión docente y más aún, contra su genuina supervivencia.
Y si de agravios hablamos, la evaluación de permanencia.
Dicha evaluación busca evaluar el desempeño de los maestros en servicio contratados antes de la entrada en vigor de la reforma educativa.
En torno a esta evaluación las autoridades educativas de la mano con el INEE hablan de beneficios y más beneficios de ligera manera que causa estupor.
¿Quién no ha escuchado del Secretario Nuño la trillada zanahoria de los aumentos automáticos al salario y créditos preferenciales en virtud de resultados destacados?, ¿quién no ha escuchado del titular de la SEP la generosa oferta de plaza por cuatro años a maestros que aprueben la evaluación? o ¿quién no ha escuchado la promesa de que los maestros que salgan con resultados insuficiente recibirán capacitación?
Hoy que la moda es la evaluación docente obligatoria para los maestros no se dice mucho de la capacitación, por cierto también obligatoria, pero para el Estado.
Hasta el momento no existe certeza de que el Estado -con mal pasado en la materia-, cumplirá con creces su obligación de capacitar (y bien) a los docentes con resultados insuficientes en la evaluación del desempeño.
Lo que hasta el momento existe en el discurso del Secretario Nuño es el abultado incremento en el rubro de capacitación a los maestros que pasó de 220 millones de pesos a más de mil 800 millones de pesos.
Dicho incremento que presume cada lunes -cual favor a los maestros-, no tiene sentido si no hay una ruta objetiva que asocie a la evaluación con la capacitación en los hechos, y no a través de discursos mediáticos.
Cabe preguntar: ¿debemos tener certeza en una Secretaría como la SEP que se ha probado experta en dilapidar recursos públicos?
El joven Nuño, político al fin, debería dejar de lado las ligerezas y concretarse en las certezas. El magisterio más que recursos reclama claridad de rumbo en materia de capacitación que por momento no hay…no existe.
Y es que la máxima que ha prevalecido sexenio tras sexenio es el abandono padecido por los maestros mexicanos en materia de formación continua. Son víctimas de un sistema de formación inútil y simulador que ha contribuido a la distorsión de que ellos son unos “flojos que no se capacitan” y como consecuencia, los culpables inmediatos del desastre educativo.
Reproducir la historia no solo sería prolongar el agravio hacia los maestros sino condenarlos (aún más) a inmerecida estigmatización social, y lo que es peor; censurarlos para siempre del ejercicio docente.
EL COMENTARIO APARTE.- Se sabe de la mala fama que se carga Mexicanos Primero entre el magisterio, sin embargo, vale la pena una revisión a su estudio “Prof. Recomendaciones sobre formación inicial y continua de los maestros en México” en virtud de que sube a debate público, el pésimo estado que guarda la formación y capacitación de los maestros..
Y aunque el estudio no descubre el agua tibia, si es necesario insistir sobre la obligación del Estado (derecho de los maestros) a una formación continua e integral con impacto en los aprendizajes de los alumnos.