Un inicio de ciclo escolar desgastante

Avatar de Abelardo Carro Nava

Muchas y muchos colegas de la pluma y letras hemos escrito sobre el desgaste físico y emocional que en estos tiempos está generando la profesión docente…


En lo que va de estas dos semanas después de haber iniciado el ciclo escolar 2025-2026, he percibido un desgaste importante en las y los maestros, y no es para menos, la escuela se ha convertido en un espacio donde todo se puede realizar porque, quienes ahí laboran, todo lo pueden realizar: un Consejo Técnico Escolar en su fase intensiva; el diseño de un programa analítico; el diseño de un programa de mejora continua; la elaboración de un diagnóstico académico y/o socioeducativo para su posterior aplicación en el grupo asignado; la adecuación, mejora o rehabilitación de espacios escolares; la aplicación de los ejercicios integradores del aprendizaje y un taller sobre el mismo tema; la elaboración de proyectos por comisión (acción social, biblioteca, seguridad y protección civil, vida saludable, salud escolar, lectura, disciplina, puntualidad y asistencia, entre otras); la conformación de los expedientes de los alumnos; el llenado y/o revisión de la ficha de salud escolar; el llenado de diversos formatos o bases de datos sobre los estudiantes; la coordinación de actividades con especialistas en diversas áreas para la atención de niños con alguna discapacidad (si así fuera el caso); la reunión con los padres de familia; la planeación de la enseñanza y elaboración de material didáctico; la atención a padres de familia por temas específicos; los simulacros o actos conmemorativos (por los sismos o por los recién impuestos protocolos de seguridad escolar); el llenado de la bitácora escolar o los registros de incidencias; el programa cívico o sociocultural por el 13 y 15 de septiembre; los ensayos por el desfile conmemorativo del 16 del mismo mes; en fin, todo un cúmulo de acciones que, lógicamente, generan ese desgaste que refiero.

Pienso que es injusto que se exprese, tal y como hace días escuché decir a una madre de familia: “los maestros vienen de sus vacaciones y ya se cansaron; por qué se quejan”. Es cierto, alguien me podría decir que, en México, aproximadamente el 55% de la población ocupada labora en el sector informal (32.6 millones de personas, según el INEGI) y que, por tales razones, esa población tiene que salir a ganarse el pan diariamente. La verdad de las cosas es que todos, absolutamente todos salimos a ganarnos el pan que nos llevamos a la boca, pero también, el que todos necesitemos y nos demos unos momentos de descanso. El punto aquí no es entrar en ese debate de quién trabaja o no trabaja, sino las actividades que justamente uno realiza de acuerdo al rol que ocupa en nuestra sociedad; ahí está el meollo del asunto.

Muchas y muchos colegas de la pluma y letras hemos escrito sobre el desgaste físico y emocional que en estos tiempos está generando la profesión docente, y es cierto. Hay quienes han dado cuenta del burnout que se ha instalado en la profesión y en los profesionales de la educación, caracterizado por un agotamiento físico y emocional crónico, mismo que se ha agravado con las cargas laborales excesivas y la falta de apoyo de parte de especialistas para que las y los maestros cuenten con una salud mental óptima.

Desafortunadamente no hay un estudio que arrojé datos precisos sobre la afectación del burnout en los profesores de nuestro país. Hay algunos muy específicos, como el de Ariadnne Rionda-Arjona y María Guadalupe Mares intitulado “Burnout en profesores de primaria y su desempeño laboral” realizado a docentes de educación primaria de la Ciudad de México; los resultados que obtuvieron fueron significativos, pues del total de la muestra estudiada, el 13% de la población presentó niveles altos y el 56% niveles medios.

Se entiende que este estudio, repito, con el cual no pretendo generalizar, podría generar múltiples interrogantes, por ejemplo, que se haya hecho en la Ciudad de México y no en otra parte de la República Mexicana, que el porcentaje encuestado se haya realizado a una ex cantidad de profesoras o de profesores, que la muestra haya incluido a x cantidad de maestras y x cantidad de maestros, etcétera; lo que sí podría ser considerado como una realidad, y muy probablemente podrían coincidir algunos docentes conmigo, es que más de uno ha llegado a sentir de tres o cuatro síntomas que caracterizan al burnout: agotamiento, distanciamiento, irritabilidad, ansiedad, desmotivación, falta de concentración, apatía, falta de creatividad, aislamiento, ausentismo, fatiga, dolores diversos, trastornos del sueño, problemas gastrointestinales, entre otros.

Sobre este tema, pienso que la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de sus funcionarios, voltea la mirada para no ver lo que es evidente en el sector y particularmente en el magisterio; esta idea de que la escuela todo lo puede porque ahí todos lo pueden, desde mi perspectiva ha generado el agotamiento en sus protagonistas, obviamente me refiero al personal que ahí labora.

Es claro que no existe una clínica en cada uno de los estados, donde el profesorado pudiera acudir para atender su salud mental. Quiero pensar que se piensa que el servicio que ofrece el IMSS o ISSSTE es suficiente, pero no es cierto, de sobra se sabe que en muchas entidades el servicio no es de calidad o no alcanza para cubrir a todos sus demandantes. En cualesquiera de los casos, preocupa y ocupa lo que en los últimos años ha venido ocurriendo en el Sistema Educativo Mexicano con relación a este tema y al desgaste al que ha sido sometido el docente.

Sí, estos días han sido días extenuantes. Algunos podrían que es parte de la labor de los docentes, pero, para poner un ejemplo, en días recientes me enteré de una situación que a más de uno podría dejar boquiabierto: tres alumnos de tercer año de primaria fueron encontrados por su profesora fumando en los sanitarios de la escuela. La docente responsable, al darse cuenta de ello, actuó conforme a los protocolos habidos y por haber, sin embargo, tanto padres de familia como autoridades educativas se le fueron encima porque, según estos, es responsabilidad de la profesora cuidar que esos niños no fumen en la escuela. ¿Pueden creerlo? Es de no creerse, pero bueno, ahora la maestra enfrenta una situación bastante complicada en todos los sentidos y todo por unos padres irresponsables y todo lo que de ello se desprende. En fin. Como siempre les digo: al tiempo.