El pasado miércoles 16, justo el día que apareció mi entrega de la semana, Excélsior puso la nota en primera plana: “El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto interpuso cuatro controversias constitucionales ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra los congresos de Chiapas, Sonora y Michoacán y contra el gobierno y el congreso de Oaxaca por incumplir con la Reforma Educativa”.
El mensaje a los gobernadores es cristalino y contundente —claro, también a los congresos locales, pero esos son más dóciles—: o se alinean a la Reforma Educativa o enfrentan las consecuencias. Porque la interposición de la controversia no es más que el comienzo. El Presidente tiene facultades metaconstitucionales que le permiten ejercer presión sobre los otros poderes constituidos, por más que en los discursos se mantenga la retórica del pacto federal. Por ejemplo, el gobierno central puede retener participaciones federales, no impulsar proyectos de infraestructura en esos estados o incluso buscarle los pies al gato por desviaciones del presupuesto. Mi intuición me dice que en los otros 16 estados donde Mexicanos Primero detectó la transgresión al mandato de armonizar las leyes, los gobernadores y congresos locales harán actos de constricción —hasta de apocamiento— y enmendarán lo que aprobaron en marzo.
Veo dos asuntos encontrados en la acción del Presidente. Por una parte, ofrece pruebas de que quiere llegar al fondo, o lo más al fondo que se pueda, con la reforma y que no tolerará desviaciones dentro del mismo aparato del Estado. Aquí el gobierno federal es la locomotora y los gobiernos y congresos estatales son vagones con fardos que deben seguir la ruta, lo quieran o no. La soberanía de las entidades federales, parece decir el mensaje, no debe ser dúctil a los caprichos de los gobiernos ni a las transas que puedan haber pactado con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y sus facciones.
Pero, por la otra parte, intuyo un proyecto de largo plazo que busca reconcentrar los poderes en la institución presidencial, como en los viejos tiempos del Partido Revolucionario Institucional. Atención. No presumo maldad en esas acciones; pienso que los gobernantes consideran que es una pieza constitutiva de un gobierno eficaz, uno que entrega resultados, como lo pregona el presidente Peña Nieto. Pero en el trayecto, desmantela el escaso federalismo que subsiste más allá de las letras en las leyes. La soberanía de los estados es una ficción plasmada en la Constitución, no en la vida política.
¡Qué bien que el Presidente actúe! Permitir que los gobiernos y congresos estatales transen con el SNTE de manera tan descarada era echar su proyecto al cesto de los papeles. Hay una noción de orden y dirección que, además, se busca legitimar mediante los foros de consulta para revisar el modelo educativo. Tal vez la Corte no tendrá que emitir un fallo. El poder político en Michoacán está en manos priistas que, al igual que en Chiapas, es probable que den marcha atrás y acomoden sus leyes a lo que se dicta desde el centro. Se sabe que aquellos cedieron a presiones de los grupos disidentes. El de Sonora, que es del PAN, sucumbió ante las presiones de los ahijados de Díaz de la Torre; el gobierno central puede negociar su regreso al carril. La duda es Oaxaca; allí se dará (Ay Gabino, ¿qué se puede hacer contigo?) la prueba del ácido del ímpetu reformista.
¡Qué mal, pienso, que se dé al traste con las nociones federalistas! Cierto, los poderes locales empequeñecieron al federalismo, los gobernadores se comportaron como virreyes y los congresos como corderos pascuales. Todos, en mayor o menor medida, hicieron un botín de los fondos federales para la educación.
Antes de que el Presidente interpusiera las controversias, pensaba que había que concebir al centralismo como una necesidad transitoria. Hoy, cavilo que tal vez valga la pena comenzar a verle las virtudes a un Estado unitario y dejar la retórica federalista para mejores tiempos; hoy, la oratoria repiquetea como cantaleta demagógica.
Retazos
Pido a los Poderes que hagan sus anuncios trascendentes en lunes. Así me dará tiempo de comentarlos de inmediato en mi columna y no tener que esperar una semana, cuando los hechos ya sean historia.