No creo que haya alguien de mi generación que haya sospechado en su vida que algún día veríamos al SNTE y al PRI convocando a elecciones universales directas para resolver quiénes serán sus dirigentes nacionales.
Los dos más grandes paquidermos políticos nacionales, ambos con escasa vocación democrática, se enfrentan a lo inevitable, elecciones directas, sólo que cada uno tiene sus razones. El SNTE por una indicación exterior: la del nuevo gobierno y su tesis de que todo el mundo sea democrático sin que el gobierno designe líderes; el PRI, por una necesidad interior: la de reinventarse frente al desastre de las urnas de julio.
En el SNTE se marcha hacia ese fin por una indicación presidencial y en contra de la voluntad de las partes, las partes son la CNTE, el SNTE de Alfonso Cepeda y Maestros por México de EE Gordillo. En contra de la voluntad de estas tres partes el proceso está a la espera del banderazo de salida. El PRI, que lo hace por una auténtica necesidad interna de sobrevivir, y que es autónomo en su decisión, toma la iniciativa y practica pruebas piloto (como en Veracruz el domingo 28 de abril) a la espera de sus elecciones nacionales universales directas para la primera semana de septiembre. En Veracruz el PRI convocó a 160 mil militantes en 223 urnas en algo que podríamos llamar práctica de vuelo. Se espera la participación de una cuarta parte de la membresía.
El SNTE, que lo hará por una indicación exterior, se resiste: no ha practicado ninguna prueba piloto en ninguna de las nueve elecciones seccionales que ha enfrentado desde diciembre. La resistencia es notoria. Si hubiese la voluntad ya se habrían realizado ensayos en alguna sección poco numerosa con un padrón confiable, aplicaciones (app) de empadronamiento, tinta indeleble, etc.
En el SNTE el proceso electoral ‘sugerido’ por la autoridad federal se hará en contra de la voluntad de las partes. La CNTE, a menos que se fracture, marchará con muchísimas reservas o no marchará. Cepeda Salas desde el CEN del SNTE, para la imposible tarea de evadir el compromiso, le encuentra muchas complicaciones a su ejecución: que porque hay muchas variables, que por el número de miembros, que porque el SNTE es más grande que cinco países de la Comunidad Económica Europea, que porque el SNTE es más numeroso que dos o tres países de Centroamérica (minuto 24 en bit.ly/2GQ5VEB). Tan detalladas explicaciones suenan menos a explicaciones y más a pretextos. Hay una traducción: no es su deseo ir a las urnas, y reconoce o pide (no queda claro) el respeto del gobierno a la soberanía y autonomía del SNTE.
Elba Esther Gordillo (Maestros por México) irá, pero porque no tiene ningún otro camino para intentar volver al SNTE por sí o, lo que parece más probable, por interpósita persona. El 21 de noviembre de 2018, en la semana en que se resolvió la crisis de representación del SNTE con la salida de Juan Díaz, la maestra Gordillo dijo que le tomaba la palabra al presidente de ir a elecciones universales directas, pero con reservas (bit.ly/2XT9f7v). Dijo: “aunque mis derechos están siendo conculcados, por encima de mis intereses particulares, antepongo el interés general de todos y cada uno de los trabajadores de la educación”. La maestra Gordillo se refería a algo que era correcto pero extemporáneo. Esperaba su restitución inmediata en el liderazgo del SNTE, como en las viejas épocas, donde el enroque se daba en la cúpula. La 4T no quiere procesos así. Ni con maestros ni con petroleros ni con nadie. El mandato sexenal de la maestra concluía en octubre de 2018 y ella quedó completamente libre el 8 de agosto pero Juan Díaz se había adelantado a las elecciones en febrero.
Así, a diferencia del PRI que avanza por necesidad vía una decisión autónoma, el SNTE marcha por obligación externa, heterónoma, sin mucha convicción por el proceso. Si en Veracruz el PRI necesitó 223 urnas (promedio de una por cada uno de los 212 municipios) para recibir el voto de 160 mil militantes, el SNTE necesitará 2,230 urnas para un millón 600 mil profesores en todo el país, aunque la inclusión de jubilados eleva la cifra a 2 millones 400 mil trabajadores y a más de 3 mil 300 casillas.
Al momento de redactar estas líneas las quejas más frecuentes en la elección universal directa del PRI veracruzano son el no aparecer en el padrón. Hay una gran diferencia entre ambos institutos, el SNTE y el PRI, al momento de construirlo. Un militante del PRI es una sola persona física y aparece o no aparece en el padrón, y punto. El agremiado al SNTE es mucho más complejo pues puede tener un nombramiento o dos o tres (en los casos de nombramientos por hora, por materia) y trabajar en dos o más niveles (secundaria y bachillerato) o en municipios distintos (Xalapa o Coatepec). Eso hará muy complicada la construcción de un padrón que elimine duplicidades. La realización del proceso no será, creo, sino hasta fines de año pues se requerirán de tres meses entre la convocatoria y la realización. El PRI en septiembre, el SNTE en diciembre.
El presidente, lo sabemos por expresión propia, ya se halla en primera fila para disfrutar del espectáculo, el espectáculo democrático que la 4T hace obligatorio: el espectáculo de un sindicato tripartito (CNTE, SNTE, MxM) que, prendido de la oreja, abandona el salón y marcha sin mucha convicción a las urnas. Y ya no digo más, no sea que me quiten el trabajo.