El Secretario de Educación Pública Aurelio Nuño ha conducido la evaluación docente a una condición límite que debe detenerse ya.
Y aunque presuma cifras exitosas de maestros evaluados, lo cierto es que la evaluación docente ya es un fracaso.
Fracaso porque el proceso ha estado viciado de origen. Desde la informalidad para notificar a los docentes vía correo electrónico, hasta tardías notificaciones violando fragantemente la ley, y que puso en serios aprietos a muchos maestros que temeros de perder su empleo; se evaluaron en franca carrera contra el tiempo.
Fracaso porque la evaluación docente -supuesto derecho de los maestros- se concretó a través del terror ejecutado por el visceral Secretario Nuño, bajo la premisa del imperio de la ley con la constante amenaza de despido a quien se niegue a evaluarse.
Fracaso porque evaluar a los maestros se ha convertido en una competencia de vencidas y no un ejercicio de examinación responsable. Una competencia desleal donde el vencedor a fuerza; tiene que ser el Secretario.
Fracaso porque no es idóneo un entorno de evaluación con sedes rodeadas de policías ante el constante acecho de boicot de la Coordinadora. En éste punto sobran quienes festinan el blindaje a la evaluación; pero habemos también quienes nos negamos a creer en una evaluación a base de la imposición, con instrumentos planos y sin sustancia pedagógica, con jornadas extenuantes de hasta 8 horas frente a una computadora, con fallas de logística y funcionalidad de los equipos o conectividad, así como reprogramaciones de fechas y un cúmulo importantes desatinos que desnudaron la acentuada improvisación de los evaluadores.
En esas condiciones la evaluación no sirve. Es contraria al espíritu conceptual de derecho que constantemente falsea el Secretario Nuño.
Una evaluación como la que propuso el INEE y que ya ejecuta la SEP, derriba la última pieza de dignidad de los maestros del País.
¿Qué de honorable puede tener la liberación de los maestros del yugo sindical para luego someterlos al dominio patronal absoluto?
Porque eso también es consecuencia de la evaluación docente. Control administrativo en exceso sobre los maestros con la falaz premisa de que el Estado ha recuperado la rectoría de la educación.
Aquí el problema es que el Secretario Nuño es un sordo. Ha señalado una y otra vez que no habrá dialogo con el magisterio disidente si éste no es para implementar la reforma educativa, postura abiertamente contraria al discurso conciliador y de cercanía al magisterio que enarboló en los albores de su gestión.
Y sobra referir la denigrante zanahoria para los maestros sobre los aumentos automáticos al salario o los créditos preferenciales en virtud de resultados destacados en la evaluación. ¡Vergüenza!
Vale decir que los maestros están en medio de la nada, sabedores de que no hay otra salida más que el sometimiento si se considera que abiertamente su sindicato, el poderoso SNTE; se cuenta entre sus verdugos.
Sin embargo hay tiempo. La evaluación docente debe detenerse para corregir su rumbo.
Los Consejeros del INEE deben recordar que antes que consejeros son académicos; y que pueden (y deben) hacer valer el precio de la autonomía de ese organismo a partir de un juicio de valor que los lleve a reconocer que la evaluación docente que diseñaron, no puede seguir así.
Y el envilecido Secretario Nuño que le baje a su soberbia. Que acepte de una buena vez que ningún principio pedagógico fundamenta la evaluación con amenazas, mentiras y zanahorias, desarrollada en la hostilidad y en condiciones francamente semejantes a un búnker de guerra.
EL COMENTARIO APARTE.- No es transparente el programa Escuelas Al CIEN. Hay escuelas que quedaron al margen de recibir recursos económicos con carencias más acentuada en su infraestructura en comparación con otras que sí los recibieron.