Muchas lecciones he recibido de las y los docentes; además de aquellas entrañables en preescolar, primaria y secundaria en la escuela pública, las más recientes para mí han sido también cruciales.
En las redes sociales, en el seguimiento de la prensa, en los espacios de opinión de diarios y sitios de internet, la participación de los maestros en términos de análisis y propuesta de política pública crece cada vez más. Ya no les buscan los reporteros sólo para poner ‘color’ a una nota, para vestirla con una anécdota, sino reconociendo que su perspectiva contrasta y completa lo que opinen de un tema los funcionarios y los ‘analistas’. Es algo que nadie les regaló; se lo ganaron a pulso, aprovecharon los espacios de Animal Político y Educación Futura, la posibilidad de escribir en Nexos y generar sitios propios como Profelandia. A todos nos hace crecer, que su voz se escuche, y que el prejuicio, en su vertiente de romantizar o de culpabilizar, se quede atrás.
Las y los maestros son muchos, y lo mejor de todo, son diversos. No es un grupo monolítico, y su agrupación en siglas sindicales o en iniciativas de exigencia no agota ni homogeniza su identidad. No sólo hay peculiaridades por su región, su formación, su subsistema y nivel, sino también por sus preferencias y exigencias. A mí me parece una gran señal social la tenacidad en sus luchas, su reclamo con propuesta, su discrepancia… incluso enzarzarse en Twitter o en conversaciones de WhatsApp sobre lo que les ocupa en primera persona, sobre la imagen que se brinda de ellas y ellos, sobre sus exigencias y reclamos.
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Los temas que recientemente han traído a la atención pública son muchos y esenciales: el agravio que sintieron cuando se dijo que fue una decisión del Ejecutivo que se les pagara íntegro en estos meses de aulas cerradas, cuando es su derecho; la militancia de los profesores del Programa Nacional de Inglés a quienes no les hemos pagado ni reconocido en su aporte y la importancia de la estabilidad laboral; la desazón sobre Tiempo Completo –o Jornada Extendida– que queda como en el limbo por la desaseada integración, sin medir las consecuencias, de apelmazar las metas de un programa con reglas de operación en la gran bolsa genérica de La Escuela es Nuestra, que tiene miles de millones asignados en el Proyecto de Egresos de la Federación (PEF) de 2021, pero que en multitud de casos no ha respetado la promesa de asignación y pago regular.
La indignación debe compartirse: que la plataforma para las promociones horizontal y vertical haya tenido fallas y caídas, que los ítems y el planteamiento mismo de una evaluación no se haya, a estas alturas, corregido para un enfoque sensato y de valoración imparcial, y sobre todo que se haya respondido desde los mensajes genéricos que los resultados debían anularse por ‘dudosos’ con la implicación de que hubo copia o deshonestidad tiene, con toda la diversidad que hemos comentado arriba, un repudio generalizado como maltrato y ofensa.
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Nos están enseñando, maestras y maestros, que no necesitan que hablen en su lugar; no necesitan que ‘los defendamos’, sino que tengan acceso a los micrófonos y las plataformas. En conversaciones recientes, en esta misma semana, con secretarios estatales, he escuchado la intención, que urge concretar, de facilitar espacios para que lleguen con su visión a interactuar con los funcionarios mayores. Este paso de sujetos de instrucciones y de intervenciones a protagonistas de la política pública será un proceso trabajoso y contendido; no está garantizado, pero capto un giro que considero es ya irreversible.
El diálogo con docentes tiene que dejar de ser eventual –de eventos, en contadas ocasiones, en ceremonias o foros grandes y pequeños– o sólo de contención y arreglo, de desactivación de la protesta –las normalistas, los teachers, los profesores de educación física– y pasar a una dinámica continua e imprescindible. Y para la fase que sigue, fundamental: la actividad del siguiente ciclo escolar, cómo y cuándo puede abrir cada plantel, cómo apoyar en lo socioemocional a las y los alumnos, qué proponerse para la valoración diagnóstica y cómo rechazar que se ‘perdió’ un año, sino que de lo aprendido en estos meses es de donde debemos partir, de lo que sí hay y no de lo que falta, son todos aspectos en el que el diálogo nos está enriqueciendo ya. Que venga más, que venga mejor, que lleguen más.