Me tomé la libertad de redactarle al presidente Enrique Peña Nieto algunas notas para el discurso que habrá de pronunciar el día de hoy, en el Palacio de Bellas Artes, con motivo del 70 aniversario del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Mi primer consejo, obvio, es que utilice un tono festivo porque hay muchas razones para que los asistentes al evento, la cúpula del sindicato y el círculo presidencial, estén felices.
Segundo, el jefe del Ejecutivo debe presumir la complicidad que por tantos años han tenido los gobiernos priístas y los líderes de esta organización. (Sería negativo hacer referencia a las recientes infidelidades políticas de Elba Esther Gordillo. Cosa de darle vuelta a la página).
Tercero: debe celebrar 7 décadas de control político sobre el magisterio. Vale aquí recordar que el presidente Ávila Camacho creó al SNTE no como instrumento de representación al servicio de los profesores, sino como herramienta para someter de manera autoritaria toda expresión magisterial discordante del régimen de partido hegemónico. Si bien éste se transformó durante las últimas décadas, vale mencionar que ahora el SNTE regresó al redil: es, de nuevo, instrumento eficaz de sometimiento para beneficio de un gobierno priísta.
Cuarto: cabe subrayar que solo los presidentes priístas tienen potestad para ungir al liderazgo nacional de esa organización. Nunca, en su longeva historia de vida, ha sido distinto. Desde Jesús Robles Martínez, pasando por Carlos Jonguitud Barrios, Elba Esther Gordillo y Juan Díaz, todos los dirigentes nacionales del sindicato han recibido su legítimo encargo de la misma manera. Puede aquí EPN utilizar la siguiente frase: “Agradezco una vez más al magisterio por su destacada docilidad. Tengan todos la seguridad de que Juan Díaz reinará sin contratiempos mientras honre mi voluntad.”
Quinto: sería necesario refrendar el acuerdo electoral. Desde su fundación, el SNTE ha sido generoso a la hora de ofrecer los votos de los maestros y sus familias para el partido de la Revolución. (Vale nuevamente pasar por alto todo coqueteo elbista con otras fuerzas electorales). Hoy que la rectoría del Estado (¿del gobierno?) sobre este sindicato está de vuelta, se presume que igual ocurrirá con los votos que el aparato magisterial solía entregar de manera incondicional al PRI. (Cuando aborde este punto, el presidente tendría que amenazar veladamente a cualquier líder magisterial tentado por el intercambio de favores y votos con un partido distinto al tricolor. El Panal queda excluido siempre y cuando acuda en alianza con el PRI).
Sexto: necesita reiterar garantías a favor de la impunidad y la corrupción. Resulta pertinente asegurar a la cúpula del SNTE que, a excepción de su antigua dirigenta —ahora en desgracia— el velo de la impunidad seguirá vigente, siempre y cuando sus integrantes sean sumisos y apoyen en las urnas. Podrán continuar con sus negocios, tráfico de influencias, con puestos en el gobierno y plazas, administrando jugosos recursos, obteniendo créditos que nunca se pagan, con opacidad en sus cuotas, con muertos en el closet, en fin, podrán quebrar todas las leyes de la República, toda vez que sepan honrar los compromisos políticos importantes.
Séptimo: habría de neutralizarse toda preocupación sobre la reciente reforma educativa. Es inevitable presumir el principal logro de su administración en esta materia, pero al mismo tiempo debe quedar claro que las evaluaciones sobre maestros no tendrán ningún impacto sobre la estabilidad en su empleo o sobre la obtención de sus puestos de trabajo. Para tranquilidad de los dirigentes del SNTE, este orador habría de hacer saber que la reforma constitucional será traicionada a nivel local, cuando se aprueben las nuevas leyes estatales.
En efecto, los asistentes el día de hoy al Palacio de Bellas Artes tienen mucho que festejar. Lástima que fuera de ese recinto floten ánimos de aguafiesta, merodee el hastío y prevalezca la decepción. Valdría la pena que EPN aprovechara la ocasión para burlarse de los ingenuos que llegamos a imaginar un cambio en el rumbo de la política educativa. Por “incautos” – acaso una palabra con mayor fuerza castiza sería aquí necesaria – nos merecemos un horizonte con 70 años más de SNTE.