¡Ya dejen trabajar a las maestras y maestros!

No hay que negar que existen colectivos docentes que han logrado desarrollar procesos interesantísimos al interior de sus CTE...
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“No va a quedar ni una coma”, fue la afirmación que el ex coordinador de la bancada de MORENA, Mario Delgado, lanzó a los cuatro vientos en 2018, en clara referencia a la mal llamada reforma educativa de 2013 que, curiosamente, él mismo impulsó a través del PRD y del conocido Pacto por México. 

De hecho, sobre esto último recuerdo muy bien que, en ese entonces (2012-2013), este mismo personaje refería que era necesario contar con un sistema de evaluación hacia el magisterio porque, lo importante, era lograr la tan anhelada “calidad” del Sistema Educativo Mexicano, y bueno, por esas cosas raras que solo se observan en la política, años más tarde expresaría que de ésta no quedaría ni una coma en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; claro, esto no fue cierto porque, como sabemos, prácticamente la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente (creada en 2013) se trasladó a la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros (creada en 2019), y entonces, a ese pésimo sistema de ingreso, promoción y reconocimiento solo se le eliminó la palabra “permanencia”, una demanda muy sentida e impulsada por el magisterio disidente; sin embargo, poco o nada cambió de ese esquema de evaluación porque, como ha quedado demostrado, siguió operando igual o peor. ¿Acaso no por ello la actual presidenta del país, Claudia Sheimbaum, ha asegurado que la USICAMM va a desaparecer?

Ahora bien, recientemente se ha dicho que es necesario transitar de Consejos Técnicos Escolares (CTE) a Comunidades de Aprendizaje (CA) porque, lo que se pretende, es que haya menor carga burocrática para el magisterio, lo cual se puede interpretar de la siguiente forma: de esos Consejos Técnicos Escolares no va a quedar ni una coma, es decir, que es probable que estemos en la antesala de un esquema igual o peor al que ha estado operando desde algunas décadas en nuestro país. Peor aún, es, tal vez, la muestra más palpable de la ignorancia sobre un sistema que solo funciona en la mente de los políticos y funcionarios de gobierno.

Es cierto, no hay que negar que existen colectivos docentes que han logrado desarrollar procesos interesantísimos al interior de sus CTE sin ser comunidades de aprendizaje o consejos técnicos, sin embargo, lamentable y desafortunadamente son pocos, porque la gran mayoría está anclado a esa verticalidad de un sistema jerárquico y autoritario que se impone desde el centro y que cae, cual cascada en el río, en las escuelas. Y es que, para nadie es desconocido que, aunque las autoridades estatales de las Secretarías se reúnen con supervisores o jefes de sector, previo a la realización de los CTE en las escuelas, con el propósito de organizar dichos consejos, hay quienes siguen a pie juntillas todo lo que desde el centro o desde su propio interés o conocimiento determinan para sus colectivos docentes. Es, sin lugar a dudas, una muestra clara de esa estructura pesada, arcaica y anquilosada que no se ha movido ni ápice. Ahí ha estado por décadas. ¿A poco con comunidades de aprendizaje se va a movilizar dicha estructura? Sería ingenuo pensarlo.

Y bueno, si a ello le agregamos la cantidad absurda de cuestiones administrativas que las y los docentes tienen que cumplir con excesiva singularidad, la cosa se complica aún más. A veces, en esas visitas a diversas escuelas de educación básica, en esas charlas que se suscitan entre maestras y maestros de este nivel educativo u otros, en esos diálogos informales entre familia y amigos siempre se pregunta “¿y para qué nos piden todo esto si nadie lo va a revisar y mucho menos nos van a retroalimentar?”. Desconozco la fecha exacta en la que, a algún genio detrás de un escritorio, se le ocurrió la “formidable” idea de pedir que las maestras y maestros llenaran cuanto formato se le mandara, como si con tal situación la enseñanza y el aprendizaje mejorara. Insisto, no tengo la fecha exacta, pero, si la tuviéramos, tendríamos el momento exacto en que la docencia se volvió una profesión administrativa y no pedagógica y didáctica.

Tal parece que no es suficiente con que el docente planeé sus clases, a veces de modelos y planes de estudio que son construidos a capricho de los funcionarios, gobiernos u organizaciones empresariales nacionales e internacionales; tampoco parece suficiente que el docente desarrollé sus clases con alumnas y alumnos provenientes de contextos sociales y/o familiares complejos y diversos, donde el padre de familia va al maestro como su sirviente o empleado; mucho menos parece ser suficiente, que ese mismo docente pueda elaborar material didáctico con ciertas especificidades porque el nuevo modelo ahora así lo mandata; en fin, parece que nunca es suficiente y, por ello, hay que exigirle al docente.

Desde luego, no puedo negar que muchas profesoras y profesores han caído en una zona de confort en la labor para la que ellos mismos se contrataron. Obviamente, tampoco puedo negar el papel rastrero Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación para que ese “profesorado” haga valer sus “derechos”, cuando esos “derechos” significan llegar tarde, no entregar planeaciones, no elaborar material didáctico, estar continuamente comisionado, etc. Indudablemente, no puedo negar que estas y otras cuestiones suceden a lo largo y ancho de la República Mexicana. No obstante, tampoco puedo negar que existen esos buenos maestros y maestros que, a ras de tierra, diariamente se parten el lomo para que sus niños aprendan. Sí, regularmente son esas maestras y maestros que difícilmente dejan de cumplir con su quehacer porque han entendido que sin CTE o con CTE, o como quieran llamarle los políticos, la escuela y la docencia está en movimiento; no se detiene y nunca se ha detenido, ni por las competencias, ni por los aprendizajes clave, ni por los campos formativos o por los ejes articuladores. Es una docencia en movimiento.

Pensar que, a través de un discurso, en medio de un escenario a modo como los que se viven en el charrismo sindical es considerar que ahora sí las cosas van a cambiar, es simplemente eso: es una idea de un político con aires de educador cuando de educador no ha tenido mucho que digamos o… ¿acaso ha estado en un aula con 40 niños, uno de ellos con asperger, otro con discapacidad intelectual y 38 más con sus propias particularidades propias de su contexto y sus familias?

En fin, ya veremos qué sucede con esta situación y con la instancia que sustituirá a la USICAMM, pero, a fuerza de ser sincero anticipo lo siguiente: todo cambiará para que todo siga igual.

Por favor: ¡Ya déjense de ocurrencias y dejen trabajar a las maestras y maestros!

Al tiempo.