La historia parece repetirse. Hay quienes critican la validez de la enseñanza que hace del alumno un protagonista activo de su propio aprendizaje y se defiende la enseñanza tradicional que coloca el énfasis en el maestro.
Es el caso de la pedagoga Inger Enkvist, que critica la Nueva Pedagogía. ¿Qué es la Nueva Pedagogía? La Nueva Pedagogía, dice Enkvist, se ve por todas partes en Occidente. Suecia la puso en marcha en los años sesenta. Consiste, por ejemplo, en la poca o nula gradación de las calificaciones, por lo que muchos alumnos piensan que no tiene caso estudiar mucho si eso no se va a reflejar en su expediente. Se da mucha importancia a la iniciativa del alumno, se trabaja en equipo y, mientras desaparecen los exámenes, aparecen los proyectos y el uso de nuevas tecnologías. En general, parece que se va a la escuela a hacer actividades, no a trabajar y a estudiar. Se da más énfasis a lo social que a lo intelectual”. (Entrevista aparecida en El País, 25-07-18).
“La escuela tiene que ser consciente —dice a continuación— de que su tarea principal sigue siendo formar intelectualmente a los jóvenes. La escuela no puede ser una guardería, ni el profesor un psicólogo o un trabajador social. ¿Cuál debe ser la finalidad de la enseñanza infantil? Debe ser muchas cosas, pero su tarea principal es dar al alumno una base intelectual. Dar conocimiento a los jóvenes, prepararlos para el mercado de trabajo, transmitirles una cultura y proporcionarles una idea del orden social, porque la escuela es la primera institución con la que se encuentran los niños y es importante que vean que hay reglas, que el maestro es la autoridad y que hay que respetarlo tanto a él como a sus compañeros”. Los maestros adictos a la Nueva Pedagogía, agrega, desprecian el conocimiento y buscan sólo halagar al estudiante: los maestros de esta tendencia se preocupan exclusivamente por que el estudiante esté contento en el aula.
La entrevistadora interrumpe a Enkvist: “Pero hay pedagogos que afirman que la escuela tradicional es aburrida y educa a niños sumisos y que hay que enseñarlos a ‘aprender a aprender’”. La investigadora replica: “La escuela es un sitio para aprender a pensar sobre la base de los datos. Lo de insistir en aprender a aprender sin hablar antes de aprendizaje es una falsedad, porque no podemos pensar sin pensar en algo. Sin datos no hay con qué empezar a pensar”.
“La satisfacción de la escuela debe estar vinculada al contenido: entrar en una clase y que te cuenten algo que no sabías. Pero hay que saber que para entender algo nuevo hay que hacer un esfuerzo. Además, es fundamental que el maestro nos enseñe a leer y también a comportarnos. Es imposible aprender bien sin que haya orden en el aula. Ésa es la base principal: comportamiento, lectura y aprecio por el conocimiento… Aprender puede ser un placer, pero, insisto, requiere un esfuerzo y un trabajo. Hay que decírselo a los niños, si no, los estamos engañando”.
“Hay maestros que piensan —dice la entrevistadora— que no hace falta memorizar porque todo está en Google”. “Ése es otro equívoco —dice Enkvist—, Google es un instrumento genial, de gran ayuda para los adultos, porque ellos saben lo que buscan. Pero, para quien no sabe nada, como es el caso de los niños, Google no sirve para nada”. Desde luego, es ostensible que este juicio de la pedagoga sueca es más que exagerado, pero nos invita a seguir reflexionando sobre el papel educativo de las nuevas tecnologías. (Lectura recomendada: La buena y la mala educación. Ed. Encuentro, 2011).
Publicado en Crónica.